Temas históricos
04/01/2013
- Opinión
Luego de aproximarme en mis escritos a Federico García Lorca en su Granada de Andalucía en España; de comentar sobre el amor que significa la Navidad, al comenzar el nuevo año 2013, me impongo comentar temas que motiven aprendizaje y reflexión trascendente.
Encontré en los archivos propios un escrito de prensa del Dr. Jaime Solares Zamora (Los Tiempos 24 abril 2004), sobre don Franz Tamayo. Curioso me ocurrió investigar el apellido materno del vate: Solares; y el de su selecta esposa a quien tuve el honor de conocer en su propio hogar, apellidaba Galindo, ambos fueron padres de mi querida prima doña Elvira Tamayo Galindo de Bascopé. Don Franz cultivó nobleza de valores morales y espirituales relevantes en la sangre de su distinguida familia.
No comentaré la notable respuesta que dio el “Hechicero del Ande” a Fernando Diez de Medina sobre lo genuino del apellido originario; más bien, evocaré la lectura de la Ley Capital por él pergeñada y tratada colateralmente por el galeno Dr. Jaime Solares en un escrito de homenaje al Dr. Edgar Oblitas Fernández.
El aludido magistrado Presidente de la Corte Suprema de Justicia fue perseguido por el Ejecutivo y el Legislativo del MNR y la coalición gobernante MNR-ADN-MIR, todos empeñados en implementar la privatización, para la cual se propusieron defenestrar al patriota magistrado Presidente de la Corte Superior de Justicia quien se oponía a la maniobra inicua; mediante el gesto más indigno de la historia nacional manejaron el rodillo Parlamentario en contra suya; lograron retirarlo de su función pública y además, le quitaron la ciudadanía. Más tarde, presidiendo la Sociedad Boliviana de Escritores y la Unión de Poetas Cochabamba, con el mayor honor conferido, en homenaje efectuado en la misma Prefectura me tocó rescatar su dignidad de persona; pero la maldad ya había minado su alma y ocasionado en él una grave patología que lo llevó a la muerte. Los causantes merecían la Pena Capital.
Edgar Oblitas Fernández escribió un libro sobre Franz Tamayo y la Ley Capital (Ed. GRAFI-CAR, julio 1999, Cochabamba). El máximo poeta y senador boliviano hizo un tremendo revuelo con su proyecto de Ley Capital o del Tiranicidio. Mediante un volante en 1930, el autor anunció que el Proyecto de Ley sería presentado a la Asamblea legislativa convocada por la Junta Militar de Gobierno presidida por el general y abogado Carlos Blanco Galindo. Según Mariano Baptista, el autor de tal proyecto apuntaba como candidato al Presidente Hernando Siles por pretender la prórroga en su mandato. (Pág. 98) El pueblo lo derrocó mediante un golpe de Estado y exilió al Perú en una reacción totalmente espontánea contra el continuismo antidemocrático corrupto: “Las revoluciones libertarias como la boliviana de 1930 sólo son posibles en pueblos de almas sublimes como el boliviano, y aún asimismo no siempre triunfan” (Pág. 100)
El objetico además, como afirma Edgar Oblitas, estaba destinado a erradicar “la dictadura y la tiranía pero especialmente a terminar con la corrupción y los corruptos que desde la expectable posición pública se benefician de las prebendas y dineros del Estado. Bajo el régimen de la Ley Capital, no más censura ni mordaza de prensa, que es el signo más típico y propio de toda tiranía. No más espectáculo de regalar la república a un cómplice o a un suplente que le guarde el poder. No más entrega de las soberanías americanas en cambio de un puñado de oro extranjero” Cuántos gobiernos latinoamericanos y sobre todo, bolivianos, hubieran caído bajo esa norma.
En la segunda fundamentación de la Ley Capital, (Pág. 98-99) Tamayo escribe lo siguiente: “La democracia no es el gobierno del pueblo por el pueblo como erróneamente se dice, pues ello significa una tautología y una contradicción absurdas. La democracia significa predominio regulador del pueblo sobre todo gobierno; y tal predominio será siempre mentido si es una institución científica y jurídica no pone en manos del pueblo un instrumento de verdadera regulación política. Etimológicamente democracia significa en griego pueblo (demos) y dominar, ser fuerte (kratein), lo cual es muy distinto de gobernar. Los pueblos no pueden gobernar, pero sí pueden controlar a sus gobiernos y deben hacerlo “
La octava fundamentación de dicho proyecto es remarcable: “En el caso jurídico concreto, la verdad absoluta es ésta: el pueblo es lo más, el gobierno es lo menos. Miente contra la democracia quien diga lo contrario”(Pág. 100)
La originalidad de estos conceptos la tuvo el Libertador Simón Bolívar que dictó en Lima, el 12 de enero de 1824, en DS ordenó una norma para todos los territorios ocupados, incluyendo el Alto Perú, dirigida contra todo funcionario público que cayera en el pecado de la corrupción.
Oblitas también cita al escritor peruano Manuel Gonzales Prada, de origen genealógico cochabambino a partir del último gobernador de la Colonia, que relieva sus basamentos históricos utilizando términos que todo intelectual debe asumir.
Edgar Oblitas en una postdata insiste en que el espíritu de esa ley era atacar la tiranía y la dictadura cualquiera sea su figura, incluyendo el manejo descarado de las mayorías parlamentarias en un sistema pretendidamente democrático (Pág. 90).
Sobre el tiranicidio existen antecedentes en la patria que nos avergüenzan:
A la caída del Presidente Andrés de Santa Cruz, el Congreso lo declaró “insigne traidor a la patria e indigno del nombre boliviano borrado de listas civiles y militares y fuera de la ley”. (Pág. 90)
Otro Congreso de 1845 declaró a José Ballivián, el Vencedor de Ingavi, “insigne traidor y fuera de la ley, cualquier persona que lo entregara vivo o muerto será proclamado patriota con grado eminente” (Pág. 90)
Finalmente, el PIR coaligado con los Barones del Estaño, la defección de RADEPA y las FFAA, la traición del MNR, pretendiendo terminar con la tiranía, calificaron falsamente de tirano al Presidente Gualberto Villarroel López, lo victimaron junto a tres colaboradores sacrificados en el asesinado colectivo más cruel que la historia de Bolivia consigna.
Siempre resulta valioso aprender de la historia para no repetir bárbaros errores.
El Proyecto de Ley comentado resulta truculento en el tiempo actual del humanismo pacifista y la bio-ética-política que abomina de la violencia y los aborrecibles gestos neo-fascistas de cualquier tiempo.
Vayan algunos otros pasajes:
A propósito del Mariscal de Zepita don Andrés de Santa Cruz, resulta que visitando nuevamente la Plaza de Murillo en la capital ejecutiva de Nuestra Bolivia, tomaba fotografías de los faroles ubicados frente al Palacio y a la Catedral para ilustrar el libro sobre el luctuoso 21 de julio de 1946, un ciudadano mirándome al rostro tratando de identificarme me preguntó ¿Es usted nieto del Mariscal Andrés de Santa Cruz? Respondí: No, lastimosamente no lo soy pero aprecio al héroe de todo corazón.
Me sentí vivamente emocionado al recordar que sus detractores más dañinos fueron sus compatriotas peruanos y bolivianos. Que fue el presidente Velasco que envió una nota de felicitación al chileno Bulnes por la derrota de Yungay. Que maniatado por sus propios compatriotas fue llevado a la prisión en Chillán. Que debió trasladarse al exilio definitivo a Europa, partió solitario embarcado en el navío Nouevelle Gabrielle hasta París donde falleció abandonado.
Como escribe Víctor Hoz de Vila Vacarreza en su obra “En el desván” (Ed. Los Amigos del Libro. 1993 pág. 36-39) “Como adversarios de Santa Cruz no estaba sólo el Mariscal ni estaban sólo las armas chilenas. Estaban también Gamarra, Castilla, Elesperu, Frisancho y los batallones peruanos. Detrás esperaban la traición y la deslealtad de sus compatriotas y la de sus amigos de ayer. Los bolivianos, Velasco felicitando a Bulnes por su victoria sobre las armas bolivianas, Serrano alabando al cielo porque los hijos de Caupolicán y Lautaro destrozaron al insigne boliviano”
Ahora sabemos del ostracismo de su exilio y la palabra última de su agonía: “Patria”. Así murió el héroe de Zepita, el de las grandes batallas, las victorias de Pichincha, Junín, Yanacocha, Ayacucho, Iruya y Montenegro. Sus cenizas continuaron desterradas de la Patria más de un siglo, las del varón que se enfrentó a tres naciones “como un solo hombre” a quien su derrota fue seguida de un Tratado vergonzoso para el vencedor y para los vencidos Bolivia y Perú.
Otro caso vergonzoso es el de Pedro Blanco Soto. Este héroe cochabambino, con José Olavarría (abuelo de Borges) y Isidoro Suárez (Argentina), los tres comandaron las cargas en las batallas de Junín y Ayacucho´. Luego, en 1828, al término de la gestión del Mariscal de Ayacucho, fue elegido Presidente por la Asamblea Constituyente. Víctima de la traición, prisión y asesinato de este Presidente en el convento de la Recoleta de Sucre por Ballivián, los comandantes Armaza, y Vera, los oficiales Basilio, Herrara y Castillo que lo victimaron. Su cadáver fue botado a un barranco.
Esa la triste historia de algunos personajes de nuestra historia patria. La Ley Capital debía haberse aplicado a todos los asesinos.
Cochabamba, enero 2013
Gastón Cornejo Bascopé
Ex Senador de Bolivia
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