"Obama decepcionó y Romney sería el horror”: Dreamer
- Opinión
La sonorense Dulce Matuz, la “dreamer” que Time nombró en 2012 como una de las 100 personas más influyentes del mundo, dice que ningún político, sino el poder del voto latino, garantizarán la reforma migratoria esperada
PHOENIX, Arizona.-En la cochera de la casa de la “dreamer” más célebre de Estados Unidos, Dulce Matuz, en un barrio mexicano de Phoenix, Arizona, hay un mini Cooper descompuesto desde hace año y medio. Evidencia dos cosas: un periodo próspero previo y sus aprietos económicos actuales debido a su pasión activista, pues realiza una labor en la que no devenga sueldo alguno.
La sonorense que se hizo arrestar en Washington en el primer acto de desobediencia civil que visibilizó al movimiento “dreamer” en 2010, vive con su marido, un joven mexicoamericano. La casa es austera, en tonos grisáceos. Ahí ella tiene una oficina improvisada desde donde coordina parte de sus actividades al frente de la Arizona Dream Act Coalition.
La ingeniera en electrónica de 27 años es pecosa, de ojo grande. Sonríe todo el tiempo. Se sirve café y se sienta a la mesa de su cocina. Al hablar de elecciones cancela el gesto. Lleva dentro de sí el revoltijo de sentimientos que experimenta buena parte de la comunidad latina: Barack Obama no les dio la reforma migratoria prometida en beneficio de 11 millones de migrantes indocumentados. Por el contrario, deportó a millón y medio de ellos.
“Rompió récord”, puntualiza. “Si tú miras la historia de Estados Unidos, ¿Qué presidente es el que más ha deportado? Obama”.
Sin embargo piensa que el escenario será más nefasto si Mitt Romney llegara al poder, pues además de vetar el Dream Act, que posibilitaría la legalización de cerca de millón y medio de estudiantes indocumentados criados en el país, promueve una “auto deportación” masiva.
La joven lo interpreta como hacerles la vida un infierno para que huyan del país.
“Sería aterrorizante”, dice.
Lo que le parece más terrible aún es que en la Unión Americana haya 20 millones de latinos elegibles para sufragar, de los cuales sólo la mitad está registrada para hacerlo. Por eso participa en la campaña Vote por el sueño, que la red United We Dream (UWD) promueve en el país para registrar votantes latinos de puerta en puerta.
La agenda de la activista está llena de reuniones, entrevistas, protestas, viajes. Es incansable, se sabe a contracorriente.
Advierte: “Si gana Romney es porque no hicimos nuestro trabajo y no hay que llorar ni quejarnos, pues estas elecciones las puede decidir la comunidad latina”.
American dream en pedazos
Cuando la revista Time le notificó por teléfono a Matuz la noticia de que había sido elegida una de las 100 personas más influyentes del mundo, lo primero que hizo emocionada fue llamar a su mamá para contarle.
-¿Ya le diste gracias a Dios? –le preguntó su mamá antes de felicitarla.
Matuz se hizo acreedora de tal distinción por ser la “dreamer” más arrojada en el estado más antiinmigrante del país: Arizona.
La muchacha nacida en Hermosillo en una familia católica jamás se imaginó convertirse en una celebridad. Cruzó la frontera a los 13 años, apenas terminada la secundaria.
El divorcio de sus padres provocó que su mamá migrara para mantener a sus cinco hijos, ella era la más pequeña. Ambas entraron con visa de turista y se instalaron en Phoenix. La mamá encontró trabajo como obrera en una maquiladora.
Desde el principio la chica puso empeño en la escuela. Aprendió inglés. Ingresó al taller de robótica. Se hizo divulgadora de ciencia. Pero cuando en su momento quiso llenar su solicitud de ingreso universitario se enfrentó a una pregunta sin respuesta: Número de Seguro Social.
“Fue la primera vez que me di cuenta que ser indocumentada era un problema serio”, recuerda.
Sin embargo, por intermediación de un maestro consiguió una beca al tiempo que incursionó en el mercado de bienes raíces. Comenzó a ganar dinero. Vivía el American Dream y desdeñaba a la gente indocumentada sin trabajo ni estudios.
“Si a ti te va mal, es porque estás flojeando”, solía decir.
Pero en 2007 su escenario se desmoronó: en Arizona entró en vigor la Proposición 300 que quitaba las becas y cuadruplicaba el cobro de las cuotas de estudio a estudiantes indocumentados.
Y en el país el boom del mercado inmobiliario cayó con estruendo. Un día la joven exitosa se vio sin trabajo y sin posibilidad de pagar su carrera. Lloró “como Magdalena”. Dejó de creer en el sueño americano. Así emergió la “dreamer”.
Salir de las sombras
Matuz precisa que la lucha por los derechos de los estudiantes indocumentados antecede al movimiento de soñadores y es verdad.
De acuerdo al portal de UWD, el National Inmigration Law Center (NILC) fue la organización pionera en luchar por los derechos de los estudiantes sin estatus migratorio, lo que sirvió como antecedente para la elaboración de la Dream Act en 2001, que permaneció casi una década en la congeladora legislativa.
En Arizona, por lo pronto, la Proposición 300 provocó que en 2008 maestros universitarios convocaran a una reunión de alumnos indocumentados de la Universidad del estado de Arizona y que estos se conocieran entre sí.
La sonorense hizo grupo con una decena de ellos que luego se contactaron con más jóvenes a partir de la naciente UWD, la incipiente red de “dreamers” que la NILC comenzó a arropar a nivel nacional.
En 2009, cuando la Dream Act finalmente se introdujo a discusión legislativa, el grupo de Matuz salió a escena en Arizona. Primero hicieron labor de convencimiento con políticos locales.
“Luego empezamos a dar entrevistas y nos tapábamos la cara, no decíamos nuestros nombres, pensábamos que nos iban a deportar”.
En Arizona el ambiente se recrudecía. En abril de 2010 la gobernadora Jan Brewer lograba la aprobación de la ley SB1070 que criminaliza a la población migrante por su aspecto.
“Fue como otra cachetada”, dice Matuz.
Simultáneamente al interior de la UWD irrumpió una discusión ardiente que tuvo en la activista a una de sus principales impulsoras: dejar de cubrirse el rostro, hacer una acción de desobediencia civil en Washington a riesgo de ser deportados o encarcelados.
“Todo o nada”, les decía ella a sus compañeros en sus sesiones telefónicas colectivas, “conferences calls”, que posibilitaba la UWD, “¡vamos a dejarnos arrestar en edificios federales!”.
Muchos dijeron no. 21 dijeron sí, la mayoría mujeres. Matuz y Erika Andiola viajaron desde Arizona a Washington. El 15 de junio de 2010 se dividieron en tres grupos y se aposentaron en el suelo de dos oficinas legislativas y en el lobby del senado en exigencia de que la Dream Act se introdujera en la agenda de ese periodo.
Matuz y tres muchachas eligieron el cubículo del republicano John MacCain, senador por Arizona. Las arrestaron a todas. Estuvieron un día presas pero las dejaron libres.
En diciembre de 2010 el Act Dream se votó en el senado y fue rechazada por una mayoría republicana.
“Fue muy doloroso”, rememora Matuz. Sin embargo la pólvora de su causa ya se había regado en el país y se multiplicaron los actos de desobediciencia civil y las manifiestaciones de “dreamers”.
Incluso la sonorense pudo interceptar por un par de minutos a Obama en una gira que hizo en 2011 en Arizona y le pidió que interviniera a favor del movimiento.
“El me dijo que nosotros teníamos que elegir a las personas que nos apoyan y elegirlo a él también”.
Finalmente, en junio de 2012, Obama introdujo una acción diferida del Act Dream, que posibilitará que alrededor de 800 mil “dreamers” puedan tramitar un permiso temporal para estudiar y trabajar por dos años.
Sueños revolucionarios
Matuz encabeza una reunión con una veintena de jóvenes y señoras en las oficinas de la Coalición, ubicada en las instalaciones de lo que antes fue un banco Wells Fargo cerca del centro de Phoenix.
“Tenemos que juntar 5 mil firmas más de compromisos del voto latino para el 6 de noviembre, ¿cuántas puede juntar cada quién?”, dice y sus oyentes la escuchan con cara de pasmo.
La Coalición tiene un equipo base de medio centenar de voluntarios, más de la mitad mujeres, y una red de miles de simpatizantes en el estado.
Opera a través de distintos grupos: uno es el de padres de familia, otro de estudiantes preparatorianos, otro de académicos, uno más de jóvenes estudiantes de la diversidad sexual.
Después del fracaso de la aprobación de la Dream Act en 2010, la coalición cambió de estrategia: se centró ahora en promover el voto latino contra candidatos antiinmigrantes locales.
Así , en convergencia con otras organizaciones proinmigrantes, lograron que en 2011 el creador de la Proposición 300 y la ley SB1070, el legislador republicano Russell Pearce, no fuera reelegido.
Por su matrimonio con un mexicoamericano, Matuz ya legalizó su estancia en Estados Unidos. Pero dice que no cejará su lucha por la comunidad estudiantil indocumentada, porque el “acta diferida” sólo les dará dos años de alivio.
Por supuesto, también vislumbra la concreción de la reforma migratoria esperada, y confía en que el movimiento “dreamer” sea su detonante definitivo.
“Y en esos dos años, voy a agarrar mas fuerza yo y todo el movimiento para empujar por soluciones permanentes a nivel federal, y con el favor de dios, tener el acta del sueño en 2013”, dice. “Hay mucho miedo en nuestro movimiento porque es muy revolucionario y una vez levantado, no habrá nada que lo pare”. A ella, quién la para.
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