El regreso de Cleopatra

24/10/2012
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A
El antiguo Plutarco cuenta una divertida anécdota sobre el encuentro de Cesar y Cleopatra que el cineasta Joseph Mankiewicz incluye en su película “Cleopatra” protagonizada por la inolvidable Liz Taylor y que tiene que ver con los azares del Poder y de quien los ejerce en el momento adecuado.
 
Cesar llegó a Egipto para poner las cosas en orden en la dinastía de Ptolomeo y se establece en el palacio de Alejandría de donde había huido la reina egipcia. Cuando decide presentarse ante Cesar se hace llevar envuelta en una alfombra. Cuando el esclavo Apollodoro llega ante el desconfiado Cesar, este tantea el tapiz con la punta de la espada.
 
“!Se trata de un tejido muy preciado!” advierte el esclavo, pero el impaciente conquistador tira de la punta del tapiz para desenrollarlo. Cleopatra rueda con toda su belleza ante las carcajadas de Cesar, quien le ayuda a levantarse y se apresura a despedir al esclavo.
 
Cleopatra lo frena y le intima: “¿Acaso yo te he dicho que te vayas?” y volviéndose a Cesar le dice: “Este es mi palacio, todo lo que hay aquí está sujeto a mi voluntad, yo no soy tu esclava, sino que tú eres mi huésped.”
 
Es sin duda, una pulseada de dos potencias y el adecuado uso del Poder en el momento preciso. Con su actitud Cleopatra vuelca la situación. Cesar controla Egipto, pero él está en territorio de Cleopatra. La situación es comprensible solo proviniendo de ella.
 
Lo que propone la anécdota parece estar relacionado con la lógica masculina de la autoridad que consiste en prohibir o consentir, ejercitando de esa manera “el control”, en tanto que la versión femenina estaría relacionada en “donar” lugar promocionando el acontecimiento.
 
Se interprete de una u otra forma la anécdota de Plutarco, el hecho cierto es que los tiempos actuales nos están poniendo en una situación nueva y global. La presencia femenina en lugares de Poder es inocultable. La Secretaria de Estado de Estados Unidos, las presidentas de Brasil y Argentina, la expresidenta chilena y numerosas mujeres que ocupan cargos de ministras, dirigentes y formadoras de opinión, son una muestra clara  de la cada vez mayor presencia femenina.
 
Los medios conceden cada vez más atención al fenómeno de las mujeres en el Poder. Está claro que el crecimiento cuantitativo del Poder femenino es real, pero no moderno, pues existen antecedentes en emperatrices y reinas.
 
El caso específico de nuestro país, es dramático por sus amplias características de irrenunciable machismo. Pese a la existencia de sobrados ejemplos de abnegada lucha por la obtención de derechos, el acceso de las mujeres a las instancias de Poder no se produjo sino hasta hace relativamente muy poco.
 
La historia nos muestra ejemplares de mujeres que lucharon igual que los hombres, como Bartolina Sisa, Micaela Bastidas y la inmortal Juana Azurduy de Padilla de quien se dice que incluso se bajó de su caballo en plena batalla para dar a luz y seguidamente montarlo nuevamente para continuar el enfrentamiento.
 
Las mujeres siempre fueron frenadas en su derecho de ejercer instancias de Poder, hasta los años 90 cuando una cholita llego al parlamento como diputada. Pocos años antes otra mujer, Lydia Gueiler accedió a la presidencia de la república por escasos tres meses antes de ser derrocada por un verdadero caballo que pretendió convertir la nación en base del narcotráfico.
 
Tras las dictaduras militares, llegó otro periodo igual con tintes democráticos que fue conocido como la “democradura pactada” donde las mujeres brillaron por su ausencia, desembocando en la masacre del 17 de octubre que acabamos de rememorar con más de 70 muertos y cuyos autores se encuentran refugiados en ese paraíso de los “perseguidos políticos”.
 
Con el triunfo del actual régimen en 2005, las mujeres tuvieron finalmente un acceso triunfal a las instancias de Poder. Existen mujeres ministras, parlamentarias y en instancias judiciales.
 
Hace poco, la presidenta del Senado tuvo ocasión de  sentarse en la silla presidencial por cinco días. Fue la segunda mujer presidenta de Bolivia, pero provocó las iras de la oposición que en clara actitud discriminatoria le inicio una guerra para descalificarla con argumentos de toda naturaleza.
 
Hoy mismo, los opositores están limpiando diarreas al comprobar que efectivamente una mujer, está encaminada a convertirse en la próxima gobernadora de Beni. Los cambios son efectivos en Bolivia al margen de toda consideración fálica. Las mujeres han logrado superar los prejuicios y obstáculos materiales.
 
En honor a todas las mujeres y haciendo referencia a la mítica reina de Egipto, bien podríamos señalar que efectivamente ¡Cleopatra está de regreso!
https://www.alainet.org/es/articulo/162127?language=en
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS