El cese al fuego: ¿un imposible?

09/09/2012
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El cese al fuego, dentro de lo poco que lleva el actual acuerdo de negociación, ha sido reclamado con vehemencia por distintos sectores sociales, curiosamente muchos de ellos desde la derecha, como un pre-requisito indispensable si se aspira a que este proceso sea exitoso.
En su más reciente pronunciamiento las FARC señalan que el cese bilateral del fuego será uno de los temas que colocarán en la mesa de negociaciones. Para el gobierno, al parecer como resultado de un acuerdo con la cúpula militar, este tema no está dentro de la segunda etapa de la agenda de negociación, que iniciará en Oslo, Noruega, el 8 de octubre.
El cese al fuego en un conflicto armado tan prolongado como el colombiano, es en primer lugar una demanda de millones de víctimas casi todas provenientes del campo. Es sin duda un clamor, producto del dolor que no cesa; de la urgencia de bajarle a la zozobra, que ha impedido la felicidad; y de la premura por ponerle fin a tantas aspiraciones individuales y colectivas frustradas. Es también, el clamor de quienes se han jugado todo por un valor ético como la vida, en todas sus manifestaciones, y de quienes impugnan a la guerra como la perspectiva más destructiva que haya podido concebir la humanidad.
Pero ésta postura, parte de la lógica de quienes sufren los efectos de la confrontación y de quienes animan valores democráticos y civilistas. No obstante, en la lógica de los actores centrales de la guerra, el cese al fuego obedece a parámetros completamente distintos, muchos de ellos referidos al Estado mismo de la confrontación y al valor estratégico que tendría la continuidad o el cese de las acciones armadas. También estarían las implicaciones que ello tendría, habida cuenta de experiencias previas.
El conflicto armado colombiano ha sufrido cambios muy importantes con la aparición de dos actores de gran relevancia como el paramilitarismo y el narcotráfico que actúan en los mismos territorios donde se mueve la guerrilla. Un cese al fuego en la confrontación Estado - guerrilla, tendría como una de sus implicaciones la necesidad de zonas de despeje que buscarían blindarse del riesgo del fuego no oficial. La experiencia del Caguán y de Ralito ha convertido a esta opción en un real imposible pues se ha tejido un imaginario que la ha estigmatizado y no de manera gratuita.
En el estado de la confrontación no hay duda que el aparato de guerra oficial está a la ofensiva y un cese al fuego sería darle una ventaja estratégica a una guerrilla que, si bien ha logrado sobrevivir y evitar la debacle, no está en la condición de recomponer sus fuerzas para retomar la iniciativa. Por ello para el gobierno, oponerse a un cese al fuego es colocarse en una condición ventajosa y es una forma de presión para que lo pactado, en la primera fase exploratoria, logre los resultados esperados.
De esta manera, no parece posible que se de un cese al fuego en la etapa que iniciará en octubre. Pero aunque algunos señalan que sería más fácil traer a Simón Trinidad que pactar un cese al fuego, en los procesos sociales como en los armados resulta exagerado el planteamiento de establecer imposibles.
Un cese al fuego, que hoy parece descabellado, en el desenvolvimiento del proceso de negociación podría relativizarse e inclusive contemplarse como posibilidad, aún en su segunda etapa. En ello, aparte de los avances que puedan darse en unas negociaciones limitadas por un tiempo que presiona, la participación de la comunidad internacional y la movilización social, que logre activar este proceso, podrían jugar al respecto un papel decisivo. Un cese al fuego sería un excelente buen mensaje en términos de credibilidad, confianza y esperanza.
 
- José Girón Sierra es Socio del Instituto Popular de Capacitación, experto en temas de paz y conflicto
https://www.alainet.org/es/articulo/160878?language=en

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