La alternativa es clara: transición hacia el socialismo o...¿qué?
02/07/2012
- Opinión
El primero de julio arrancó la contienda electoral en Venezuela, aunque la sensación es que en los últimos 12 años nunca se detuvo. Y, en esta carrera hay solo dos contendientes por el sillón presidencial: el presidente Hugo Chávez y la Revolución Bolivariana que encabeza y Henrique Capriles Radonsky, abanderado de una derecha que sueña con retornar al Palacio de Miraflores.
El 7 de octubre se confrontarán dos proyectos históricos: uno que hace abuso del discurso sobre el “futuro” y el “progreso”, y en torno al cual se nuclean las fuerzas de la vieja política; y un proyecto que, para lograr prevalecer, está llamado a practicar una política hecha de “ayer y mañana”, y que presupone tanto el “conocimiento de una historia auténtica” como el “conocimiento del presente”, señala el sociólogo Reinaldo Iturriza.
Capriles optó por una estrategia política asumida como mercadeo político, en la que el ciudadano es reducido a la condición de consumidor, señala Jesse Chacón, director de la encuestadora GISXXI y ex ministro de Chávez. En ella se busca identificar sus necesidades emocionales y estéticas (sensibilidad y gusto). El objetivo es tejer estrategias de satisfacción simbólica, ganar la hegemonía de ese segmento poblacional.
Lo curioso, añade, es que poco o nada importa la dimensión material de los sujetos, sus condiciones de exclusión, o cuando importa, es para construir líneas de argumentación del candidato que permitan ganar la conexión con esos electores. Les encantaría poder hacer su campaña solo en los estratos medios y de élite, pero saben que el sujeto definitivo en la contienda son los sectores populares.
Mientras, Hugo Chávez viene desarrollando una estrategia de campaña programática, que identifica los sujetos históricos con potencial transformador y las tareas de superación de la exclusión y la dependencia en la sociedad venezolana. El discurso de campaña es construido como la propuesta de país que el candidato y el PSUV, una vez elegidos, desarrollarán.
La estrategia de la derecha parece tornarse ineficaz ante una realidad que cambió radicalmente en la última década. Prácticamente todas las encuestadoras del país le dan una ventaja de 15 puntos o más al Jefe del Estado, aun cuando quedan -no hay que olvidar- más de 90 días para las elecciones.
Y es que los venezolanos dejaron de ser objetos de política para convertirse en ciudadanos sujetos de política, lejos de aquella sociedad despolitizada de hace poco más de una década. La venezolana es hoy una sociedad en abierta polémica pública, en la que los ciudadanos buscan construir nuevas representaciones y canales de expresión que les garanticen realizar sus intereses materiales y sociales.
La derecha sueña con Miraflores
El abanderado de la oposición -representante de la derecha nacional y de los sectores de poder tradicionales- se presenta ante el electorado como un hombre joven que genera confianza en el sector empresarial y sostiene un discurso de reconciliación. En la campaña trata de deslastrarse de los partidos políticos de la llamada Cuarta República -sobre todo de los viejos y gastados dirigentes- y presentarse como una opción nueva y novedosa.
En su programa de gobierno propuso cinco objetivos: salud, seguridad., vivienda y empleo, y cinco etapas: atención materno-infantil; vivienda y su entorno; educación y desarrollo; empleo y emprendimiento, y salud y seguridad social. El trayecto fue distribuido en cuatro condiciones: convivencia democrática, seguridad, protección social para la familia, y reforma del Estado y descentralización. Capriles tiene, en opinión del analista y encuestador Oscar Schemel, una debilidad crucial y dramática: la ausencia de discurso, de visión trascendente relacionada con el modelo que propone. “Los electores no votan por programas de gobierno, sino por líderes con quienes se identifican, y la identificación tiene que ver con valores, visión compartida, principios”.
Schemel señala como punto débil el hecho de que la gente pueda percibir que su hipotético triunfo llevaría a un proceso de restauración de la exclusión que imperó antes de 1998. Es decir, “que un gobierno de Henrique Capriles podría significar favorecer más a los ricos, a los empresarios, a los poderosos, que a los sectores populares”, resume.
Los sectores de la oposición que plantearon sustituir a Capriles por otro candidato de "unidad", se han replegado de su campaña mediática, pero en las conversaciones sostenidas con Primero Justicia, el partido de Capriles, han insistido en que debe abandonar “las ambigüedades” en relación al modelo económico-social y la estatal Pdvsa, y le señalaron que “no se puede dejar para última hora” la creación de condiciones para la denuncia de un fraude, en caso de que los resultados no favorezcan a la oposición.
Chávez otra vez
El proyecto de Hugo Chávez es de redistribución de la riqueza, nacionalismo y protagonismo popular. El respaldo que tiene este planteamiento es claramente superior a las propuestas del neoliberalismo. Tanto, que el candidato opositor ha tenido que tomar distancias, en estos tiempos electorales. Así que, el proyecto es un punto fuerte de Chávez.
Para algunos analistas, la gestión es el punto débil de Chávez, a pesar de los logros alcanzados en materia social, ya que subsisten problemas muy serios que no han sido debidamente atendidos, como la delincuencia, la situación de las cárceles, la electricidad, la baja producción de alimentos o la ineficiencia generalizada de la burocracia. Dicho de otra forma, las fallas de gestión del gobierno son el punto fuerte de Henrique Capriles.
El sociólogo Javier Biardeau, alerta contra el “triunfalismo bolivariano”, que pudiera llevar a la disminución del esfuerzo electoral. Considera que una baja votación, aunque Chávez gane, favorece a los factores internos que quieren detener el proceso de cambios y entrar negociaciones tras bastidores con factores de poder. Según Biardeau, a “la izquierda” del Psuv le convendría una amplia ventaja electoral. A “la derecha”, un triunfo por poquitos votos.
Chávez lidera un proyecto sociopolítico que cambió radicalmente el país desde 1998 y garantizó una inversión social de más de 500 mil millones de dólares. La inclusión, la soberanía y la independencia, además de una política energética autónoma y con una distribución equitativa de la renta petrolera, son algunas de sus grandes banderas.
El Presidente comienza la campaña con fortalezas importantes: 66% de la población califica como buena su gestión. Está en niveles similares a los que existían en 2006, en las anteriores elecciones.
Oscar Schemel, presidente de la encuestadora Hinterlaces, señala que hay factores clave que consolidan las preferencias electorales a favor del Presidente, en áreas clave como vivienda, educación, salud, seguridad y empleo. La gente tiene una expectativa positiva en relación con el futuro de su economía personal o familiar.
A esto hay que sumarles, añade, los ingredientes emocionales y afectivos, y el respaldo a la visión de país y de sociedad del Presidente, muy asociada con el modelo de inclusión y la atención prioritaria de los sectores populares. Schemel insiste en que las masas “se enamoran por el oído”, y el Jefe del Estado aventaja ampliamente a su contendor en este campo.
Para Schemel, los puntos débiles de la gestión bolivariana son el costo de la vida y el servicio eléctrico. “Para un sector importante de la población es importante la percepción de radicalización de la Revolución, lo que puede restarle votos” al mandatario o afectar su crecimiento electoral. En este punto cita como cruciales “las expropiaciones y las relaciones con el sector privado”.
Los cinco puntos del programa chavista son defender y expandir el bien más preciado, la independencia; continuar construyendo el socialismo bolivariano del siglo 21 como alternativa al modelo salvaje del capitalismo, para asegurar la mayor suma de seguridad social, estabilidad política y felicidad para el pueblo; convertir a Venezuela en un país potencia en lo social, económico y político dentro de la gran potencia naciente de América Latina y el Caribe; contribuir al desarrollo de una nueva geopolítica internacional y contribuir con la preservación de la vida en el planeta.
El color y el olor del petróleo
Sin duda, lo que está en juego es el modelo de sociedad que se seguirá construyendo con Chávez (transformando el petróleo en salud, educación, vivienda para las mayorías) o que se restaurará desde la visión reaccionaria, tecnocrática y neoliberal privatizadora de la derecha, con Capriles. Lo que está en juego es la histórica disputa de para quién es el fruto de la renta petrolera, si para las mayorías o para las élites y las transnacionales.
El petróleo es, en definitiva, el eje que estructura la disputa electoral que comienza. El sueño de la oligarquía venezolana es volver a Miraflores para participar en el gran negocio de las migajas que le caen de la mesa de las transnacionales del petróleo.
El precio promedio internacional del barril de petróleo durante el último mes y medio ha disminuido su valor en 20%, a causa de la crisis financiera de Europa, que ha promovido una disminución en la demanda y al incremento en los inventarios en Estados Unidos de 2,9 millones de barriles.
En las últimas dos semanas ha habido señales de alerta, ya que la cotización del crudo venezolano cerró junio en 90,09 dólares el barril (reducción del 2,12%), lejos aún de los 50 dólares el barril calculado en el presupuesto del año.
- Aram Aharonian es periodista y docente uruguayo-venezolano, director de la revista Question, fundador de Telesur, director del Observatorio Latinoamericano en Comunicación y Democracia (ULAC).
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