Crítica a la “economía verde”

24/06/2012
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Las Naciones Unidas, desde el 2009 está promoviendo la “economía verde”, como un nuevo paradigma para combatir la pobreza, alcanzar el desarrollo sostenible y compatibilizar al Ser Humano con la Naturaleza.
 
Este nuevo paradigma, que dicho sea de paso no es tan nuevo, se impulsa cuando la Humanidad atraviesa serios problemas ambientales, y que muchos de ellos atravesaron el umbral de lo irreversible, como el cambio climático.
 
Pero un nuevo paradigma económico debe pasar por al tamiz de la crítica del actual paradigma económico imperante, es decir del capitalismo salvaje, para enrumbar sobre camino seguro, caso contrario la propuesta de la “economía verde” será solo una máscara del capitalismo salvaje y una parodia que pasará sin más como un experimento fallido de las Naciones Unidas.
 
El capitalismo salvaje no va a renunciar a sus paradigmas como por ejemplo, el del mercado, el de la plusvalía, al de la competitividad, que promueve en los últimos años con mucho éxito, el consumismo, añadido a esto el que la base del capitalismo salvaje es la acumulación de riqueza y la explotación del Ser Humano para ello, bajo el disfraz de la prosperidad el desarrollo, la democracia, etcétera.
 
Así, la propuesta de las Naciones Unidas evita la crítica al capitalismo salvaje que lidera los Estados Unidos, no incluye dentro de la “economía verde” el serio problema de la guerra mundial que promueve ese país, ni siquiera da la fórmula para evitar, por ejemplo, la actual desaparición de especies por el avance de la frontera agrícola y la pesca excesiva, y la grave contaminación y apropiación de recursos que realizan las empresas transnacionales en muchos países.
 
Los documentos de las Naciones Unidas se limitan a exponer ejemplos de economía verde, para el caso de Cuba, pero Cuba es un país comunista, cuyos éxitos en el campo de la ecología son precisamente debido al salvaje bloqueo de los Estados Unidos, a una economía planificada fuera del ámbito capitalista, a la promoción de la solidaridad antes que a la competitividad.
 
Otro aspecto importante dentro de este paradigma de las Naciones Unidas es que, si bien planeta ejemplos concretos de algunos proyectos que para ellos caen dentro del marco de la “economía verde”, deja un enorme vacío en cuanto a implicaciones mundiales de dichos proyectos, ya que dicha propuesta afirma que  “no existe una formula única que pueda ser aplicada con éxito en todos los países debido a las grandes diferencias culturales, ambientales, económicas y políticas que imperan en cada país. De esta forma cada gobierno debe encontrar la mejor estrategia para transitar por el camino que quiera tomar hacia la sostenibilidad de su modelo económico y de desarrollo, que le permita a su país asegurar el mantenimiento de su riqueza cultural y natural”.
 
 
 
Esa aseveración implica el reconocimiento de la diversidad planetaria en el ámbito político, cultural, social, ecológico, etcétera, por lo que el financiamiento para el proyecto de “economía verde” se vuelve insostenible al no existir estándares o regulaciones comunes, enfrentándose los analistas y registradores de datos a una verdadera torre de Babel, de la que será imposible obtener lecciones para la Humanidad.
 
Y hay más. Uno de los presupuestos de la economía verde es que “es  necesario comprender la importancia de los bienes y servicios que provee la  naturaleza, y el hecho de que muchos de esos bienes y servicios entran en una  dinámica de mercado que no ha incorporado el costo ni el beneficio que tienen para  la sociedad el asegurar que la naturaleza pueda seguir proporcionando dichos  bienes y servicios. Los beneficios en la mayoría de los casos son evidentes, por  ejemplo la provisión de agua o aire limpios, pero a pocas se les asignan valores en la toma de decisiones”.
 
Quiere decir que al final e cuentas es “la dinámica del mercado” la debe normalizar el uso de los recurso naturales. Aquí cabe preguntarse si esa dinámica no dejará en pocas manos, dado lo intrínseco del capitalismo, la administración y proveeduría del agua, del aire, de los alimentos, etcétera. En definitiva, esto deja a la “economía verde” desde el punto de vista de las Naciones Unidas, es una máscara del capitalismo explotador e inhumano.
 
Si se le pone precio al agua, proyecto fracasado en muchas partes, (recuérdese a Cochabamba, Bolivia), ¿cuánta gente va a morir por no pagarla?, ¿cuántas enfermedades van a difundirse por la falta de agua? Y otro largo etcétera de dudas.
 
Otro ejemplo del que deja muchas dudas y dan la razón a los opositores a la “economía verde” es que “si una economía va a ser verde e inclusiva, no debe constituir nuevos obstáculos técnicos al comercio y a la cooperación. En línea con los principios de Río  de responsabilidades comunes pero diferenciadas y capacidades respectivas, la transición a una economía verde debe tener en cuenta los impactos de distribución internacional. De esta manera, el crecimiento verde puede conducir a nuevas oportunidades de mercado. Las normas comerciales deberían impedir a los países el uso de preocupaciones ambientales como un pretexto para la protección del comercio”.
 
Nada menos y nada más que cualquiera s libre de contaminar, de permitir las explotaciones minerales, de dejar las puertas abiertas a los depredadores mundiales de los recursos de otros países, de no aplicarles la justicia cuando se trate de graves daños al medio ambiente local, y un largo etcétera de derivaciones que surgen de esta propuesta de la “economía verde”.
 
“Una economía verde – dice un documento de la ONU-  está destinada a  promover la industrialización basada en la eficiencia de recursos, asegurando un  acceso fiable, local y asequible a la energía y la tecnología, así como mejorar la  eficiencia en el uso de los recursos que podría mejorar la competitividad de la  región (Latinoamérica)”. Aquí encontramos la competitividad, que como antes señalamos es un paradigma del capitalismo salvaje.
 
 
 
Imaginemos esta contradicción capitalista: el exceso de producción verde llevará a la saturación de los mercados de productos verdes, lo que significa que no habrá compradores y por ende ninguna ganancia en la “economía verde”.
 
Leamos otro presupuesto de la “economía verde” que promueve las Naciones Unidas:
 
“La mayoría de las clases más vulnerables en América Latina y el Caribe  dependen de la agricultura, bosques, pesquerías y otros recursos naturales y  servicios de los ecosistemas para su subsistencia, el acceso a los alimentos, el  empleo y la generación de ingresos. Mediante la promoción de las inversiones que  mantengan y mejoren los recursos naturales, una economía verde permite el  acceso a servicios básicos como alimentos, energía, infraestructura, agua y generación de entradas económicas para las clases más vulnerables. Por ejemplo,  formas más sostenibles de agricultura aumentarán el rendimiento, los ingresos y  reducirán el cambio climático y la vulnerabilidad del medio ambiente. En el sector  energía, dado que partes de la región de América Latina y el Caribe siguen  sufriendo un acceso limitado a la energía que impide el desarrollo de las actividades  y el desarrollo de la región”.
 
Suena bien, desde el punto de vista lectura porque demuestra preocupación por los recursos, pobreza y deterioro ambiental, pero al profundizar en el análisis resulta que se deja la solución a esos problemas en manos de inversionistas, y un inversionista no es una caja de beneficencia, es alguien, particular o corporación, que busca la máxima utilidad con el mínimo de recursos.
 
Un último aspecto que quiero destacar, (hay más por supuesto), es que la “economía verde” propone ser un “modelo de desarrollo que ubica al Ser Humano como su centro de acción”, cuando en realidad el “centro de acción” debería ser la Naturaleza, como origen primario de la vida en todos sus aspectos, incluyendo la del Ser Humano.
 
 Entonces nos preguntamos ¿qué sería una verdadera economía verde? Esta es una pregunta cuya respuesta cubre más que este artículo, sin embargo algunas premisas de la economía verde serían:
 
- Eliminar la dependencia de los agroquímicos.
 
- Promover la siembra de las semillas locales.
 
- Eliminar los grandes subsidios de los países desarrollados a la agricultura y a los combustibles fósiles.
 
- Eliminar los subsidios a las industrias contaminadoras.
 
- Promover la soberanía alimenticia.
 
- Difundir la tecnología verde sin restricciones.
 
- Que los Estados Unidos deje de promover guerras inútiles.
 
- Implantar vedas a la pesca para que se recuperen los ecosistemas marinos.
 
-  Implantar una política mundial de recuperación de bosques.
 
- Que los tratados ambientales sean de cumplimiento obligatorio de parte de los estados firmantes.
 
- Aplicar las propuestas originadas de la sociedad civil e indígena.
 
- Promover la solidaridad antes que la “competitividad”.
 
Y en fin una lista larga de propuestas que al final configurarían una verdadera economía verde, en verdad inclusiva, justa, humana y, por supuesto, a favor de la Naturaleza.
 
Nota del Autor:
 
Para leer más sobre la propuesta de la “economía verde” las Naciones Unidas difunden los siguientes documentos, entre otros:
 
- “Economía verde en el contexto del desarrollo sostenible y erradicación de la pobreza: Una perspectivas desde América Latina y el Caribe”.
 
- “Nuestro planeta/Economía verde hagámosla realidad”
 
- “Hacia una economía verde”.
 
Por supuesto que hay otras propuestas más profundas que la propuesta de “Economía verde” de las naciones Unidas, para ello consultar la Economía Ecológica” o “La bioeconomía”, de donde la propuesta de las Naciones Unidas a retomado algunos conceptos.
https://www.alainet.org/es/articulo/158984

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