A 50 años del inicio del bloqueo a Cuba

23/01/2012
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"Cuba estaba envuelta en la vorágine de la Reforma Agraria, la
Reforma Urbana, la recuperación de los bienes mal habidos, la
reorganización del Estado, el desarrollo de la defensa del país, la
campaña de alfabetización, la extensión de los servicios médicos y los
planes económicos y sociales; el enfrentamiento a acciones subversivas,
atentados terroristas y ataques militares con empleo de mercenarios,
desatados por Estados Unidos…cuando se produce una nueva declaración
contra nuestra patria en la Reunión de Cancilleres de la OEA, en
Punta del Este, Uruguay, entre el 22 y el 31 de enero de 1962."
Fidel Castro: "La Paz en Colombia" -
 
Preámbulo
 
A finales de noviembre de 1961, el Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos había emitido un documento, aprobado por el presidente John F. Kennedy y dirigido a los secretarios de Estado y Defensa, al Fiscal General y a otros dirigentes y asesores del gobierno, en el cual se expresaban las últimas decisiones y medidas a tomar respecto a Cuba, lo cual implicaba la realización de las siguientes tareas contra nuestra Isla:
 
• de inteligencia
• de subversión política
• de terrorismo económico
• de diversionismo
• de agresión militar
 
El documento establecía que las medidas de Washington contra Cuba requerirían del apoyo de otras naciones del continente y por lo tanto fijaba al Departamento de Estado, como objetivo a conseguir a corto plazo, llevar a cabo una reunión de ministros de Relaciones Exteriores en el marco de la Organización de Estados Americanos (OEA), para lograr un consenso amplio en el Hemisferio Occidental, en cuanto a la política a seguir respecto a la Isla, que permitiera condenarla diplomáticamente, aislarla del hemisferio y facilitar la aplicación de un bloqueo comercial y económico que contribuyera a destruirla en forma irreversible.
 
Todo esto tendría lugar, de conjunto con acciones subversivas de todo tipo que se aplicarían por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y sus organizaciones títeres, lo cual contribuiría a producir una revuelta interna que permitiera, a su vez, la aplicación ulterior del plan de contingencia que se considerase más adecuado, de acuerdo a las nuevas circunstancias.
 
Aquel Programa contra Cuba se designó con el criptónimo de "Operación Mangosta".
 
Los hechos
 
El 18 de enero de 1962 formé parte de la delegación cubana que, bajo el mando del Dr. Osvaldo Dorticós Torrado, presidente de la República de Cuba, asistiría a la VIII Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores de la Organización de Estados Americanos (OEA), ya convocada y por celebrarse en el Hotel San Rafael, de la ciudad-balneario de Punta del Este, en Uruguay.
 
La convocatoria anunciaba como objetivo: servir de consulta en la aplicación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), lo cual indicaba la posibilidad de que en la misma se aprobaran sanciones contra nuestro país por parte de ese organismo regional.
 
Los segundos jefes de la delegación eran el Canciller de la Dignidad, Dr. Raúl Roa García y el compañero Carlos Rafael Rodríguez, y formaba parte también de aquel equipo de dirección el embajador cubano ante la OEA, compañero Carlos Lechuga. El resto éramos un grupo de especialistas en política latinoamericana y el equipo de protección encargado de la seguridad de la delegación, así como algunos especialistas del trabajo operativo para tratar de descubrir durante el evento aquellos planes e intenciones contra Cuba que provendrían de la representación estadounidense asistente, la cual estaría presidida por el entonces secretario de Estado Dean Rusk.
 
Cuando nuestro avión llegó al aeropuerto de _______Carrasco en Montevideo, nos estaban esperando en la pista, además de las autoridades protocolares uruguayas y las del organismo regional, el compañero Ricardo Cabrisas Ruiz, consejero comercial adscripto a nuestra embajada en ese país, a quien le había sido asignada desde Cuba la tarea de resolver todo lo concerniente al apoyo operativo y político locales que se requirieran, así como a garantizar la infraestructura necesaria en Punta del Este para el trabajo de la delegación.
 
La temperatura en aquel verano uruguayo era muy agradable.
 
Los trámites migratorios en la terminal aérea y el desplazamiento en automóvil desde el aeropuerto hasta la ciudad de Punta del Este, distante unos 60 kilómetros de la capital del país, fueron normales y, en una hora y media, ya nos encontrábamos en aquel hermoso balneario, donde nos dirigimos a un pequeño edificio de cuatro plantas, con dos apartamentos en cada piso, que nuestro consejero comercial había arrendado para albergar a la delegación durante los días que durara la actividad. La tripulación del avión y una parte del personal de seguridad permanecerían con la aeronave en Montevideo.
 
A los miembros de la jefatura de la delegación se les había habilitado todo el cuarto piso del edificio, donde, además, se preparó un local para reuniones, un albergue para la guardia personal del Presidente y un área de trabajo y vivienda para el encargado de las comunicaciones cifradas.
 
En la planta baja se habían instalado la cocina y un comedor colectivo y en los restantes dos pisos nos acomodamos los demás miembros de la delegación.
 
La misma noche de llegada, el presidente Dorticós citó una reunión, en la que participamos la jefatura de la delegación, el compañero Carlos Lechuga y tres funcionarios más, incluido yo, para establecer las pautas y las tácticas a desarrollar en aquel evento, que comenzaría oficialmente el 22 de enero, aunque ya desde el día 19 se procedería con las inscripciones y primeros contactos extra oficiales.
El Presidente abrió el tema y dio la palabra al Dr. Raúl Roa, quien con su acostumbrada experiencia y sagacidad diplomáticas definió lo que iba a ocurrir a partir del inicio de la reunión:
 
- “El objetivo de los norteamericanos –dijo- es expulsarnos de la OEA y para lograrlo van a presionar a todos los jefes de delegaciones latinoamericanas a fin de exigirles que hagan lo que Washington desea. Paralelamente, los representantes yanquis en cada uno de esos países van a tratar de mantener un permanente contacto con los respectivos jefes de los gobiernos en los cuales están acreditados, para ofrecerles lo que sea necesario a fin de que ordenen a sus representantes en la reunión el voto favorable a nuestra sanción"__ añadió.
 
Carlos Lechuga señaló: "Las acciones de los estadounidenses sobre los latinoamericanos se van a dejar ver desde antes de comenzar el evento. Por ello, nuestros compañeros deben identificar sus movimientos y, a partir de ahí, sugiero abordar por nuestra parte a todos los amigos latinoamericanos participantes, para tratar de conocer a través de ellos lo que traten de imponerles".
 
Por su parte, el presidente Dorticós expuso:
 
- "Vamos a denunciarlos desde el primer día. Y tu -dirigiéndose a mí-  "vas a seleccionar un grupo de los especialistas de política regional latinoamericana y de los oficiales que trajimos, para que se vinculen sistemáticamente con todos los funcionarios de las delegaciones y averigüen abiertamente todo lo que estén negociando sus jefes con los estadounidenses, así como lo que cada delegación informe diariamente a sus respectivas cancillerías".
 
La misión fue clara y tan sencillamente expuesta que, en cierta medida, rompía los esquemas de búsqueda indirecta de información aprendidos en las clases especiales recibidas en La Habana. Me di cuenta que, en aquellos momentos, nos encontrábamos en un teatro de operaciones donde el uso de la información que obtuviéramos sería instantáneo y que, por tanto, el presidente tenía razón en su reclamo del tipo de táctica y de métodos a utilizar por nosotros.
 
De regreso a mi habitación, dediqué lo que restaba de la noche, junto con todos los especialistas que nos involucraríamos en la búsqueda de información, para planificar una actividad abierta de encuentros con todos los funcionarios latinoamericanos conocidos de eventos anteriores, que nos permitiera conseguir los objetivos instruidos por el Jefe de la Delegación.
 
Partiendo del listado previamente confeccionado en La Habana sobre las demás delegaciones latinoamericanas asistentes y el de los participantes habituales a este tipo de eventos, así como del conocimiento personal que poseían muchos de nuestros compañeros sobre ellos, elaboramos un pequeño perfil psicológico de cada uno, clasificándolos según la posición mostrada en otras ocasiones hacia nuestro país y tomando en cuenta también su locuacidad, cultura y hasta su afición al tabaco cubano. Al final, nos dimos cuenta que tendríamos que trabajar desde bien temprano cada jornada, incluyendo los horarios de almuerzo y los descansos, para poder conversar, al menos una vez al día, con cada uno de ellos.
 
El Hotel San Rafael resultó ser una bella instalación ubicada cerca de la playa y distante unos dos mil metros de nuestra vivienda. Allí debíamos llegar cada día en los vehículos que el compañero Cabrisas había dispuesto para el movimiento de la delegación. El interior del hotel estaba gustosamente decorado, a la medida de la temporada veraniega y del evento regional que se celebraría.
 
Al poco tiempo de habernos incorporado cada uno de los especialistas de la delegación cubana al programa de actividades pre-evento previsto, nos percatamos que los contactos comenzaban a producir resultados informativos por encima de nuestras expectativas. Resultaba que, al parecer, el gran fiasco estadounidense hacía apenas ocho meses, en la pretendida invasión a nuestro país por Playa Girón, unido a la forma tan impositiva en que sus diplomáticos se habían comenzado a comportar desde el primer momento con sus iguales latinoamericanos, creaba un ambiente favorable para que estos se sinceraran con nosotros y nos descubrieran con bastante facilidad tanto las posiciones que traían de sus respectivas cancillerías, como los intereses que trataban de imponerles los otros respecto a nosotros. Ello nos permitiría adelantarnos, cuando comenzara el foro asambleario, a los planteamientos que los representantes de Estados Unidos tenían previsto hacer.
 
Cuando se dio inicio oficial a la reunión, las expectativas se fueron comportando día a día de acuerdo a lo previsto.
 
El 24 de enero, el compañero Dorticós pronunció un discurso trascendental, en el que acusó directamente al gobierno de Estados Unidos por las agresiones reiteradas de que estaba siendo objeto Cuba y donde también agradeció las manifestaciones de solidaridad con la Revolución Cubana de todos los pueblos de América Latina.
En varias ocasiones las exposiciones de los representantes cubanos sacaron de quicio e hicieron perder su compostura al secretario de Estado Dean Rusk.
 
A partir del cuarto día, se nos comentó por varias fuentes latinoamericanas que existía la certeza en sus jefes de delegaciones de que los yanquis les concederían todo lo que ellos pidieran, a cambio de su repudio a Cuba. En aquellos momentos Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, Haití, México y Uruguay, se oponían a aplicar contra nuestro país las sanciones que solicitaba Estados Unidos.
 
Algunos delegados nos señalaron, con sorna, que para ellos era una posibilidad única de aplicar un chantaje contra quienes se habían pasado la vida chantajeándolos a ellos.
Por nuestra parte, luchábamos para ganar aquel evento, aunque no nos hacíamos ilusiones en cuanto a que pudiéramos modificar el objetivo final de Estados Unidos y sus aliados respecto a sancionarnos en alguna forma.
 
El día 28 de enero la situación de incapacidad de la delegación estadounidense para obtener los votos que le permitirían solucionar a su favor la propuesta de sanciones contra Cuba, era ya un escándalo de prensa internacional.
 
Recuerdo que el último voto para lograr la mayoría que decidiera nuestra expulsión del Órgano Regional, fue el de Haití, y tuvo tal intríngulis de ofertas y demandas entre yanquis y haitianos, que casi todos los latinoamericanos apostaban a cuánto sería el monto del chantaje.
 
Como burla, el periódico El Dia de Uruguay publicó, después de concluida la Asamblea, la siguiente noticia:
 
"El embajador Morrison(*) ha presentado su cuenta de gastos de ese día:
• desayuno 1.50 US
• taxi por la mañana 2.00 "
• almuerzo 2.50 "
• taxi por la tarde 3.00 "
• cena con el Ministro de Asuntos Exteriores de Haití 5,000,000.00 "
 
TOTAL 5,000,009.00 US
 
(*) De Lesseps Morrison era embajador de Estados Unidos ante la OEA y fue la persona a quien le tocó negociar en Punta del Este con el Canciller haitiano el voto contra Cuba.
 
Finalmente y luego de presiones de todo tipo, la votación fue favorable a las sanciones, por catorce votos a favor, uno en contra, México, y seis abstenciones.
 
En la actividad de clausura, muchos diplomáticos se nos acercaron para calificar nuestra expulsión como una clásica "victoria pírrica" de los estadounidenses, lo cual era cierto.
 
En la Resolución Final, cuyo texto completo aparece en las páginas 20 a la 33 del libro "La Paz en Colombia", del Comandante en Jefe Fidel Castro, se pedía a los países miembros de la Organización, la suspensión de todo comercio con nosotros, incluyendo la venta de armas. Cuba era, además, expulsada de la Junta Interamericana de Defensa (JID).
 
Al regreso de la delegación estadounidense a su país, el Secretario de Estado Dean Rusk fue recibido como un héroe por el presidente Kennedy en los jardines de la Casa Blanca, en Washington, con una gran cobertura de prensa nacional e internacional.
 
Poco después, el 3 de febrero de 1962, el Presidente Kennedy firmaba la Proclama Presidencial 3447 en la que se establecía el bloqueo total en el comercio entre Cuba y los Estados Unidos y se señalaba que correspondería a las secretarías del Tesoro y del Comercio de ese país su instrumentación, lo cual trajo como resultado no sólo dar a dicha acción un alcance bilateral, sino también facilitar su infame aplicación extraterritorial.
 
No fue mera casualidad, que la Octava Reunión de Consulta de la OEA se celebrara en enero de 1962. Para esa fecha, ya se había iniciado el nuevo programa de actividades abiertas y subversivas contra Cuba de la "Operación Mangosta".
 
Un detalle actual y que transparenta la continuidad en la utilización, por la diplomacia estadounidense, de los mismos métodos aplicados en aquel evento, es lo publicado por el diario español El País en su edición de Internet, proveniente del paquete de información divulgado por Wikileaks en noviembre de 2010, cuando se refirió a: los "esfuerzos" de la diplomacia norteamericana por "cortejar a países de América Latina para aislar al venezolano Hugo Chávez"
 
En fin, que el 31 de enero de 1962 nos marchamos de Uruguay expulsados de la Organización de Estados Americanos y en el umbral de una peligrosa cadena de rupturas de relaciones diplomáticas, comerciales y consulares de países latinoamericanos, que posteriormente solamente México se negaría a acatar.
Por otra parte, nos sentíamos mucho mejor preparados que antes para enfrentar lo que teníamos por delante, conscientes de que, sin duda, soportaríamos aquello sin dejarnos vencer, con una consigna en los labios: PATRIA O MUERTE.
 
El Heraldo , 23 de enero del 2012.
 
https://www.alainet.org/es/active/52302?language=es

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