Entre la recesión y la recuperación

10/11/2011
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La situación económica y financiera de Estados Unidos (EUA) es delicada y con riesgo de caer en una recesión profunda y prolongada. Considerando su tamaño, un mayor debilitamiento de éste país causaría efectos nefastos durables tanto a su propia economía como a muchos otros países tanto avanzados como atrasados. Esta debilidad se arrastra en realidad desde hace mucho tiempo.

El reciente informe del FMI sobre las “Perspectivas de la economía mundial” (2011-2012) advierte sobre este riesgo. Se calcula que el producto de la economía de EUA crecerá en apenas 1.5% y 1.8% los años 2011 y 2012, luego de bajar desde 3% en 2010. Este débil crecimiento es particularmente bajo e insuficiente como para permitir la preservación del dinamismo productivo y frenar el desempleo. Las economías del euro se encuentran en peor situación, con apenas 1.6% y 1.1% respectivamente, cayendo desde un escuálido 1.8% en 2010.

 

Es intenso el debate en EUA sobre las vías de solución y los mejores economistas como Robert Krugman, Joseph Stiglitz y Nouriel Roubini participan activamente. Siguiendo las recomendaciones keynesianas se efectuaron gigantescos salvatajes a los grandes bancos y grandes estímulos financieros a las grandes empresas durante los años 2008-2009 pero no dieron los resultados esperados en la reactivación de la economía y en la creación de empleos. Sus efectos duraron menos de tres años. Contribuyeron colateralmente a un mayor endeudamiento público y privado.

Los grandes economistas mencionados así como el gobierno de Barack Obama plantean ahora, como hace tres años, lanzar nuevos paquetes presupuestarios de estímulo pero acompañados esta vez del aumento de los impuestos a los estratos sociales más ricos, con el objeto de disminuir la desigual concentración del ingreso que creció de manera exorbitante en las últimas décadas. Se considera que esta desigual concentración contribuyó a la caída de la capacidad de demanda y de consumo de las clases medias y bajas, a su fuerte endeudamiento en particular hipotecario y al auge de la especulación bancaria y financiera. Esta especulación generó luego las burbujas que estallaron hace tres años. Se piensa ahora que incrementando los ingresos del gobierno y de la población se podría estimular la inversión pública, el consumo de la población y la inversión privada productiva.

 

Los republicanos, por su parte, contrariamente a sus medidas keynesianas de hace tres años, proponen lo contrario, es decir, la austeridad fiscal, la fijación de un techo a la deuda gubernamental, el recorte del gasto público y el aumento de las ganancias de los inversionistas.

Piensan que el crecimiento del ahorro en el sector bancario y en las grandes empresas estimularía con el tiempo a la inversión productiva. En realidad, esta propuesta precipitaría la recesión en el corto plazo, sin solución además para el mediano plazo. El aumento de la liquidez bancaria y empresarial de hace tres años no dio los resultados en la economía real y en el empleo.

El problema de la economía de EUA es, sin embargo, más profundo, no simplemente financiero, no de escasez de liquidez o de deuda coyuntural, sino de declinación productiva estructural de largo plazo. Esto está ampliamente documentado (Jeffrey Sachs y Felipe Larraín, Macroeconomía, 1993). Desde hace décadas la economía de EUA arrastra caídas graduales en la productividad, en el rendimiento de la inversión y en la competitividad internacional. Este proceso se produce mientras avanza paulatinamente la productividad y la competitividad de otras potencias económicas como la europea y asiática. Se diagnosticó erróneamente, sin embargo, en los años ochenta, que las regulaciones internas laborales, ambientales, sociales, los gastos de defensa y otros, eran las causantes de la baja de la rentabilidad interna y externa de la inversión.

Para contrarrestar la tendencia señalada se formularon en los años ochenta las conocidas recomendaciones del “Consenso de Washington”, con el objeto sobre todo de estimular y facilitar a que la inversión estadounidense se dirija hacia los países en desarrollo, donde no existían esas regulaciones. Esta “solución” abrió en realidad las puertas para que la inversión salga en masa y se invierta en países como México, China e India. Esta “solución coyuntural”, como se vio, no mejoró los problemas centrales de EUA como ser la rentabilidad, la productividad y la competitividad.

 

Para resolver estos problemas de manera profunda y durable es necesario que se promuevan internamente reformas regulatorias en las estructuras de mercado y en las cadenas productivas. Estas se encuentran demasiado concentradas en manos de pocas empresas monopólicas y oligopólicas gigantes, como resultado del relajamiento regulatorio de los mercados en las últimas décadas.

 

Este grado extremo de concentración monopólica de su industria, agricultura y de los servicios bloquea el desarrollo de la innovación tecnológica y de la productividad de cientos de miles de empresas medias y chicas e impide internamente la generación de empleos de productividad creciente. Este bloqueo reduce los ingresos de los trabajadores e impide el crecimiento de la inversión, de la rentabilidad empresarial y de la competitividad internacional (Corro, “Bolivia: crisis y desarrollo, 1998-2010”, Libro inédito).

 

 (Una versión fue publicada por el periódico Página Siete el 19/10/2011).

 

- Bernardo Corro Barrientos es economista

https://www.alainet.org/es/articulo/153928?language=es

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