El <I>pinochetismo</I> de Piñera
22/08/2011
- Opinión
*Protestas contra el modelo educativo neoliberal
*La movilización exige cambiar la Constitución
El presidente de Chile, Sebastián Piñera, enseña el cobre. No el de la industria minera privatizada de ese país hermano sudamericano, sino el de su gobierno de derecha —típico latinoamericano servicial a las políticas imperiales, y por tanto neocoloniales— de entreguismo a los lineamientos y políticas de los Estados Unidos, como sucede ahora con Felipe Calderón en México.
Como en México, también en Chile ahora Piñera le sigue apostando a la privatización de todo lo que antes era manejado [¡que no propiedad!, porque los servidores públicos confunden el caldo con las albóndigas; cuando tienen cargo en el gobierno les entra la codicia y ambicionan el enriquecimiento ilícito personal y a toda costa] por el Estado. Un Estado moderno, liberal y democrático, dizque, simples argucias para emprender los cambios en reversa al interés de los pueblos.
Porque siguiendo la tradición de la dictadura golpista pinochetista [1983-1987], primero ese país fue catalogado alumno ejemplar por los Chicago Boy de gringolandia; luego México le arrebató tamaña distinción, porque los neoliberales [los itamistas (los egresados licenciados del ITAM, alumnos que luego estudian maestrías en universidades de EU para captar bien el dogma), como gusta de mofar Alfredo Halife-Rahme en sus columnas] resultaron más papistas que el Papa. Más liberales que Milton Freedman, cuyas ideas alimentaron la construcción de las tesis de instituciones financieras como el Banco Mundial (BM) y Fondo Monetario Internacional (FMI) [¡para servir al imperio!, como otros tantos organismos internacionales de peso: la OTAN, la ONU, la OCDE, el G-7, etcétera].
El caso es que hoy el gobierno de Piñera [atrás quedó el solidario rescatista de los 33 mineros aquél 13 de octubre 2010; hoy el presidente goza de una aceptación social de apenas un 26%, el más bajo desde que se hacen estas mediciones en 1990] se mira en el espejo de la dictadura que heredó muchos problemas; entre ellos el de la propia Constitución y de colofón una serie más. La prevención social, la salud y la educación, dilemas que ahora hacen brincar a las calles de muchas ciudades chilenas a la clase media, en general. En donde especialmente los estudiantes de diferentes niveles desde secundaria hasta universidad [también cuentan con el apoyo de los padres], elevan sus voces de protesta y arremeten en contra de la privatización de los servicios educativos, exigen mejoras en la calidad educacional, demandan una nueva Ley fundamental y se pronuncian a favor de la renacionalización de la industria del cobre, la más importante para las exportaciones e ingresos externos de Chile.
Es decir, lo que comenzó con protestas en contra del modelo educativo que fomenta la educación privada y le resta recursos del Estado [la demanda es por educación gratuita y de calidad], se ha vuelto en pro de demandas fundamentales porque alcanzan hasta la propia Constitución. En otras palabras, que se modifique la Constitución neoliberal, aquella heredada por la dictadura del golpista y dictadorzuelo Augusto Pinochet que sigue vigente.
Las movilizaciones han sido multitudinarias —coloridas e ingeniosas expuestas las demandas en mantas y cartulinas—, y comenzaron siendo realizadas por los estudiantes. Pero se han extendido a otros sectores de la sociedad, la clase media en general y los obreros —quienes cada vez gozan de peores niveles salariales—, en particular, que apoyan las demandas de cambios de fondo.
Y por eso los mismos organizadores, aquellos que encabezan las movilizaciones, aseguran que Piñera ha utilizado la fuerza pública —cualquier símil con la dictadura es mera coincidencia— como única respuesta, y por eso mismo se ha quedado solo y “lleno de pánico”. Aparte que no hay interlocutores políticos viables, pues lo cierto es que la clase política chilena está igualmente asustada. Recuérdese que tampoco cuajó la postura del presidente Piñera, quien pretendió parlamentarizar el conflicto pero fue rechazada por la representación que ahora se expresa en las calles. Tampoco el principal partido opositor está capitalizando el descontento; es más, carece del apoyo popular la llamada Concentración de Partidos por la Democracia.
Las protestas contra Piñera incluyen el clásico cacerolazo, muy utilizado en contra de la dictadura, con respuestas también muy típicas pinochetistas de opresión, por el uso de bombas de gases lacrimógenos, los cañones de agua, la caballería montada y los miles de policías; ni más ni menos que los métodos dictatoriales para la dispersión y la represión. Como los miles de policías que resguardan el palacio de la Moneda, prestos a impedir el arribo de los manifestantes. Sobre todo a unos días, cuando se cumpla el 38 aniversario —el próximo 11 de septiembre— de aquél fatídico golpe militar operado por el títere de la CIA y Washington, Augusto Pinochet, en donde murió el entonces presidente electo democráticamente, Salvador Allende. Un ícono de la democracia para América Latina.
Pero eso pasa todavía por los días 24 y 25, este martes y miércoles, cuando se realice el “paro nacional” al que se están convocando los organizadores, y donde realmente se mostrará la fuerza de un descontento que cumple ya tres meses, y tiene en la mira tanto las acciones de Piñera como las medidas de corte neoliberal heredadas por el pinochetismo. Es decir, un movimiento que se ha generalizado solidariamente, tomando fuerza, y que está cuestionando fuertemente los preceptos de esa democracia endeble que empujan los partidos de la derecha, títere de los intereses de Estados Unidos en la región. Por eso el repudio a medidas como la nacionalización del oro en Venezuela operado por el presidente Hugo Chávez, porque atenta contra los intereses de las trasnacionales gringas.
Hoy en Chile, como en Argentina en el momento álgido de la crisis económica de 2001, el consenso para refutar a los políticos fue “que se vayan todos” porque ninguno tenía propuestas viables. Así, Bachelet es acusada de promover la Ley General de Educación, avalada en 2009 que no tomó en cuenta las propuesta estudiantiles cuando la Rebelión de los Pingüinos de 2006. Lagos es refutado porque él promovió el crédito con aval del Estado para los estudiantes, pero a tasas de endeudamiento más altas del mundo. La salida no está a la vista. Mientras Piñera ofrece “migajas”, los movilizados exigen soluciones. Hay un plebiscito propuesto de por medio, para que decidan todos qué hacer. La demanda Latinoamericana debe ser: ¡“Que se vayan todos” los neoliberales serviles de Washington, de este continente!
Correo: maniobrasdelpoder@gmail.com
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