Las infranqueables barreras que levanta el capital
19/07/2011
- Opinión
La etapa del desarrollo del sistema capitalista que estamos viviendo merece un particular momento de atención y de reflexión sobre el concepto general del capital. Una reflexión que permita centrar el debate sobre aspectos esenciales, como el papel del trabajo asalariado, del salario y el consumo en la realización del capital. Sobre las consecuencias sociales que provocan las contradicciones internas del capitalismo, como el masivo y crónico desempleo de una juventud educada como nunca antes, el subempleo, la cesantía y la exclusión del mercado laboral para segmentos cada vez más importantes de la población; el empobrecimiento de las clases medias en los países del capitalismo avanzado; lo que cada vez más se percibe como una “dictadura del capital financiero” sobre los gobiernos de estos países capitalistas y la tendencia a ampliar los mercados mediante todos los medios, incluidas guerras y rebatiñas colonialistas el Oriente Medio, Asia, y África, como en Libia actualmente; en el desarrollo basado en el despilfarro de los hidrocarburos que ha conducido al recalentamiento global, la ciega y despiadada explotación de la naturaleza que nos conduce directamente al desastre ecológico global, entre muchos otros aspectos.
Y para eso nada mejor que citar lo que pensaba Karl Marx entre 1857 y 1858 mientras redactaba el borrador de lo que él consideraba sería su obra fundamental sobre el capital, que nunca acabó y por razones inexplicables sólo fue publicada por primera vez casi un siglo más tarde en lengua alemana, y en 1971 en español bajo el título Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (borrador) 1857-1858. (1). Y esta “vuelta a Marx” se justifica plenamente porque su riguroso método de análisis de la realidad le permitió comprender la naturaleza irrenunciable del capitalismo cuando éste estaba en su juventud, cuando reinaba la caldera de vapor y parecía ilusorio pensar en el reino de la electricidad y lo que la cibernética, la informática y el desarrollo científico y técnico permitirían alcanzar en términos desarrollo de las fuerzas productivas, de la automatización de la producción y su impacto en la transformación del hombre, de la sociedad y del propio capitalismo.
Al analizar el concepto general del capital desde su origen y hasta las etapas más avanzadas de desarrollo, y para destacar la importancia clave del trabajo asalariado que es la única fuente de plusvalía y de su realización porque el salario de los trabajadores conforma una parte esencial de la demanda de bienes y servicios de consumo producidos por los capitalistas, Marx escribía lo siguiente: “La creación de plusvalía absoluta por el capital – de más trabajo objetivado- tiene como condición la de que se amplíe la esfera de la circulación, y precisamente que se amplíe de manera constante. La plusvalía creada en un punto demanda la creación de plusvalía en otro punto, por la cual la primera se intercambia, aun cuando sólo sea al principio producción de más oro y plata, de más dinero, en forma y manera que si la plusvalía no puede reconvertirse inmediatamente en capital, existe bajo la forma de dinero como posibilidad de nuevo capital. Por consiguiente, una condición de la producción fundada en el capital es la producción de una esfera de la circulación constantemente ampliada, ya porque esa esfera se amplíe directamente, ya porque en su interior se creen más puntos como puntos de producción () Así como el capital, pues, tiene por un lado la tendencia a crear siempre más plustrabajo, tiene también la tendencia integradora a crear más puntos de intercambios; vale decir, y desde el punto de vista de la plusvalía o plustrabajo absolutos, la tendencia a suscitar más plustrabajo como integración de sí misma; en el fondo, la de propagar la producción basada sobre el capital, o el modo de producción a él correspondiente. La tendencia a crear el mercado mundial está dada directamente en la idea misma del capital”.
Al capital “todo límite se le presenta como una barrera a salvar. Por de pronto someterá todo momento de la producción misma al intercambio y abolirá la producción de valores de uso directos, que no entran en el intercambio; es decir, pondrá la producción basada sobre el capital en lugar de los modos de producción anteriores, más primitivos desde el punto de vista del capital. El comercio ya no aparece aquí como función que posibilita a las producciones autónomas el intercambio de su excedente, sino como supuesto y momento esencialmente universales de la producción misma () Por lo demás, la producción de plusvalor relativo – o sea la producción de plusvalor fundada en el incremento y desarrollo de las fuerzas productivas- requiere la producción de nuevo consumo; que el círculo consumidor dentro de la circulaciones amplíe así como antes se amplió el circulo productivo. Primeramente: ampliación cuantitativa del consumo existente; segundo: creación de nuevas necesidades, difundiendo las existentes en un círculo más amplio; tercero: producción de nuevas necesidades y descubrimiento y creación de nuevos valores de uso. En otras palabras, que el plustrabajo obtenido no quede en mero excedente cuantitativo, sino que al mismo tiempo se acreciente continuamente la esfera de las diferencias cualitativas del trabajo (y con ello del plustrabajo); se torne más múltiple, más diferenciada en sí misma”.
Y después de dar un ejemplo del efecto de la duplicación de la fuerza productiva y el “reciclado” del trabajo y el capital liberados en una nueva “rama de la producción, cualitativamente diferente, que satisfaga y produzca una nueva necesidad”, Marx escribe que por esas razones el capital explora la “naturaleza entera, para descubrir nuevas propiedades útiles de las cosas; intercambio universal de los productos de todos los climas y países extranjeros; nuevas elaboraciones (artificiales) de los objetos naturales para darle valores de uso nuevos. La exploración de la Tierra en todas las direcciones, para descubrir tanto nuevos objetos utilizables como nuevas propiedades de uso de los antiguos, al igual que nuevas propiedades de los mismos en cuanto materias primas, etc; por consiguiente el desarrollo al máximo de las ciencias naturales; igualmente el descubrimiento, creación y satisfacción de nuevas necesidades procedentes de la sociedad misma; el cultivo de todas las propiedades del hombre social y la producción del mismo como un individuo cuyas necesidades se hayan desarrollado lo más posible, por tener numerosas cualidades y relaciones; su producción como producto social lo más pleno y universal que sea posible (pues para aprovecharlo multilateralmente es necesario que sea capaz de disfrute, y por tanto cultivado al extremo) constituye asimismo una condición de la producción fundada en el capital”.
“Esta creación de nuevas ramas de producción, o sea de plustiempo cualitativamente nuevo, no consiste solamente en división del trabajo sino en un desgajarse la producción determinada de sí misma, como trabajo dotado de nuevo valor de uso; desarrollo de un sistema múltiple, y en ampliación constante, de tipo de trabajos, tipos de producción, a los cuales corresponde un sistema de necesidades cada vez más amplio y copioso”.
Y este Marx desconocido para muchos escribía en 1857-1858 que “así como la producción fundada sobre el capital crea por una parte la industria universal –es decir, plustrabajo, trabajo creador de valor-, por otra crea un sistema de explotación general de las propiedades naturales y humanas, un sistema de la utilidad general, como soporte de este sistema se presentan tanto la ciencia como todas las propiedades físicas y espirituales, mientras que fuera de esta esfera de la producción y el intercambio sociales nada se presenta como superior-en-sí, como justificado-para-sí-mismo. El capital crea así la sociedad burguesa y la apropiación universal tanto de la naturaleza como de la relación social misma por los miembros de la sociedad. De ahí la gran influencia civilizadora del capital; su producción de un nivel de la sociedad, frente al cual todos los anteriores aparecen como desarrollos meramente locales de la humanidad y como una idolatría de la naturaleza. Por primera vez la naturaleza se convierte puramente en objeto para el hombre, en cosa puramente útil; cesa de reconocérsele como poder para sí; incluso el reconocimiento teórico de sus leyes autónomas aparece sólo como artimaña para someterla a las necesidades humanas, sea como objeto del consumo, sea como medio de la producción”.
El capital –continúa Marx-, conforme a esta tendencia suya, pasa también por encima de las barreras y prejuicios nacionales, así como sobre la divinización de la naturaleza; liquida la satisfacción tradicional, encerrada dentro de determinados límites y pagada de sí misma, de las necesidades existentes y la reproducción del viejo modo de vida. Opera destructivamente contra todo esto, es constantemente revolucionario, derriba todas las barreras que obstaculizan el desarrollo de las fuerzas productivas, la ampliación de las necesidades, la diversidad de la producción y la explotación e intercambio de las fuerzas naturales y espirituales.
“De ahí, empero, del hecho que el capital ponga cada uno de esos límites como barrera y, por lo tanto, de que idealmente le pase por encima, de ningún modo se desprende que lo haya superado realmente; como cada una de esas barreras contradice su determinación, su producción se mueve en medio de contradicciones superadas constantemente, pero puestas también constantemente. Aun más, la universalidad a la que tiende sin cesar, encuentra trabas en su propia naturaleza, las que en cierta etapa del desarrollo del capital harán que se le reconozca a él como la barrera mayor para esa tendencia, y por consiguiente, propenderán a la abolición del capital por medio de sí mismo”.
¿La conclusión? La generación espontánea no existe en la naturaleza ni en la sociedad. Los cambios fundamentales son el producto de cambios graduales que generan, en un momento dado, la masa crítica para cambios fundamentales. Y por eso ayuda la lectura de pensadores que en el pasado, como Marx, y otros en épocas más recientes –y pronto volveremos sobre lo que el filósofo francés André Gorz escribía hace más de una década y su último escrito, en 2007 (2)- , estudiaron el desenvolvimiento del capitalismo para alimentar un debate que, como prueban los indignados y “huérfanos políticos” que manifiestan en las plazas en España y en otros países, debe abordar el “qué hacer” político y social para el gran parto de “la abolición del capital por medio de sí mismo”.
La Vèrdiere, Francia.
1.- Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (borrador) 1857-1858 –obra también conocida como los Grundisse-, en dos tomos y editada por Siglo Veintiuno Editores SA, Buenos Aires, 1971. La cita textual corresponde a las páginas 359, 360 y 361 del primer tomo de la edición mencionada. Las partes en cursiva corresponden a la versión original.
2.- André Gorz, La sortie du capitalisme a déjà commencé, 2007.
Alberto Rabilotta es periodista argentino.
https://www.alainet.org/es/articulo/151302?language=es
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