La defensa de los derechos humanos y la lucha contra el imperialismo son inescindibles
07/07/2011
- Opinión
I. La agresión imperialista contra Libia encabezada por Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos ha puesto una vez más de manifiesto la desorientación imperante en buena parte de la izquierda y en los “progresistas” de diferentes matices, cuyo pensamiento y opiniones aparecen moldeados por la hegemonía ideológico-cultural del capitalismo, ataviado para la ocasión con los ropajes del “derechohumanismo”.
Algo parecido ocurrió con las agresiones contra Irak y Yugoslavia: no había que condenarlas porque hacerlo implicaba apoyar a dictadores como Saddam Hussein y Milosevich.
No nos referimos aquí a la actitud de los socialdemócratas que apoyan la agresión desde el Gobierno (activamente la España de Zapatero y la Grecia de Papandreou, desangrada por el capital financiero transnacional) o desde las oposición, como es el caso del Partido Socialista francés.
Algunos grupos y partidos autoproclamados de izquierda y anticapitalistas, saludaron la “primavera árabe” en Libia y después matizaron su análisis denunciando la agresión de las grandes potencias, desencadenada con el pretexto de “proteger a los civiles”.
Otros grupos y personas, también autoproclamados de “izquierda” -muy pocos a esta altura de los acontecimientos pues la agresión se ha hecho masivamente impopular incluso en los Estados agresores- mantienen su apoyo a los rebeldes pero además justifican, en nombre de los derechos humanos del pueblo libio, la agresión imperialista.
Y aceptan como verdades irrefutables la versión de los hechos transmitidas por los grandes monopolios de la des-información.
Kadafi sería un loco furioso que ha saqueado a su país y tiene miles de millones depositados en Bancos extranjeros. Cuando sus tropas estaban a las puertas de Bengasi el Consejo de Seguridad resolvió crear una zona de exclusión áerea sobre Libia e inmediatamente la aviación francesa comenzó a bombardear las tropas de Kadafi estacionadas frente a Bengasi, evitando así el genocidio de su población, inminente según la información de las grandes potencias y de los monopolios mediáticos a su servicio, siempre digna de fe para estos derechohumanistas con anteojeras.
Los rebeldes, por su parte serían luchadores por los derechos humanos, sedientos de libertad y de democracia y no un conglomerado heteróclito que incluye en su cúpula a ex altos dirigentes del régimen de Kadafi, responsables de graves violaciones a los derechos humanos.
II. Libia es un país casi totalmente desértico a excepción de una estrecha franja litoral (1770 kilómetros de costa), donde se encuentran los principales núcleos de población del país .
Tiene 6.500.000 habitantes (un millón a fines de la Segunda Guerra Mundial, la mayoría nómades) y una superficie de 1750000 kilómetros cuadrados. Actualmente Trípoli tiene unos dos millones de habitantes, Bengasi un millón, Misurata 480.000 y Tobruk 200.000.
Tiene yacimientos de petróleo de excelente calidad que constituye su casi exclusiva fuente de recursos y se supone que dispone de grandes reservas inexplotadas y aun no detectadas.
Su otra riqueza natural es el agua. Bajo una superficie seca y casi desértica en casi todo el territorio existe una gigantesca reserva de agua fósil potable estimada en 150.000 kilómetros cúbicos, llamado Acuífero de Nubia que cubre unos 2 millones de kilómetros cuadrados y abarca partes del Chad, Egipto, Libia y Sudán.
En 1983 se comenzó en Libia un proyecto de irrigación, conocido como el Gran Río Artificial, para utilizar esas reservas subterráneas a fin de llevar más de cinco millones de metros cúbicos de agua por día a las ciudades costeras. Actualmente, el Gran Río Artificial suministra agua potable y para irrigación al 70 por ciento de la población, llevándola del acuífero del sur a las áreas costeras del norte, a las ciudades de Trípoli, Tobruk, Sirte, Bengasi y otras. Con un costo estimado de 30.000 millones de dólares financiado con la venta del petróleo, la red del Gran Río Artificial, con casi 5.000 kilómetros de tuberías desde más de 1.300 pozos cavados hasta 500 metros de profundidad y estaciones de bombeo en el desierto del Sahara, también tiene por objeto aumentar la cantidad de tierras cultivables. Además, el agua es muy barata: 35 centavos de dólar el m3.
Apoderarse de esa enorme reserva de agua potable también está en la mira de las potencias imperialistas, mandatarias de transnacionales como la ex Lyonnaise des Eaux (Grupo Suez) y otras, que tienen el control de la mayor parte de los recursos hídricos en todo el mundo.
Si el propósito de Kadafi fuera aniquilar a la población de Bengasi, tiene a su alcance el simple recurso de cortar el suministro de agua a la ciudad.
Desde 1990 el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) publica un Índice de Desarrollo Humano donde establece una clasificación de los países del mundo en base a varios parámetros que hacen a la calidad de vida de las personas, entre ellos la educación, la esperanza de vida, la salud y los ingresos y tiene en cuenta esos parámetros por género. No tiene en cuenta los llamados índices de libertad humana. El índice de 2010 incluye a 169 países y Libia ocupa el lugar 53 con un índice 75 (en ascenso con relación a años anteriores) de una escala sobre un máximo teórico de 100. Noruega ocupa el primer lugar con un índice 93. Libia tiene el índice más alto de África, seguida de cerca por Argelia, Mauricio y Túnez y en América Latina sólo la superan Chile (78,3) , Argentina (77,5) y Uruguay (76,5) en los puestos 45, 46 y 52 respectivamente. México y Cuba están aproximadamente al mismo nivel que Libia.
De modo que Libia es un país de desarrollo humano medio, alcanzado merced a una buena utilización de su renta petrolera pero con un grave déficit en materia de derechos civiles y políticos, estimados objetivamente, y sobre todo según los criterios de evaluación de los países occidentales “civilizados”.
III. Después de la “reconciliación” de Kadafi con Occidente, las graves carencias de Libia en materia de derechos civiles y políticos no incomodaron a las grandes potencias que recibieron con gran pompa al líder libio, ansiosas de realizar buenos negocios, sobre todo la obtención de concesiones petroleras, la venta de armamentos y hasta la oferta por parte de Francia de la construcción de una central nuclear.
Se concretaron así varias concesiones petroleras e importantes ventas de armamentos.
Sólo en 2009 Gran Bretaña, Francia e Italia vendieron armas a Libia por 25, 30 y 111 millones de euros, respectivamente. Ese mismo año, figura Malta en la lista de vendedores a Libia por 80 millones de euros. Malta no tiene ninguna industria de armamentos y es evidentemente sólo un país de tránsito. Por su parte Francia intentó vender a Libia los aviones Rafale que fabrica Dassault. Los mismos que ahora utiliza para bombardear Libia.
Pero Kadafi es un individuo imprevisible que al parecer comenzó a proyectar la revisión de las concesiones petroleras y a promover la idea de la autonomía financiera de África frente a las divisas de las grandes potencias.
Además, las reservas petroleras y acuíferas de Libia son un botín que aguza el apetito de los agresores. A lo que hay que sumar los depósitos del Estado libio en Bancos extranjeros y las 144 toneladas de oro (unos 4 mil seiscientos millones de euros) que estarían depositados en Bancos libios.
De modo que la “primavera” libia (preparada –sostienen algunos- por los servicios franceses y probablemente en parte espontánea) era una buena ocasión para establecer en Libia un gobierno “democrático” es decir totalmente sumiso la voracidad occidental.
Pero la rebeldía no se extendió como un reguero de pólvora, como esperaban los abanderados de los derechos humanos y hubo que utilizar la hoja de parra de una resolución del Consejo de Seguridad para intervenir militarmente a favor de los rebeldes.
Intervención que puede culminar, si no se hace sentir más la impopularidad en los países agresores, no se acentúan las disidencias en el seno de la OTAN y los agresores logran reunir las fuerzas suficientes, en una invasión terrestre. Lo que dará por resultado implantar el caos en Libia durante muchos años, como en Irak y Afganistán y convertir toda la región en un polvorín a causa de la diseminación de armamentos, como advirtió hace unos días el Presidente de Níger, Mahamadou Issoufou.
IV. Más de cuatro meses de bombardeos aéreos (y ahora también navales) ininterrumpidos es una forma de terrorismo internacional de Estado destinado a minar la moral del enemigo, en especial de la población civil. Italia lo practicó en Etiopía en 1935-36, Japón en China en 1937-39, Alemania e Italia durante la guerra civil española (Madrid 1936, Guernica 1937), Alemania nazi y los aliados durante la Segunda Guerra Mundial (Varsovia, Rotterdam Londres, Dresde, Hiroshima, Nagasaki, etc.). Estados Unidos lo ha empleado ampliamente en Vietnam, Panamá, Iraq, Yugoslavia, Afganistán y nuevamente en Iraq.
Centenares de miles de trabajadores extranjeros (de otros paises de África y de Asia) han tenido que huir de Libia, quedándose sin trabajo y sin salario, con el cual contribuían al mantenimiento de sus familias en sus países de origen. La economía de Libia está casi paralizada y las víctimas civiles de los “bombardeos humanitarios” son numerosas en ambos bandos.
La construcción de un barrio nuevo de Trípoli de 25.000 viviendas ha quedado paralizada como consecuencia de la agresión.
Imposible conciliar estos hechos con el pretendido “derechohumanismo” de los que quieren liberar a Libia de Kadafi desde Internet o desde los cafés de Paris o de alguna otra capital europea. Quizás lamentan no disponer, como los yanquis, de aviones (drones) teleguiados, para bombardear ellos también a Kadafi desde el “living” de su casa.
El genocidio inminente de la población de Bengasi con el cual se pretendió justificar el comienzo de los bombardeos (de hecho la aviación anglofrancesa se convirtió en la fuerza aérea de una de las partes en una guerra civil) es un argumento similar al de las “armas de destrucción masiva” en posesión de Saddam Hussein para justificar la agresión contra Irak.
La Royal Air Force no está en su primer ejercicio en la materia. En octubre de 1944, al retirarse los alemanes de Grecia, los comunistas griegos y sus aliados (el ELAS), la fuerza más importante de la resistencia contra la ocupación nazi, controlaban Atenas y podían formar un gobierno. El primer ministro inglés Churchill ordenó entonces el desembarco de tropas británicas en Grecia y el bombardeo por la RAF de los barrios populares de Atenas para impedir el acceso de los comunistas al poder. El resultado fue que en Grecia se restableció la monarquía y se formó un gobierno de centro-derecha.
En julio de 1956 el presidente de Egipto Gamal Abdel Nasser nacionalizó el canal de Suez. En octubre del mismo año Gran Bretaña (Gobierno conservador de Anthony Eden) Francia (Gobierno socialista de Guy Mollet) e Israel (Gobierno de Ben Gurion) agredieron militarmente a Egipto con el propósito de apoderarse del Canal de Suez pero, sin el apoyo de Estados Unidos, fallaron en el intento.
V. Los hechos son así: testarudos. Pero los teóricos “izquierdistas” del papel favorable a los derechos humanos de las grandes potencias sostienen sin pestañar que los hechos confirman sus puntos de vista. Y que quienes cierran los ojos ante la realidad son los otros (izquierdistas anacrónicos “apegados a antiguos clichés”): “Hay que ir contra la realidad, de otra manera la realidad se transforma en una molestosa pesadilla y lo mejor es obviarla” (Abel Samir, ¿Qué hay de cierto que es el crudo, lo que impulsó a Obama a la guerra contra Gadafi?, Argenpress, 23 de junio) .
Ya Samir en un artículo publicado en Argenpress del 13 de junio escribía lo siguiente:
“...Y estos izquierdistas se han constituido en una pléyade de individuos, partidos, organizaciones, periódicos, páginas de internet, que se quedaron atascados en eslóganes, clichés y declaraciones ampulosas contra el Imperio norteamericano y sus aliados, no importando que este imperio actúe en algunos casos en defensa de derechos humanos, aunque no lo haga por doctrina, sino por otros intereses encubiertos, como el dominio geopolítico de una zona del mundo o la defensa de su posición predominante en una región en la que han dominado por muchas décadas”.
Para llegar a esta conclusión Samir, además de decretar, como lo hace, la invalidez del análisis leninista del imperialismo en el siglo XXI, tendría que probar que el imperio actúa en algunos casos en defensa de los derechos humanos. No puede hacerlo. En cambio es fácil demostrar que el imperialismo, yanqui u otro, actúa SIEMPRE contra los derechos humanos, ya sea complotando contra y/o volteando gobiernos progresistas o apoyando dictaduras cuando así conviene a sus intereses.
Ellos mismos lo dicen: Estados Unidos no tiene amigos, tiene intereses.
Algunas ejemplos de intervenciones imperialistas:
Intervención de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en el golpe de estado de 1953 en Irán contra el gobierno del Dr. Mossadegh, que había nacionalizado el petróleo; invasión a Guatemala en 1954 por una fuerza armada promovida y financiada por la CIA y la United Fruit; invasión a Santo Domingo en 1965; golpe de Estado en Chile en 1973; invasión a Granada en 1983; invasión a Panamá en 1989; expulsión de Aristide de Haití en 2004 mediante una acción conjunta de Estados Unidos y de Francia. En África en el momento de la descolonización surgieron líderes como Patrice Lumumba, Kwame Nkrumah, Amílcar Cabral y Jomo Kenyatta, que bregaron por una vía independiente para sus pueblos, contraria a los intereses de las ex metrópolis y de sus grandes empresas. Todos ellos fueron derrocados o asesinados, como Lumumba y Cabral, y reemplazados por dirigentes dictatoriales, corruptos y fieles a las grandes potencias neocoloniales.
El imperialismo agresor y expoliador es la fase actual que caracteriza al capitalismo en su conjunto (lo que algunos llaman mundialización) y sus usufructuarios lo defienden con uñas y dientes sin importarles en absoluto los derechos humanos de sus propios pueblos y menos aún los derechos humanos de otros pueblos.
Samir se dedica en su artículo del 23 de junio a “desentrañar la estructura económica y política en la cual se desenvuelve USA”... “Pues bien, la clase dominante del Imperio está agrupada fundamentalmente en dos partidos políticos: los demócratas y los republicanos. Estos últimos representan los intereses más reaccionarios de ese gran país. Entre sus filas están, sino los dueños de las grandes empresas petroleras norteamericanas, los representantes políticos de esos capitalistas o consorcios económicos convertidos en empresas multinacionales y transnacionales. Especialmente las grandes empresas petroleras. Por tanto, si el apoderarse de las riquezas petroleras de Libia habría sido la motivación fundamental para la participación de USA en la guerra civil libia, al lado de los rebeldes, ese partido republicano sería, como es lo más cuerdo y lógico, el más interesado en que USA se involucrase en la guerra y en ganarla lo más luego posible”...
Es cierto que el papel del capital industrial se reforzó considerablemente durante la administración Bush, sobre todo el de las industrias petrolera y de armamentos. En el gobierno de Bush estaban ampliamente representadas ambas industrias.
Con Obama recuperó la primacía el capital financiero pero ello no autoriza a decir que hay intereses o estrategias contradictorias entre republicanos y demócratas, como no hay contradicción de fondo entre el capital industrial y el capital financiero, pues la fusión entre ambos caracteriza a la etapa imperialista del capitalismo y al surgimiento de las empresas transnacionales, como ya lo señalaron Hilferding en 1910 (El capital financiero) y Lenin en 1916 (El imperialismo fase superior del capitalismo). No hay que olvidar que con Obama el presupuesto militar estadounidense continuó y continúa aumentando.
De modo que no tiene sentido alguno sostener que los republicanos son los halcones reaccionarios representantes políticos de los capitalistas y consorcios transnacionales y los demócratas las palomas defensoras de los derechos humanos. Cabe recordar que la invasión de Bahía de Cochinos se produjo durante el Gobierno demócrata de Kennedy y que Clinton, también demócrata, gobernaba ese “gran país” –como lo llama Samir- cuando cuando Estados Unidos promovió el golpe de estado en Haití en 1991, desató la guerra contra Yugoslavia (Madeleine Albright, representante de Clinton, fue quien hizo fracasar las negociaciones de Rambouillet entre Yugoslavia y la Unión Europea ) y emprendió la Guerra del Golfo.
Con el demócrata Obama cambió la forma pero no el fondo de ese tipo de operativos. El golpe en Honduras de junio de 2009 fue criticado por el Gobierno estadounidense, que apoyó las decisiones de los organismos internacionales (ONU y OEA) exigiendo la reposición del presidente repuesto. Pero es incontestable que sin la luz verde de Estados Unidos el golpe no se hubiera producido, pues dicho país tiene el control de las fuerzas armadas hondureñas a través de su base miltar de Soto Cano, esencial para la geopolítica subregional de Estados Unidos. Desde allí se proporcionaba apoyo logístico a los “contras” de Nicaragua durante el gobierno sandinista.
Sostiene Samir que la oposición de una mayoría de republicanos y demócratas en el Congreso a continuar la guerra contra Libia se debe a que estos consideran que no hay intereses estadounidenses en juego en Libia (sólo habría propósitos humanitarios). Olvida Samir dos cosas: la primera es que se aproximan las elecciones en Estados Unidos y los congresistas se tendrán que presentar ante los electores y rendir cuentas también sobre esta guerra impopular, pese a la escasa participación yanqui. Y la segunda es que Estados Unidos está al borde de la cesación de pagos con una deuda de 15 billones de dólares.
Es por eso que Obama, después de lanzar unos cien misiles Tomahawk sobre Libia, al parecer con uranio empobrecido, le dejó el peso principal de la agresión a su aliado Cameron y a su caniche Sarkozy, “el americano”, quien hizo el mal cálculo que una “blitzkrieg” contra Kadafi lo remontaría en los sondeos de opinión con vistas a las próximas elecciones.
Samir escribe: ... “Entonces no faltaron los que decían que por qué USA y la OTAN no se involucraban también en Arabia Saudita, en Yemen, Siria y otros lugares. Desde luego, con USA y la OTAN metidos hasta las orejas en el fango de Irak y Afganistán, no están en condiciones de, además de participar en Libia, meterse en otros pantanos”.
Samir tiene razón en parte: los imperialistas están- loado sea Dios- empantanados.
Pero si no intervienen en Bahrein, Yemen y Arabia Saudita es porque se trata de dictaduras amigas. En Bahrein está basada la Quinta flota de la Marina yanqui. Arabia Saudita, amiga de siempre de los Estados Unidos, envió en marzo tropas a Bahrein para poner un término a las manifestaciones de la mayoría chiita.
Samir afirma: “Las confrontaciones armadas entre las potencias que enunció Lenin ya no ocurren y se busca la integración de los Estados en grandes entidades de países interrelacionados por el modelo de su economía y por cierto, políticamente unidos, como lo es la UE. A USA no le interesa hoy otra cosa que mantener su supremacía en aras de dominar la política mundial y mantener así, también, un desarrollo y progreso tecnológico y económico de punta. La confrontación armada estaría de esa forma fuera de lugar. Así hoy podemos ver que hay en el mundo actual cuatro grandes formaciones de Estados que pujan en el área política y económica, pero que de todas maneras no sólo se respetan unos a otros, sino que, también, participan de una u otra forma en las ventajas del sistema capitalista”.
Las grandes potencias competirían respetuosamente entre ellas para mantener su supremacía y un “desarrollo y progreso tecnológico y económico de punta” participando todas en “las ventajas del sistema capitalista”. Indudablemente el capitalismo tiene sus ventajas...para quienes están en la cúspide de la pirámide social.
Samir no se enteró que desde el fin de la Segunda Guerra Mundial murieron unas 30 millones de personas en conflictos armados, ya sea en guerras colonialistas emprendidas directamente por las grandes potencias o en disputas interiimperialistas por el control de los recursos naturales de países pobres, libradas en forma de guerras locales. Según la revista médica inglesa The Lancet de enero 2006, sólo en la República Democrática del Congo diez años de guerra civil han costado la vida a entre 3,5 y 4,5 millones de personas. El Congo tiene la desgracia de poseer un subsuelo enormemente rico en minerales estratégicos. En Ruanda los genocidas de 800.000 personas fueron protegidos en su retirada por el ejército francés (Operación Turquoise). Un grupo de investigadores de la Universidad Brown acaba de publicar una evaluación del costo financiero y humano de las guerras emprendidas por Estados Unidos desde 2001 en Irak, Afganistán y Pakistán. Calculan el número de muertos en acciones militares en 225.000, los desplazados en unos 8 millones y el costo financiero en algo más de dos billones de dólares (véase http://costsofwar.org/).
Agrega Samir: “Los que ven que la guerra es hoy el remedio para hacer buenos negocios no saben de lo que están hablando”.
Contrariamente a lo que afirma Samir la guerra es una opción recurrente del capital monopolista en los momentos de crisis económica, porque es una manera de reactivar la producción industrial sin necesidad de reactivar la demanda (el Estado compra la producción de armamentos con el dinero del contribuyente sin consultarlo y la población del enemigo elegido "consume", por cierto involuntariamente, las bombas que recibe sobre su cabeza). Y después de la guerra los grandes monopolios de la industria civil acaparan el negocio de la reconstrucción y de la "ayuda humanitaria".
En su libro "Capitalismo, Socialismo y Democracia" (1942), el economista Joseph Schumpeter afirmaba que "el capitalismo es por naturaleza una forma o método de cambio económico" de sustitución de lo viejo por lo nuevo, a lo que denominaba "destrucción creativa" (nuevos consumidores, nuevos bienes, nuevos métodos de producción o transporte, nuevos mercados, nuevas formas de organización industrial, etc.). La guerra sería la forma más drástica de "destrucción creativa" inherente al capitalismo
Además, la industria de armamentos está siempre interesada en colocar su producción, en ensayar sus nuevos productos en condiciones reales (guerras del Golfo, de Yugoslavia y de Afganistán, agresión a Irak, agresión a Gaza, a Libia, etc.) y en ampliar sus mercados, por ejemplo a través de la incorporación de nuevos países a la OTAN: el presidente del «comité americano por la ampliación de la OTAN » es el vicepresidente de la Lockheed Martin, empresa que ocupa el segundo puesto entre los más grandes fabricantes y vendedores de armamentos en el mundo.
Según el Informe anual del año 2010 del Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI) en 2009 los gastos militares en el mundo ascendieron a un billón 531 mil millones de dólares, 6 por ciento más que en 2008 y 49 por ciento más que en el 2000. El gasto militar de 2009 representó el 2,7 % del PNB mundial del mismo año.
Siempre según el SIPRI en 2008 se vendieron armas en el mundo por 384 mil millones de dólares, 352 mil millones, es decir el 90%, fueron ventas efectuadas por empresas de Estados Unidos (230 mil millones) y de Europa Occidental (122 mil millones).
VI. Samir suscribe la teoría –contraria a la realidad de los hechos- de la “desnacionalización” del poder económico transnacional y de la emergencia de una sola clase dirigente mundializada:
“Es muy difícil hoy saber con exactitud a quiénes pertenecen las grandes empresas multinacionales, toda vez que, como su misma denominación lo indica, son capitales de muchos países o de capitalistas de diferentes naciones y no siempre de capitalistas de un solo país. Empresas que parecen inglesas tienen capitales alemanes, italianos, turcos, chinos, japoneses, etc. Y así ocurre en la gran mayoría de las empresas transnacionales. El capital hoy es más internacional que nunca. Por tanto, se comparte intereses de todo tipo, porque lo único que mueve a esos capitalistas es hacer buenos negocios y ganar el máximo de dinero posible”.
Las clases dirigentes a escala mundial convergen en el objetivo estratégico mayor de preservar el sistema, al mismo tiempo compiten ferozmente entre ellas.
Las relaciones entre las sociedades transnacionales son una combinación de una guerra implacable por el control de mercados o zonas de influencia, de absorciones o adquisiciones forzadas o consentidas, de fusiones o ententes y del intento permanente pero nunca logrado de establecer reglas privadas y voluntarias de juego limpio entre ellas. Porque la verdadera ley suprema de las relaciones entre las sociedades transnacionales es "devorar o ser devorados".
Las sociedades transnacionales son versátiles y polifacéticas y cambian con frecuencia de nombre. Esto sucede ya sea como resultado de fusiones o, aunque sigan siendo las mismas sociedades, como una manera de tratar de hacerse olvidar por el público después de haber adquirido una mala reputación a causa de su intervención en delitos financieros o económicos o en graves violaciones a los derechos humanos
Pero las fusiones, las deslocalizaciones y los cambios de nombre no significa que las sociedades transnacionales se hayan convertido en entes virtuales e inaprehensibles. Es cierto que su imagen se fue despersonalizando al constituirse como sociedades anónimas con relación a la época en que un monopolio se identificaba con un nombre propio (Rockefeller, Mellon, etc.). Pero también es cierto que aún hoy siguen teniendo componentes reales y tangibles: capital, sede principal, dirigentes responsables, etc.
Una prueba adicional de su existencia determinable en coordenadas espacio-temporales es su presencia e influencia en organismos y reuniones internacionales, en el papel determinante que ejercen en las orientaciones de los organismos financieros internacionales y en la Organización Mundial del Comercio a través de los representantes de las grandes potencias y de sus propios equipos de juristas y economistas y en la influencia que ejercen en las orientaciones económico-financieras y en la política general de casi todos los Estados del planeta. Su existencia real y tangible se manifiesta también en el cuasi monopolio que detentan sobre los medios masivos de comunicación...
Pueden tener su domicilio en uno o varios países: en el de la sede real de la entidad madre, en el de la implantación principal de las actividades y/o en el país donde ha sido registrada la sociedad.
Pero siempre puede identificarse una nacionalidad de la sociedad transnacional, en el sentido de que hay un Estado que la sostiene y defiende sus intereses frente a otros Estados por medios políticos, militares y otros.
Y también defiende sus intereses en los organismos intergubernamentales tales como la Organización Mundial del Comercio, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
Como dato complementario que confirma la BASE NACIONAL DE LAS EMPRESAS TRANSNACIONALES: la crisis financiera ha mostrado cómo los Gobiernos de las grandes potencias han destinado cientos de miles de millones de dólares a salvar A SUS PROPIOS BANCOS Y NO A LOS BANCOS DEL VECINO.
Lenin sigue teniendo, en lo esencial, plena actualidad.
Escribía en 1916: “El capitalismo se ha transformado en un sistema universal de opresión colonial y de estrangulación financiera de la inmensa mayoría de la población del planeta por un puñado de países “avanzados”. Este “botín” se reparte entre dos o tres potencias rapaces de poderío mundial, armadas hasta los dientes (Estados Unidos, Inglaterra, Japón) que, por el reparto de su botín arrastran a su guerra a todo el mundo” (El imperialismo, fase superior del capitalismo. Prólogo a las ediciones francesa y alemana de julio de 1920, párrafo II).
VII. Conclusión
La violación de los derechos humanos de las personas y de los pueblos es inherente al capitalismo en su fase imperialista. Como regla general, las dictaduras son sostenidas e incluso promovidas por las potencias imperialistas. Y cuando los pueblos quieren emprender el camino de su liberación nacional y social, las grandes potencias, que ven amenazados sus intereses y de los capitales monopolistas que representan, los agreden por todos los medios. Ahí están los hechos para probarlo.
De modo que el eje fundamental de la solidaridad internacional con los pueblos que luchan por sus derechos y libertades debe ser el combate contra el capitalismo imperialista, enemigo común de toda la humanidad. Rechazando la trampa ideológica del imperialismo “humanitario”.
Fuente: Argenpress
https://www.alainet.org/es/articulo/151050
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