Gobiernos-RSD: choque de poderes
14/06/2011
- Opinión
Como siempre ha ocurrido en el mundo occidental “civilizado”, el desarrollo de la tecnología está asociado más al lucro, al consumismo irracional o al dominio de aquellos países que la ejercen sobre los demás como negocio, que a la persecución del bienestar del hombre en este tipo de sociedades creadas; ni siquiera aquellos individuos que tienen acceso por un elevado poder adquisitivo, con todo y supongan que sí.
No obstante, en primerísimo lugar destaca la aplicación de la ciencia para el desarrollo de la industria de la guerra. Así aventajan aquellos países cuya inversión en investigación es mayor y se llevan las primicias también sobre los demás en ambos sentidos: investigación y desarrollo tecnológico. Esa fue una política continua, y hegemónica, durante la llamada Guerra Fría; en primera instancia por parte de Estados Unidos, como sucedió después.
Es decir, que de la historia de los descubrimientos científicos y sus aplicaciones posteriores se deduce el uso tendencioso y de poder que se ejerce desde los países desarrollados hacia los demás, porque a la industria militar le sacan el mayor provecho por las buenas (mercantilmente con sus productos derivados) o por las malas (mediante la violencia con el ejercicio de la guerra). De aquí se deduce el uso obligado de la violencia que ejercen aquellos Estados poderosos sobre los demás; como en el caso otra vez de Estados Unidos contra el mundo.
Baste mencionar por ahora, pues, que la tecnología desarrollada y aplicada en sofisticados productos deviene aparte de jugoso negocio, en instrumento de dominio y poder. Más cuando la maquinaria de producción-distribución-publicidad, lo pone al alcance de la mano. Y no sólo los instrumentos para la guerra como tales, como puede ser el desarrollo armamentista, sino sus derivados.
Porque muchos otros productos han salido también desde esos mismos terrenos. Uno de los más cercanos a todos en estos días es el internet. La tecnología surgió primero como un avance desde la industria militar, luego se usó para fines de investigación y de ahí brincó hasta el uso común de los demás. Jugoso negocio para los productores de software y hardware que partió desde los países desarrollados.
Pronto se posicionó a grados inimaginables, tanto en aquellas sociedades desarrolladas como en el mundo entero. Es decir, que ahora sus creadores no saben cómo controlar. Porque primero pusieron el mundo de la información al alcance de todos, al igual que la diversión; pero ahora se está convirtiendo rápidamente en mecanismo de comunicación entre consumidores-ciudadanos libres que tengan una computadora conectada a la web desde su casa y se interconectan con cualquier otro ciudadano de cualquier parte del mundo.
Eso es lo que está sorprendiendo y disgusta ahora a los creadores del Frankenstein moderno, los Robocop o las máquinas no tripuladas de matar; porque su invento les ha degenerado en Medusa de las mil serpientes. Y lo que quieren, los hombres que pretenden el control total de la sociedad virtual, es seguir con el experimento de George Orwell. Nada más allá fuera de control.
Por eso la reacción de gobernantes como el presidente francés, Nicolas Sarkozy, tan preocupado por el crecimiento desbordado y sin controles de la web, especialmente en el tema de las redes sociales. No se olvide que la “Revolución de los Jazmines” se propagó rápidamente desde el internet vía las redes sociales que alentó la participación de jóvenes ansiosos de cambios revolucionarios en la zona norafricana colma de tiranos.
Lo dijo el francés Sarkozy el pasado 24 de mayo, en el primer foro del G-8 en París (una reunión de dos días para tratar de regular internet), ante personajes de la industria tecnológica como el creador de Google, Erick Schmidt, o de Facebook Mark Zuckerberg. Manifestó que los gobiernos “tienen que fijar y hacer cumplir regulaciones en el mundo digital, al mismo tiempo que estimular la creatividad y el crecimiento económico en internet”. Volvió a insistir en que el mundo de internet “también está sometido a las leyes y las normas del mundo real y democrático”. Claro no se explica la engañifa democrática de occidente.
Lo que le disgusta ahora al poder “occidental”, que primero desarrollo el instrumento como jugoso negocio y ahora pretende acotar. “El universo que representa (internet) no es un paralelo, libre del imperio de la ley [¿de qué ley?], libre de la moral [¿cuál moral?] y de los principios fundamentales que gobierna la vida social de los países democráticos”, dijo el presidente galo argumentando en pro de la regulación. Porque su uso resulta como atentatorio de la institucionalidad: “Nadie puede olvidar que los gobiernos en las democracias son los representantes legítimos de la voluntad popular”. Como tampoco los presidentes tramposos del mundo desarrollado y occidental deberían olvidar que el asiento de los poderes está igualmente en dicha voluntad popular, pero sin el cedazo de la escaramuza electoral.
El caso es que del internet, las redes sociales digitalizadas (RSD, como se les conoce ya a dicha rama de la web) están desbordando las expectativas, alentadas por una voluntad social que avanza como expresión de la intencionalidad individual. Por eso preocupa y ocupa al poder desde occidente. Porque, conforme a los registros de Google México, en tanto la radio tardó 38 años en llegar a los 50 millones de usuarios en el mundo, y a la televisión le costó 12 años en alcanzar el mismo número de televidentes, a internet le costó cuatro años nada más en contar con los mismos 50 millones desde que se hizo público en 1995. Y para 2010 contaba con mil 900 millones de usuarios también a nivel mundial.
Igual están creciendo, además del correo electrónico y los chat, los foros virtuales, los webcams, archivos digitales, los blog y las RSD con Twitter y Facebook. Tan sólo en México, según datos de los 34.9 millones de personas que en el país están conectados a internet, 20 millones cuentan con Facebook. Y tan sólo de enero 2010 a marzo 2011, la cantidad da usuarios de Twitter pasó de 146 mil a más de 4 millones, de los cuales resultan activos 2 millones 480 mil; de ellos, el 51 por ciento son mujeres y el 48 hombres [datos de La Jornada, 14/junio/2011].
Así, para los desarrolladores, el problema no es el número sino que se ha convertido en un medio que amenaza el entramado institucional tramposo sobre el cual se sustenta el poder del dinero. Por eso es un choque de poderes.
https://www.alainet.org/es/articulo/150502
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