Diversidad pero con racionalidad
08/06/2011
- Opinión
Cada ser humano lleva consigo un equipaje de ideas, mitos, opiniones, creencias; una estructura mental en cuya construcción ha predominado lo colectivo, lo social: etnias, tribus, familias, pueblos, naciones, partidos, estados. La superestructura no es producto único de la actividad de su propio pensamiento como individuo sino el resultado de una intrincada suma de influencias, determinadas, en últimas, por una minoría detentadora del poder, dueña no sólo de las riquezas materiales sino de los pensamientos, de las ideas, las cuales han sido impuestas a cada colectividad, pequeña o grande.
El individuo siempre ha estado sometido a lo grupal, a lo colectivo. Y Marx llegó a la conclusión que “no es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia”.
Sin embargo, en los últimos tiempos se ha buscado asignarle mayor importancia al individuo, a la persona. Desde la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) se han venido enalteciendo y promoviendo los derechos del individuo mediante la invocación de la igualdad, la libertad, la dignidad, la vida sana y alegre para cada persona, independientemente de su edad, de su sexo, de su condición social, de su raza, de su nacionalidad, de su credo religioso o político.
Esto se hace no porque los detentadores del poder mundial se hayan humanizado, o porque hayan dejado de ser los Sabios de Sión, los Illuminati y los socios del Club de Bildelberg, o porque de un momento a otro se hayan convertido en devotos incorruptibles de la democracia y la igualdad social, sino porque han adquirido una gigantesca capacidad para manipular nuestras mentes y de este modo mantener alienada toda la población, bajo la apariencia de un respeto casi reverencial por los seres humanos. Inclusive ya han propuesto dominarnos prescindiendo de las armas físicas, utilizando únicamente el bombardeo de “ideas” contra nuestros cerebros. A esta nueva metodología la llaman “guerra de la cuarta generación”.
Desde nuestra visión, la de los de abajo, pensamos que la temática de los derechos humanos favorecerá la liberación e igualdad humanas, siempre y cuando actuemos en forma autónoma y consciente, para lo cual cada persona debe poseer un cúmulo inagotable de conocimientos en todas las ramas del saber. En otras palabras, no estará capacitado para decidir con autonomía, con libertad y a conciencia, quien desconoce la diversidad de concepciones filosóficas, sociales, religiosas, políticas, jurídicas, etc., existentes en el planeta. Lo anterior implica una educación formal e informal de altísima calidad, orientada por docentes poseedores de sabiduría, de profundos conocimientos; no por recitadores de catecismos y de textos escolares superficiales e intrascendentes.
Para enfrentar el reto actual de adquirir autonomía individual se requiere de profesionales de la educación con doctorados y postdoctorados, capaces de potenciar todas las capacidades de los niños y de los jóvenes, dentro del mayor respeto por la individualidad personal. Así concebimos la educación los demócratas contrarios a la pretensión burguesa de educar únicamente a través de la Internet, de los medios, aferrados a programas prediseñados por los defensores de la explotación, del acaparamiento de la riqueza, de la desigualdad social, utilizando para ello tutores o facilitadores del proceso, deficientemente capacitados y sometidos a sus mezquinos intereses.
Es indispensable, además, que los adultos cambiemos nuestras actitudes frente a nuestros hijos e hijas, frente a la niñez y la juventud. La culpa de los desafueros o locuras de ellos y ellas no es su genética o su maldad innata sino el sistema socioeconómico y político en que nos ha tocado vivir, el que nos ha sido impuesto, incapacitados para enfrentarlo por ausencia de los elementos teóricos para entenderlo y modificarlo.
Si superamos así este momento de la evolución humana podremos construir una auténtica democracia y alcanzar la deseada igualdad social. Es otra forma de lucha de clases: los poderosos empeñados en esclavizarnos mediante la imposición de su cultura y la extirpación de las nuestras, y los de abajo con la actuación autónoma y sabia, aprovechando el espacio que ellos demagógicamente han abierto. Aunque varios derechos humanos deben ser repensados y revisados, entre ellos el derecho a la propiedad privada, al cual tiene que fijársele un límite, y el derecho de los padres a educar a sus hijos como a ellos les plazca, porque vulnera varios de los derecho de los mismos niños y niñas, como el derecho a recibir una información veraz.
Hoy necesitamos un Estado diferente donde sean posibles y reales todos los derechos e ideas humanistas, estudiados y divulgados por grandes pensadores en distintas épocas, y que un estudioso colombiano de los derechos humanos, Hernán A. Ortiz Rivas resumió así: “el derecho de resistencia al Estado absoluto en la filosofía escolástica, el derecho a la dignidad en Pufendorf, la libertad de pensamiento en Spinoza, la libertad de conciencia en Locke, la división de poderes en Montesquieu, la voluntad general de Rousseau, la autonomía de la persona de Kant, el individuo y su propiedad en Stirner, los derechos sociales, políticos y económicos del proletariado en Marx”. El mismo autor añade, en alusión a E. Kant: “La “ensoñación” de Kant de un “Estado mundial”, regido por el “derecho cosmopolítico”, puede llegar algún día a ser realidad en el campo de los derechos humanos”.
Sin dejar de ser diversos, pluralistas, tenemos que llegar a ponernos de acuerdo, racionalmente, en una Constitución Universal, un Manual de Convivencia Universal, donde se establezca una normatividad para todos los seres humanos, renunciando a la opresión, al ventajismo, a la exclusión y la marginalidad. Una globalización humanista, guiada por una ética solidaria e incorrupta, sería garantía de paz en el planeta tierra. ¡Obviamente tenemos que empezar por hacerlo en Colombia!
Armenia, 1 de Junio de 2011
Ortiz Rivas, Hernán A. “Derechos Humanos”, ediciones Jurídicas Gustavo Ibáñez, Bogotá, 1998, págs. 35
Libardo García Gallego (Neopanfletario)
https://www.alainet.org/es/articulo/150363
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