Libia: ¿Oportunidad para una vía al desarrollo?

02/03/2011
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Puebla, Puebla. Una ola de liberación se apoderó del mundo árabe. Egipto y Túnez son los ejemplos mayores de ésta. En esos países –como ocurrió en México hace cien años– dictaduras envejecidas ya no servían: ni a intereses de países, que por allí absorben hidrocarburos para su confort; tampoco a las ansias de jóvenes y trabajadores empleados por dichos regímenes, para darse formas de gobierno, con participación directa de la sociedad organizada. Esto impulsó rebeliones populares sin precedentes, que encontraron liderazgos consolidados y fuertes, para llevarles a un final inicial positivo.
 
Pero los triunfos logrados en ambos países, al “destronar” a sus dictadores, es apenas el principio del camino. Como en nuestro país en 1910, los pueblos siguen a merced de los ejércitos pretorianos, quienes estarán detrás del llamado a elecciones, y antes, implantarán medidas para las que la sociedad internacional debe estar alerta, a fin de evitar trapacerías que “den al traste” con la decisión popular, que costó vidas.
 
Hoy las cosas están desarrollándose en otros países de la región: Bahrein, Argelia, Yemen y Libia. En este último, Muamar el Kadafi –otrora furibundo antimperialista– negoció con transnacionales petroleras, principalmente europeas, quienes explotan los hidrocarburos de esa nación casi desde su entronización en 1969. Es de las zonas más productivas del Golfo Pérsico. Pronto modificó su actitud, manteniendo, a pesar de tener un alto PIB, condiciones de atraso económico y social para la población, comparada con Egipto y otros países de la región. Fue, precisamente, en sectores modernos de Libia, incorporados a la clase media urbana –estudiantil, obrera, burocrática– donde las protestas estallaron, aunque la represión brutal afectó a toda la población, todavía integrada por arcaicas estructuras tribales.
 
El régimen “socialista” de Kadafi no hizo su tarea para transformar dichas estructuras tribales –como ocurrió en otros países de la zona con alta renta petrolera– para incorporarlas a otras formas de organización económico-social, impulsando el desarrollo de ramas de producción diversificadas, a fin de que la renta petrolera, desarrollara un mercado interno autónomo, en ruta a la formación de una nación moderna.
 
El dictador se conformó con negociar con jefes tribales el reparto de una parte del beneficio logrado con la exportación del hidrocarburo, para comprar, así, esa paz social que se le está yendo de las manos, aunque a un costo en vidas mayor al de los otros países. Si el poder lo ejerció, apoyado en ese conjunto complejo y semiautónomo de estructuras tribales amenazadas por el aparato militar, los hechos muestran que lo está perdiendo en una revuelta popular, que recoge el malestar de algunos de esos grupos, que no se sintieron adecuadamente tratados en el reparto –por su rebeldía o debilidad– y que hoy arropan la revolución.
 
Las protestas, con grandes masas de por medio, se dieron en todo el territorio, incluso en Trípoli (capital de Libia). Empero, los triunfos logrados –con control territorial– se dan en la Cirenaica, al este del país, con base en Bengasi. Esta es la principal zona productora de hidrocarburos. Es allí donde los liderazgos tribales, pueden ser los más molestos por el reparto de la renta petrolera y están aprovechando la rebelión para oponerse a Kadafi.
 
A pesar de la determinación del dictador, de no ceder el poder a las presiones sociales; éstas y las diplomáticas, junto al acoso de la OTAN, permiten predecir que las cosas cambiarán para Libia y sus habitantes. En las apreciaciones expresadas por líderes de Latinoamérica –Castro, Chávez, Ortega– desafortunadas en el apoyo a quien ya no representa intereses antimperialistas –menos populares– contienen elementos que conviene considerar, si lo que se desea es que esta nación avance, sin balcanización, a estadios de democracia, en medio del rescate de la soberanía sobre sus recursos, en especial los hidrocarburos.
 
Afirma Fidel Castro –en la última de sus Reflexiones que "se podrá estar o no de acuerdo con Kadafi" pero "habrá que esperar el tiempo necesario para conocer con rigor cuánto hay de verdad o mentira o una mezcla de hechos de todo tipo" en lo que está sucediendo en Libia. "Lo que para mí es absolutamente evidente –señala– es que al gobierno de Estados Unidos no le preocupa en absoluto la paz en Libia, y no vacilará en dar a la OTAN la orden de invadir ese rico país, tal vez en cuestión de horas o muy breves días". En su artículo El plan de OTAN es ocupar Libia insta a denunciar planes, que a su juicio, tiene esa organización, que –en sus palabras– son un "crimen" contra "el pueblo libio". Sin embargo, Castro no se refiere a la violencia en Libia, contra manifestantes que reclaman cambios políticos en ese país.
 
Es indudable que –como ocurrió en México durante la Decena Trágica– un grave peligro es la supervivencia de estructuras tribales y el desarrollo más débil de clases sociales modernas en Libia. Esto facilita las operaciones políticas y militares (OTAN) de naciones interesadas, como ha sucedido en otros países africanos. Una variante puede ser la de alentar la balcanización del país –Centroamérica en el siglo XIX– para mejor someter a los fragmentos de naciones y aprovechar sus recursos naturales.
 
Por ello es urgente la participación de la sociedad internacional para impulsar compromisos que mejoren lo que ocurre y así lograr: primeramente, la salida inmediata de Kadafi (el Consejo de Seguridad prepara acusación de crímenes contra la humanidad); la formación de un gobierno de transición que mantenga unido al país y, bajo normas de Naciones Unidas, se llame a elecciones en un tiempo perentorio. Ello no rompe con los lazos preexistentes con las empresas que controlan la producción de hidrocarburos, pero la formación de un gobierno, con amplia base popular, cooperará a que esa riqueza sirva al bienestar, a que tiene derecho el pueblo libio.
 
Fuente: Forum en línea
 
https://www.alainet.org/es/articulo/148010
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