Continuará cambiando
05/11/2010
- Opinión
En la disputa de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en el Brasil, realizadas el 31 de octubre, salió vencedora Dilma Roussef del Partido de los Trabajadores (PT) y otros partidos aliados de la izquierda y de centro, sobre el candidato del Partido de la Social Democracia Brasilera (PSDB) y de otros partidos de la derecha, José Serra.
Como bien lo expresó la portada del periódico “La República” de Uruguay al anunciar el resultado: “Ni de la derecha ni los medios ni el papa pudieron con la candidata del PT que ganó por un 56 % a 44%”, al mencionar los principales obstáculos enfrentados por la candidata que representaba la continuidad de los cambios iniciados por el presidente Lula desde el 2003.
Como también ocurre en otros países de América Latina, gobernados por mandatarios progresistas, hay una fuerte resistencia a las políticas gubernamentales brasileras de inclusión del desarrollo por intermedio del Estado y de la promoción de políticas sociales. Las fuerzas que se oponen en estos cambios son las mismas que florecieron durante el período neoliberal de los años 90 y representan los intereses principalmente del capital financiero y de los que se apropian del patrimonio del Estado.
Estas fuerzas fueron derrotadas en las elecciones presidenciales del 2002 y 2006 cuando Lula venció. La campaña que desarrollaron particularmente, en el 2006 no fue de las más éticas específicamente en lo que dice con respecto al papel de los medios de comunicación, pero esto no fue nada comparada a la campaña sucia desarrollada por el candidato Serra este año. En la tentativa de derrotar a la candidata del PT se alío con los sectores religiosos más retrógrados de la Iglesia Católica y protestante “La Tradición, Familia y Propiedad” (TFP), grupos monárquicos entre otros además de contar con la ayuda de los medios de comunicación brasileros. Casi en el final de la campaña aconteció una reunión del Papa Benedicto XVI con obispos conservadores brasileros los cuales estimularon y posicionaron la política en defensa de los dogmas de la Iglesia.
Al final del mes de septiembre las investigaciones indicaban la victoria del Dilma, ya en la primera vuelta, que se realizaría el 3 de octubre, y el estancamiento de Serra en aproximadamente 30% de los votos. La táctica adoptada por la derecha por intermedio de los medios de comunicación, también conocida por el Movimiento Social Brasilero como el “Partido de la Prensa Golpista (PIG)” fue inflar la candidatura de la candidata del Partido Verde, Marina Silva y lanzar una campaña por medio de la iglesias contra Dilma con repercusión en los medios de comunicación con el argumento, que ella estaba a favor de la despenalización del aborto. La esposa de Serra llegó a decir para las elecciones que Dilma estaba “A favor de matar niños y niñas”. Revelándose un poco después que ella se hizo un aborto en el pasado. La caída porcentual de algunos votos de Dilma durante su campaña y el crecimiento de la candidata Marina para casi el 20%, llevó a la disputa de la segunda vuelta, como quería la derecha.
Entre tanto, como quedó demostrado en el resultado de la segunda vuelta esta táctica de los conservadores fue derrotada, pero dejó el tema del aborto y otros ligados a los derechos civiles en la agenda política brasilera de forma muy negativa y seguramente una de las tareas del movimiento social y de los partido de izquierda, es recuperar la defensa de un Estado republicano y laico, asunto que teóricamente debió haber sido superado hace mucho tiempo.
La transición que Lula condujo del neoliberalismo para un nuevo modelo económico y social, aunque aún frágil, incompleto y hasta con algunas contradicciones ofrece a Dilma una base para gobernar y avanzar en un nuevo modelo de desarrollo más perenne y sustentable. El crecimiento económico no es suficiente si no se torna sustentable desde el punto de vista estructural y ambiental.
A pesar del desafío de sustituir un Presidente que termina 8 años de mandato con su popularidad casi del 80% y también con mucho prestigio en el exterior, Dilma tiene todas las condiciones personales, ideológicas y políticas para hacer un Gobierno de impacto y además de esto, posee mayoría en el Parlamento a partir de la coalición política que la eligió, aspecto que fue más difícil para Lula.
El desafío también está puesto en el movimiento social y sindical que mayoritariamente apoyó la candidatura de Dilma, lo mismo organizaciones más críticas del Gobierno de Lula, entendieron que es mejor tener un Gobierno abierto a la sociedad que retroceder a una época que fue extremadamente dura para las organizaciones sociales que incluyen algunas masacres de trabajadores sin tierra, además de la criminalización del propio movimiento.
Por lo tanto, la movilización social en torno a temas como los derechos civiles, derechos humanos, reforma agraria, desarrollo local, entre otros, será fundamental. El Gobierno Lula en función de la coalición de fuerzas que participan de su Gobierno y que apoyan en el Parlamento, era un Gobierno en disputa, de un lado, los intereses de los sectores del capital y de otro lado los intereses de los movimientos sociales. Esta situación se mantendrá en el Gobierno de Dilma con algunos cambios como por ejemplo, el crecimiento de la bancada de izquierda en el Parlamento y la coalición con el partido del Movimiento Democrático Brasilero (PMDB) desde el inicio de la candidatura y no como un aliado ocasional.
A pesar del crecimiento del número de empleos formales en 15 millones durante los últimos 8 años y de la conquista del movimiento sindical del reconocimiento legal de las centrales sindicales, y de varios espacios institucionales de negociación como por ejemplo, la valorización del salario mínimo y éste tiene también una agenda importante hacia delante particularmente, el combate a la precarización del trabajo y a la rotatividad de la mano de obra que llega a un 40% por año.
La sociedad no puede esperar que sus derechos sean simplemente concedidos de arriba para abajo, por el Estado particularmente en esta disputa en proyectos políticos al interior del propio Gobierno, y también con la derecha neoliberal al lado extremo, el papel del movimiento social será fundamental no solamente para que Brasil continúe cambiando sino para que los cambios se tornen permanentes.
- Kjeld A. Jakobsen es Consultor en Relaciones Internacionales
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas Nº 231, Corporación Viva la Ciudadanía. www.vivalaciudadania.org
https://www.alainet.org/es/active/42085