De la chacota de los chapas a la desestabilización democrática
03/10/2010
- Opinión
Los hechos
Ecuador, este 30 de septiembre soportó un “jueves negro” promovido desde los cuarteles de policía y cuyo protagonista fue el personal de “tropa” sin consentimiento de sus mandos superiores (pero seguramente con conocimiento…); a estos se les sumaron algún grupo aislado de militares y de la fuerza aérea, lo cual ya parecía peligroso por lo expansivo de la protesta.
Los canales de televisión privados y de mayor audiencia, con mucho profesionalismo político ubicaban mensajes subliminales para avivar la insurrección “chaponil”: “la nueva ley de servicio público ha conculcado los derechos adquiridos de los uniformados”, “la insurrección se extiende por todo el país”, “el movimiento indígena apoya el levantamiento” “Los estudiantes secundarios, las universidades, los maestros también son víctimas de las leyes del gobierno” “es el autoritarismo del presidente”; el exabrupto de los policías tomaba cuerpo y el país se caotizaba. Un decreto señalando el “Estado de excepción” los calló unas horas y las noticias sólo se oficializaron, mientras en Internet y las redes sociales reventaban como “pop corn” cualquier cantidad de rumores.
Para la mayoría de ecuatorianos, era incomprensible una actitud de esa magnitud sólo para reclamar unos bonos y otros beneficios por parte de un absoluto grupo minoritario, tanto que el propio Presidente fue a dialogar con los líderes de la protesta en su cuartel. De ahí, el tema se volvió incontrolable y rebasó la chacota policial a visos de golpe de Estado; el bochornoso acto policial con el maltrato al presidente y su posterior “detención” en el hospital militar que sonó a “secuestro” fue lo más burdo e impensado por parte de este grupo.
Sólo en la noche, con una fuerte dosis de violencia grupos especializados de la policía y el ejército, incursionaron en el Hospital donde los sublevados retenían al Presidente y lo rescataron, por cierto con una lamentable dosis de sangre, que como dijo el Presidente, “ha sido derramada inútilmente”; diríamos, absurdamente.
Hasta ahí la descripción de los hechos. Si en esa noche, no se traía al Presidente a Carondelet, --el palacio Presidencial-, la probabilidad del golpe de estado, seguramente hubiese madurado peligrosamente hasta un baño de sangre de magnitud insospechada.
¿Que hay detrás?
La manipulación política constituye la horrorosa forma de valerse de otros, cuya ingenuidad o ignorancia los moviliza creyendo conquistar beneficios para sí, cuando en realidad, están moviendo cosas, para objetivos que ni lo imaginan y que “tutores” lo cosechan. La tropa policial, constituida siempre, por gente humilde y del pueblo –pero adoctrinada en el autoritarismo, con el poder del uniforme y con armas- no resulta amigable para el ejercicio de derechos y de democracia, constituye caldo de cultivo para la manipulación peor cuando se trata del bolsillo que constituye el alma de la modernidad.
“Les han quitado todo” fue el lema que levantó la oposición derechista en la Asamblea Nacional a los policías de la escolta Legislativa, y corrió la voz y se amplificó en los medios. Al parecer los “tutores” ex policías, ex militares que conforman una sociedad política de pillos entontecidos por el poder, apoyaron con estrategias y movimientos tácticos. No se puede entender que en una noche se logre una coordinación a nivel nacional, algo se tejía y se planificaba, pero desde otras esferas. La manipulación fue perfecta, los tutores golpistas desaparecieron como quien tira la piedra y esconde la mano, y quedaron solos, una tropa enardecida, desbordada, desquiciada, sin control ni dimensionamiento de lo que hacían.
La dimensión era el golpe de Estado, tanto que medios internacionales alarmaron a sus países y en un día, el Ecuador tenía el respaldo global de todos los gobiernos de todas las corrientes y de UNASUR, OEA, expresiones de ONU, UE y otras instancias multilaterales; en un día estaba movilizada la sociedad civil en plazas y parques de todo el país y organizando la restitución del orden democrático. Impensable entonces para los aventureros golpistas y para los ingenuos policías, que en este país, se quebrante la opción democrática escogida en repetidas elecciones.
Lo que está en juego
Uno de los más connotados agitadores mediáticos del país, luego de dejar la televisión donde presentaba noticieros, ha señaló abiertamente que lo importante es “bajar el proyecto político vigente y que para ello hay que bajar al Presidente; sin Correa no hay proyecto”, ha reiterado.
Ciertamente, eso es lo que está en juego, el proyecto político democrático que se construye en Ecuador, con falencias y limitaciones, está sustentado en un paradigma diferente al oligárquico neoliberal que hemos vivido tradicionalmente. Aquí una de las tareas es la reinstitucionalización del Estado y el ordenamiento de los estamentos societales, pero esto justamente es lo complejo pues en cada nodo de la encrucijada, saltan intereses estatuidos de por vida; cada sector parece conforme con lo que se hace hasta que le tocan su parcela y revienta la protesta, la movilización y la rabieta.
En este escenario de permanente refriega con los actores sociales, económicos y políticos, los abanderados son la derecha que desde varios frentes tienden las trampas, las estrategias, las bombas mediáticas para que el proyecto colapse. No hay proyecto alternativo, para ellos, la vía es quitar esta ruta democrática y simplemente retornar al escenario anterior: entreguismo, corrupción, libre mercado, impunidad, concentración. En la Asamblea Nacional su rutina es el bloqueo al igual que lo hicieron en la Asamblea Constituyente, pues su agenda no está en Ecuador, está fuera, y su destino sólo tendrá sentido si ellos lo protagonizan con chequera en la mano.
Revolución con ciudadanía
La asonada del “jueves negro” nos afirma en varios puntos que reclamamos de la revolución ciudadana: la redistribución del poder a través de la organización de la sociedad y la participación ciudadana; a través de la descentralización y el fortalecimiento de gobiernos locales; la apertura a los movimientos sociales; la construcción de liderazgos colectivos y territoriales para despersonalizar el proyecto democrático; la discusión de las propuestas legislativas con los actores involucrados; la articulación de políticas públicas con y desde los territorios.
La agenda para llenar la aspiración de una democracia completa, ciertamente puede ser interminable, pero así mismo es la democracia, como ya lo dijo Boaventura de Souza, “...Democracia sin fin” esa es la nueva utopía.
- Patricio Carpio Benalcázar, Fundación OFIS - Ecuador
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