Redes sociales: del amor y otros delirios

24/09/2010
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A Lisa la conocí en el bar y restaurante Europa. Yo acababa de terminar de escribir un relato, abandoné la mesa y me dirigí a la barra para que me sirvieran otro coñac. Le dije a Truman, el bar tender, que pusiera música de Celso Piña. Con mucho gusto, lo que vos querrás -me dijo- y enseguida comenzó a sonar "Cumbia poder". Lisa se me quedó mirando y entonces me levanté del banco de la barra y le dije a secas: "Si bailas esta conmigo, te escribo un poema". Ella me respondió: "Pues vamos a bailar aunque nunca me escribas un poema, porque los poemas no me sirven".
 
En las redes sociales, Lisa no acostumbraba a escribir sino que su forma de comentar era por medio de unas figuritas amarillas redondas (creo que les dicen emoticones) que le pelan a uno los dientes, hacen ojitos, gestos de alegría, enojo y hasta mandan besos. De modo que cuando alguien escribía algo gracioso, Lisa mandaba una carita que pelaba los dientes y así sucesivamente según lo afortunado o desafortunado de los comentarios que colgaban en la red.
 
Luisa Fernanda colgó este mensaje: "Una vez conocí el verdadero amor, pero me abandonó. Ahora lo busco y añoro como añora una milpa la llegada del invierno". Y Ana Victoria expresó lo siguiente: "Si alguien fuera capaz de amarme como yo soy capaz de amar, le bajaría un lucero y nos calentaríamos con su luz en el inmenso universo de mi soledad". Lisa mandó una carita de tristeza a la que le brotaban lágrimas en los costados". Ana Lucía reflexionó: "El amor es como un buen relato: debe comenzar con suspenso y terminar en la más implacable sorpresa".
 
Karen intervino desde Georgia, Atlanta: "Para que nunca las abandone el amor deben saber que nada es para siempre y que hay más placer en dar que en recibir". Ana Lucrecia le respondió: "Todo depende, porque Mike Tyson daba unos golpes fulminantes a sus adversarios y no creo que ellos sintieran placer de recibir tanto trancazo".
 
"Es cierto -dije yo, por fin, conmovido por los comentarios-, todo depende de lo que se dé o lo que se reciba, pero en el amor, cuando a uno se lo dan es un placer, pero cuando se lo niegan ni modo que uno sienta placer".
 
"Qué pícaro sos, Godo -me dijo Rocío-, y yo que te miraba tan calladito. Se me hace que algo te tenés por ahí". Zoila salió en mi defensa: "No te preocupés, Rocío, que de Godo no se fija ni una avispa a no ser que quiera picarle un labio, porque el otro día andaba trompudo que ya parecía un...". Por respeto a la afición he editado las palabras. Es cierto, tenía un labio hinchado, pero no porque me picara una avispa sino porque un día por llegar tarde a una reunión en un café del Centro Histórico no me di cuenta que la puerta era de vidrio y reventé el cristal. Fui a caer encima de unas señoras que estaban comiendo pasteles y tomando capuchinos. Entonces una de ellas me gritó "¡estúpido, pudiendo haberse caído sobre las demás gentes que están en otras mesas por qué demonios lo viene a hacer acá!". Y enseguida me pegó el manotazo en la boca.
 
Lisa colgó como veinte caritas que pelaban los dientes y otras a las que se les ponían rojas las mejillas. "Dejate de babosadas -me dijo Haroldo-, vos algo querías hacerle a las señoras". No le respondí porque no soy bueno para escribir y temí hacer el ridículo como siempre, pues no sé si ya les he contado que una vez le escribí a Sharon Stone, pero como yo no sé inglés le pedí favor al hijo más pequeño de Iván que me dijera cómo se escribía en inglés la siguiente cartita: "Mi muy estimada Sharon: entiendo que ni siquiera el poema más tierno que yo haya escrito es merecedor de su atención, pero déjeme decirle...". El muy ingrato del muchachito (sí, apenas tiene siete años de edad, pero habla perfectamente el inglés) hizo trampa porque me dijo que escribiera: "My Sharon beer: I hate you and all I need is see you so lonely  in the paradise. Please go to the bathroom...". Pasé varios días con la esperanza de recibir respuesta, pero lo único que recibí de Sharon Stone, aparte de su silencio, fue que me bloqueó no sólo de las redes sociales sino del correo electrónico. Nunca más volví a saber de ella.
 
Otra vez Lisa colgó otras veinte caritas de esas que se ríen. Alba me reprendió: "Eso te pasa por andar de hot dog con esas mujeres que ni siquiera una tu maltratada te devuelven de regreso...". Desde Toronto, Canadá, Gisela me salvó: "Yo por eso no sufro por amor. Como mi esposo es piloto aviador y sólo viene a casa una vez al mes, todos los días nos conectamos por la red social desde nuestros celulares con cámara de vídeo y nos amamos a cada rato...". Lisa envió una carita de esas que ponen rojas las mejillas. "Aunque no lo crean -prosiguió Guisela-, cuando él anda en los aires pilotando le pido que nos desnudemos frente a los celulares y entonces hacemos el amor de diferentes maneras...". Kristha preguntó: "¿Cómo así, Guisela, y no que es piloto aviador...?", y la otra continuó: "Pues pone el avión en automático (...) juntamos nuestros labios a las pantallas de los celulares y así comenzamos a besarnos hasta que yo bajo adonde no voy a decirles, porque qué clavo, y disfrutamos mutuamente nuestros momentos de intimidad...".
 
Esto me pareció de lo más delirante. Y Lisa, como siempre, mandó un montón de caritas de las que se ríen. El tiempo pasó y a la conversación se sumaron centenares de miles de personas hasta llegar casi a los dos millones. Más para apaciguar los ánimos (que se habían alborotado por la infidencia de Kristha) que para tomar protagonismo, me metí de nuevo a opinar. Colgué este fragmento de un poema que escribí hace muchos años: "(...) Arrástrame /si quieres /como una mar embravecida /en una noche de luna llena /y revuélcame en la arena /hasta dejarme tendido /indefenso /bajo el pie de una palmera...".
 
La conversación se prendió de nuevo y todas y todos comenzaron a colgar sus poemas y a comentar y a contar más anécdotas de esa delirantes. Yo, que soy muy respetuoso del tiempo de los demás, prefiero concluir acá esta experiencia en las redes sociales. Ya dije que Lisa no acostumbraba a escribir mensajes sino a colgar esas simpáticas figuritas de color amarillo a las que les dicen emoticones. Increíblemente, rompió el silencio por primera vez en varios años con esta frase que nunca olvidaré: "Las palabras no me sirven. Gemir es mejor".   (FIN)
 
- Godo de Medeiros es Escritor. Guatemala, C.A.
https://www.alainet.org/es/articulo/144410
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