Las razones del “golpe” dividen nuevamente a los uruguayos
21/09/2010
- Opinión
Cuando se atizan la brazas del pasado, oxigenando temas que parecen adormecidos en la larga siesta que produce el transcurso del tiempo, las llamas que reaparecen de un día para otro muestran que las divergencias se mantienen y que, por suerte para el devenir del país, existe un notorio interés por conocer la verdad de lo ocurrido en la décadas fatídicas de nuestra modernidad, cuando en el país fue incubando (década del ’60) lo que luego se convirtió en once trágicos años de un pueblo que vivió a la sombra de la doctrina de la seguridad nacional.
Pero como observó Antonio Mercader en un análisis sobre el tema, no hay explicaciones simplistas sobre qué elementos provocaron el golpe de Estado. “Culpar sólo a políticos y gobernantes de entonces, es un cliché tan arbitrario como decir que el golpe llegó porque sectores sindicales y de izquierda bendijeron los demagógicos comunicados militares de febrero de 1973. Es lo mismo que achacarle la culpa a Estados Unidos por hacer la vista gorda”, dijo.
Claro, pero en esa parrafada hay elementos en que surge la discrepancia y por ello es bienvenido el palo que metió en el avispero el joven diputado Fernando Amado. Las consecuencias del enjambre qué movilizó quizás sirva para que la historia oficial, la de “buenos y malos”, sobre lo ocurrido en 1973 sea enriquecida con más elementos de la verdad histórica que, en definitiva, es la que vale y qué, quizás queden haber quedado enterrados en el camino de la inventiva política que, entre otras lindezas creo la teoría fantástica de "los dos demonios"
Una de las dificultades, es obvio reconocerlo, es el tiempo transcurrido en que la lucha partidaria determinó que la “verdad” oficial comenzara a preponderar sobre los objetivos elementos históricos que aún existen, aunque la mayoría de los testigos de todo aquello ya hayan muerto y el camino hoy, abierto para conocer la verdad, por el disonante discurso de Amado en el Parlamento, se haga más dificultoso.
¿Es verdad qué a Bordaberry la clase política no le dio el necesario apoyo que le hubiera permitido enfrentar a los golpistas? ¿Qué el Parlamento hizo mutis por el foro y los legisladores se fueron de vacaciones sin abandonar su receso? ¿Es verdad que se recuerda como un hito magnifico el discurso de Wilson Ferreira en aquella sesión, cuando el cuerpo levantó su receso ante la inminencia de los acontecimientos, pero que este no fue más que un hecho puntual? ¿Quién realmente armó el camino faccioso que por primera vez en la historia hizo salir a los militares de sus plácidos cuarteles?
Por supuesto que hay más preguntas que respuestas, y qué sería bueno que se comenzaran a descorrer los velos y se dejara de escribir en clave político partidaria, hablando de supuestos y confabulaciones que, presuntamente afectarían la versión oficial de todo aquello, quizás la tragedia más honda que vivió el país. Y como siempre ocurre a la vuelta de la esquina del tiempo, con presuntos actos heroicos y/o asesinos que se tratan de entroncar en el imaginario colectivo.
Por suerte todavía hay gente viva y con memoria que se refiere a algunos temas vinculados a aquel pasado y que aún tienen presentes hechos verificables de aquel pasado vinculados a una de las explicaciones profundas de la llamada guerra fría, que parten de una combinación de factores en qué Uruguay, al igual que el resto de América Latina, pasó a ser elegido como un lugar de inversión de los sobre abundantes “petrodólares”. El único requerimiento que se tenía para hacer llegar este maná sobredimensionado a los países, era la seguridad de que en ellos existieran gobiernos dispuestos a aceptar ser conducidos desde el norte. El otro requisito sine qua non era que los préstamos fueran devueltos en la misma moneda, el dólar.
Un informante cuenta que cuando a fines del año ’71 se publicó en el New York Times el primer comentario sobre el golpe de Estado que se concretaría en Uruguay por decisión del gobierno de Nixon, el doctor Héctor Payssé Reyes que era embajador delegado del país en la conferencia de Naciones Unidas, trató de coordinar acciones de desmentido con el embajador, Augusto Legnani. Para ellos aquella información del Times era una enormidad. Ninguno de los dos personajes, viejos veteranos de la política uruguaya dejaron de sorprenderse por cuando este diario mencionaba que en Uruguay habría un “golpe” dado por militares. Según amigos, la sorpresa estaba dada porque los dos hombres coincidieron en una frase que resumía su pensamiento: “Te acordás que los militares nunca se metieron en el golpe; ni en el de Terra, que lo dio con los Bomberos”, decían.
Payssé, concurrió al New York Times para que se desmintiera “estas mentiras” y cual sería su sorpresa cuando el diario lo remitió a su columnista, un sapiente y culto catedrático de la Universidad de Columbia, el doctor Michael Cohen. Graduado en derecho internacional, especialista en América Latina. (Quién sepa buscar en el archivo on line de este diario norteamericano puede llegar dificultosamente a estos trabajos que fueron publicados entre fines del año ’71 y principios del ’72. Nosotros todavía no hemos podido pero sí, confirmado su existencia)
“Uruguay se está aprontando a una guerra interna y ante un inminente golpe militar que fue decido en Washington" "América Latina es un reflejo de los intereses estratégicos norteamericanos”, le dijo Cohen a Payssé Reyes, agregando finalmente: “En su país no se pudo colocar a Pacheco Areco pese a todos los esfuerzos hechos para su reelección, apoyados por el embajador de EEUU, Vernor Walter y la CIA. Pacheco tuvo que ceder el poder a Juan María Bordaberry, que no es suficiente garantía para EEUU”, dijo ante el estupor de Payssé Reyes. Nos atenemos a la memoria de nuestro informante.
La base del tema era dilucidar la guerra fría, volcando por la aplicación de la doctrina de la seguridad nacional a que los gobiernos respondieran a un mando centralizado en seguridad. El sustento era la introducción de los petrodólares, el gran negocio de la banca norteamericana, producto de la geopolítica de EEUU en medio oriente y de la energía barata que conocía el mundo. Según el profesor Cohen, Europa y la URSS, metidos en la llamada guerra fría estaban manipulando, desde distintos sectores, la política en Latinoamérica para que los petrodólares se invirtieran en la propia Europa. Payssé Reyes también contaba que Cohen le había dicho que Arabia Saudita había sido creada por EEUU con un ejército mercenario dirigido por la CIA. “Hoy la decisión es que hay que colocar el dinero en América latina, prestamos en dólares que se devuelvan en dólares”.
El informe que Paysee Reyes le envió a Legnani y este al Uruguay en que se aseguraba estar ante una decisión del gobierno de Nixon de que se diera un golpe de Estado, al igual que otros países del cono sur, fue solo aceptado en su contenido por el general Gregorio Álvarez. Otros generales y hasta el mismo gobierno de la época lo minimizaron, rechazaron y archivaron. Según algunos informantes el general Gregorio Alvarez, por entonces jefe de la región militar Nº 4, ante su actitud proactiva, fue invitado por el Departamento de Estado, concretamente en el año ’72, a visitar Corea, recalando previamente en Marylan. Allí habría sido informado por los representantes del gobierno de EEUU de sus planes que se cumplirían a través de la CIA.
Luego, en 9 de febrero de 73, cuando efectivamente el Parlamento estaba en receso, se dio el Golpe de Estado. El Crucero Uruguay estaba en EEUU y algunos oficiales de la Marina pasaron a realizar cursos. El golpe fue acompañado por el presidente Bordaberry que, en primera instancia, creyó que podría manejar a la interna militar. Pero el infiltrado era su gobierno.
Juan C. Blanco, era el hombre de confianza de Bordaberry, el que rezaba el rosario con él, cuando el presidente regresó de un viaje a Bolivia, a mediados del 76, fue sacado del cargo. . “Te vas y cuando regreses ya no serás más presidente”. Renunció al gabinete solo el ministro Soneira y Blanco se pasó abiertamente con los militares, con los que estaba hace largo tiempo de coqueteos. La esposa de Bordaberry echo de su casa a Juan Carlos Blanco, considerándolo un traidor a la familia. Se creo una junta militar.
Castiglionni y Campos Hermida manejaban todo lo represivo, desde el cierre de radios y medios de prensa, la censura. Siete técnicos norteamericanos trabajaban en jefatura de Policía y otros en los comandos de las fuerzas armadas. La anécdota era que la impunidad era tal que los automóviles de estos técnicos eran estacionados en los mismos garajes.
Acosta y Lara trabajaba muy unido con la CIA
Todos son datos a trabajar, pero surgidos de fuentes importantes. Por supuesto que algunos de estos elementos se han manejado ya, otros son nuevos. Pero la verdad es que este perfil el que explica parte de lo ocurrido, no es el que aparece cuando se habla de la caída de la democracia y de lo ocurrido previamente que desencadenó el golpe del año 1973, cuando el país cayó en la sombra de la dictadura. Por ello quizás el movimiento que provocó el discurso del diputado Amado sirva para que los uruguayos reanalicemos nuestras vivencias y auscultemos nuevamente el pasado con rigor científico para que la política partidaria no nos mueva la mano y nos haga contar historias repletas de colores y formas mentirosas.
Quizás hasta haya que dejar de lado la teoría de los dos demonios.
- Carlos Santiago es Periodista.
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