Hiroshima: 65 años después, la amenaza continúa
07/08/2010
- Opinión
La historia es harto conocida, pero no por ello, menos trágica. El 6 de agosto de 1945 a las 8: 15 am, la bomba atómica de manufactura estadunidense conocida como Little Boy fue lanzada por el Enola Gay sobre la ciudad japonesa de Hiroshima, provocando la muerte instantánea de alrededor de 80 mil personas. Al finalizar ese año, se calcula que el número de víctimas habría ascendido a 140 mil individuos, sin contar las secuelas que, por generaciones, los habitantes de la ciudad, han padecido por su exposición a la radiactividad.
Han transcurrido 65 años desde esos trágicos acontecimientos y la amenaza nuclear sigue existiendo. Según el Instituto Internacional de Estocolmo de Investigación para la Paz (SIPRI), con el ensayo nuclear realizado por Corea del Norte en mayo de 2009 –es la segunda ocasión en que los norcoreanos detonan un artefacto atómico-, el número total de explosiones nucleares efectuadas en el mundo de 1945 a la fecha es de 2 054. Dicho en otras palabras: desde 1945, el mundo no ha dejado de estremecerse debido a los usos bélicos de la energía nuclear.
El SIPRI también señala que en el presente año existen 22 600 armas nucleares en las manos de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, más India, Pakistán, e Israel, como se observa en el cuadro anexo. Aun cuando el SIPRI no incluye en dicho cuadro a Corea del Norte, refiere que este país es capaz de producir suficiente plutonio para crear un pequeño número de cabezas nucleares, si bien se desconoce si posee armas operativas.
¿Cuál es la racionalidad que subyace a la posesión de armas nucleares? En la guerra fría, su lógica giró en torno a la disuasión, esto es, la amenaza latente de que, su eventual uso, aniquilaría al planeta. De ahí que se asumiera que la “utilidad” de estas armas de destrucción en masa versaba en su no uso. Al margen de lo cuestionable de ese argumento, la promoción del no primer uso de armas nucleares se popularizó, conminando a quienes las poseen, a que se comprometan a no ser los primeros en emplearlas en un momento determinado. Se trata de ratificar la aceptación al hecho de que, quienes las poseen, asumen la responsabilidad de ser los primeros en recurrir a ellas.
Para Estados Unidos, sin embargo, la adopción de una política de no primer uso de armas nucleares vulnera su seguridad nacional, pues, a su entender, ello animaría a otros a dar un primer golpe para dañar sensiblemente sus capacidades ofensivas. Por lo tanto, al menos en lo cuanto toca a la carrera armamentista nuclear, la guerra fría sigue vigente.
Fuerzas nucleares en el mundo 2010
Países
|
Cabezas nucleares desplegadas
|
Otras cabezas nucleares
|
Total
|
EEUU
|
2 468
|
7 100
|
9 600
|
Rusia
|
4 630
|
7 300
|
12 000
|
Reino Unido
|
160
|
65
|
225
|
Francia
|
300
|
-
|
300
|
RP China
|
-
|
200
|
200
|
India
|
-
|
60-80
|
60-80
|
Pakistán
|
-
|
70-90
|
70-90
|
Israel
|
-
|
60
|
80
|
Total
|
7 560
|
14 900
|
22 600
|
A lo anterior hay que sumar el hecho de que Estados Unidos, Rusia, la RP China, Francia y la Gran Bretaña se encuentran emplazando nuevos sistemas de armas nucleares, o bien, han anunciado planes en esa dirección. Cabe destacar que ninguno de ellos parece preparado para desmantelar sus respectivos arsenales nucleares en el futuro cercano –y conste que el mandatario estadunidense Barack Obama se ha pronunciado en varias ocasiones en torno a lo deseable que es tener un mundo libre de armas nucleares. En los casos de India, Pakistán e Israel, que se mantienen fuera del Tratado de No-Proliferación de Armas Nucleares (TNP), todos ellos siguen desarrollando nuevos sistemas de misiles capaces de transportar armas nucleares, amén de que las tres naciones están ampliando sus capacidades para la producción de material fisible.
Conforme a lo expuesto, pareciera, entonces, que el mundo está condenado a vivir, o más bien, sobrevivir, con la presencia de las armas nucleares. Claro que, en honor a la verdad y en el ánimo de celebrar algunos acontecimientos que abonan a favor de la desnuclearización, hay que decir que de 2009 a la fecha, hay acontecimientos que permiten generar un optimismo moderado. Por ejemplo, el 15 de julio de 2009, el Tratado de Pelindaba que posibilita la creación de una zona libre de armas nucleares en África, entró en vigor. Previamente, el 21 de marzo, el Tratado de Semipalatinsk para la creación de la zona libre de armas nucleares de Asia central, también entró en vigor.
En septiembre del mismo año, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas –con la participación de México-, adoptó una resolución políticamente vinculante que estableció un amplio consenso en torno a acciones para promover el desarme y la no proliferación, y para hacer frente a la amenaza del terrorismo nuclear. Mientras tanto, en la Conferencia de Desarme de Ginebra –la cual, hay que decirlo, sigue operando conforme a la lógica de la guerra fría y requiere una actualización urgente- sus miembros acordaron, luego de 12 años de estancamiento, la apertura de negociaciones para lograr la reducción de material fisible. Claro está, que las objeciones de Pakistán, han bloqueado el proceso, pero se espera que en las siguientes semanas se pueda buscar una solución.
El 8 de abril del año en curso, Estados Unidos y Rusia suscribieron el nuevo Tratado sobre Reducción de Armas Estratégicas (START), que si bien plantea reducciones muy modestas a las armas nucleares desplegadas por ambas potencias, constituye un avance sustancial por cuanto hace al establecimiento de medidas de confianza, por ejemplo, al posibilitar inspecciones mutuas.
Por supuesto que falta un enorme camino por recorrer. En la más reciente revisión del TNP celebrada en mayo, el programa nuclear de Irán estuvo en el ojo de la tormenta cuando el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas –con el voto favorable de México- aprobó una cuarta ronda de sanciones contra Teherán. Este tema convirtió en rehén a la conferencia revisora del TNP, abocada a evitar la proliferación horizontal –es decir, hacia países que no tienen armas nucleares-, en tanto la proliferación vertical –de los países que sí las tienen y las siguen desarrollando y perfeccionando, en particular, EEUU, Rusia, la RP China, Francia y la Gran Bretaña- se mantuvo con un bajísimo perfil. Sin embargo, hay un hecho muy importante, que pasó prácticamente inadvertido por la opinión pública: el Departamento de Estado de la Unión Americana dio a conocer, el 3 de mayo, datos actualizados sobre el arsenal nuclear estadunidense. Los datos más recientes correspondían a 1994. Gracias a esta actualización, se sabe que, en el momento actual, Estados Unidos posee unas 9 600 armas nucleares.
Es verdad que las armas convencionales, en particular, las ligeras y pequeñas, son las que en realidad cobran las vidas de miles de personas en los conflictos, y que su tráfico ilícito hace verdaderos estragos en la seguridad de las naciones, como se observa en el caso mexicano. Ello no significa, sin embargo, que los logros en materia de desarme en torno a las minas terrestres anti-personal y las municiones de racimo, amén de los esfuerzos para combatir el tráfico ilícito de armas pequeñas y ligeras, deban suprimir u oscurecer el debate en torno al desarme de las armas de destrucción en masa. Unas y otras vulneran la seguridad internacional, aunque de manera distinta. Por lo tanto, aun cuando el método preferido para combatir el terrorismo internacional en estos momentos es el militarismo, los esfuerzos a favor del desarme deben continuar por el bien de la humanidad.
- María Cristina Rosas es Profesora e investigadora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México
etcétera, 6 de agosto, 2010
https://www.alainet.org/es/articulo/143276?language=es
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