Kirguizistán, en la geopolítica
22/06/2010
- Opinión
“La violencia jamás resuelve los conflictos, ni siquiera disminuye sus consecuencias dramáticas”:
Juan Pablo II (1920-2005).
Juan Pablo II (1920-2005).
En un mundo globalizado como es este, ahora todo conflicto que surge en cualquier país de la tierra adquiere, precisamente por eso, un carácter global. Para bien o para mal, pero igualmente cae en el ámbito de la geopolítica. Porque siempre salen a relucir —más temprano que tarde— los intereses tanto internos como los externos que, en muchos casos, entran en juego y determinan las variables tanto económicas como políticas y hasta sociales internas de los países en cuestión.
Visto así el asunto, la situación por la que está pasando ahora Kirguizistán, o Kirguistán, el pequeño país de la región del Asia Central —que al este colinda con China, al norte con Kazajstán, al poniente con Uzbekistán y al sur con Tayikistán—, llama la atención porque alcanza el grado de “catástrofe humanitaria” y por varias razones más:
1) El clima de violencia que a flor de piel se nos presenta como un conflicto interétnico entre kirguisos y uzbekos, en la zona oriental del país en las ciudades de Osh y Jalalabad. Pero que seguramente tiene explicaciones de fondo.
2) La tragedia que representa el número de muertos por los choques ocurridos hace una semana, y que hace días se suponía alcanzaba la cifra de 191, unos 1900 heridos y 400 mil refugiados, según las últimas cifras del Ministerio de Sanidad; apenas ayer se confirmó que son, al menos, unos 251 los muertos y otros 2,192 heridos. Pero según la presidenta interina, Roza Otunbáyeva, “la cifra real de víctimas mortales es más elevada, incluso podría ser 10 veces más de lo presentado hasta ahora”. Alarmante.
3) Los refugiados partieron hacia Uzbequistán (unos 75 mil; de minoría uzbeka), el país vecino, pero los afectados por el conflicto alcanzan al menos la cifra del millón de personas. Y todas necesitan albergue, alimento, vestido y atención médica, según el reporte de Naciones Unidas.
Kirguizistán es una exrepública de la órbita soviética. Pese a ser el país más pequeño y pobre de la región (el 40 por ciento de su población vive por abajo del umbral de pobreza), su posición en Asia Central resulta estratégica y por eso entra en la disputa territorial de al menos tres de los imperios que disputan la zona: el ruso, el estadounidense y ¿el chino? Todos la quieren por su riqueza singular.
Aparte del petróleo y el gas que está en la disputa desde el desmembramiento de la Unión Soviética en diciembre de 1991, en los países vecinos y en el propio Kirguistán, éste cuenta con yacimientos de minerales importantes, principalmente de oro. Y por su cercanía con China, este país es tanto geoeconómica como geopolíticamente importante para quien mantenga el control.
Los enfrentamientos ocurren desde que en abril pasado un golpe de Estado con lujo de violencia derrocó el presidente en turno Kurmanbek Bakiev. Se dijo que la movilización fue organizada por el gobierno de la capital del país, Bashkek. Y que luego, los partidarios de Bakiev organizaron a mediados de mayo pasado, las protestas a gran escala tanto en su mayor región de influencia, Osh como en Jalalabad.
El 19 de mayo francotiradores enviados por el presidente depuesto dispararon contra manifestantes y dejaron un saldo de al menos 74 muertos en Jalalabad. Ese mismo día, la presidenta interina, Roza Otunbáyeva (ella habría sido nombrada vocera del Frente Unido, de los partidos opositores desde marzo), dijo que estaría en el cargo hasta el 2011, descartando organizar elecciones en octubre como había previsto. Y reconoció: “Es un conflicto entre dos etnias. Necesitamos fuerzas y recursos para frenar y enfriar a la muchedumbre”.
El primer país que reconoció el interinato de Roza, en lo que se da en llamar “la segunda revolución de los tulipanes” y mediante la cual se hizo del poder, fue Rusia. Pero se presume que la señora también tiene buenos nexos con Estados Unidos. No se olvide que el presidente Bakiev era un aliado incondicional de EU, porque recibió en su territorio al Pentágono cuando éste organizó la guerra contra Afganistán, aún a cambio de fuertes cantidades de dólares. Por lo mismo, así como Rusia está mediando con Roza, EU busca incidir también.
Fue justamente “la primera revolución de los tulipanes”, la que colocó a Bakiev en el poder en la presidencia de Kirguizistán en el 2005. Pero el asunto no es sencillo, aún visto desde la geopolítica de la región —o precisamente por ello—, porque el propio presidente abusó de las circunstancias con beneficio familiar. Lo que le ganó el repudio popular.
Las tropelías estuvieron a la orden del día. En 2009, por ejemplo, Bakiev revisó un artículo de la Constitución que enmendaba lo dispuesto en el tema de la sucesión presidencial, en caso de fallecimiento. Pronto se interpretó como que quería implantar un “sistema dinástico”. Además colocó al hijo y otros miembros de su familia en puestos clave, donde podían amasar dinero a título personal.
Pero las protestas en su contra se aceleraron desde marzo pasado, cuando determinó imponer alzas en la energía y las telecomunicaciones, con precios cuadruplicados. Además privatizó la mayor proveedora de electricidad del país —a ciertos “amigos” a quienes les vendió por menos del 3 por cieno de su valor— y duplicó el precio de la electricidad. En tanto que el gas aumentó también pero en un 1000 por ciento. Por eso se ganó el repudio social.
Seguramente por el valor le daba estar bien con Dios y con el diablo. Porque tanto tenía a los EU como aliado, como a los rusos igual al permitirles una base militar también. Por todo, en el fondo, el problema suena tanto a ser azuzado desde adentro por el propio Bakiev, como alentado desde afuera por las potencias que están tras la cortinilla territorial. Porque geopolítica y geoeconómicamente les conviene —a cualquiera de los tres: EU, Rusia y China— controlar Asia Central. El caso es que la crisis humanitaria la padece la población.
https://www.alainet.org/es/articulo/142323?language=es
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