Entrevista concedida a Roberto Bugliani y publicada originalmente por la revista italiana Rosso XXI
La revolución del Arco Iris
15/01/2010
- Opinión
Conforme a los medios de información internacional, el derrocamiento de Jamil Mahuad, registrado como el primer golpe de Estado del siglo XXI a nivel mundial, tuvo como protagonista a la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE). ¿Qué motivos explican la insurrección indígena?
El movimiento indígena ha venido ganando presencia y respetabilidad desde su aparecimiento en la escena pública con el levantamiento del Inti Raymi (Fiesta del Sol) del verano de 1990 y correlativamente al proceso de lumpenización del sistema político formal ecuatoriano ya detectado por Agustín Cueva desde la época del febrescorderato (1984-1988). Si a este marco general se agrega la agudización de la crisis crónica del capitalismo ecuatoriano -especialmente en 1999, año del crack financiero y la moratoria de la deuda Brady-, así como la performance mahuadista encaminada a enjugar los problemas de la socioeconomía ya desde un reaccionario capitalismo de Estado (estatización de la banca quebrada), ya mediante las archiconocidas fórmulas antipopulares del FMI, resultan fácilmente explicables el extendido malestar y las acciones contestatarias de los indígenas, los más pobres dentro de los pobres de este atribulado país.
En realidad, la rebeldía venía fermentando. Durante el año y medio del régimen demócrata cristiano, la CONAIE se movilizó pacíficamente en tres ocasiones: las dos primeras para respaldar las jornadas de protesta de distintos sectores sociales y laborales contra medidas atentatorias a la economía popular, como las desmesuradas alzas de los combustibles, y la última, con el definido propósito de “deponer a los tres poderes del Estado y refundar el país”.
Episódicamente, la caída de Mahuad se prefiguró con una nueva “toma de Quito” por trashumantes y nutridos contingentes indígenas de distintas nacionalidades y la integración, por convocatoria de la propia CONAIE y de la Coordinadora de Movimientos Sociales (CMS), del Parlamento de los Pueblos del Ecuador, presidido inicialmente por el arzobispo católico Alberto Luna Tobar y posteriormente por el líder indio Antonio Vargas. La constitución de esta suerte de poder dual resultó nefasta para el gobierno mahuadista.
¿Cómo entender la adhesión de los militares a la rebelión?
Conforme a revelaciones ulteriores a los acontecimientos, el desgaste de la administración había escindido a las Fuerzas Armadas en dos fracciones. Por un lado, la cúpula de generales encabezada por Carlos Mendoza, ministro de Defensa y jefe del Comando Conjunto, y por otro, la fracción de coroneles y oficiales jóvenes con algún background académico liderada por Lucio Gutiérrez.
El primer grupo, ciertamente inconforme con la corrupción y la ineptitud del mandatario (un Harvard boy), terminó alineado con la tesis de la sucesión constitucional que venía esgrimiendo abiertamente la oligarquía patricial, al tiempo que promovía paladinamente los nombres del presidente Gustavo Noboa y de Juan José Pons, titular del Congreso. El segundo grupo, el propiamente insurreccional, habíase inclinado progresivamente al planteamiento de la CONAIE y la CMS, orientado a la conformación de una Junta de Salvación Nacional que proyectaría al nuevo siglo el ideario de los revolucionarios “julianos” de 1925, movimiento que desplazó del poder a la bancocracia de la época y sentó las bases para la estructuración de un mini-Estado social que alcanzó su mayor expresión en los años setenta.
¿Por qué causas no logró consolidarse la Junta de Salvación Nacional?
La vida efímera de la Junta, apenas duró entre el 21 y el 22 de enero, se debió a factores como la reacción de poderosas fuerzas sustentadoras del establecimiento. León Febres Cordero -expresidente de un gobierno de triste recordación, alcalde del principal puerto y líder indiscutido del Partido Social Cristiano- habría amenazado incluso con la secesión de la provincia del Guayas; la Casa Blanca blandió el chantaje de un bloqueo similar al que mantiene contra Cuba desde hace cuarenta años; los cipayos gobiernos regionales condenaron escandalizados la “ruptura del orden constitucional en el Ecuador”; en fin, las cámaras patronales, los politicastros profesionales y particularmente los canales de TV se deshicieron en loas a la democracia burguesa. No obstante, pienso que la Junta de Salvación Nacional -integrada finalmente por el traidor Mendoza, Antonio Vargas y Carlos Solórzano- no pudo resistir, sobre todo, el miedo a una democracia genuina y la fobia contra la chusma indígena que afloraron desde el subconsciente blanco-mestizo.
El Ecuador vive ahora una especie de tregua política, aunque los problemas de fondo seguramente están latentes. ¿Cómo caracterizar básicamente al conflicto político ecuatoriano?
A riesgo de esquematizar y empobrecer la realidad pienso que el Ecuador contemporáneo ilustra sobre el choque de dos proyectos de funcionamiento social: la modernización refleja y la aceleración evolutiva (Darcy Ribeiro). El primero, defendido especialmente por las élites criollas e internacionales y sus respectivos sistemas de propaganda desde la creencia -refutada por la práctica- sustentaría que los lacerantes problemas del país (y del mundo “subdesarrollado” en general) son susceptibles de resolución mediante la agregación de pautas tecnológicas, productivas, organizativas y culturales primermundistas. Aquello que actualmente presupone y defiende la fórmula del mercado y la democracia formal. El otro proyecto, el de la aceleración evolutiva, se identificaría con una propuesta de avance de la sociedad desde definiciones nacionales, desde una relación íntima del hombre con la naturaleza, desde una concepción del mercado que presupone un intercambio de conocimientos y solidaridad, desde la comprensión de la democracia como una hecho culturalpolítico continuo, desde el rescate de la utopía como la suma de los anhelos colectivos… A este proyecto adhieren racional y emocionalmente los cada vez más vastos contingentes de náufragos de la Globalización, el Progreso, el Crecimiento, el Desarrollo, la Modernización… En el propio caso ecuatoriano, el proyecto de la aceleración evolutiva estaría incorporando seculares postulados éticos de los quichuas, como el tríptico ama quilla (no haraganear), ama llulla (no mentir) y ama shua (no robar).
De modo simbólico podría decirse que el Ecuador está naciendo al siglo XXI en medio de un evidente conflicto entre la macdonalización y la multicolor huipala (bandera) con que los indios de estas latitudes han resistido al modelo europeo a lo largo del Reich de los 500 años.
En síntesis, se trataría de la confrontación entre dos cosmovisiones de la realidad.
El teólogo costarricense Pablo Richards ha equiparado a la situación actual del Tercer Mundo con la que soportaron los primeros cristianos bajo el Imperio Romano, al cual los cristianos bautizaron como “la Bestia idólatra asesina”, a la que no tenía sentido oponer la fuerza, dado su poderío y violencia. Y, por lo mismo, había que enfrentarla desde los valores del espíritu.
Pienso que no por casualidad a la rebelión que dio al traste con el títere Mahuad, los indígenas le han consagrado para la historia del futuro con el estético nombre de Revolución del Arco Iris.
¿Qué relación encuentra entre la insurrección en México del EZLN el 1 de enero de 1994 y la de la CONAIE del último 21 de enero?
El motivo de la insurgencia de los pueblos es siempre el mismo: luchar contra la opresión y la injusticia.
¿La caída de la Junta de Salvación Nacional constituye una derrota del movimiento indígena-popular?
No. Simplemente un episodio más dentro de una confrontación que ya cumplió medio milenio.
Conozco que la CONAIE y la CMS han comenzado la preparación del II Encuentro Intergaláctico por la Humanidad y contra el Neoliberalismo.
(Tomado del libro en preparación Antihistoria ecuatoriana)
- René Báez, economista ecuatoriano, es catedrático universitario, Premio Nacional de Economía y miembro de la International Writers Association.
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