El muro de Berlín: pedacitos de libertad
10/11/2009
- Opinión
Washington DC.- El Museo de las Noticias o Newseum ubicado en Washington a espaldas del mall smithsoniano, tiene, entre sus atracciones, varios bloques del Muro de Berlín, los cuales son vistos con particular interés por los visitantes (la otra atracción de este museo es una de las antenas que alguna vez estuvo en la azotea de uno de los edificios del World Trade Center y que fue recuperada luego de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001).
Lo anterior significa que no necesariamente hay que viajar a Alemania para poder ver y fotografiar los vestigios de aquella infame construcción erigida en el marco de la guerra fría a partir del 15 de agosto de 1961. El Mauer, como se le conoce en alemán, dividió ilegalmente la ciudad de Berlín (aunque las protestas de EU, Gran Bretaña y Francia, países que tendrían que haber hecho o dicho algo en razón de que eran potencias que tenían ciertas responsabilidades, junto con la URSS, respecto a la suerte de Alemania tras su división y mutilación al término de la segunda guerra mundial, fueron muy tenues y diplomáticas). Tras la edificación del Mauer, la gran mayoría de los alemanes orientales quedaron impedidos para viajar o visitar Berlín –y/o Alemania- Occidental. Sin embargo, los alemanes occidentales que quisieran ir a Berlín Oriental, podían ingresar sin grandes problemas, en particular, a partir de 1971. De hecho, a muchos de ellos les vino bien la edificación del Mauer porque así podían tener, independientemente de su estatus marital en Alemania Occidental, una o más novias en Berlín –y/o Alemania Oriental- y como estas mujeres no podían cruzar a la porción germano-occidental, las infidelidades de los alemanes occidentales quedaban resguardadas por el Mauer. Por eso es que cuando cayó el Mauer, los alemanes occidentales infieles empezaron a tener problemas porque su (s) novia (s) alemanas orientales fueron al territorio germano occidental a buscarlos. Esto ilustra que, pese a todo, la caída del Mauer no fue bien recibida, al menos por los alemanes occidentales infieles.
En cualquier caso hay que honrar a quien lo merece y si bien la caída del Mauer fue un hecho espectacular con enorme relevancia política, estratégica y económica –y también muy mediatizada-, fue Hungría quien dio el primer paso el 2 de mayo de 1989 para deponer la llamada cortina de hierro al eliminar la malla de metal de unas 150 millas de longitud que separaba al territorio húngaro de Austria. Si Hungría no hubiera dado ese paso, es posible que el desplome del Mauer habría tomado más tiempo. Empero, como la malla de metal era menos vistosa que el Mauer, la caída de la cortina de hierro recibió muy poca cobertura.
El Mauer es paradójico. Simbolizó la represión, la confrontación Este-Oeste y el punto de equilibrio que tanto Estados Unidos como la Unión Soviética establecieron en el continente europeo, en general y en Alemania, en particular. Sin embargo, hoy, los pedazos del Mauer que están por todos lados, constituyen un símbolo de libertad.
Estados Unidos ha defendido la libertad (a su manera y en su muy particular concepto) en todo el mundo y no debe sorprender, por tanto, que haya montones de pedazos del Mauer por lo menos en 26 de los 50 estados de la Unión Americana. Así, hay partes del Mauer en una escuela comunitaria en Hawai, en un restaurante flotante en Maine, en un parque cercano a la “zona cero” donde alguna vez estuvo el World Trade Center, en siete bibliotecas presidenciales, en una estación del tren elevado en Chicago, en el baño para caballeros de un casino en Las Vegas, en la cafetería de la sede principal de la empresa Microsoft en Redmond, en el Fuerte Knox, en la sede de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), en el Hard Rock Cafe de Orlando, etcétera. Quizá sería un buen momento para preguntar qué tanto del Mauer queda en Alemania (bueno, algo queda, toda vez que a Mijaíl Gorbachov se le puede ver recientemente en un anuncio comercial de equipajes de la firma Louis Vuitton, con una sección del Mauer en Berlín).
Pero, amén de los fragmentos que están en Estados Unidos en los lugares arriba referidos, también hay venta de otros pedazos hasta en Internet. En la tienda de subastas ebay se puede adquirir un cachito del tamaño de una pelota de golf del Mauer por 20 dólares. Es factible también comprar un bloque cuyo precio va de 10 mil a 30 mil dólares, dependiendo de la calidad del grafiti que posee. Hay igualmente la posibilidad de convertir en aretes, anillos, dijes y pulseras fragmentos del Mauer.
La pregunta importante es ¿por qué hay tanta fascinación con los fragmentos del Mauer? En algunos casos puede tratarse de esnobismo (“ay Chuchis, fíjate que tengo un pedazo del Muro de Berlín, o sea ¿ves?”), y en otros es posible que haya un interés que puede ir desde lo decorativo pasando por el significado político, cultural y/o social que posee.
Es igualmente probable que la posesión masiva de los fragmentos del Mauer sea una forma de “repartirlos” en tantas manos que sea imposible reconstruirlo, con una idea semejante a la de un rompecabezas pero a la inversa: si cada quien posee una parte y se asegura de retenerla, el fatídico Mauer no volverá a erigirse.
Lo que es tanto a más importante que el colapso del Mauer es evitar la edificación de nuevas divisiones en el mundo, sea entre israelíes y palestinos, o entre estadunidenses y mexicanos. Aun cuando el Mauer berlinés ya es historia, hay otros muros que siguen su curso y por ello, el mejor homenaje a los 20 años de la caída del Mauer, es que se trabaje en su desmantelamiento.
- María Cristina Rosas es profesora e investigadora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México
https://www.alainet.org/es/articulo/137608?language=es
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