Autoritarismo
30/09/2009
- Opinión
Los líderes y regímenes autoritarios se afanan por darse una imagen de gobernantes expeditos, de rápida y enérgica reacción. Un afán que, en la realidad, solo disimula una ignorancia: la de desconocer que las realidades y procesos sociales tienen una rica complejidad en la que abundan intereses, posturas e ideas contrapuestas que, en cada caso, apuntan hacia diversas alternativas de solución, con las que es preciso trabajar de forma incluyente.
Para el discurso de los autoritarios --que es un rosario de esquemas en blanco y negro--, lo que toca es escoger una opción y hacerla valer de un solo manotazo. Generalmente, una opción simplista que sirva para dar pie a un gesto espectacular. Sin embargo, ese método apenas si da resultados temporales, que solo podrán alargarse violando derechos ciudadanos y endureciendo la represión. Pero si la gente no se deja dar rejo, el gesto machista queda en un palmo de narices.
El autoritarismo se basa en ejercer el mando, no en el arte democrático de gobernar. Sobre esto, el pasado 19 de septiembre Martín Torrijos señaló algo que vale recordar. Dijo que no es lo mismo mandar que gobernar, puesto que quien manda impone decisiones sin consultar, razonar ni persuadir, mientras que gobernar implica construir consensos y estimular la participación. Porque el mando conduce a reducir a las personas a la condición de súbditos, pero gobernar exige desarrollar ciudadanía.
Al revés del autoritarismo, el método democrático reconoce que en todo conglomerado social hay una rica pluralidad de intereses y alternativas que lo dinamizan al competir entre sí. Eso puede dar lugar a conflictividades y a concertaciones. El mando autoritario supone que con su “mano dura” puede forzar la sociedad a portarse como él pretenda. De allí el conocido dicho del sátrapa cubano Fulgencio Batista según el cual “hay que darle candela a la lata hasta que suelte el fondo”… Ya sabemos con qué resultados.
En cambio, el liderazgo democrático propone un proyecto estratégico, sopesa las contradicciones en curso y convoca a los participantes para construir convergencias pactadas, de más amplia aceptación social. Esto es lo que propicia ir al desarrollo en vez de ir al conflicto.
- Nils Castro es escritor y catedrático.
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