Improbable que la Cumbre acorte distancia entre Washington y América Latina
- Opinión
La administración de Obama está buscando un “nuevo comienzo” en el hemisferio y una “alianza más equitativa” con América Latina – según el funcionario designado por Obama para la Cumbre de las Américas. La Cumbre reunirá a 34 presidentes del continente americano en Trinidad y Tobago entre el 17 y 19 de abril.
Pero hay pocas acciones que puedan alcanzar la retórica y el golfo político entre Washington y la mayor parte de América Latina es grande y sigue creciendo.
Como se espera, la administración de Obama anunció la relajación de las restricciones sobre los viajes y las remesas de los cubano-estadounidenses con familiares en la isla, y también abrió algunos vínculos en el área de las comunicaciones. Éstas fueron noticias bien recibidas por parte de estos cubano-estadounidenses y de algunas corporaciones de telecomunicaciones. Pero no impresionará al resto del hemisferio. Varios presidentes, incluyendo a Lula da Silva de Brasil, le han hecho un llamado a Obama para que le ponga fin al embargo de 47 años. Hay un resentimiento ampliamente compartido en lo que se ve como un feo recordatorio de una era en la que Washington, con mucha frecuencia, decidía cuales gobiernos en la región permanecerían y cuales fracasarían.
Cuba hasta ahora ha sido un problema de política doméstica más que de política exterior, debido a la influencia de los cubano-estadounidenses en la Florida, un estado que ha decidido dos de las últimas tres elecciones presidenciales en EE.UU. Esa es la simple razón por la cual Obama no eliminará el embargo, pero ahora la política de EE.UU. hacia Cuba también se está convirtiendo en un verdadero problema de política exterior. El mes pasado el Senador Richard Lugar, un líder republicano en política exterior que es un íntimo amigo del Presidente Obama, le escribió al Presidente que “nuestra política (hacia Cuba) puede servir como un impedimento para ganar apoyo para objetivos más grandes en la región”.
Él pudo haber dicho lo mismo sobre nuestra política hacia Venezuela, donde Washington apoyó un golpe militar que fracasó en contra el gobierno electo del Presidente Hugo Chávez en el año 2002, y ha intentado – sin éxito – socavar y aislar a ese gobierno desde entonces. Desafortunadamente, el Presidente Obama también esta siendo mal aconsejado en este tema. Aunque Chávez, al igual que los otros presidentes de izquierda en la región, le dio la bienvenida al presidente de EE.UU. con los brazos abiertos, la administración de Obama inmediatamente inició una guerra de palabras con declaraciones hostiles que seguramente envenenaron las relaciones desde el comienzo. Esto fue un error, aún si estas acciones son bien recibidas en el sur de Florida.
La administración de Obama también ha hecho muy poco para restaurar relaciones con Bolivia, donde el apoyo de la administración de Bush a la oposición política, la suspensión de las preferencias comerciales de Bolivia en el mercado de EE.UU., y una larga historia de interferencia no deseada sumida bajo el manto de “la guerra contra las drogas”, ha amargado las relaciones con el primer presidente indígena de Bolivia. El equipo de Obama también aún tiene que revertir las hostiles acciones en enero de la administración de Bush en la Organización Mundial de Comercio (OMC), cuando se opuso al pedido de Bolivia para que los hospitales públicos y la asistencia médica fueran exentos de la posible apropiación por parte de corporaciones extranjeras, en cumplimiento con la nueva constitución de Bolivia.
Nada sería más fácil para esta administración que dar un borrón y cuenta nueva y normalizar las relaciones con Cuba, Venezuela y Bolivia. No hay asuntos que prevengan semejante normalización – ninguno de estos países tiene algún programa nuclear, todos están en contra del terrorismo y el tráfico de drogas y ninguno de ellos representa siquiera la más mínima amenaza a la seguridad de Estados Unidos.
El panorama político de América Latina ha cambiado drásticamente durante la última década, con gobiernos de izquierda ahora en el poder en casi toda la región. Aún antes de la desaceleración global actual, la mayoría de ellos habían rechazado el experimento económico fracasado que el gobierno de EE.UU. todavía apoya. Pero los círculos de política exterior de Washington casi no han cambiado su actitud hacia América Latina. Hasta que lo hagan, el golfo entre el Norte y el Sur en el hemisferio permanecerá.
- Mark Weisbrot es codirector del Center for Economic and Policy Research (CEPR), en Washington, D.C. Obtuvo un doctorado en economía por la Universidad de Michigan. Es coautor, junto con Dean Baker, del libro Social Security: The Phony Crisis (University of Chicago Press, 2000), y ha escrito numerosos informes de investigación sobre política económica. Es también presidente de la organización Just Foreign Policy.
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