El nuevo socialismo en el escenario de la patria grande

17/04/2009
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  • Opinión
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El tránsito a un nuevo socialismo puede tener como primer escenario las fronteras nacionales de un país o grupo de países.
 
En Cuba, tiene casi medio siglo de vigencia una revolución de orientación socialista, con un modelo de tránsito que devino en predominantemente estatista, modificado parcialmente –y no en el sentido de la socialización- después del inicio del llamado periodo especial. El proceso cubano es una herencia del socialismo de Estado del siglo XX pendiente de cambios sustanciales, en constante brega con las raíces nacionales y6 caribeñas de ese proceso.
 
En los hechos la voluntad de tránsito al socialismo ha ido expresada también en Venezuela con bastante claridad, acompañada de los primeros pasos en esa dirección.
 
En ese país hermano es claro un proceso hacia la revolución, que ha modificado significativamente factores del poder temporal y del poder permanente, declarando- todavía sin desplegarse en amplitud y profundidad y confrontando serios obstáculos internos y externos- la necesidad de un nuevo socialismo
 
En Ecuador y en Bolivia tienen lugar procesos de reformas avanzadas, cambios en le sistema político en dirección a una democracia participativa, junto a medidas todavía insuficientes en el desmonte del neoliberalismo en crisis y más aun del dominio capitalista-imperialista, acompañadas de proclamas esporádicas en favor del “socialismo del siglo XXI”.
 
En otros países, si bien es clara la inclinación del electorado por opciones proclamadas de izquierda y centro-izquierda, la conciliación o no beligerancia de las candidaturas triunfantes con  la herencia neoliberal es más que evidente; así como la proclividad a no traspasar los límites estructurales permitidos por el imperialismo estadounidense. Esto con algunas excepciones, en las que pesa bastante el anti-imperialismo y la herencia de izquierda, como es el caso del sandinismo nicaraguense.
 
Como consecuencia de la gran crisis capitalista mundial, a todas luces agravada y multiplicada en el curso de la restructuración neoliberal; presente la tendencia a la depresión y al colapso económico por la convergencia de múltiples crisis de raíces estructurales y evidente también el descrédito de los modelos neoliberales, ha brotado en las alturas del sistema la ilusoria idea de volver a algunas recetas keynesianas, y más específicamente al rol interventor y regulador del Estado para salvar el capital, lo cual luce insuficiente para la superación  de esta crisis realmente inédita, aunque si podría en algunas situaciones atenuar aristas de ella e inclinar a ciertas corrientes de izquierda en esa dirección.
 
En Venezuela, Ecuador y Bolivia, más en el primero que en los otros dos, puede hablarse de la posibilidad  de transformaciones más o menos profundas, de proyectos de sociedades post-neoliberales, influidos por ideas socializantes. Y esto refuerza la actualidad del socialismo como alternativa al capitalismo, conscientes sí que el proyecto transformador en esos países apenas está en sus albores y enfrenta no pocas obstrucciones internas.
 
En Cuba la revolución es un hecho desde hace muchos años. El carácter anticapitalista del proceso siempre ha tenido fuerza y lo que está en juego la actualidad desde el punto de vista revolucionario es el reemplazo de un modelo estatista-burocrático agotado por un modelo participativo, autogestionado y democrático de tránsito al socialismo, que le cierre el paso tanto a  la traumática recolonización capitalista aupada por EEUU y la mafia cubano-americana de Miami como a la tendencia  que favorece el modelo chino.
 
Cuba resistió los efectos demoledores del colapso del “socialismo irreal” y de la desintegración de la URSS, hasta que su revolución empalmó con este nuevo auge revolucionario y con un periodo en el que se plantea con mucha razón la necesidad de un socialismo diferente, ajustado a las exigencias y experiencias acumuladas a estas alturas del siglo XXI. Y esa confluencia en el tiempo –y a tiempo- le ha impreso una mayor subjetividad al proceso, elevando la mística continental a favor de los nuevos cambios.
 
Estamos, pues, ante la posibilidad de nuevos alternativas al neoliberalismo y de nuevos tránsitos al socialismo y ante el anuncio de otros procesos inspirados en ese ideal debidamente renovado; asumidos también por fuerzas insurgentes y no insurgentes en otros países, donde si bien no se han registrado cambios de gobierno en esa dirección, el proceso de acumulación de fuerzas es sumamente promisorio. Colombia, Perú, México y El Salvador -ahora a punto de estrenar el gobierno del FMLN- parecen haber generado más potencialidades para los cambios necesarios que otros países.
 
Esos procesos pueden avanzar más o menos aceleradamente en sus respectivos escenarios nacionales. Pero es claro ya –y esto es muy positivo- que la ola de cambios no se está expresando simplemente como tendencia al “tránsito al socialismo en un solo país”, sino como un proceso continental hacia la Patria Grande liberada, aunque con grandes límites y significativas carencias.
 
No olvidemos que el capitalismo es un sistema mundial, además de un orden de dominación integral (económica, social, política, militar, ideológica-cultural).
 
Por eso, el despliegue del tránsito al socialismo y el socialismo en su plenitud, son impensables sin una dimensión internacional, sin avances sostenidos sobre esa dominación mundial. Y esto, en nuestro caso, comienza por lo continental, dado que los límites nacionales le facilitan al imperialismo contenerlos, afectarlos, bloquearlos, estancarlos…
 
El tránsito al socialismo implica transformaciones profundas de largo aliento, que solo restándole progresivamente fuerzas productivas, espacios territoriales, mercados,  poder político, reservas naturales y científicas, y poderío militar al capitalismo y al imperialismo actual, podría completarse de la mejor manera.
 
Y esa no es meta alcanzable desde un país o grupo de países, sino desde un proceso continental y mundial, repleto de latinoamericanismo, antillanismo e internacionalismo revolucionario y nutrido por las luchas de los/as de abajo. Nada uniforme, suma de diversidades, variedades y múltiples actores de las transformaciones.

Continental como suma articulada y cooperante de las multi-raciales naciones caribeñas-latinoamericanas, y mundial como producto de la victoria planetaria del trabajo sobre el capitalismo explotador, excluyente, racista, xenófobo, machista, adulto-céntrico y ecocida; internacional sobretodo como sistema integrado de transiciones socialistas variadas hacia la socialización plena a escala mundial.

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