Acuerdos y desacuerdos en el G- 20

13/04/2009
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Cualquier ciudadano del planeta que conozca que las veinte economías más grandes del mundo, G-20, encargaron de la atención de la actual crisis económica mundial al Fondo Monetario Internacional (FMI) y a la Organización Mundial del Comercio (OMC), podrá concluir que, a las calamidades ya sufridas por el crac de 2008, reveladas en alzas exponenciales de desempleo y pobreza y de pérdidas descomunales de medios de ganancia, se sumarán nuevos quebrantos venidos de las terapias que esas instituciones aplicarán en el grave periodo crítico.

Millones de argentinos, coreanos, rusos, mexicanos y turcos, entre muchos otros, recuerdan las recetas del FMI para aclimatar el nuevo orden económico mundial, la “destrucción creativa”, como lo llamara su principal arquitecto, el ex presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan. Un estudio reciente de Rogoff y Reinhart sobre la evolución de las principales variables económicas, en las crisis de los últimos cien años, que incluye los colapsos bancarios más renombrados del mundo desarrollado, y algunos más, como los ocurridos tanto en los “tigres asiáticos”, como en Colombia y Argentina, concluye que “la naturaleza global de la crisis hará más difícil a muchos países encontrar salidas a través de mayores exportaciones”, que, “la reciente calma en los últimos años en las cesaciones de pagos de las deudas soberanas llegará a su fin” y que pueden “ crecer abruptamente”. Este es el desvelo primero del G-20, que la arteria que alimenta al corazón financiero mundial, los giros de las naciones endeudadas, no se obstruya, pues sería la hecatombe.

Triplicar la disponibilidad crediticia del FMI a 750.000 millones de dólares, para evitar el default de las economías en transición de Europa Oriental y de los países más débiles de América Latina, Asia y África, no será gratis. Cabe recordar la frase de Stiglitz acerca de las intervenciones de esa Institución, “El FMI es totalmente predecible. Cuando una nación está en la miseria, aprovecha la situación y le exprime hasta la última gota de sangre. Eleva la temperatura hasta que, finalmente, el caldero explota”. En tal dirección, el gran acuerdo de Londres del pasado dos de abril ratificó que las naciones débiles pagarán la crisis sin respiro, hasta el último céntimo. Lo anterior no dista mucho de la recomendación de la Misión de Consulta del FMI que visitó a Colombia a comienzos de 2009, garantizar “un fortalecimiento de los derechos de los acreedores”, lo que en buen romance significa pagar la deuda por encima de todo.

El acuerdo, del cual México ya va a “disfrutar” en cuantía superior a 40 mil millones, no se acompañó de soluciones para las contradicciones entre las potencias que se recrudecen en medio del drama económico. ¿Que pasó con el reclamo del Banco Central de China sobre la devaluación del dólar, fruto de la emisión monetaria, que desvaloriza dos billones de dólares de la reservas del gigante asiático? ¿Qué opina el resto de Europa de la negativa franco-alemana a adoptar un plan de rescate continental y que vuelve a España, Italia, Holanda y a otras naciones presas fáciles de los dos poderosos de la Unión? ¿Qué hay tras la oposición mayoritaria a más estímulos fiscales en Estados Unidos e Inglaterra, ajustando una cota superior a las operaciones de salvamento? ¿Qué de las demandas rusas -similares a las chinas- por rapar al Tío Sam el trofeo de Bretton Woods?

No se sabe que fue peor en Londres, si los acuerdos o los desacuerdos. Detrás de las declaraciones contra el proteccionismo aparecen los fantasmas posteriores al crac del 29. Krugman, Polanyi y mucho más, al evaluar los acontecimientos económicos de la década del treinta del siglo pasado, aseveraron que la última fase de la crisis fue la Segunda Guerra Mundial. Se verá si, de agravarse la recesión y tornarse en depresión, también se fermentaría una fase final de solución violenta, si Oriente podría soportar el peso de la recuperación de Occidente, si las contradicciones entre los bloques económicos se mantienen dentro de ciertos límites, en Londres todo eso quedó en suspenso.

 

https://www.alainet.org/es/articulo/133263
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