Relaciones con China ¿para qué?
- Opinión
Nuestras profundas discrepancias, de sobra evidentes, con el gobierno de Oscar Arias, no nos impiden reconocer el enorme significado que para un país pequeño y del Tercer Mundo como Costa Rica, tiene el establecimiento de relaciones diplomáticas con la República Popular China.
Sin embargo, una cosa es lo que el gobierno pretende con esas relaciones y otra muy distinta, las que deben construirse entre un país pequeño y económicamente atrasado como el nuestro, y esa inmensa nación, que emerge como una de las primeras economías del planeta. Esa discrepancia de visiones, surge de las radicales diferencias entre un gobierno neoliberal y el movimiento patriótico nacional. El primero, parte de una concepción del mundo que no toma para nada en cuenta los valores inherentes a la independencia y la soberanía. Para el segundo está, por encima de todo, la plena capacidad del pueblo costarricense para regir su destino.
Esto explica, como veremos, que las plenas relaciones entre Costa Rica y China, no representan lo mismo para los distintos actores políticos de la vida nacional. Para las fuerzas que dirige Oscar Arias, las relaciones con China son únicamente la oportunidad para fraguar grandes negocios, para la obtención de créditos blandos y hasta regalos simbólicos como el estadio nacional. Pero el interés de fondo es abrirles mercados a los exportadores locales, aunque no a todos, cuyas posibilidades de negocios con el principal socio comercial de Costa Rica, los Estados Unidos, decrecen conforme avanza la crisis. Es por eso que el gobierno insiste en la suscripción de un TLC con China, porque siguen viendo las relaciones con los países más desarrollados, como una manera de confirmar las maltrechas tesis de libre comercio. Pero ésa no es la vía del desarrollo nacional. Tampoco ha sido el camino empleado por el pueblo y el gobierno chinos, por más que algunos afirmen que China ha dejado de ser socialista.
Nosotros saludamos con beneplácito la apertura de relaciones diplomáticas con todos los pueblos del mundo, grandes o pequeños, desarrollados o subdesarrollados, ricos o pobres, sin importarnos la filosofía política que inspire a sus gobiernos y a sus estados. Los principios de esas relaciones fueron formulados y aceptados desde hace años, con la suscripción de la carta las Naciones Unidas: autodeterminación, no intervención en los asuntos internos de los otros, respeto, colaboración, ayuda mutua y paz entre las naciones.
Sin embargo, para un país como Costa Rica, las relaciones plenas con la República Popular China, no pueden ser vistas en el contexto del libre comercio o como una oportunidad para ofrecerles un modesto menú de mercancías locales o de algunos productos agrícolas, como el café y el banano. La oportunidad que se nos abre de ampliar en todos los campos las relaciones con China, va mucho más allá de la visión del tendero que inspira a Oscar Arias. Para los neoliberales, el mundo se compone únicamente de compradores y vendedores, de comerciantes e intermediarios, de oferta y demanda, de mercados abiertos y oportunidades de negocios. En ese mundo, no se dice ni media palabra sobre los derechos de los pueblos, sobre la propiedad social o las inversiones públicas. Para los neoliberales, hablar del desarrollo de las instituciones estatales o de la preservación irrestricta de nuestras riquezas naturales y sociales, es contra natura.
Y es precisamente sobre todo esto de lo que hay que hablar con China. Porque los dirigentes de China no ignoran el inmenso valor de nuestra ubicación geográfica, puerta abierta del Caribe y llave de los dos grandes océanos de la historia humana. Ellos conocen las inmensas riquezas que albergan nuestros mares, el carácter y las virtudes de nuestros agricultores y trabajadores y probablemente estarían interesados en cosas mucho más importantes que beberse una cerveza criolla. Desde el punto de vista de los intereses nacionales, China podría ser un formidable apoyo financiero y tecnológico para el desarrollo y consolidación de una buena parte del sector estatal de la economía. Con los chinos se podrían planificar inversiones conjuntas, basadas en la colaboración y el mutuo beneficio, impensables con otros estados capitalistas, como la puesta en marcha de una flota pesquera nacional, un sistema ferroviario local, interoceánico e incluso centroamericano, el desarrollo de un sistema portuario y aeroportuario eficiente y moderno, además de amplias y constructivas relaciones en el campo de la ciencia y el arte. Por su parte, China se ha convertido en un importador neto de alimentos y nosotros poseemos, además de magníficas tierras, notables experiencias en el campo agronómico ¿No tendríamos aquí una magnífica oportunidad de trabajo y colaboración para las organizaciones campesinas y las paupérrimas organizaciones de parceleros en manos del IDA?
El interés nacional nos dicta que las relaciones con China sean para eso; hablamos de relaciones de Estados, con un profundo y permanente impacto en el desarrollo nacional. Sin embargo ahora, con los neoliberales en el gobierno, hablar de instituciones estatales eficientes y potentes, en pocas palabras, hablar de propiedad social, de soberanía e independencia, es un esfuerzo inútil.
Leído en la calle. Frente a la casa de Arias. Lunes 24 Nov. 8pm
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