Propuestas alimentarias del Banco Mundial
30/09/2008
- Opinión
Entre las instituciones multilaterales que más activas se muestran a raíz de la crisis alimentaria y de combustibles está el Banco Mundial. Un mensaje de Robert Zoellick al Grupo de los Ocho explica algunas de las razones que motiva esa dinámica. "Esta es una prueba para el sistema mundial, que debe ayudar a los grupos más vulnerables y no puede fracasar" y agrega: "Los precios récord del petróleo y el encarecimiento de los alimentos constituyen una amenaza para un número creciente de países donde la pobreza y la inestabilidad social van en aumento. Ya se han producido disturbios a causa de la situación de los alimentos en más de 30 países, y cunde la intranquilidad por los elevados precios de los combustibles".
Es decir, el Banco entiende que se trata de un problema de estabilidad política generado por movimientos que todo lo podrían, como ya ha sucedido en la historia con episodios revolucionarios animados contra el hambre y por la comida. Se deduce de sus palabras que es una "bomba" que debe desactivarse. A contramano de las autoridades nacionales, que hablan de estar "blindadas" contra esta hecatombe, el Banco Mundial tiene serias prevenciones sobre lo que en Colombia puede suceder. En un Seminario realizado hace poco acerca de este problema, el diagnóstico respectivo no es tan alegre como cuando los responsables oficiales del sector agrícola hacen "rendición de cuentas".
La presentación del Director para Colombia y México, Axel Von Trotsenburg, que contiene "algunos elementos sobre la situación" del país, remarca que en el 41% de los hogares existe una prevalencia de inseguridad alimentaria (en 1989 era el 20%). Así mismo, que esto puede agravarse porque la inflación de alimentos es mayor que la general y porque existe una tendencia paulatina a la "pérdida de competitividad" en el comercio exterior. Es la consecuencia de ser "un país importador de granos básicos" y exportador de productos agrícolas tropicales ya que los incrementos de los precios de los primeros superan a los de los segundos. "Es probable que la balanza comercial agrícola tienda a deteriorarse", lo cual ya sucedió en relación con Estados Unidos, primer proveedor y cliente agrícola de Colombia; el acumulado comercial al mes de mayo (por primera vez en años) registró un déficit negativo de 12 millones dólares, al comprarle 800 y solo venderle 788.
No obstante, el Banco cree que con ciertos ajustes en el sector agropecuario puede cambiarse el panorama. Los programas que propone se limitan a mecanismos asistenciales de corto plazo, como redes de protección y "comida por trabajo" o ayuda alimentaria, o al fomento de la inversión rural a más largo aliento con los consabidos parámetros de productividad. A mi modo de ver, el asunto cobra mayor trascendencia, la seguridad alimentaria nacional no es un algo adjetivo, es esencial.
No puede restringirse al mero desempeño de las ramas de la agricultura, que es donde se hace la oferta, sino que debe abarcar otras áreas de bienestar social, como la nutrición de todos los colombianos, que no puede asumirse como un tema altruista sino, ante todo, como un asunto de seguridad nacional. Así mismo, es necesaria una política pública que actúe en las redes de distribución de alimentos -que tienen sus propias características- y que se tornan en una amenaza contra la población cuando pocos agentes toman control y posiciones dominantes en ellas, tal como está ocurriendo en muchas de las áreas urbanas del país.
No puede desestimarse la trágica coyuntura actual y repetir que con los dólares del carbón y del petróleo se puede comprar la comida, si precisamente ese modelo es el que nos tiene en apuros. Las restricciones a la exportación de excedentes que varios países han impuesto, la especulación en las bolsas de valores con las cotizaciones a futuros de alimentos, el alza en los precios de los insumos y la producción de agrocombustibles seguirán y sus impactos en el encarecimiento o en la ausencia física de productos básicos permanecerán. A esos factores atribuyen los estudios del Banco Mundial la explicación entre un 70%-75% del incremento de los precios.
Algunas sociedades como la mexicana han entendido esas señales y, por la vía institucional, están discutiendo la implantación de leyes de Soberanía Alimentaria y Seguridad Nutricional, igual en Brasil y en otras naciones del continente. Se persigue a la vez "Fortalecer y aumentar las capacidades productivas" y "Lograr el acceso a una alimentación correcta, culturalmente aceptable, inocua, sana, suficiente y variada, fundamentalmente mediante la producción y abasto nacional". ¿Se necesitarán más hambre y malestar social para que Colombia adopte rumbos similares y sea consecuente con ellos?
Eltiempo.com, Bogotá, octubre 1 de 2008
Es decir, el Banco entiende que se trata de un problema de estabilidad política generado por movimientos que todo lo podrían, como ya ha sucedido en la historia con episodios revolucionarios animados contra el hambre y por la comida. Se deduce de sus palabras que es una "bomba" que debe desactivarse. A contramano de las autoridades nacionales, que hablan de estar "blindadas" contra esta hecatombe, el Banco Mundial tiene serias prevenciones sobre lo que en Colombia puede suceder. En un Seminario realizado hace poco acerca de este problema, el diagnóstico respectivo no es tan alegre como cuando los responsables oficiales del sector agrícola hacen "rendición de cuentas".
La presentación del Director para Colombia y México, Axel Von Trotsenburg, que contiene "algunos elementos sobre la situación" del país, remarca que en el 41% de los hogares existe una prevalencia de inseguridad alimentaria (en 1989 era el 20%). Así mismo, que esto puede agravarse porque la inflación de alimentos es mayor que la general y porque existe una tendencia paulatina a la "pérdida de competitividad" en el comercio exterior. Es la consecuencia de ser "un país importador de granos básicos" y exportador de productos agrícolas tropicales ya que los incrementos de los precios de los primeros superan a los de los segundos. "Es probable que la balanza comercial agrícola tienda a deteriorarse", lo cual ya sucedió en relación con Estados Unidos, primer proveedor y cliente agrícola de Colombia; el acumulado comercial al mes de mayo (por primera vez en años) registró un déficit negativo de 12 millones dólares, al comprarle 800 y solo venderle 788.
No obstante, el Banco cree que con ciertos ajustes en el sector agropecuario puede cambiarse el panorama. Los programas que propone se limitan a mecanismos asistenciales de corto plazo, como redes de protección y "comida por trabajo" o ayuda alimentaria, o al fomento de la inversión rural a más largo aliento con los consabidos parámetros de productividad. A mi modo de ver, el asunto cobra mayor trascendencia, la seguridad alimentaria nacional no es un algo adjetivo, es esencial.
No puede restringirse al mero desempeño de las ramas de la agricultura, que es donde se hace la oferta, sino que debe abarcar otras áreas de bienestar social, como la nutrición de todos los colombianos, que no puede asumirse como un tema altruista sino, ante todo, como un asunto de seguridad nacional. Así mismo, es necesaria una política pública que actúe en las redes de distribución de alimentos -que tienen sus propias características- y que se tornan en una amenaza contra la población cuando pocos agentes toman control y posiciones dominantes en ellas, tal como está ocurriendo en muchas de las áreas urbanas del país.
No puede desestimarse la trágica coyuntura actual y repetir que con los dólares del carbón y del petróleo se puede comprar la comida, si precisamente ese modelo es el que nos tiene en apuros. Las restricciones a la exportación de excedentes que varios países han impuesto, la especulación en las bolsas de valores con las cotizaciones a futuros de alimentos, el alza en los precios de los insumos y la producción de agrocombustibles seguirán y sus impactos en el encarecimiento o en la ausencia física de productos básicos permanecerán. A esos factores atribuyen los estudios del Banco Mundial la explicación entre un 70%-75% del incremento de los precios.
Algunas sociedades como la mexicana han entendido esas señales y, por la vía institucional, están discutiendo la implantación de leyes de Soberanía Alimentaria y Seguridad Nutricional, igual en Brasil y en otras naciones del continente. Se persigue a la vez "Fortalecer y aumentar las capacidades productivas" y "Lograr el acceso a una alimentación correcta, culturalmente aceptable, inocua, sana, suficiente y variada, fundamentalmente mediante la producción y abasto nacional". ¿Se necesitarán más hambre y malestar social para que Colombia adopte rumbos similares y sea consecuente con ellos?
Eltiempo.com, Bogotá, octubre 1 de 2008
https://www.alainet.org/es/articulo/130264
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