El Poder Judicial no es sacrosanto
17/04/2008
- Opinión
Es provechoso que los organismos encargados de administrar justicia se cincelen en la fragua de la opinión pública para que se preocupen de ser imparciales y justos como se espera de ellos. No arbitrarios y a simple vista dudosos. Quien pierda en un tribunal posiblemente criticará, sin embargo, hay situaciones flagrantemente injustas desde el punto de vista objetivo, que rompen los sentidos del menos avisado. Por ejemplo cuando se ponen obstáculos al mayor aporte económico de los que más tienen para equilibrar un poco la balanza en beneficio del valor equidad.
Lo que nunca debemos asumir como ley, es que los jueces por el solo hecho de serlo son incólumes, incorruptos, o en el mejor de los casos imperfectibles.
En la Facultad analizamos permanentemente diferentes procesos y es común escuchar al catedrático comentar: ”Hay malos estudiantes de abogacía que luego son jueces y dictan sentencias gruesamente erradas ni siquiera ajustadas a Derecho.” Si bien hay distintas doctrinas o interpretaciones donde en ocasiones tenemos dos, tres o más soluciones con base legal para el mismo caso, no siempre está el fundamento jurídico o el mejor camino hacia el ideal de Justicia.
Dejemos esa falacia creyente en la superioridad casi celestial del sistema judicial, y asumamos que irremediablemente las personas, donde estemos, somos sometidas a la puja de intereses, incluso propios, por supuesto con mayor intensidad quienes detentan poderes estatales. Esto no es obstáculo para la función sino todo lo contrario, las gestiones deben purificarse en el sentir social.
Ahora parece que en nombre de la separación de poderes se erigen o pretenden erigir unos por sobre los otros y no es así, pues todos están allí al servicio del pueblo y a él se deben en su soberanía.
Si los funcionarios árbitros sociales son apremiados de circunstancias inquietantes mientras hacen su trabajo, por fuerza de los hechos, la situación es similar para todo el que desempeña una tarea colectiva para la que fue asignado en representación de otros, aunque sea en mérito a capacidades técnicas o profesionales.
En Derecho, la certeza es hasta que se demuestre lo contrario con argumentos legales, entonces lo que dicen los jueces en forma de sentencias, puede estar sometido sanamente al debate de los ciudadanos políticos y civiles de la comunidad. Como también los jueces pueden criticar a los legisladores o a otros gobernantes si consideran que no están velando adecuadamente por su bienestar individual dentro del colectivo.
Formas tendrán los que se sientan agraviados de llamar a responsabilidad a quien consideran se salió de los carriles, pero no vale rasgarse las vestiduras si se manifiesta contrariedad ante un fallo, porque hablamos de hechos humanos y por lo tanto sujetos a equivocaciones.
Si los sueldos de los jueces los votan los legisladores y eso puede afectar la independencia de poderes, esa realidad debería ser cambiada o corregida, y no lo será crucificando al que da cuenta de ella.
No están mal las presiones y existen en todos los ámbitos públicos.
El único don sacrosanto del que cantamos en el Himno Nacional es justamente la libertad.
Lo que nunca debemos asumir como ley, es que los jueces por el solo hecho de serlo son incólumes, incorruptos, o en el mejor de los casos imperfectibles.
En la Facultad analizamos permanentemente diferentes procesos y es común escuchar al catedrático comentar: ”Hay malos estudiantes de abogacía que luego son jueces y dictan sentencias gruesamente erradas ni siquiera ajustadas a Derecho.” Si bien hay distintas doctrinas o interpretaciones donde en ocasiones tenemos dos, tres o más soluciones con base legal para el mismo caso, no siempre está el fundamento jurídico o el mejor camino hacia el ideal de Justicia.
Dejemos esa falacia creyente en la superioridad casi celestial del sistema judicial, y asumamos que irremediablemente las personas, donde estemos, somos sometidas a la puja de intereses, incluso propios, por supuesto con mayor intensidad quienes detentan poderes estatales. Esto no es obstáculo para la función sino todo lo contrario, las gestiones deben purificarse en el sentir social.
Ahora parece que en nombre de la separación de poderes se erigen o pretenden erigir unos por sobre los otros y no es así, pues todos están allí al servicio del pueblo y a él se deben en su soberanía.
Si los funcionarios árbitros sociales son apremiados de circunstancias inquietantes mientras hacen su trabajo, por fuerza de los hechos, la situación es similar para todo el que desempeña una tarea colectiva para la que fue asignado en representación de otros, aunque sea en mérito a capacidades técnicas o profesionales.
En Derecho, la certeza es hasta que se demuestre lo contrario con argumentos legales, entonces lo que dicen los jueces en forma de sentencias, puede estar sometido sanamente al debate de los ciudadanos políticos y civiles de la comunidad. Como también los jueces pueden criticar a los legisladores o a otros gobernantes si consideran que no están velando adecuadamente por su bienestar individual dentro del colectivo.
Formas tendrán los que se sientan agraviados de llamar a responsabilidad a quien consideran se salió de los carriles, pero no vale rasgarse las vestiduras si se manifiesta contrariedad ante un fallo, porque hablamos de hechos humanos y por lo tanto sujetos a equivocaciones.
Si los sueldos de los jueces los votan los legisladores y eso puede afectar la independencia de poderes, esa realidad debería ser cambiada o corregida, y no lo será crucificando al que da cuenta de ella.
No están mal las presiones y existen en todos los ámbitos públicos.
El único don sacrosanto del que cantamos en el Himno Nacional es justamente la libertad.
https://www.alainet.org/es/articulo/127046?language=es
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