El PT y el PSDB del bracete
13/04/2008
- Opinión
Nunca he visto cabeza de bacalao, mendigo calvo, santo besucón, un excorrupto, ni hijo de prostituta llamado Junior. Nunca imaginé que, fuera del esperpento, donde el compadrazgo prevalece sobre los principios ideológicos, vería una alianza entre el PT y el PSDB. Pero lo imposible sucede en Belo Horizonte, con amplia aprobación de las bases petistas.
¿Cambié yo o cambió Natal? Sí, sé que Minas Gerais, donde nací, es una tierra extraña, donde lo inverosímil campea a sus anchas: la mula sin cabeza, el chupacabras, platillos voladores… De niño vi en la plaza Sete, de la capital minera, una enorme ballena expuesta a la visita pública en el esqueleto de una mantarraya. La Moby Dick embalsamada exhalaba un fuerte mal olor que obligó a las esculturas indígenas del Edificio Acaiaca a taparse la nariz.
¿En qué quedó la protesta del PT mineiro durante los ocho años del gobierno de Cardoso? ¿Sobre qué bases programáticas se estableció la alianza? ¿Quién cedió a quién? ¿Quién traicionó sus principios políticos e históricos?
Recuerdo los años 50 y 60, cuando el conservador PSD, de JK, hizo alianza con el progresista PTB, de Jango. El primero neutralizó al segundo. Y el sindicalismo, hasta entonces combativo, ingresó a la era del oportunismo. En el escenario internacional, el Partido Laborista inglés aceptó aliarse con el Partido Republicano de los EE.UU.; nunca más el inglés fue el mismo, hasta el punto de apoyar la invasión a Iraq.
Sólo una razón es capaz de explicar esa aproximación de polos opuestos: la lógica del poder por el poder. Cuando un partido decide que su prioridad es asegurar a sus cuadros funciones de poder, y ya no representar los anhelos de los pobres y promover cambios en un país de estructuras arcaicas como el Brasil, es señal de que se dejó vencer por las fuerzas conservadoras. Y no me sorprende que en esto cuente con amplio apoyo de las bases, sobre todo cuando se observa que la antigua militancia, impregnada de utopía, cede su lugar a los afiliados obcecados por los cargos públicos.
En cinco décadas de militancia he observado cómo el síndrome de Job amenaza a ciertos políticos de izquierda. Cuando están fuera del poder y son oposición se nutren de una coherencia capaz de hacer enrojecer a san Francisco de Asís. Llegados al poder, se inicia el lento proceso de metamorfosis ambulante: los principios ceden su lugar a los intereses, los compañeros a los aliados, las luchas por ideas a las victorias electorales.
Job, sometido a las pruebas más duras, lo perdió todo, excepto la fe, sus convicciones. Tales políticos, ante un fracaso electoral o la pérdida de un cargo público, olvidan los principios y valores en que se asentaban, que defendían, de los que hablaban, escribían y firmaban, con tal de salvar su propia piel. Les horroriza la perspectiva de volver a ser ciudadanos comunes, desprovistos de privilegios y miradas aduladoras. Todavía van a la periferia, pero si es como autoridades, nunca como militantes.
Tal vez yo haya quedado anticuado, dinosáurico, incapaz de entender cómo un partido que siempre se alió con el PFL -ahora DEM-, puede, de repente, sentirse a gusto yendo del brazo con el PT. No es que tenga prejuicios para con los pesedebistas. Soy amigo de muchos, incluido el gobernador José Serra. Pero quien viva lo suficiente verá: si el candidato de la alianza PT-PSDB fuera elegido gobernador de Belo Horizonte, bastión de Minas Gerais, en las elecciones presidenciales del 2010, va a verse en situación embarazosa.
Minas es una tierra de misterios: tiene oro negro, penas de amor, mar insondable, judicatura colonial, río arriba y laguna santa. Y fuera de Minas he visto cosas que ya no me espantan: Sarney y Delfim Netto apoyando a Lula, el gobierno del PT apoyando los transgénicos y el trasvase del río San Francisco, el palacio de Planalto petista revelando los gastos de la época de Cardoso y escondiendo los suyos…
Cambian los tiempos y las costumbres, como decían los latinos; las personas y los partidos también. Soy yo quien debería permanecer mudo, pues temo creer que fuera de la ética y de los pobres la política no tiene salvación. Debe ser por culpa de mi dificultad en entender por qué en vísperas de elecciones todos debaten nombres de candidatos. Y no propuestas, programas y prioridades de gobierno. (Traducción de J.L.Burguet)
- Frei Betto es escritor, autor de “La mosca azul. Reflexión sobre el poder”, entre otros libros.
¿Cambié yo o cambió Natal? Sí, sé que Minas Gerais, donde nací, es una tierra extraña, donde lo inverosímil campea a sus anchas: la mula sin cabeza, el chupacabras, platillos voladores… De niño vi en la plaza Sete, de la capital minera, una enorme ballena expuesta a la visita pública en el esqueleto de una mantarraya. La Moby Dick embalsamada exhalaba un fuerte mal olor que obligó a las esculturas indígenas del Edificio Acaiaca a taparse la nariz.
¿En qué quedó la protesta del PT mineiro durante los ocho años del gobierno de Cardoso? ¿Sobre qué bases programáticas se estableció la alianza? ¿Quién cedió a quién? ¿Quién traicionó sus principios políticos e históricos?
Recuerdo los años 50 y 60, cuando el conservador PSD, de JK, hizo alianza con el progresista PTB, de Jango. El primero neutralizó al segundo. Y el sindicalismo, hasta entonces combativo, ingresó a la era del oportunismo. En el escenario internacional, el Partido Laborista inglés aceptó aliarse con el Partido Republicano de los EE.UU.; nunca más el inglés fue el mismo, hasta el punto de apoyar la invasión a Iraq.
Sólo una razón es capaz de explicar esa aproximación de polos opuestos: la lógica del poder por el poder. Cuando un partido decide que su prioridad es asegurar a sus cuadros funciones de poder, y ya no representar los anhelos de los pobres y promover cambios en un país de estructuras arcaicas como el Brasil, es señal de que se dejó vencer por las fuerzas conservadoras. Y no me sorprende que en esto cuente con amplio apoyo de las bases, sobre todo cuando se observa que la antigua militancia, impregnada de utopía, cede su lugar a los afiliados obcecados por los cargos públicos.
En cinco décadas de militancia he observado cómo el síndrome de Job amenaza a ciertos políticos de izquierda. Cuando están fuera del poder y son oposición se nutren de una coherencia capaz de hacer enrojecer a san Francisco de Asís. Llegados al poder, se inicia el lento proceso de metamorfosis ambulante: los principios ceden su lugar a los intereses, los compañeros a los aliados, las luchas por ideas a las victorias electorales.
Job, sometido a las pruebas más duras, lo perdió todo, excepto la fe, sus convicciones. Tales políticos, ante un fracaso electoral o la pérdida de un cargo público, olvidan los principios y valores en que se asentaban, que defendían, de los que hablaban, escribían y firmaban, con tal de salvar su propia piel. Les horroriza la perspectiva de volver a ser ciudadanos comunes, desprovistos de privilegios y miradas aduladoras. Todavía van a la periferia, pero si es como autoridades, nunca como militantes.
Tal vez yo haya quedado anticuado, dinosáurico, incapaz de entender cómo un partido que siempre se alió con el PFL -ahora DEM-, puede, de repente, sentirse a gusto yendo del brazo con el PT. No es que tenga prejuicios para con los pesedebistas. Soy amigo de muchos, incluido el gobernador José Serra. Pero quien viva lo suficiente verá: si el candidato de la alianza PT-PSDB fuera elegido gobernador de Belo Horizonte, bastión de Minas Gerais, en las elecciones presidenciales del 2010, va a verse en situación embarazosa.
Minas es una tierra de misterios: tiene oro negro, penas de amor, mar insondable, judicatura colonial, río arriba y laguna santa. Y fuera de Minas he visto cosas que ya no me espantan: Sarney y Delfim Netto apoyando a Lula, el gobierno del PT apoyando los transgénicos y el trasvase del río San Francisco, el palacio de Planalto petista revelando los gastos de la época de Cardoso y escondiendo los suyos…
Cambian los tiempos y las costumbres, como decían los latinos; las personas y los partidos también. Soy yo quien debería permanecer mudo, pues temo creer que fuera de la ética y de los pobres la política no tiene salvación. Debe ser por culpa de mi dificultad en entender por qué en vísperas de elecciones todos debaten nombres de candidatos. Y no propuestas, programas y prioridades de gobierno. (Traducción de J.L.Burguet)
- Frei Betto es escritor, autor de “La mosca azul. Reflexión sobre el poder”, entre otros libros.
https://www.alainet.org/es/active/23477?language=es
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