Prisión para Antón Carolina
20/01/2008
- Opinión
Hagan la siguiente prueba. Busquen una niña de entre 8 y 12 años y tarareen con ella la tradicional canción infantil, que dice: Antón Carolina, na, na, mató a su mujer, jer, jer, la metió en un saco, co, co, y la llevó a moler, ler, ler. El molinero dijo, jo, jo, que aquello no era harina, na, na, que era la mujer, jer, jer, de Antón Carolina, na, na.. Yo la hice con Fanny, de 9 años recién cumplidos y espabilada como pocas. Ella ya conocía la canción pero nunca se había parado a pensar en el contenido de la misma. Cuando lo revisamos su hermosa cara estaba desdibujada.
Así, desde la cuna, desadvertidos y a traición, entran mensajes clarísimos de la violencia del hombre contra la mujer que se convierten en malditas realidades en todos los rincones del mundo. En el campo la situación de desigualdad entre el hombre y la mujer es muy evidente y las relaciones de tiranía y violencia son prácticas comunes. Las mujeres campesinas, como las empresarias, las ejecutivas, las profesoras de universidad o las taxistas, también son supermujeres. Ellas campesinas, como ellos, aman el campo y entienden las relaciones con la madre naturaleza. Pero ellas, no como ellos, bregan con sus parcelas, atienden y alimentan a los animales de patio, al mismo tiempo que cuidan de sus hijos e hijas, limpian la casa, lavan la ropa, preparan el desayuno, la comida y la cena -que en muchas ocasiones la llevan hasta donde los hombres andan faenando-, van a comprar al colmado subiendo y bajando lomas, y aún les queda fuerzas para ir a las asociaciones campesinas, a ver si esta vez conseguirán que su voz, como trabajadoras del campo, sea escuchada por igual que la de los hombres.
Para combatir la pobreza estructural tenemos también pendiente deshacernos de los patrones patriarcales generadores de una injusticia que afecta, al menos, a la mitad de los seres humanos. Las mujeres, por ser mujeres, en muchos países tienen reducidos derechos tan fundamentales, como el acceso a la tierra. Se mantienen leyes y tradiciones que imposibilitan por ejemplo recibir tierras en herencia, ser propietarias titulares de la tierra o tener acceso a créditos para poder comprar tierras. Se les priva del acceso al recurso básico para hacer posible una vida viable en el campo, para hacer brotar alimentos.
Fanny me preguntó qué paso con Antón Carolina y le dije, tomándome heroico la justicia por mi mano, que acabó sus días en prisión. Ella fue más lejos. -¿Y el molinero? Ese también es culpable- sentenció.
- Gustavo Duch Guillot es director de Veterinarios sin Fronteras (España)
http://www.veterinariossinfronteras.org
Así, desde la cuna, desadvertidos y a traición, entran mensajes clarísimos de la violencia del hombre contra la mujer que se convierten en malditas realidades en todos los rincones del mundo. En el campo la situación de desigualdad entre el hombre y la mujer es muy evidente y las relaciones de tiranía y violencia son prácticas comunes. Las mujeres campesinas, como las empresarias, las ejecutivas, las profesoras de universidad o las taxistas, también son supermujeres. Ellas campesinas, como ellos, aman el campo y entienden las relaciones con la madre naturaleza. Pero ellas, no como ellos, bregan con sus parcelas, atienden y alimentan a los animales de patio, al mismo tiempo que cuidan de sus hijos e hijas, limpian la casa, lavan la ropa, preparan el desayuno, la comida y la cena -que en muchas ocasiones la llevan hasta donde los hombres andan faenando-, van a comprar al colmado subiendo y bajando lomas, y aún les queda fuerzas para ir a las asociaciones campesinas, a ver si esta vez conseguirán que su voz, como trabajadoras del campo, sea escuchada por igual que la de los hombres.
Para combatir la pobreza estructural tenemos también pendiente deshacernos de los patrones patriarcales generadores de una injusticia que afecta, al menos, a la mitad de los seres humanos. Las mujeres, por ser mujeres, en muchos países tienen reducidos derechos tan fundamentales, como el acceso a la tierra. Se mantienen leyes y tradiciones que imposibilitan por ejemplo recibir tierras en herencia, ser propietarias titulares de la tierra o tener acceso a créditos para poder comprar tierras. Se les priva del acceso al recurso básico para hacer posible una vida viable en el campo, para hacer brotar alimentos.
Fanny me preguntó qué paso con Antón Carolina y le dije, tomándome heroico la justicia por mi mano, que acabó sus días en prisión. Ella fue más lejos. -¿Y el molinero? Ese también es culpable- sentenció.
- Gustavo Duch Guillot es director de Veterinarios sin Fronteras (España)
http://www.veterinariossinfronteras.org
https://www.alainet.org/es/articulo/125246
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