Un diálogo impensable en otros tiempos
31/12/2007
- Opinión
En los pasados días de Navidad me encontré accidentalmente con un oficial del ejército a quien conocí hace algunos años y me saludó con mucho afecto, señalándome de inmediato que recientemente había leído con mucho interés en un periódico digital uno de mis artículos titulado: “Caamaño, Torrijos y Velasco Alvarado: Los precursores de Chávez”, y que personalmente se sentía muy bien cuando personas como yo escribían así de los líderes militares progresistas y del rol de las Fuerzas Armadas regulares en acontecimiento históricos de tanta trascendencia.
“Quiero que sepas- enfatizó –que en nuestras fuerzas armadas hoy existen militares dignos, patriotas y comprometidos con los mejores ideales”
“Sabemos que desde nuestras filas se han cometido crímenes, hecho fortunas y se ha servido como cancerberos fieles a políticos deshonestos y a intereses contrarios a los mejores intereses de la patria. Existen en nuestros mandos pasado y actuales personas con deudas de sangre impagables.”
Pensé de inmediato en los generales retirados Enrique Pérez y Pérez, Salvador (Chinito) Lluberes Montás, Ramón Emilio (Milo) Jiménez, Pou Castro… y en todo aquellos militares de “horca y cuchillo” de los doce años del terrorismo de Estado impuesto después de la intervención militar yanqui de 1965.
En el general Rojas Tabar (ex jefe de la Fuerza Aérea Dominicana) y las torturas a Lalito (periodista de Azua) y la desaparición de Narciso González (Narcisazo) en 1994.
En el general Candelier y las “ejecuciones extrajudiciales” practicadas más recientemente por la Policía Nacional durante su jefatura.
“ Pero -aclaró a continuación el referido oficial- existen no pocos dispuestos a servir a la patria en el sentido más amplio y en el entendimiento más profundo. Nos atrevemos a afirmar que la gran mayoría de pueblo humilde uniformado quiere pertenecer a unas Fuerzas Armadas respetadas y queridas, garantes del bienestar de todos y del bienestar propio que a una estructura salarial injusta le niega.”
Le dije de inmediato que estaba conciente de esa realidad y que por eso estaba escribiendo sobre ese tema, de manera que el descrédito histórico no arropara injustamente a todos los integrantes de las Fuerzas Armadas, que por demás debían sentirse muy mal con las generalizaciones que frecuentemente se hacían al respecto.
Entonces, sin pérdida de tiempo, describió de esta manera la situación actual en el seno de esa institución del Estado:
“Los hombres y mujeres de uniformes son los peor pagados y peor reconocido. Los humildes y honestos, que son la inmensa mayoría, cargan con la culpa de cancerberos y corruptos. Obligados por la disciplina y el respeto a las jerarquías observan y a veces son parte involuntaria de una maquinaria corrompida y corruptora que como un gran embudo hace correr beneficios en una dirección y descrédito en otra. Todos cargamos con el descrédito, muy pocos se quedan con los beneficios.”
“Durante mucho tiempo se no enseñó a odiar a los comunistas y luchadores por causas justas, se sembró odio en nuestras conciencias y muchos de nosotros guardamos recelo todavía. Sabemos que los activistas sociales y los izquierdistas tambien tuvieron odio hacia nosotros. Creemos que no puede ser así. Los hombres de uniforme son de pueblo y son la parte más humilde del pueblo. Nadie gana menos que nosotros, no es posible vivir medianamente con lo que ganamos incluso los oficiales.”
Y entonces me remonté a un artículo que recientemente publiqué en El Nacional de ¡Ahora!, refiriéndome a las causas del empobrecimiento simultáneo de civiles y militares (“Pueblo pobre y militares pobres”).
La partidocracia corrompida, altamente despreciada por un gran número de militares honestos y sensibles, y las políticas neoliberales, han llevado el proceso de empobrecimiento de las mayorías civiles y militares a niveles realmente insoportables, generadores de un descontento muy profundo que ya no solo se expresa a nivel del pueblo humilde sino tambien de amplios sectores de las Fuerzas Armadas que se sienten cada vez más marginado, alejados de condiciones de vida mínimamente confortables.
Eso explica no solo que al interior de los cuerpos castrenses se esté revalorizando el significado las justas rebeldías y procesos transformadores encabezados por militares, sino que además siga aumentando la simpatía por el rol que está desempeñando el Presidente Chávez en todo el continente.
Esto lo he podido apreciar en múltiples ocasiones en que he tenido la oportunidad de encontrarme y conversar con militares –incluso con policías- de diferentes rangos.
Por eso pensé, que cuando recientemente cierto tránsfuga denunció la existencia de una supuesta conspiración chavista en el seno de las Fuerzas Armadas Dominicanas, se estaba refiriendo a un estado de ánimo más que propiamente a un “plan golpista” y lo hacía por encargo de sectores de poder (frente a los cuales procuraba reacciones favorables) interesados en meterle presión a esa expresiones patrióticas para tratar de contener ese fenómeno.
En la conversación con este oficial capté mejor aun, que lo que está pasando en ese aspecto entre los militares dominicanos, está mucho más cerca de un sentimiento, de una nueva conciencia, de un espíritu de busca, de un estado de ánimo, que de una conspiración, una especie de complot o algo por el estilo.
Las ideas fluyen y ya ni la oficialidad ni las bases honestas y pensantes de las Fuerzas Armadas Dominicanas son las mismas que en aquellos tiempos de las posguerra de abril, del impacto de la “guerra fría”, del terrorismo de Estado. Piensan más libremente, reflexionan con menos trabas y presiones
Francis Caamaño, líder de la revolución y de la guerra patria de 1965, ha sido reconocido como héroe nacional.
Fernández Domínguez, precursor de ese proceso, despierta respeto y admiración incluso en los cuarteles y unidades militares.
Chávez en gran medida reivindica a toda esa generación de militares patriotas y revolucionario de lo años 60´ y 70´: Caamaño, Torrijos, Velasco, Juan José Torres…
Por eso la manera como me despidió este joven oficial no puedo ser para mí más grata y alentadora:
“Hoy muchos pensamos parecido y compartimos esperanzas iguales a las que proclaman los izquierdistas. Esperamos que usted se dé cuenta de que Caamaño, Velasco Alvarado y Omar Torrijos no salieron de la nada, se formaron en cuarteles y desde ellos aprendieron y enseñaron dignidad, respeto por sus pueblos y un gran compromiso por la independencia verdadera.”
“Gracias por rescatar, como civil, estos ejemplos. Esperamos que en usted, sus compañeros y amigos se fortalezca la idea de que entre los militares existen hombres dignos, valientes y comprometidos. Que podemos ser hermanos.”
Hay razones, pues, para pensar que esta podredumbre política, que se recicla cada cuatro años en nuestra República Dominicana, está saturando y hastiando de tal manera a esta sociedad, que habrá de tocar fondo y reventar. Y ojala que esto acontezca lo antes posible y de la mejor manera. (La trascripción de los párrafos entrecomillados no es exacta, pero si muy aproximada a las expresiones que escuché y grabé en mi “disco duro” con mucha atención y mayor admiración.)
“Quiero que sepas- enfatizó –que en nuestras fuerzas armadas hoy existen militares dignos, patriotas y comprometidos con los mejores ideales”
“Sabemos que desde nuestras filas se han cometido crímenes, hecho fortunas y se ha servido como cancerberos fieles a políticos deshonestos y a intereses contrarios a los mejores intereses de la patria. Existen en nuestros mandos pasado y actuales personas con deudas de sangre impagables.”
Pensé de inmediato en los generales retirados Enrique Pérez y Pérez, Salvador (Chinito) Lluberes Montás, Ramón Emilio (Milo) Jiménez, Pou Castro… y en todo aquellos militares de “horca y cuchillo” de los doce años del terrorismo de Estado impuesto después de la intervención militar yanqui de 1965.
En el general Rojas Tabar (ex jefe de la Fuerza Aérea Dominicana) y las torturas a Lalito (periodista de Azua) y la desaparición de Narciso González (Narcisazo) en 1994.
En el general Candelier y las “ejecuciones extrajudiciales” practicadas más recientemente por la Policía Nacional durante su jefatura.
“ Pero -aclaró a continuación el referido oficial- existen no pocos dispuestos a servir a la patria en el sentido más amplio y en el entendimiento más profundo. Nos atrevemos a afirmar que la gran mayoría de pueblo humilde uniformado quiere pertenecer a unas Fuerzas Armadas respetadas y queridas, garantes del bienestar de todos y del bienestar propio que a una estructura salarial injusta le niega.”
Le dije de inmediato que estaba conciente de esa realidad y que por eso estaba escribiendo sobre ese tema, de manera que el descrédito histórico no arropara injustamente a todos los integrantes de las Fuerzas Armadas, que por demás debían sentirse muy mal con las generalizaciones que frecuentemente se hacían al respecto.
Entonces, sin pérdida de tiempo, describió de esta manera la situación actual en el seno de esa institución del Estado:
“Los hombres y mujeres de uniformes son los peor pagados y peor reconocido. Los humildes y honestos, que son la inmensa mayoría, cargan con la culpa de cancerberos y corruptos. Obligados por la disciplina y el respeto a las jerarquías observan y a veces son parte involuntaria de una maquinaria corrompida y corruptora que como un gran embudo hace correr beneficios en una dirección y descrédito en otra. Todos cargamos con el descrédito, muy pocos se quedan con los beneficios.”
“Durante mucho tiempo se no enseñó a odiar a los comunistas y luchadores por causas justas, se sembró odio en nuestras conciencias y muchos de nosotros guardamos recelo todavía. Sabemos que los activistas sociales y los izquierdistas tambien tuvieron odio hacia nosotros. Creemos que no puede ser así. Los hombres de uniforme son de pueblo y son la parte más humilde del pueblo. Nadie gana menos que nosotros, no es posible vivir medianamente con lo que ganamos incluso los oficiales.”
Y entonces me remonté a un artículo que recientemente publiqué en El Nacional de ¡Ahora!, refiriéndome a las causas del empobrecimiento simultáneo de civiles y militares (“Pueblo pobre y militares pobres”).
La partidocracia corrompida, altamente despreciada por un gran número de militares honestos y sensibles, y las políticas neoliberales, han llevado el proceso de empobrecimiento de las mayorías civiles y militares a niveles realmente insoportables, generadores de un descontento muy profundo que ya no solo se expresa a nivel del pueblo humilde sino tambien de amplios sectores de las Fuerzas Armadas que se sienten cada vez más marginado, alejados de condiciones de vida mínimamente confortables.
Eso explica no solo que al interior de los cuerpos castrenses se esté revalorizando el significado las justas rebeldías y procesos transformadores encabezados por militares, sino que además siga aumentando la simpatía por el rol que está desempeñando el Presidente Chávez en todo el continente.
Esto lo he podido apreciar en múltiples ocasiones en que he tenido la oportunidad de encontrarme y conversar con militares –incluso con policías- de diferentes rangos.
Por eso pensé, que cuando recientemente cierto tránsfuga denunció la existencia de una supuesta conspiración chavista en el seno de las Fuerzas Armadas Dominicanas, se estaba refiriendo a un estado de ánimo más que propiamente a un “plan golpista” y lo hacía por encargo de sectores de poder (frente a los cuales procuraba reacciones favorables) interesados en meterle presión a esa expresiones patrióticas para tratar de contener ese fenómeno.
En la conversación con este oficial capté mejor aun, que lo que está pasando en ese aspecto entre los militares dominicanos, está mucho más cerca de un sentimiento, de una nueva conciencia, de un espíritu de busca, de un estado de ánimo, que de una conspiración, una especie de complot o algo por el estilo.
Las ideas fluyen y ya ni la oficialidad ni las bases honestas y pensantes de las Fuerzas Armadas Dominicanas son las mismas que en aquellos tiempos de las posguerra de abril, del impacto de la “guerra fría”, del terrorismo de Estado. Piensan más libremente, reflexionan con menos trabas y presiones
Francis Caamaño, líder de la revolución y de la guerra patria de 1965, ha sido reconocido como héroe nacional.
Fernández Domínguez, precursor de ese proceso, despierta respeto y admiración incluso en los cuarteles y unidades militares.
Chávez en gran medida reivindica a toda esa generación de militares patriotas y revolucionario de lo años 60´ y 70´: Caamaño, Torrijos, Velasco, Juan José Torres…
Por eso la manera como me despidió este joven oficial no puedo ser para mí más grata y alentadora:
“Hoy muchos pensamos parecido y compartimos esperanzas iguales a las que proclaman los izquierdistas. Esperamos que usted se dé cuenta de que Caamaño, Velasco Alvarado y Omar Torrijos no salieron de la nada, se formaron en cuarteles y desde ellos aprendieron y enseñaron dignidad, respeto por sus pueblos y un gran compromiso por la independencia verdadera.”
“Gracias por rescatar, como civil, estos ejemplos. Esperamos que en usted, sus compañeros y amigos se fortalezca la idea de que entre los militares existen hombres dignos, valientes y comprometidos. Que podemos ser hermanos.”
Hay razones, pues, para pensar que esta podredumbre política, que se recicla cada cuatro años en nuestra República Dominicana, está saturando y hastiando de tal manera a esta sociedad, que habrá de tocar fondo y reventar. Y ojala que esto acontezca lo antes posible y de la mejor manera. (La trascripción de los párrafos entrecomillados no es exacta, pero si muy aproximada a las expresiones que escuché y grabé en mi “disco duro” con mucha atención y mayor admiración.)
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