Viaje a Kankuamia
30/09/2007
- Opinión
Hace pocos días hicimos la presentación del documental viaje a kankuamia, el cual salió como resultado de la misión de acompañamiento al pueblo Kankuamo que se hizo del 13 al 18 de julio del 2006 y quiero compartir con ustedes el texto del documental.
Después de mucho pensarlo, decidí formar parte de la misión de acompañamiento humanitario al resguardo Kankuamo. Lo pensé mucho porque debo reconocer que tenía miedo de ir. Pero era un miedo que no se debía a lo que pudiera sucederme en el viaje o en el territorio, en verdad el miedo era de no encontrar a mucha gente que había dejado antes de salir: familiares, amigos y paisanos que se los llevó la guerra; muchos ancianos que murieron de tristeza por ver asesinados a sus hijos. Tenía miedo también de ir y después regresar, tenía miedo de quedarme y desobedecer las palabras del Mamo que me dice que aún no es tiempo de regresar.
A medida que me iba acercando a Valledupar, los latidos del corazón se hacían más rápidos a raíz de la emoción de regresar a la Sierra después de estar por dos largos años ausente de ella. Llegar a Valledupar y encontrarme con tantos amigos que no había visto desde hace largo tiempo... era una mezcla de alegría y nostalgia por las ausencias. Tenía miedo de preguntar por personas y que me respondieran que ya no estaban porque la guerra los había matado. Tenía miedo de preguntar por temor a oír: "Él tiene tiempo de haber salido desplazado del pueblo" o "está preso".
En Valledupar estuvimos poco tiempo, la meta ese día era dormir en Atanquez. Estaba deseoso por llegar, pero a la vez no quería ir, no quería recorrer la carretera donde fue asesinada mucha gente querida, primos, cuñados, amigos y compañeros, personas cuyo único delito fue ser Kankuamo.
Mientras me subía al carro, muchos recuerdos se agolparon en mi mente: entre los años 1997 al 2004, subirse a un carro de la vía que conduce de Valledupar a cualquier comunidad Kankuama era montarse en la angustia y en la incertidumbre de saber que se salía, sin tener la seguridad de que se iba a llegar vivo a la casa. El primer retén lo encontrábamos a cinco minutos de Valledupar, en un sitio conocido como la YE de los Corazones; a diez minutos del Batallón la Popa, situado en el casco urbano de la ciudad. Muchas personas fueron bajadas de los carros y asesinadas en ese lugar, otros fueron, bajados y montados a veces en carros pertenecientes al ejército o alguna entidad pública del municipio; luego sus cadáveres aparecían al lado de la carretera, algunas veces los cuerpos eran dejados en las curvas de la carretera donde eran destrozados por los carros que transitaban por el lugar. También era común que mientras los paramilitares hacían los retenes, miembros de la Policía Nacional asentada en la ciudad de Valledupar, llegaran a comprar gasolina de contrabando en un puesto que se encontraba a menos de 500 metros de donde los ‘paras’ realizaban los retenes.
Este hecho fue denunciado en varias oportunidades por Ángel Villazón, en ese tiempo cabildo menor de la comunidad de Río Seco, por eso fue asesinado y los archivos de las denuncias desaparecieron de manera misteriosa de las oficinas de la Fiscalía de Valledupar. Villazón denunció, además, en repetidas ocasiones que había visto en los retenes a miembros del Ejército Nacional con las insignias del batallón La Popa, y al día siguiente había encontrado a los soldados en el mismo lugar, haciendo retenes con brazaletes de las Autodefensas Unidas de Colombia.
Mientras recorremos la vía Valledupar – Atanquez voy contándole a las personas que me acompañan los diferentes sitios donde normalmente hacían retenes los paramilitares, también voy recordando a cada uno de quienes fueron asesinados en esos sitios.
A medida que avanzamos voy sintiendo nuevamente el viento que baja de la Sierra. Refresca mi cara y me recibe cargado de recuerdos, manifestados en olores, sabores, colores, sensaciones que van llenando nuevamente mi cuerpo y mi corazón. Desde lejos se alcanza a ver los picos de la Sierra, testigos mudos de un etnocidio perpetrado contra el pueblo kankui. Más de 342 asesinatos cometidos por los grupos armados lo confirman. Pero en la imponencia de la Sierra alcanzo a contemplar la posibilidad de seguir caminando y de seguir soñando con un futuro donde se pueda vivir en paz.
La primera comunidad que encontramos es Río Seco, hubo un tiempo en que esta población quedó completamente abandonada por presión de los paramilitares, quienes asesinaron a un gran número de personas acusándolos de guerrilleros o colaboradores de la guerrilla. Este caserío queda a veinticinco minutos de Valledupar; luego llegamos a Patillal, un pueblo que no es kankuamo pero que tienen una gran cordialidad con nosotros. Este pueblo también es muy reconocido porque en el nacieron muchos personajes reconocidos de la música vallenata. Nuevamente entramos al territorio kankuamo y pasamos por el río Badillo y llegamos a la población de la Mina, aún es posible ver las huellas dejadas por los retenes y las incursiones de los paramilitares: muchas casas vacías. Algunas al parecer fueron dinamitadas y aún se siente en el ambiente la zozobra de esa tensa calma que hoy reina en nuestro territorio.
Seguimos subiendo, pasamos por Mojao, su crecimiento quedó truncado por causa de la guerra. Miro las mismas casas, pero no veo a toda la gente que debía estar, a muchos los mataron. Los chóferes de los carros paran a la orilla del río Pontón y les permiten a las personas que integran la comisión que se bañen en las cristalinas aguas del río. El baño alivia un poco el cansancio acumulado después de un viaje de más de 20 horas. Desde la carretera se alcanzan a ver las comunidades de Ramalito y los Háticos, también allá la guerra dejó a su paso muerte y dolor. Por fin, a eso de las cuatro de la tarde llegamos a Atanquez, siento como las emociones llegan con la fuerza con que bajan los ríos que nacen en la Sierra, entramos a la población y lo primero que encontramos es un retén policial donde nos hacen bajarnos para hacer una requisa, según ellos eso lo hacen para nuestra seguridad. En ese momento alcanzo a oír que un policía le comenta a otro "los hombres del ejército que están donde puso la mina la guerrilla, dicen que en uno de estos carros vienen guerrilleros". "No sería raro" contesta el otro agente.
Después de pasar por el retén, decido continuar a pie para poder ir viendo los cambios que han ocurrido en mi pueblo, no tengo necesidad de mirar el suelo porque mis pies conservan la memoria de estos lugares, saben donde está cada piedra. Las calles siguen igual. Camino veinte pasos y empiezo a encontrarme con mucha gente querida, no pregunto por ciertas personas porque presiento que ya no se encuentran allí. Estar nuevamente en estas tierras ha sido una de las experiencias más gratas que he tenido en los últimos meses, hay alegría por el encuentro, pero también, hay mucha tristeza por las ausencias.
Mientras, sigo caminando hacia el lugar de encuentro con la comunidad y las autoridades, una señora se me acerca, me saluda cariñosamente y me dice: "Ustedes que están por allá por la ciudad, no pueden hacer algo para que esos hombres que mataron a mi hijo se vayan del pueblo. Cada vez que los miro me acuerdo de mi hijo y eso me da dolor... Duele mucho verlos a ellos tranquilos pasearse por aquí y yo tengo que conformarme con ir a llevarle flores a mi hijo al cementerio". Esas palabras confirman que la ley de Justicia y Paz no traerá la reconciliación como dice el señor Presidente. Paso a saludar a una tía muy querida, saludo a su marido, a quien me agrada mucho ver porque con él aprendí como se manejan las piedras dentro de la tradición y cuál es el significado espiritual de cada una. Me emociono al ver a mi abuela nuevamente con quien tengo mucho de que hablar, me volvió a preguntar cuándo regreso porque tiene mucho que contarme. Cruzo un arroyo conocido como el Chorro, donde mi memoria vuelve a oír el tambor de los negros del Corpus Christi y recuerdo los versos que el viejo Rafa recita en ese lugar.
Por fin llego al lugar de reunión. A la Kankurua de Abel Alvarado, Mamo que fue asesinado por los paramilitares el 8 de diciembre de 2002. Cuando entro a la Kankurua siento su presencia. De los Mamos he aprendido que ellos nunca se van de su banca, siempre estarán en su sitio de confieso y que allí podemos buscarlos para conversar. En el poco tiempo que estoy dentro de la casa ceremonial recuerdo las veces que tuve la oportunidad de hablar con él, recuerdo sus enseñanzas y me da tristeza recordar la manera como murió.
Después del saludo de las autoridades y de la delegación, invitan a subir a un lugar de la población conocido como la "piedra atravezá", allí encontramos a un grupo de músicos tradicionales que nos invitan a bailar chicote, esta es una manera de decirle a los visitantes que les alegra que estén allí. Además ese lugar es un sitio sagrado donde los antiguos hacían ofrendas a la Madre bailando, por eso se baila en ese lugar aunque la mayoría de las personas ya lo olvidaron. Allí los visitantes le pagaron a la Madre por estar ahí, felices, contentos y tomando chirrinchi, fue un buen pagamento. El Güiro cantó contento al día siguiente y esa era una señal de aprobación, de aceptación del pagamento.
Caminar al siguiente día hacia la comunidad Chemesquemena fue volver nuevamente al principio de la organización indígena Kankuama, por allá en 1993, cuando se empezaba a gestar y cuando muchos jóvenes nos inquietamos por volver a recuperar y fortalecer lo nuestro. Era normal que todos los fines de semana nos trasladáramos de una comunidad a otra participando en reuniones, caminatas de reconocimiento y reapropiación del territorio o haciendo pagamentos, dándole de comer a la Madre quien por mucho tiempo estuvo pasando hambre porque la habíamos olvidado. Llegar al Boquete y mirar unas trincheras construidas por el ejército fue para mí un encuentro bastante triste y desconcertante, aún no comprendo cómo una institución que dice defender a los colombianos, puede profanar lo que es más sagrado para los indígenas de esta parte del país, como son sus sitios de pagamento, pisotear las ofrendas y mover las piedras donde siempre se le lleva comida a los antiguos. Mientras miro con tristeza recuerdo las palabras que momentos antes me había dicho un Mamo: "Fíjese usted que muchas personas enfermas no las puedo curar porque movieron las piedras del pagamento y ya no puedo vení en la noche y en la madrugada a hacer los pagamentos porque no me dejan los del ejército, me dicen que no puedo vení aquí porque es peligroso y porque después yo le voy a llevá información a la gente del monte. Fíjese ya no puedo ni paga, pa´ curar a la gente porque no me dejan". Y no contentos con eso construyeron trincheras pegadas a las paredes del colegio de Guatapurí, poniendo en peligro a sus alumnos y profesores.
En Guatapurí también los paramilitares asesinaron a mucha gente importante. No pude más que sentir tristeza a la hora de pasar por la casa de Hugo Montero, al lado de él caminé y asistí a muchas reuniones, era uno de los mejores líderes de esta comunidad, hoy su casa está sola y allí se siente tristeza y nostalgia. En Chemesquemena también se siente la ausencia de muchas personas que fueron asesinadas, como olvidar a Salomón Arias o a su hijo Freddy, y con él a mucha gente que hoy está desplazada fuera del territorio.
Pero a pesar de todo esto, muchas personas siguen soñando con un futuro mejor, pienso que el pueblo kankui aún sigue aferrado a seguir existiendo como pueblo. Los viejos siguen escarbando en sus memorias y encuentran muchos elementos de la tradición que supuestamente se creían perdidos, las Kankuruas que por algún tiempo estuvieron deshabitadas hoy vuelven a sentir el calor del fogón, el olor a humo y la palabra tradicional vuelve a ser hablada y escuchada. La tradición de los kankuamos está volviendo, se está recuperando como le dijo un Mamo kogui a la anciana Ursula Solís, cuando ella era una niña y cayó enferma: "Mijita, tu no te vai a morí. Eso lo de ustedes, la ciencia oculta de los kankuamos se va a acaba. Pero, despue\' va a vení gente de afuera que va a empezá a recupera\' esto, lo de ustedes, lo de los kankuamo...". Con estas palabras me despido de la Sierra. Alegre y triste a la vez. Alegre porque aún el cariño y la hospitalidad de los kankui siguen como siempre. Alegre porque después de dos largos años pude ver a mi familia nuevamente y a muchos amigos y conocidos. Alegre por volver a sentir la Sierra y todo lo bueno que habita en ella. Triste porque faltan muchas personas, a unos los asesinaron a otros los grupos armados los obligaron a salir del resguardo. Triste por volver a dejar mi tierra. Pero, puedo decir que de la Sierra salí convencido y con nuevas fuerzas para seguir luchando, para seguir defendiendo un territorio que es nuestro desde los tiempos de origen y sobre todo convencido de que la Madre, la tierra, no le pertenece a los hombres. Si no que los hombres pertenecen a la tierra y los que la quieren comprar se olvidan de eso y se olvidan que lo que le hacen a los hijos de la Sierra se lo hacen a la Sierra, y que todo ese daño que hoy hacen, mañana la Madre se los cobrará, a ellos o a sus hijos. Porque como dicen los abuelos: "El que escupe a la tierra, se escupe a si mismo y el que daña la tierra o a sus hijos se daña a sí mismo"...
Amchibe... amchibenya...
Glosario
Kankuamo: Pueblo indígena que se encuentra ubicado en la parte suroriental de la Sierra Nevada de Santa Marta, al norte del municipio de Valledupar.
Kankurua: Casa ceremonial que simboliza el vientre de la Madre Tierra.
Mamo: Guardián de la comunidad. Cualquier decisión que afecte a la comunidad debe ser consultada a él. La palabra mamo se traduce como sol, entonces él es el guía de la comunidad.
Negros del Corpus Christi: Danza ceremonial que se realiza en la comunidad de Atanquez en el mes de junio. Puede decirse que esta fiesta es una manera de mantener las festividades del solsticio de verano a través del sincretismo con la iglesia católica.
Pagamento: Ceremonia que consiste en darle de comer a la Madre Tierra o a los antepasados de la comunidad como una forma de mantener el equilibrio entre el mundo espiritual y el mundo material y de esta manera garantizar que el universo no entre en caos y se destruya.
Confieso: Ejercicio espiritual que busca a través del reconocimiento y la conciencia de cada acto realizado, pensado o imaginado, encontrar las causas de los problemas del presente y así limpiar espiritualmente el camino del futuro.
Güiro: Ave de color negro a quien los Mamos le atribuían la capacidad de predecir el peligro o la aceptación de los pagamentos y ceremonias por la Madre. Esto es posible hacerlo si se distinguen los diferentes cantos de este pájaro.
Boquete: Sitio de pagamento, donde se realizan ceremonias para alejar las enfermedades. Hoy las piedras que servían de mesa para poner las ofrendas fueron movidas de su lugar por el ejército, profanando de esta manera nuestros lugares sagrados y de culto.
Daniel Maestre Villazón
Indígena Kankuamo
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas
Corporación Viva la Ciudadanía.
semanariovirtual@viva.org.co
www.vivalaciudadania.org
Después de mucho pensarlo, decidí formar parte de la misión de acompañamiento humanitario al resguardo Kankuamo. Lo pensé mucho porque debo reconocer que tenía miedo de ir. Pero era un miedo que no se debía a lo que pudiera sucederme en el viaje o en el territorio, en verdad el miedo era de no encontrar a mucha gente que había dejado antes de salir: familiares, amigos y paisanos que se los llevó la guerra; muchos ancianos que murieron de tristeza por ver asesinados a sus hijos. Tenía miedo también de ir y después regresar, tenía miedo de quedarme y desobedecer las palabras del Mamo que me dice que aún no es tiempo de regresar.
A medida que me iba acercando a Valledupar, los latidos del corazón se hacían más rápidos a raíz de la emoción de regresar a la Sierra después de estar por dos largos años ausente de ella. Llegar a Valledupar y encontrarme con tantos amigos que no había visto desde hace largo tiempo... era una mezcla de alegría y nostalgia por las ausencias. Tenía miedo de preguntar por personas y que me respondieran que ya no estaban porque la guerra los había matado. Tenía miedo de preguntar por temor a oír: "Él tiene tiempo de haber salido desplazado del pueblo" o "está preso".
En Valledupar estuvimos poco tiempo, la meta ese día era dormir en Atanquez. Estaba deseoso por llegar, pero a la vez no quería ir, no quería recorrer la carretera donde fue asesinada mucha gente querida, primos, cuñados, amigos y compañeros, personas cuyo único delito fue ser Kankuamo.
Mientras me subía al carro, muchos recuerdos se agolparon en mi mente: entre los años 1997 al 2004, subirse a un carro de la vía que conduce de Valledupar a cualquier comunidad Kankuama era montarse en la angustia y en la incertidumbre de saber que se salía, sin tener la seguridad de que se iba a llegar vivo a la casa. El primer retén lo encontrábamos a cinco minutos de Valledupar, en un sitio conocido como la YE de los Corazones; a diez minutos del Batallón la Popa, situado en el casco urbano de la ciudad. Muchas personas fueron bajadas de los carros y asesinadas en ese lugar, otros fueron, bajados y montados a veces en carros pertenecientes al ejército o alguna entidad pública del municipio; luego sus cadáveres aparecían al lado de la carretera, algunas veces los cuerpos eran dejados en las curvas de la carretera donde eran destrozados por los carros que transitaban por el lugar. También era común que mientras los paramilitares hacían los retenes, miembros de la Policía Nacional asentada en la ciudad de Valledupar, llegaran a comprar gasolina de contrabando en un puesto que se encontraba a menos de 500 metros de donde los ‘paras’ realizaban los retenes.
Este hecho fue denunciado en varias oportunidades por Ángel Villazón, en ese tiempo cabildo menor de la comunidad de Río Seco, por eso fue asesinado y los archivos de las denuncias desaparecieron de manera misteriosa de las oficinas de la Fiscalía de Valledupar. Villazón denunció, además, en repetidas ocasiones que había visto en los retenes a miembros del Ejército Nacional con las insignias del batallón La Popa, y al día siguiente había encontrado a los soldados en el mismo lugar, haciendo retenes con brazaletes de las Autodefensas Unidas de Colombia.
Mientras recorremos la vía Valledupar – Atanquez voy contándole a las personas que me acompañan los diferentes sitios donde normalmente hacían retenes los paramilitares, también voy recordando a cada uno de quienes fueron asesinados en esos sitios.
A medida que avanzamos voy sintiendo nuevamente el viento que baja de la Sierra. Refresca mi cara y me recibe cargado de recuerdos, manifestados en olores, sabores, colores, sensaciones que van llenando nuevamente mi cuerpo y mi corazón. Desde lejos se alcanza a ver los picos de la Sierra, testigos mudos de un etnocidio perpetrado contra el pueblo kankui. Más de 342 asesinatos cometidos por los grupos armados lo confirman. Pero en la imponencia de la Sierra alcanzo a contemplar la posibilidad de seguir caminando y de seguir soñando con un futuro donde se pueda vivir en paz.
La primera comunidad que encontramos es Río Seco, hubo un tiempo en que esta población quedó completamente abandonada por presión de los paramilitares, quienes asesinaron a un gran número de personas acusándolos de guerrilleros o colaboradores de la guerrilla. Este caserío queda a veinticinco minutos de Valledupar; luego llegamos a Patillal, un pueblo que no es kankuamo pero que tienen una gran cordialidad con nosotros. Este pueblo también es muy reconocido porque en el nacieron muchos personajes reconocidos de la música vallenata. Nuevamente entramos al territorio kankuamo y pasamos por el río Badillo y llegamos a la población de la Mina, aún es posible ver las huellas dejadas por los retenes y las incursiones de los paramilitares: muchas casas vacías. Algunas al parecer fueron dinamitadas y aún se siente en el ambiente la zozobra de esa tensa calma que hoy reina en nuestro territorio.
Seguimos subiendo, pasamos por Mojao, su crecimiento quedó truncado por causa de la guerra. Miro las mismas casas, pero no veo a toda la gente que debía estar, a muchos los mataron. Los chóferes de los carros paran a la orilla del río Pontón y les permiten a las personas que integran la comisión que se bañen en las cristalinas aguas del río. El baño alivia un poco el cansancio acumulado después de un viaje de más de 20 horas. Desde la carretera se alcanzan a ver las comunidades de Ramalito y los Háticos, también allá la guerra dejó a su paso muerte y dolor. Por fin, a eso de las cuatro de la tarde llegamos a Atanquez, siento como las emociones llegan con la fuerza con que bajan los ríos que nacen en la Sierra, entramos a la población y lo primero que encontramos es un retén policial donde nos hacen bajarnos para hacer una requisa, según ellos eso lo hacen para nuestra seguridad. En ese momento alcanzo a oír que un policía le comenta a otro "los hombres del ejército que están donde puso la mina la guerrilla, dicen que en uno de estos carros vienen guerrilleros". "No sería raro" contesta el otro agente.
Después de pasar por el retén, decido continuar a pie para poder ir viendo los cambios que han ocurrido en mi pueblo, no tengo necesidad de mirar el suelo porque mis pies conservan la memoria de estos lugares, saben donde está cada piedra. Las calles siguen igual. Camino veinte pasos y empiezo a encontrarme con mucha gente querida, no pregunto por ciertas personas porque presiento que ya no se encuentran allí. Estar nuevamente en estas tierras ha sido una de las experiencias más gratas que he tenido en los últimos meses, hay alegría por el encuentro, pero también, hay mucha tristeza por las ausencias.
Mientras, sigo caminando hacia el lugar de encuentro con la comunidad y las autoridades, una señora se me acerca, me saluda cariñosamente y me dice: "Ustedes que están por allá por la ciudad, no pueden hacer algo para que esos hombres que mataron a mi hijo se vayan del pueblo. Cada vez que los miro me acuerdo de mi hijo y eso me da dolor... Duele mucho verlos a ellos tranquilos pasearse por aquí y yo tengo que conformarme con ir a llevarle flores a mi hijo al cementerio". Esas palabras confirman que la ley de Justicia y Paz no traerá la reconciliación como dice el señor Presidente. Paso a saludar a una tía muy querida, saludo a su marido, a quien me agrada mucho ver porque con él aprendí como se manejan las piedras dentro de la tradición y cuál es el significado espiritual de cada una. Me emociono al ver a mi abuela nuevamente con quien tengo mucho de que hablar, me volvió a preguntar cuándo regreso porque tiene mucho que contarme. Cruzo un arroyo conocido como el Chorro, donde mi memoria vuelve a oír el tambor de los negros del Corpus Christi y recuerdo los versos que el viejo Rafa recita en ese lugar.
Por fin llego al lugar de reunión. A la Kankurua de Abel Alvarado, Mamo que fue asesinado por los paramilitares el 8 de diciembre de 2002. Cuando entro a la Kankurua siento su presencia. De los Mamos he aprendido que ellos nunca se van de su banca, siempre estarán en su sitio de confieso y que allí podemos buscarlos para conversar. En el poco tiempo que estoy dentro de la casa ceremonial recuerdo las veces que tuve la oportunidad de hablar con él, recuerdo sus enseñanzas y me da tristeza recordar la manera como murió.
Después del saludo de las autoridades y de la delegación, invitan a subir a un lugar de la población conocido como la "piedra atravezá", allí encontramos a un grupo de músicos tradicionales que nos invitan a bailar chicote, esta es una manera de decirle a los visitantes que les alegra que estén allí. Además ese lugar es un sitio sagrado donde los antiguos hacían ofrendas a la Madre bailando, por eso se baila en ese lugar aunque la mayoría de las personas ya lo olvidaron. Allí los visitantes le pagaron a la Madre por estar ahí, felices, contentos y tomando chirrinchi, fue un buen pagamento. El Güiro cantó contento al día siguiente y esa era una señal de aprobación, de aceptación del pagamento.
Caminar al siguiente día hacia la comunidad Chemesquemena fue volver nuevamente al principio de la organización indígena Kankuama, por allá en 1993, cuando se empezaba a gestar y cuando muchos jóvenes nos inquietamos por volver a recuperar y fortalecer lo nuestro. Era normal que todos los fines de semana nos trasladáramos de una comunidad a otra participando en reuniones, caminatas de reconocimiento y reapropiación del territorio o haciendo pagamentos, dándole de comer a la Madre quien por mucho tiempo estuvo pasando hambre porque la habíamos olvidado. Llegar al Boquete y mirar unas trincheras construidas por el ejército fue para mí un encuentro bastante triste y desconcertante, aún no comprendo cómo una institución que dice defender a los colombianos, puede profanar lo que es más sagrado para los indígenas de esta parte del país, como son sus sitios de pagamento, pisotear las ofrendas y mover las piedras donde siempre se le lleva comida a los antiguos. Mientras miro con tristeza recuerdo las palabras que momentos antes me había dicho un Mamo: "Fíjese usted que muchas personas enfermas no las puedo curar porque movieron las piedras del pagamento y ya no puedo vení en la noche y en la madrugada a hacer los pagamentos porque no me dejan los del ejército, me dicen que no puedo vení aquí porque es peligroso y porque después yo le voy a llevá información a la gente del monte. Fíjese ya no puedo ni paga, pa´ curar a la gente porque no me dejan". Y no contentos con eso construyeron trincheras pegadas a las paredes del colegio de Guatapurí, poniendo en peligro a sus alumnos y profesores.
En Guatapurí también los paramilitares asesinaron a mucha gente importante. No pude más que sentir tristeza a la hora de pasar por la casa de Hugo Montero, al lado de él caminé y asistí a muchas reuniones, era uno de los mejores líderes de esta comunidad, hoy su casa está sola y allí se siente tristeza y nostalgia. En Chemesquemena también se siente la ausencia de muchas personas que fueron asesinadas, como olvidar a Salomón Arias o a su hijo Freddy, y con él a mucha gente que hoy está desplazada fuera del territorio.
Pero a pesar de todo esto, muchas personas siguen soñando con un futuro mejor, pienso que el pueblo kankui aún sigue aferrado a seguir existiendo como pueblo. Los viejos siguen escarbando en sus memorias y encuentran muchos elementos de la tradición que supuestamente se creían perdidos, las Kankuruas que por algún tiempo estuvieron deshabitadas hoy vuelven a sentir el calor del fogón, el olor a humo y la palabra tradicional vuelve a ser hablada y escuchada. La tradición de los kankuamos está volviendo, se está recuperando como le dijo un Mamo kogui a la anciana Ursula Solís, cuando ella era una niña y cayó enferma: "Mijita, tu no te vai a morí. Eso lo de ustedes, la ciencia oculta de los kankuamos se va a acaba. Pero, despue\' va a vení gente de afuera que va a empezá a recupera\' esto, lo de ustedes, lo de los kankuamo...". Con estas palabras me despido de la Sierra. Alegre y triste a la vez. Alegre porque aún el cariño y la hospitalidad de los kankui siguen como siempre. Alegre porque después de dos largos años pude ver a mi familia nuevamente y a muchos amigos y conocidos. Alegre por volver a sentir la Sierra y todo lo bueno que habita en ella. Triste porque faltan muchas personas, a unos los asesinaron a otros los grupos armados los obligaron a salir del resguardo. Triste por volver a dejar mi tierra. Pero, puedo decir que de la Sierra salí convencido y con nuevas fuerzas para seguir luchando, para seguir defendiendo un territorio que es nuestro desde los tiempos de origen y sobre todo convencido de que la Madre, la tierra, no le pertenece a los hombres. Si no que los hombres pertenecen a la tierra y los que la quieren comprar se olvidan de eso y se olvidan que lo que le hacen a los hijos de la Sierra se lo hacen a la Sierra, y que todo ese daño que hoy hacen, mañana la Madre se los cobrará, a ellos o a sus hijos. Porque como dicen los abuelos: "El que escupe a la tierra, se escupe a si mismo y el que daña la tierra o a sus hijos se daña a sí mismo"...
Amchibe... amchibenya...
Glosario
Kankuamo: Pueblo indígena que se encuentra ubicado en la parte suroriental de la Sierra Nevada de Santa Marta, al norte del municipio de Valledupar.
Kankurua: Casa ceremonial que simboliza el vientre de la Madre Tierra.
Mamo: Guardián de la comunidad. Cualquier decisión que afecte a la comunidad debe ser consultada a él. La palabra mamo se traduce como sol, entonces él es el guía de la comunidad.
Negros del Corpus Christi: Danza ceremonial que se realiza en la comunidad de Atanquez en el mes de junio. Puede decirse que esta fiesta es una manera de mantener las festividades del solsticio de verano a través del sincretismo con la iglesia católica.
Pagamento: Ceremonia que consiste en darle de comer a la Madre Tierra o a los antepasados de la comunidad como una forma de mantener el equilibrio entre el mundo espiritual y el mundo material y de esta manera garantizar que el universo no entre en caos y se destruya.
Confieso: Ejercicio espiritual que busca a través del reconocimiento y la conciencia de cada acto realizado, pensado o imaginado, encontrar las causas de los problemas del presente y así limpiar espiritualmente el camino del futuro.
Güiro: Ave de color negro a quien los Mamos le atribuían la capacidad de predecir el peligro o la aceptación de los pagamentos y ceremonias por la Madre. Esto es posible hacerlo si se distinguen los diferentes cantos de este pájaro.
Boquete: Sitio de pagamento, donde se realizan ceremonias para alejar las enfermedades. Hoy las piedras que servían de mesa para poner las ofrendas fueron movidas de su lugar por el ejército, profanando de esta manera nuestros lugares sagrados y de culto.
Daniel Maestre Villazón
Indígena Kankuamo
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas
Corporación Viva la Ciudadanía.
semanariovirtual@viva.org.co
www.vivalaciudadania.org
https://www.alainet.org/es/active/19957?language=en
Del mismo autor
- Viaje a Kankuamia 30/09/2007
- Reflexionando la reparación colectiva indígena 22/06/2007
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