Ecos de la Movilización Nacional por la Dignidad

29/08/2007
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"El sentido de la vida, el respeto por la naturaleza, los sueños de armonía, convivencia, la paz y solidaridad continúan siendo los sentimientos de la mayoría de los colombianos. La dignidad de uno sigue siendo la dignidad de todos y todas. Por eso, mientras haya un solo pueblo, un solo proceso, un solo colombiano o colombiana sometidos, agobiados y humillados por la miseria y la injusticia, ninguna persona en Colombia podrá conocer el sabor de la democracia o actuar con libertad".

Movilización Nacional por la Dignidad
 
En Potosí, por ejemplo, fue como uno de esos encuentros de hermanos que se separan desde la infancia y que se reencuentran ya adultos. Una cosa es contarlo y otra vivirlo. Porque estar allí, recibir los saludos, los aplausos, los gritos de bienvenida y acogida que nos dieron en todas las ciudades y carreteras, al paso de la caravana de 27 carros (chivas) con 1500 personas, es una emoción incomparable. Y es que ésta fue una movilización de la emociones. Desde el dolor, desde la angustia, desde la rabia, desde el sentir que somos uno solo… Aunque lo que nos hace uno solo sea el hecho de ser necesitados, explotados, agredidos: los que no tienen más que el dolor por lo que se vive y el sueño de lo que debería ser.
 
Hablamos de la movilización nacional por la dignidad[1]. En Colombia, según nuestra memoria, no se ha hecho una movilización como ésta. Pues se trató de salir a convocar dolores y conciencias comunes para tejer la unidad de los sectores populares, azotados todos por una agresión que viene de mucho tiempo atrás y va para lejos.
 
Salimos el 22 de julio y recorrimos todo el Ande, desde Santander de Quilichao hasta Bogotá, siguiendo el curso natural de la Madre Tierra: el curso de los ríos Cauca y Magdalena, los más grandes de la línea ecuatorial hacia el norte, atravesando la Cordillera Central y escalando la Oriental, hasta el altiplano cundi-boyacense. Un recorrido por algunas ciudades como Cali, Armenia, Ibagué y Bogotá, que llamamos la "visita por el país que queremos[2]".
 
Una de las razones de esta visita es que en Colombia no hay libertad. Vivimos sometidos a un régimen que acalla, asesina, masacra y castiga. Quienes no están de acuerdo con los planes y visiones oficiales son tildados de terroristas. Éstas son expresiones actuales de la agresión del proyecto que llamamos de muerte donde el negocio es lo más importante.
 
Colombia tradicionalmente ha sido un país con un movimiento popular, amplio y diverso, la mayor parte de las veces con igual número de acciones políticas o reivindicativas y en muchas ocasiones negociadas, con resultados no siempre a favor de las mayorías movilizadas. Por eso es que se resalta la singularidad de esta movilización que no fue reivindicativa ni sectorizada; fue desde el movimiento indígena del Cauca para todo el país.
 
Es decir, fue una convocatoria a la unidad de los pueblos indígenas y a la unidad de todos los pueblos en una sola \'jigra\' (mochila o bolso tejido) porque estamos cansados de pronunciarnos y protestar solos. La visita llevó el mensaje de que campesinos, afros y mestizos; estudiantes, trabajadores y trabajadoras; familiares de secuestrados y en general todo el pueblo, sintamos y compartamos el dolor de todas y todos para romper la \'privatización de la infamia\'[3] que es en lo que se convirtió el accionar del movimiento popular o de quienes sufren algún dolor.
 
Por eso a través de las visitas empezamos a tejer la jigra de la unidad. En cada ciudad llegamos delegados y representantes de cabildos indígenas del Cauca, otros pueblos indígenas y otros sectores sociales y populares de Colombia. En cada ciudad nos movilizamos con cientos de personas que se sumaron para desencadenar la esperanza, tuvimos un espacio de reunión donde cada organización social y popular dio a conocer sus problemáticas y sus propuestas para sumarse a la construcción de una agenda popular.
 
Esta concepción no es nueva. Desde nuestra plataforma de lucha y desde el Mandato Indígena  y Popular[4] de 2004 somos concientes que solos no podemos,  que nos necesitamos mutuamente para resistir pacíficamente y que tenemos la obligación de tejer un plan de vida ante el plan de muerte que nos impone el imperio.
 
Antes de hacer las visitas,  desde el norte del Cauca conformamos comisiones de trabajo para la planeación y orientación política, para la logística, para la comunicación y educación y para la gestión de apoyos. Comisiones que nos reunimos constantemente para definir acciones coordinadas con todos los sectores para poder alcanzar el objetivo y que nos facilitara la llegada a cada lugar. Vimos y probamos la solidaridad de todos los sectores que nos hicieron un recibimiento caluroso, no sólo por su afecto y credibilidad, sino porque nos esperaron con alimentos y lugares seguros donde descansamos después de cada jornada.
 
A pesar de que los medios de comunicación nacionales se enfocaron en un solo punto de la agenda, el acuerdo humanitario, desinformando el verdadero sentido de la movilización, tejer entre pueblos y organizaciones sociales y populares el país que queremos, logramos nuestro objetivo por cada sitio donde pasamos.  Los gestos de la gente, la alegría sincera, la solidaridad eficaz fueron la ruta de esta movilización.
 
En la Plaza Bolívar –llamada así en homenaje al Libertador que llegaba allí a celebrar sus victorias en las tierras del Sur–  un compañero afro pronunció que llevamos 515 años de soledad y fue silenciado por la misma lógica que estaba denunciando. Una mujer nasa retomó el discurso y al leerlo en su totalidad generó una ovación de la multitud concentrada en la plaza. Desde siempre y con mayor razón al encontrarnos con esas infamias, nunca más permitiremos que nos arrebaten la palabra.
 
La Plaza de Bolívar es uno de los centros de poder del país. En sus costados están ubicados el Congreso, el Capitolio y a unos pocos metros la casa de Nariño, sede de gobierno y casa de paso del sanedrín uribista. Pero Ciudad Bolívar es uno de los sitios más pobres de toda América. Hay personas de toda Colombia que llegaron allí por la violencia, por el desplazamiento forzado. Así que después de sembrar la palabra en la plaza, la Visita, con su caravana de 27 chivas, se concentró en Potosí, uno de los barrios de Ciudad Bolívar. En ese compartir del pueblo con el pueblo, en el lugar más despreciado y temido de la Capital, donde ni la misma policía se atreve a entrar, se vio el símbolo más grande y bello de esta movilización. "Aquí siempre vienen a utilizarnos en campañas electorales, pero nadie viene con buenos propósitos" nos decían. "Gracias por venir" decían y salía cada vez más gente desde sus casas a encontrarnos.
 
Uno de los frutos de la Visita son  los criterios éticos de trabajo en unidad[5] que se construyeron a lo largo de la marcha y donde se ratificó la necesidad de recoger y sintetizar de manera clara y concisa estos temas en unidad. Porque la tarea actual es la construcción de un borrador de agenda de los pueblos para la resistencia y la alternativa, una síntesis de asuntos esenciales para tejer la jigra del nuevo país, a partir del aporte y la reflexión que hicimos en las ciudades y en Ciudad Bolívar, que se hará público tan pronto como sea posible.
 
Para que nadie sea dueño de la agenda, para empezar a destruir las distancias y deshacer los protagonismos, es que se proclamó la ética de los pueblos. "Llévenme para el Cauca" nos dijo un niño en Potosí. Pero no íbamos a llevarnos a nadie, sólo íbamos a sembrar la esperanza y ésta nos pertenece a todos.

Para más información viste el sitio:

Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca  (ACIN)
http://www.nasaacin.net/movilizacion07.htm 



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