Será que no hay justicia para los pobres?

20/07/2007
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La tierra no es redonda:
es un patio cuadrado
donde los hombres giran
bajo un cielo de estaño.

Marcos Ana


Seis militantes campesinos paraguayos están presos en la cárcel argentina de Marcos Paz. Agustín Acosta González, Roque Rodríguez Torales, Basiliano Cardozo Jiménez, Arístides Vera Silguero, Simeon Bordon Salinas y Gustavo Lezcano Espinola llegaron a nuestro país buscando refugio hace ya más de un año. Ellos nos escriben en una carta: "Erróneamente, por cierto, llegamos a la Argentina confiados en las instituciones de este país, alertados por la prédica supuestamente derecho-humanística del Presidente Kirchner, y terminamos presos en la cárcel de la injusticia. Hoy nos damos cuenta que los acuerdos internacionales del MERCOSUR están por encima o merman los derechos de las personas que habitan los países del Mercorsur. Tantas veces nos hemos preguntado: ¿Será que no hay justicia para los pobres?".

¿Será que no hay justicia para los pobres? Resuena la pregunta cuando nos encontramos en una sala de visitas de la cárcel. Mientras el mate pasa de mano en mano, los campesinos comparten las nostalgias de su tierra, de sus familias, de sus compañeros y compañeras. Piden noticias de su país. Duelen la desaparición reciente de un compañero de su movimiento. Buscan solidaridad. Dan solidaridad. Enseñan su mirada del mundo. Piensan el socialismo latinoamericano, en clave guaraní. Hablan con orgullo de sus resistencias. Ensayan gestos de ruda ternura.

¿Será que no hay justicia para los pobres? Su pregunta nos interpela. Quien quiera responderla, puede visitar cualquier cárcel argentina, o paraguaya, o brasileña, o latinoamericana, o norteamericana. Son miles de pobres hacinados, muchos de ellos y de ellas todavía sin sentencia, procesados, es decir, sin que se haya demostrado su culpabilidad, viviendo durante meses y a veces años en condiciones infrahumanas. ¿Quién les devolverá el tiempo perdido, las humillaciones, los dolores, e incluso las torturas recibidas en las cárceles argentinas? Basta pensar que en otra celda están los presos que salieron a la calle a demostrar su indignación, cuando el gobierno de Sobisch mató a Carlos Fuentealba. Ellos presos, Carlos asesinado, y Sobisch en libertad. ¿Será que no hay justicia para los pobres?

En el caso de los seis campesinos paraguayos, la situación es especialmente grave porque lo que les espera, si se confirma la sentencia del juez Ariel Lijo, es la extradición al Paraguay, donde se vive una situación de persecución sistemática de los militantes populares. Los seis campesinos, fueron acusados de participar del secuestro de Cecilia Cubas, hija del ex presidente de Paraguay Raúl Cubas Grau. Un secuestro que como tantos otros crímenes que sacuden a ese país, es producto de los ajustes de cuentas entre las distintas fracciones del poder local. En una carta escrita por los presos paraguayos en Argentina dirigida a las organizaciones de derechos humanos de Argentina, ellos señalan que "tenemos que dejar claro que el secuestro respondió a un ajuste de cuentas entre la oligarquía mafiosa paraguaya, donde Patria Libre fue el chivo expiatorio, pero al parecer esto no fue suficiente. Necesitaban aparentar la presencia de un grupo guerrillero, que se atribuyó también a miembros de Patria Libre, con algunas organizaciones campesinas, que fueron acusadas en su momento de crear zonas liberadas, excusa que sirvió para atropellar los asentamientos campesinos en todo el país en el 2005".

El defensor de los derechos humanos del Paraguay, el Dr. Martín Almada, escribió en una carta al juez Lijo: "Estos compatriotas cometieron la osadía de reclamar el cambio. El gobierno de Nicanor Duarte Frutos no sabe interpretar los signos de los tiempos; por eso arremete con furia contra estos valientes compañeros. Ellos reclamaron con justicia transparencia, participación y mejor distribución de la riqueza. La respuesta fue la persecución política a pesar de haber sido declarados inocentes por el Juez Penal más respetado del Paraguay, por su solvencia moral e intelectual, Dr. Pedro Mayor Martínez. En el Paraguay tenemos hoy un gobierno fascista que no ofrece ninguna garantía a los extraditables líderes campesinos porque saca a las calles tanto al Ejército o como a la policía, le gusta bañarse de sangre y revolverse en el discurso democrático. Penaliza las protestas sociales y legitima la violencia. Usted al conceder la extradición por lo visto no tuvo en cuenta nuestros argumentos sino una vez más las razones de los poderosos".

Las razones de los poderosos son las que siguen mandando en los tribunales argentinos. Vale recordar que antes del juicio, la madre de Cecilia Cubas se entrevistó con el juez Ariel Lijo, y con el Ministro del Interior, Aníbal Fernández, acompañada… de Juan Carlos Blumberg. Las sin razones del poder… los juicios del poder… las cárceles del poder… los ministros del poder… las complicidades del poder… Cuando las cárceles se llenan de pobres. Cuando los muros de las prisiones se vuelven la última fortaleza de la exclusión. Cuando allá adentro se encuentran los rehenes del capitalismo… no hay derecho a la indiferencia… no podemos mirar hacia otro lado, ni decir que no sabemos, ni que por algo será, ni mantenga limpia buenos aires. No queda lugar para jugar al distraído.

Podría terminar estas líneas pidiendo que nos pronunciemos para evitar la extradición de los presos políticos paraguayos, para luchar por que el Gobierno argentino les otorgue el refugio, para impedir que los envíen a las cárceles –centros de tortura y muerte- del Paraguay. Podría decir que es necesario encontrar el lenguaje común que nos permita recuperar, en las organizaciones del pueblo, la palabra solidaridad; no como una versión metamorfoseada de la caridad, sino como un gesto de vida, frente a un sistema de muerte; como un signo de rebeldía frente a tantas complicidades. Como una manera de que nuestros sueños no queden encerrados entre los muros del individualismo y de la fragmentación del campo popular. Pero no voy a hacer nada de esto.

Lo que ahora escribo, todavía con el calor del abrazo de los compañeros, cuando nos despedimos al finalizar la visita, no es un llamado a nada. No es una exhortación a la lucha. Es la invitación para que quienes sientan impaciencia frente a las injusticias, visiten a los campesinos paraguayos en la cárcel. Para que los conozcan. Para que escuchen sus palabras. Para que sientan sus miradas. Para que piensen sus posibles razones. Tal vez entonces, podamos conjugar juntos la palabra libertad.
https://www.alainet.org/es/active/18705
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