RCTV en Venezuela y la televisión en el Perú
02/06/2007
- Opinión
Acerca de un comentario de Alexandro Saco (1)
Mi muy querido amigo Alexandro Saco ha hecho una interesante reflexión sobre el futuro del chavismo y Hugo Chávez. En resumen sostiene que en Venezuela se incurre en el viejo equívoco izquierdista de combatir a las derechas opresoras con sus propios métodos opresivos y arbitrarios. Afirma que se trata de una represalia política y no un acto legal, a lo que me permito corregir a mi amigo abogado: creo que es una sanción política, a través de un acto legal o formal. Porque lo que es evidente es que el presidente venezolano ha tenido la paciencia de esperar que se venza el plazo de renovación que establece la ley, para dejar a sus adversarios sin argumento. Pero es cierto que hay un contenido de enfrentamiento en la decisión legalmente impecable. La pregunta es: ¿si puedo quebrar una de las estructuras principales de la organización oligárquica del poder, basándome en las propias leyes que ese sistema estableció y que siempre se usaron contra los más débiles, lo hago o no lo hago?
Si como dice Alexandro, y no le falta razón, hace tiempo que quieren asesinar a Chávez, porque piensan que es la única manera de sacarlo y eso ha sido expresado por voceros de Estados Unidos, venezolanos en Miami y los medios de la derecha local. Entonces, ¿debería el presidente venezolano ignorar que la batalla que está en desarrollo es a muerte e inmolarse en el intento, aún si tiene recursos legales para reducir a sus adversarios? Otro punto es si al afectar a RCTV se “invisibiliza” a los opositores. Hay que imaginar la “invisibilización” que ha existido en Venezuela gracias a RCTV, Globovisión y otros, durante larguísimos años de enormes sectores de la población y opositores políticos. Y aplicarlo si se quiere a la experiencia del Perú, para ver que no sólo son invisibles, sino tarados, peligrosos y otros conceptos por el estilo, los que votan en sentido diferente de lo que dicta la gran prensa. Pero en Venezuela hay más, porque los medios opositores y antichavistas no acaban con RCTV. Más bien podría decirse que ha habido y aún hay, una sobre-representación de un sector político-económico en los medios de comunicación, si cabe la figura que Alexandro propone. Que la mayoría de la prensa sea rabiosamente pro-sistema es un efecto histórico, porque esa hegemonía se construyó en paralelo a los demás elementos del mecanismo de dominación. Y hay momentos en que los medios son el principal instrumento para impedir que se afecten esas relaciones, creando, por cierto, la ilusión de que con ellos se expresa una “opinión nacional” que son ellos mismos.
Lo que quise hacer en mi artículo “Libertad de prensa, qué maravilla”, es ponerme en la situación hipotética de que aquí, en el Perú, hubiera un gobierno que moviera alguno de los resortes legales que pueden llevar a que los actuales empresarios de los grandes medios, especialmente de la televisión, pudieran ser cuestionados en la posesión de frecuencias y empresas que hoy ejercen. Y puse ejemplos para que se vea hasta qué punto todos los canales están en posición vulnerable. Esto del retiro de las autorizaciones se discutió en el comienzo de los 2000, con toda la televisión en cabeza gacha por sus amoríos con Fujimori y Montesinos, escuchándose las voces hasta de Vargas Llosa en ese sentido. Pero los dueños o semidueños permanecieron, se reacomodaron, cambiaron propiedad por impunidades, mintieron, empujaron, cobraron, etc., y con la pusilanimidad de Toledo lograron armar el tinglado actual. Y me preguntaba entonces si saldría a la calle a defender la libertad de prensa de Chichi, Rosa María, Althaus, Pérez Luna, por citar algunos caso. De veras no lo haría. Y aseguro que los de Venezuela no son mejores.
Algo más. Chávez produce sentimientos contradictorios, desde hace tiempo, en la intelectualidad latinoamericana. Habla mucho, es tosco, confronta duramente, etc. Por años, el estilo Chávez ha estado tapando mucho de lo que iba sucediendo en Venezuela. En el Perú la izquierda hacía mutis. Como aquí estábamos en pleno giro hacia el centro, nos interesaba más Lula o Tabaré, que este militarote fanfarrón. Hasta que empezamos a descubrir que la onda que venía de Caracas era mucho más trascendente que la que tenía su sede en Brasilia y ni que decir Montevideo o Santiago. En mi caso, tuve una primera experiencia en la lucha contra el ALCA, donde Venezuela fue la única delegación presente en Miami 2003, que se acercó a los grupos de la protesta, mientras los hermanos brasileños pactaban con Estados Unidos. Luego percibí en La Habana el espíritu revolucionario de centenares de chavistas que asistían a un evento continental. De veras hacía años que no sentí eso. Fueron mis primeras impresiones. El resto de mi perspectiva está escrito en blanco y negro y no me retracto.
Creo que estamos asistiendo a un proceso revolucionario real. En las antípodas de lo que vivimos en el país. La revolución no es siempre bella y limpia, y comete muchas equivocaciones y excesos. Lo que no podemos perder de vista es que es una operación de alto riesgo. Y en Venezuela con mucho mayor razón. Una cosa que tampoco se puede evitar es que los procesos se contaminen de la personalidad de los líderes, que suele ser mesiánica y hasta alucinada. Con todo creo que debo defender a Chávez y no la RCTV. Como que defendería a quién se atreva a hacer algo por romper el monopolio de prensa que existe en el Perú. Si es a eso a lo que dedico buena parte de mis esfuerzos por conquistar el derecho a expresarnos libremente en este país.
Mi muy querido amigo Alexandro Saco ha hecho una interesante reflexión sobre el futuro del chavismo y Hugo Chávez. En resumen sostiene que en Venezuela se incurre en el viejo equívoco izquierdista de combatir a las derechas opresoras con sus propios métodos opresivos y arbitrarios. Afirma que se trata de una represalia política y no un acto legal, a lo que me permito corregir a mi amigo abogado: creo que es una sanción política, a través de un acto legal o formal. Porque lo que es evidente es que el presidente venezolano ha tenido la paciencia de esperar que se venza el plazo de renovación que establece la ley, para dejar a sus adversarios sin argumento. Pero es cierto que hay un contenido de enfrentamiento en la decisión legalmente impecable. La pregunta es: ¿si puedo quebrar una de las estructuras principales de la organización oligárquica del poder, basándome en las propias leyes que ese sistema estableció y que siempre se usaron contra los más débiles, lo hago o no lo hago?
Si como dice Alexandro, y no le falta razón, hace tiempo que quieren asesinar a Chávez, porque piensan que es la única manera de sacarlo y eso ha sido expresado por voceros de Estados Unidos, venezolanos en Miami y los medios de la derecha local. Entonces, ¿debería el presidente venezolano ignorar que la batalla que está en desarrollo es a muerte e inmolarse en el intento, aún si tiene recursos legales para reducir a sus adversarios? Otro punto es si al afectar a RCTV se “invisibiliza” a los opositores. Hay que imaginar la “invisibilización” que ha existido en Venezuela gracias a RCTV, Globovisión y otros, durante larguísimos años de enormes sectores de la población y opositores políticos. Y aplicarlo si se quiere a la experiencia del Perú, para ver que no sólo son invisibles, sino tarados, peligrosos y otros conceptos por el estilo, los que votan en sentido diferente de lo que dicta la gran prensa. Pero en Venezuela hay más, porque los medios opositores y antichavistas no acaban con RCTV. Más bien podría decirse que ha habido y aún hay, una sobre-representación de un sector político-económico en los medios de comunicación, si cabe la figura que Alexandro propone. Que la mayoría de la prensa sea rabiosamente pro-sistema es un efecto histórico, porque esa hegemonía se construyó en paralelo a los demás elementos del mecanismo de dominación. Y hay momentos en que los medios son el principal instrumento para impedir que se afecten esas relaciones, creando, por cierto, la ilusión de que con ellos se expresa una “opinión nacional” que son ellos mismos.
Lo que quise hacer en mi artículo “Libertad de prensa, qué maravilla”, es ponerme en la situación hipotética de que aquí, en el Perú, hubiera un gobierno que moviera alguno de los resortes legales que pueden llevar a que los actuales empresarios de los grandes medios, especialmente de la televisión, pudieran ser cuestionados en la posesión de frecuencias y empresas que hoy ejercen. Y puse ejemplos para que se vea hasta qué punto todos los canales están en posición vulnerable. Esto del retiro de las autorizaciones se discutió en el comienzo de los 2000, con toda la televisión en cabeza gacha por sus amoríos con Fujimori y Montesinos, escuchándose las voces hasta de Vargas Llosa en ese sentido. Pero los dueños o semidueños permanecieron, se reacomodaron, cambiaron propiedad por impunidades, mintieron, empujaron, cobraron, etc., y con la pusilanimidad de Toledo lograron armar el tinglado actual. Y me preguntaba entonces si saldría a la calle a defender la libertad de prensa de Chichi, Rosa María, Althaus, Pérez Luna, por citar algunos caso. De veras no lo haría. Y aseguro que los de Venezuela no son mejores.
Algo más. Chávez produce sentimientos contradictorios, desde hace tiempo, en la intelectualidad latinoamericana. Habla mucho, es tosco, confronta duramente, etc. Por años, el estilo Chávez ha estado tapando mucho de lo que iba sucediendo en Venezuela. En el Perú la izquierda hacía mutis. Como aquí estábamos en pleno giro hacia el centro, nos interesaba más Lula o Tabaré, que este militarote fanfarrón. Hasta que empezamos a descubrir que la onda que venía de Caracas era mucho más trascendente que la que tenía su sede en Brasilia y ni que decir Montevideo o Santiago. En mi caso, tuve una primera experiencia en la lucha contra el ALCA, donde Venezuela fue la única delegación presente en Miami 2003, que se acercó a los grupos de la protesta, mientras los hermanos brasileños pactaban con Estados Unidos. Luego percibí en La Habana el espíritu revolucionario de centenares de chavistas que asistían a un evento continental. De veras hacía años que no sentí eso. Fueron mis primeras impresiones. El resto de mi perspectiva está escrito en blanco y negro y no me retracto.
Creo que estamos asistiendo a un proceso revolucionario real. En las antípodas de lo que vivimos en el país. La revolución no es siempre bella y limpia, y comete muchas equivocaciones y excesos. Lo que no podemos perder de vista es que es una operación de alto riesgo. Y en Venezuela con mucho mayor razón. Una cosa que tampoco se puede evitar es que los procesos se contaminen de la personalidad de los líderes, que suele ser mesiánica y hasta alucinada. Con todo creo que debo defender a Chávez y no la RCTV. Como que defendería a quién se atreva a hacer algo por romper el monopolio de prensa que existe en el Perú. Si es a eso a lo que dedico buena parte de mis esfuerzos por conquistar el derecho a expresarnos libremente en este país.
1.06.07
(1) Chávez muerto o asesinado
Avalar al chavismo hoy, es como justificar el combate a la insurgencia armada con el terrorismo de Estado. Es decir, aplicar al contrincante las mismas armas o peores a las que éste usa. Eso es lo que está pasando en el caso de RCTV. Ante la arbitrariedad informativa de este medio de comunicación, la arbitrariedad de un presidente que dice: yo decidí que la licencia no se debía renovar. Es una represalia política y no un acto legal. El discurso chavista invisibiliza al 40% de la población venezolana que no votó por Chávez, los estigmatiza. Si se confronta la estigmatización de la derecha y del falso liberalismo hacia el pensamiento distinto, no se debería avalar una acción similar desde la otra orilla.
Raúl Wiener en su último artículo: Libertad de expresión, qué maravilla, hace precisiones de lo ilegitimo que puede resultar el ejercicio de la libertad de expresión en el Perú, y demuestra que nuestros canales de TV en el mejor de los casos tienen cuentas pendientes con la legalidad y manipulan el ejercicio informativo. Cierto, pero esa realidad no puede justificar el acto político represivo chavista. No se trata de defender la línea informativa que tenía RCTV, que más que un medio de comunicación era un partido antichavista, sino de establecer una cuestión sustantiva y no adjetiva. Lo sustantivo es: o se avala el autoritarismo cuando viene en teoría desde la izquierda, o confrontamos todos los actos que atentan contra una convivencia social mejor. Chávez existe porque por décadas en Venezuela una política señorial hizo poco y medró con el poder. Pero, ¿cómo dotar de perspectiva a un gobierno, otros lo llaman proceso, que depende de una persona? Mi percepción es que Chávez sale del poder o asesinado o muerto: no va a dejar la presidencia.
La aspiración chavista es agradable. Como cuando confronta a Bush y le dice sus verdades a la política externa de los EEUU, cuando coloca en su lugar a los entes financieros internacionales o aspira a que los recursos naturales estén en función de las necesidades nacionales o regionales. Pero lo insalvable aparece cuando al interior de Venezuela se conforma un sistema político en el que la oposición debe ser arrinconada hasta su virtual extinción. Un congreso con un partido único, un partido único del que los disidentes tienen que alejarse, un canal de TV que pasa del interés político a una supuesta función social. Y quizá lo más peligroso del chavismo sean los chavistas, incapaces de aceptar que hipotecaron su libertad al único que piensan puede cambiar las cosas.
El Estado no es fuente de legitimidad, la sociedad, sus logros y aspiraciones son la fuente de legitimación de los cambios. Guiar a la masa desde la autoridad estatal es muy similar a hacerlo desde el poder mediático y financiero. La oposición debería ser a todo intento que encorsete a la sociedad en un destino manifiesto. La libertad de la que Chávez habla no es tal porque los venezolanos deben dormir bajo su manto y guarecerse bajo su ubicua voz. El chavismo puede crear los canales de TV que quiera con unos cuantos millones de dólares, para que la gente opte por cual ver.
Esta actitud del chavismo, trae en ella el germen de su autodestrucción. Las banderas que podemos compartir con el chavismo, no flamean al lado del mesianismo, de la respuesta igual o peor al contrincante hoy enemigo. Venezuela está impregnada de odio. El gobernante no debe ser una incubadora de resentimiento, sino tener un desenvolvimiento que implique a sus gobernados por igual. El poder estatal o no estatal, las creencias que no admiten discusión, el autócrata que hace las cosas ante sí y por sí o el conductor de TV que pontifica, son anécdotas frente a una aspiración válida y perenne: la de liberarnos de las tutelas de los falsos liberadores y de los falsos liberales que aplastan el pensamiento distinto.
Alexandro Saco
31 5 2007
https://www.alainet.org/es/articulo/121510
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