La Base Naval de Guantánamo:

Un boomerang para Estados Unidos

30/01/2007
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A

La primera fila de pacifistas avanza por una estrecha carretera rodeada de vegetación. Hay conciencia en esta gente. Hay conciencia, dice alguien, y por eso están aquí. El cielo es azul despejado y el sol rebota en el pavimento. Codo a codo, caminan apretadas Cindy Sheehan y Zohra Shaban Zewawi. También hay dolor en los rostros y telas rosadas y sonrisas. Una vieja canción llega para hablar mal del presidente. Se sigue avanzando. Tras una curva resplandece un cartel lumínico de carretera (La glorieta) y la marcha acelera el paso. Los gritos de protesta se escuchan más alto. Más alto se suben los carteles y también las banderas y las mentes agitadas porque el momento esperado tanto tiempo ya está aquí, frente a nosotros.

Una posta de soldados cubanos custodia una de las entradas a la base naval de Estados Unidos en Guantánamo.

Por más de cien años la base se ha mantenido impasible bajo el sol y el salitre corrosivo del Caribe. Excepto por la presión de los cubanos, que no nos cansamos de luchar por este pedazo de tierra, la base ha gozado de tranquilidad a la hora de consolidar la política estadounidense en el área. Esto es, los tres pasos clásicos. La protección paternalista, el desembarco militar y la invasión política y económica general.

Sin embargo, desde que en enero del 2001 fueran encarceladas allí las primeras víctimas de la cruzada de Estados Unidos contra el terrorismo, la base se ha convertido en un objetivo estratégico a derribar para toda la gente que lucha por la paz. Por eso esta delegación internacional de pacifistas, ex prisioneros y familiares de actuales detenidos en la base ha venido hasta aquí. Han sido invitados por el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos y el Centro Dr. Martin Luther King de la Habana y traen tres objetivos precisos: exigir a la administración de George Bush que detenga las torturas e injusticias que se cometen contra los prisioneros en la base, que muestre públicamente las pruebas de acusación contra los detenidos o, de lo contrario, que los deje en libertad, y, por último, que se clausure la cárcel y la base militar norteamericana. 

Antes de venir

Pequeña de estatura, flaca, rubia, Medea Benjamín es una de esas personas que contagia a todos con su entusiasmo. Ella sabe unir a las personas. Quizás por eso sea fundadora, junto a su amiga Jodie Evans, de dos organizaciones que luchan por los derechos humanos y la paz: Global Exchange y CODEPINK: Women for Peace. En gran medida, el viaje a Cuba de esta delegación internacional se debe al esfuerzo de CODEPINK, un espacio fundado por mujeres que, según Medea, incluye también a los hombres.

Empezamos justo antes de la invasión en Irak. Y hemos estando movilizando a la gente para protestar contra la guerra y exigir que regresen las tropas a casa. Demandamos que nos devuelvan los derechos humanos que hemos perdido.  En Estados Unidos nos revisan los correos y escuchan nuestras llamadas telefónicas.

Medea no puede recordar las veces que ha estado presa

Nosotros hacemos actos de desobediencia civil. Comencé este año en la cárcel porque intentamos hacer una conmemoración por los 3000 soldados muertos en Irak. Nosotros estamos dispuestos a ir a la cárcel y estamos dispuestos a hacer huelgas de hambre. Yo hice una de 30 días que fue muy difícil porque soy flaca. Pero podemos hacer muchas más huelgas si es necesario.

La lucha de los prisioneros en Guantánamo es nuestra lucha

Pero también queremos que nuestro gobierno respete los derechos de los que están presos en Guantánamo. Por eso convocamos a mujeres y hombres, para ir hasta el Congreso y la Casa Blanca a decir que respeten los derechos humanos de todos y que tenemos que parar la guerra.

Un infierno de calor y torturas.  Los datos:

Un día como hoy, el 11 de enero del 2002, llegaron los primeros detenidos a la base. Desde entonces han sido encarcelados allí 700 seres humanos. En cinco años de prisión no ha habido ni un solo juicio para ellos. Sólo el 5% de los detenidos fue capturado por el ejército estadounidense. El 95% restante fue comprado. Estados Unidos pagó recompensas de cinco mil dólares por la captura de cualquier individuo que fuera sospechoso de terrorismo. 400 prisioneros han sido liberados sin acusaciones en su contra y sin ningún tipo de explicación o disculpa. Permanecen allí 370 detenidos. La administración Bush dice que sólo 50 o 60 de ellos van a tener un juicio. ¿Y el resto? Exposición a cambios bruscos de temperatura, a heavy metal  al máximo de volumen, a pateaduras, a interrogatorios interminables, a inyecciones de drogas a la fuerza, a ofensas  sexuales y religiosas.

Una breve historia autorizada

El historiador de la ciudad de Guantánamo, José Sánchez, le ha dedicado años de estudio a la base naval. Por su situación geográfica (enclavada cerca de la ciudad, en la bahía del mismo nombre) y por lo que representa políticamente para todos los cubanos, la base está muy ligada a la vida de sus coterráneos.

La base fue uno de los resultados de la guerra de 1898 y de la posterior Enmienda Platt.  El próximo año cumple 108 años de fundada, aunque podemos asegurar que ya para el 20 de junio de 1898 existía la base naval estadounidense. Un mes después, el 25 de julio, partiría de la bahía de Guantánamo el ejército invasor norteamericano que ocupó Puerto Rico.


Los marines y la ciudad

Durante sesenta años (hasta el triunfo de la revolución), miles de marines venían como turistas a la ciudad los fines de semana. Se emborrachaban e iban a los prostíbulos. Una zona de la ciudad se convirtió por aquellos años en el segundo gran prostíbulo de Cuba, sólo superado por el de la Habana. Una parte importante de los alimentos que se consumían en la base provenían del valle de Guantánamo. Sin dudas para los productores y comerciantes de la ciudad la base era un buen negocio.


La presencia militar permanente estimuló la conciencia revolucionaria de los campesinos, los obreros y los estudiantes

Después de 1959 la base se convirtió en un centro de desestabilización de la revolución cubana. Allí se organizaron desembarcos, infiltraciones, actividades de guerra psicológica y biológica como la introducción en el país a principios de los años setenta de la fiebre porcina, que causó grandes pérdidas económicas. Todo esto se suma al hecho de que los guantanameros no han podido contar con la bahía, el principal recurso natural de la provincia, para su desarrollo económico y social. 

La delegación y sus caminos hasta aquí

Hace cinco o seis años seguramente ninguna de las personas que ahora protestan frente a la base pensaban conocerse. Están aquí y ahora, pero sus caminos individuales hasta el presente han sido distintos. Tal vez los más parecidos sean los de Cindy Sheehan y Adele Welty, mujeres y madres norteamericanas que vieron morir violentamente a sus hijos varones. La historia de Cindy es bien conocida. Su hijo Casey Sheehan cayó en Irak el 4 de abril del 2004, y, desde entonces, ella se ha convertido en un símbolo de la lucha diaria por traer de vuelta a los soldados y detener la guerra.

En cambio, a Adele, quien no había sufrido la angustia de ver partir a un hijo hacia el frente, también se le entristeció el corazón el 11 de septiembre del 2001. Su hijo Timothy trabajaba en el cuerpo de bomberos de la ciudad de Nueva York y ese día había terminado sin contratiempos su trabajo en la madrugada. Adele nos contó cómo Timothy, en lugar de irse a descansar, regresó al carro de bomberos y partió hacia a las torres del World Trade Center:

Cuando llamé a su casa, su esposa me dijo que él ya estaba en las torres. Las miré entonces desde la ventana de mi oficina, que está sólo a cuatro cuadras de allí, hasta el momento en que cayeron. Durante cinco años he tratado de quitarme eso de mi  mente, las imágenes de ese instante tan terrible. El estaba atrapado y llegó a saber que las torres le caerían encima. Me dijeron que sintió fue muy poco.

Del otro lado del mundo, del “enemigo” no occidental, vinieron en el  grupo Zohra Zewawi, su hijo Taher Deghayes y el joven de 25 años Asif Iqbal. Zohra y Taher, madre y hermano de Omar Deghayes (un joven que lleva cuatro años en Guantánamo sin cargos en su contra), viajaron desde el lejano Dubai para estar más cerca de él y protestar contra las torturas a las que son sometidos los detenidos. Omar es residente británico y fue detenido en su casa en Pakistán mientras esperaba que le concedieran visa a su esposa afgana para regresar a Inglaterra. En ese momento el gobierno de los Estados Unidos se dedicaba a pagar cinco mil dólares de recompensa por la captura de cualquier extranjero “sospechoso” que se encontrara en Pakistán.

Mi hermano es noble, muy inteligente, se expresa muy bien. Él es religioso, como el resto de los  millones de musulmanes que profesan el Islam en el mundo. Pero nuestra religión no nos incita a la violencia. Nuestra religión no acepta actos de terrorismo en nombre del Islam porque Islam significa paz. Como el profeta Mahoma, mi hermano Omar rechaza la violencia contra las mujeres, los niños, los ancianos y los civiles.

La historia de Asif Iqbal es parecida. Luego de dos años y medio en la prisión de Guantánamo, fue liberado sin cargos en su contra. Ciudadano británico, Asif se encontraba de visita en Afganistán junto a unos amigos cuando fue capturado, interrogado y enviado a Guantánamo. Una vez allí fue sometido a torturas como la exposición a cambios bruscos de temperatura, la inyección de drogas a la fuerza y la humillación sexual y religiosa. El docudrama Camino a Guantánamo, del joven director Mat Whitecroos (quien también vino en la delegación), relata la terrible experiencia de Asif y sus compañeros.

Ya llevo dos años fuera de la prisión, pero he venido en esta delegación porque no hay un solo día ni momento en que yo no lleve a Guantánamo conmigo. Se supone que cada ser es inocente hasta que se prueba lo contrario, pero allí todos éramos tratados como terroristas y culpables. Estados Unidos dice que es el gran defensor de los derechos humanos, pero a los detenidos no les dan ni el más mínimo de los derechos humanos.

Uno a uno, los delegados conversan con la prensa y explican las razones por las que están aquí. Luego participan en un servicio religioso ofrecido por líderes cubanos de iglesia. Con una Biblia en las manos, el reverendo Raúl Suárez, del Centro Martin Luther King, estimula al grupo a formar una fuerza internacional a través del diálogo interreligioso para trabajar por la paz, la justicia, el amor y la igualdad de los seres humanos.

En la delegación también hay personas que no han perdido a un hijo en la guerra y que nunca han sido encarceladas injustamente. Han venido porque representan la conciencia y los mejores valores de su pueblo. Una de ellas es la coronela retirada y ex diplomática Ann Wright, probablemente la de mayor reconversión ética y política en el grupo. El camino de Ann incluye 29 años de servicio en el ejército y 16 en la diplomacia, tiempo en el que estuvo en Nicaragua, Granada, Somalia, Uzbekistán, Kirguizistán y Sierra Leona. Sin embargo, en marzo del 2003 renunció a sus cargos para iniciar una carrera en defensa de la paz y los derechos humanos.

Como coronela retirada del ejército estoy horrorizada por lo que se le ha hecho al derecho militar de los Estados Unidos y porque el Congreso se ha dejado manipular por la administración con el tema de la ley de comisiones militares.  

El otro norteamericano que convirtió sus privilegios de clase en un arma a favor de los excluidos es el abogado Bill Goodman. Al frente del Centro de los Derechos Constitucionales en Nueva York (grupo de expertos legales que combate el retroceso legal impuesto por el gobierno de Bush), ha representado ante la Corte Suprema de su país a varios de los detenidos en Guantánamo. Como todo abogado respetable, Goodman es capaz de hipnotizar sólo con su energía y resolución de voz. Pero él posee la pasión y la fuerza moral de unos pocos cuando dice “estamos en presencia de un gobierno sin ley”.

Esta es una delegación tremenda, dice Medea. Hemos tenido mucho éxito en cuanto a la cobertura de la prensa cubana, norteamericana e internacional que ha enfatizado en los abusos que se cometen en Guantánamo. Y en efecto, la prensa ni por un minuto deja de grabar o tirar fotos o hacer entrevistas. Están la CNN y la CBS. También Telesur y Al Jazeera.

Un boomerang

Uno de los periodistas toma notas a mi lado desesperadamente. Para él, las
historias de cada una de estas personas, más que caminos diferentes, son razones para albergar esperanzas. Ellos y ellas aceptaron la diversidad del grupo y son conscientes de su importancia. Que un grupo como este, integrado básicamente por personas de los dos bandos en conflicto, asuma la diversidad como energía decisiva, es señal de que hay muchas más personas de las que creemos capaces de dialogar y visualizar con claridad al enemigo común. Luego, está su toma de conciencia.

Tanto Cindy como Adele o Zohra o Taher o Asif son mujeres y hombres comunes, gente que podía haber pasado el resto de su vida trabajando sin llegar nunca al terreno de la confrontación política. Sin embargo, bastó con que un acontecimiento terrible sacudiera sus vidas para que despertaran del letargo y se decidieran a actuar.

La protesta frente a la base dura hasta poco más del mediodía. Pero ya a esa hora la mayoría de los medios de prensa se ha marchado. Quedan el mismo sol, el cielo azul despejado y la delegación que ahora se sienta en círculo sobre la tierra. Próximos a una alambrada, comienzan a leer, uno a uno, los nombres de los detenidos y piden justicia.

Marcel Lueiro
es periodista de la Revista Caminos, Centro Memorial Dr. Martin Luther King, Jr. (CMMLK), La Habana, Cuba.

https://www.alainet.org/es/articulo/121312?language=en
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS