Agresión perversa contra Santo Domingo

17/05/2007
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  • Opinión
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Santo Domingo, capital de la República Dominicana, patrimonio cultural de la humanidad, esta siendo agredida sistemáticamente tanto desde su Alcaldía o Ayuntamiento como desde el gobierno central.

La agresión proviene de aquellos que se han propuesto vaciarla de contenido humano y convertirla en objeto de exhibición y venta.

Clase dominante y clanes gobernantes se confabulan para privatizar y elitizar de mil maneras sus monumentos, sus parques, su mar, su malecón, sus zonas verdes, sus áreas públicas…

Para ocultar, arrinconar, quitar de la vista del visitante extranjero, del “inversionista”, del ricachón de cuna y sin cuna, del hombre de negocio y de los (as) turistas ricos de allá y de acá, la pobreza por ellos (as) creada, las costumbres plebeyas, la presencia del pueblo, la rebeldía con causa, la juventud contestataria, la economía de baja monta, las formas ingeniosas de sobrevivencia y diversión.

Santo Domingo, hermosa ciudad primada de nuestra América, está siendo sometida a una agresión incalificable, persistente, feroz; a una especie de “limpieza” social, étnica, cultural, conservadora, elitista, formalista, depredadora e inhumana.

Se trata de una guerra supuestamente embellecedora contra sus habitantes y su naturaleza, a través de la cual se pretende imponer una supuesta “moral”, un aparente orden y una simulada decencia que la propia clase dominante y la partidocracia gobernante pisotean, niegan y violentan de la peor manera con las más degradantes prácticas faraónicas y mafiosas. ¡La doble y triple moral al cubo!

La hipocresía sin límites. Y en ese orden los clanes corrompidos que han secuestrado el partido gobernante, el partido que fundó el Profesor Juan Bosh, hombre de recio patriotismo y de lealtades profundas hacia el pueblo humilde, han resultado ser los más apasionados propulsores de esa especie de modernidad, pos-modernidad y urbanidad neoliberales.

A su poder, a sus espacios institucionales, a su habitad gubernamental, les repugna el sabor a pueblo, la sencillez, la modestia, los hábitos tropicales.

La apariencia ante todo, aunque ella esconda la peor porquería y los peores olores.

La remodelación inmodesta, lujosa, de las oficinas públicas, siempre adornadas con retratos o pinturas del seudo-presidente.

La prohibición de entrar vestidos de tal o cual manera.

El acoso a los buhoneros y vendedores ambulantes para favorecer las “higiénicas” empresas distribuidoras de comidas y bebidas basura.

El metro sobrevaluado, usada su construcción (sin estudios, sin planos, sin presupuestos, sin fiscalización) como alcancía financiera de la reelección presidencial, a costa del presupuesto público de salud, educación, agricultura y medio ambiente.

El frustrado intento de privatización por ley de los monumentos históricos y el patrimonio cultural durante su pasada administración.

La fallida construcción de la “isla artificial” en su actual administración, impedida temporalmente por una formidable reacción popular contra ese adefesio motorizado por una mafia internacional en complicidad con el propio titular del Poder Ejecutivo y una parte de su anillo palaciego. Adefesio llamado a privatizar la vista al mar de gran parte de la ciudad, a agredir su patrimonio colonial, a adulterar el medio ambiente, a atropellar su hermoso malecón e interponer una selva de cemento entre su valiosa y hermosa zona colonial y su bello horizonte marítimo.

La privatización con fines de incrementar en grande la renta inmobiliaria de la oligarquía, y muy especialmente del súper-rico Grupo Vicini del viejo puerto de Santo Domingo.

El proyecto de la Avenida Ribereña del Ozama (desde el barrio de la Zurza hasta la avenida del Puerto (Presidente Caamaño), destinado a concederle a ese y otros grupos oligárquicos la paradisíaca ribera Este del Ozama para construir urbanizaciones exclusivas, que además de implicar crueles desalojos en la ribera Oeste, les garantizaría una voluminosa apropiación de la renta urbana y un enorme poder de acumulación capitalista, a costa del patrimonio público.

El proyecto del helipuerto en el corazón del malecón, violando las leyes y la Constitución, agrediendo la seguridad publica, alterando perjudicialmente el ambiente, privatizando áreas de recreación popular.

No hay parques, áreas, zonas verdes y espacios públicos de la Capital que no estén siendo o no estén en plan de ser remodelados con esos criterios inhumanos y mercantiles.

¿Ciudad posible o ciudad vaciada de humanidad?

Roberto Salcedo ha sido ganado por una concepción de ciudad muy armónica con lo que piensa y hace Leonel Fernández respecto a la sociedad y al ejercicio del poder sobre ella. Una concepción muy propia de una especie de balaguercito post-moderno.

Me refiero al Balaguer (heredero de Trujillo) que arrasó con el tesoro arquitectónico de la ciudad de Samaná y otros similares en interés de su “hermosamiento” a lo “moderno”, del sacrificio de los seres humanos, de la corruptela con los contratistas, del orden autoritario y del ocultamiento de la pobreza.

Esa concepción empalma con el pensamiento cadernalicio y la manera de proceder de los sectores conservadores y ultra-conservadores de la iglesia católica.

Se enmarca, además, dentro de la era del predominio de la imagen y la apariencia sobre la realidad, en un periodo del predominio de lo privado sobre lo público, de la promoción mercurial sobre los valores históricos y la sanidad del ambiente, de la embestida de la “moral” neoliberal y seudo-cristiana contra las costumbres populares, de la fachada comercial-turística contra la sinceridad del ser humano y su justa tendencia a la apropiación alegre de los espacios públicos.

La “ciudad posible” de Roberto es lamentablemente una ciudad vacía de humanidad y llena de contratas para tumbar árboles adultos generadores de sombra, agua y frescura, para sembrar y trasplantar en menor cantidad otras especies sobrevaluadas, sobre todo palmas; para reconstruir sobre la destrucción absurda e infundada de otras inversiones.

Es la ciudad de los espacios públicos privatizados, elitizados y/o “intervenidos”, para ser segregados en favor de minorías consumidoras de servicios y artículos caros.

Es la ciudad del paseo del estudiantes sin estudiantes, con simulacros de escaparates y casetas vacías; la ciudad del paseo de la juventud, sin bancos, sin sombra, sin vendedores (as).

Es la ciudad con parques pelados, drásticamente golpeados por el sol, sin bosquecitos donde hacer sana y felizmente el amor, sin la menor posibilidad de la emoción del beso furtivo, sin sombras generosas.

Es la ciudad con parques sembrados de bancos de tubos, rígidos por la forma y duros por su consistencia y diseño; por demás con separaciones para que “los mendigos no se puedan acostar en ellos” (palabras del síndico) ¡La pobreza avergüenza a sus propios generadores y administradores encumbrados¡

La alegría, la rebeldía de la juventud, su asunción del sexo sin tabúes y con preservativos saludables, ofende la doble moral de estos purpurados de nuevo cuño y de supina hipocresía. El alcalde de la ciudad “posible” y su prepotente y linda asistente se alarman porque en las tupidas áreas del Malecón, entre otros desperdicios, aparezcan algunos condones o porque un desheredado de la fortuna se acueste a dormir una siestita.

Por eso, a su entender, esas áreas deben ser intervenidas y alambradas, para entonces dar paso a proyectos de helipuertos, de parques ornamentales vacíos de lugareños y otros enlatados similares, donde los súper-millonarios postmodernos -ni siquiera al pasar en sus naves de lujo- se topen con la sociedad empobrecida ni con la herejía de los (as) de abajo, para siempre mantenerse distantes del pueblo-pueblo, de sus contenturas, alegrías y costumbres mundanas.

Las plazas, espacios públicos y lugares de esparcimiento colectivo, en su lógica altanera, hay que hacerlos inhóspitos para el pueblo llano y todo lo gratos posible a los ojos de los promotores del turismo de copete y sus jugosos (as) clientes ricos(as) y rubios(as).

Les molesta de sobremanera que ellos puedan ser utilizados por los moradores de los barrios populares imposibilitados de por vida de visitar los deslumbrantes resorts, night clubs, clubes privados- para darse sus traguitos, beberse una “fría”, jugar dominó o armar una “chercha”, una fiesta , un “ponchecito”.

Le molesta en alto grado el “filling” de los (as) jóvenes rebeldes y sobre todo de los que le imprimen al Hip Hop, al Rap, a la Bachata, al Merengue, a la Salsa…un tono confrontativo respecto al perverso orden capitalista dominante y su corrompida partidocracia.

De ahí la saña contra el Parquecito Duarte de la zona colonial y contra toda “popularización” de las vieja plazas capitaleñas, agravada la agresión por el plan cadernalicio de expulsar de esta hermosa zona todo lo que huele y sabe a pueblo.

Motosierras en mano acabaron con la sombra de los árboles frondosos y arrasaron con las hermosas trinitarias, sustituyéndolas por palmas compradas a sobreprecio a empresarios conexos y/o empresas de funcionarios “posibles”. Y de paso, emulando a Uribe Vélez y a los paramilitares colombianos, llegaron a amenazar con usarla contra algunos de los protestantes.

El hermoso Parque Pellerano, situado al terminar la calle Arzobispo Portes en la Fortaleza Ozama, ha sido vilmente afectado. Y no se detuvieron hasta acabar con la vegetación de la propia fortaleza y del farallón situado cara al Malecón. ¡Cercenaron más de 100 árboles en dos o tres días!

Venga el sol, el calor, el humo y váyase al carajo el pueblo sencillo. No quieren ciudadanía, sino clientes capitaleños del Capital. El perfume del pueblo les hiede y hay que “afueriarlo” sin contemplaciones.

De ahí que todo esto se esta haciendo sin hablar ni consultar con nadie de los (as) de abajo, con ninguna Junta de Vecinos (as), con ningún ciudadano (a), con ningún usuario (a) de las áreas públicas. Porque para este tipo de funcionario(a), la ciudad es patrimonio propio, sujeto exclusivo de sus vanidades y concepciones elitistas, llenas de hipocresía y de negocios turbios. Y su gestión obra de supuestos “iluminados (as)” y “moralistas”, auténticos(as) mercenarios(as) disfrazados(as) de toda la decencia del mundo.

Y esto no se debe tolerar un día más: hay que derrotarlo con un gran despliegue de dignidad y decoro ¡Porque Santo Domingo, carajo, ha de ser de todos y todas, o se hundirá la ciudad!

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