Brasil: Falta un buen candidato

30/08/2006
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São Paulo

La euforia y el entusiasmo frente a las perspectivas y la confirmación de la victoria de una candidatura de izquierda en el 2002 dieron lugar al escepticismo y a la dispersión de la sociedad civil en las elecciones presidenciales brasileñas de ese año. Ahora, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva (Partido de los Trabajadores - PT), que poco ha hecho con respecto a las tesis de la izquierda, intenta la reelección prometiendo profundizar las políticas públicas compensatorias y mantener la estabilidad económica. La derecha tradicional, articulada alrededor de la candidatura de Geraldo Alckmin (Partido de la Social Democracia Brasileña - PSDB), cumple su papel e intenta volver a gozar de las ventajas del Estado incluso sin presentar grandes alternativas a las que Lula propone. El círculo de los tres principales candidatos se cierra con Heloísa Helena (Partido Socialismo y Libertad - PSOL), expulsada del PT en 2003 y que aglutina a la militancia descontenta con la derechización de Lula.

Quizás sólo la derecha política haya sufrido tanto como la izquierda con la conducción de la economía por parte de Lula. Al mantener la ortodoxia neoliberal (intereses altos, para frenar el crecimiento de la economía y de esa forma combatir la inflación; elevado superávit primario, para posibilitar que la Unión honre sus compromisos con el mercado financiero; y focalizar la atención en las exportaciones para generar divisas) de su antecesor, Fernando Henrique Cardoso (PSDB), Lula dejó a la derecha solamente la bandera de la ética y del combate a la corrupción. Justamente a la derecha, que se acostumbró a transformar el bien público en privado desde la formación de Brasil. Alckmin, por ejemplo, impidió la instalación de 71 Comisiones Parlamentarias de Investigación (CPI) para investigar las denuncias sobre su administración en el gobierno del Estado de São Paulo (2001-2006).

Mientras Lula ha conseguido conquistar para sí el apoyo de parte significativa de la burguesía (un sondeo efectuado por el periódico Folha de S. Paulo entre líderes de importantes sectores de la economía muestra que bancos y empresas contratistas financian su reelección), Alckmin cuenta con la simpatía del agronegocio y de su portavoz, el periódico O Estado de São Paulo, que difunde la imagen de un “gerente eficiente”. Un cartel vacío que en concreto solo transmite la vieja cantaleta de la rebaja de impuestos.

Concluyendo, Alckmin es un conservador al estilo George W. Bush que se esfuerza por negar su compromiso con la organización católica Opus Dei. Además, es responsable indirecto del asesinato de 12 sospechosos en la “Operación Castelinho”, en 2002. La justificación era combatir el grupo criminal organizado por presidiarios denominado Primer Comando de la Capital (PCC), el mismo que es responsable de  los actos terroristas que generaron pánico (con la contribución de los grandes medios de información que hicieron una cobertura al estilo CNN de “América under attack” y la “guerra al terror”) entre los habitantes de la ciudad de São Paulo en mayo pasado.

Lula, cuatro años después


A pesar de que no es una noticia nueva, pocas observaciones molestan tanto a la base de apoyo de Lula como la tesis de una “falsa polarización entre PT y PSDB”. “Eso es mala fe o provocación”, expresó el diputado provincial Raul Pont (del PT de Rio Grande do Sul) y secretario general nacional del partido. Para Pont, Lula representa el campo democrático popular, de defensa de la soberanía nacional y de construcción de políticas públicas que benefician a la mayoría de la población. La polarización “es el elemento básico de la coyuntura electoral que vivimos”, señala Pont[1].

Altamiro Borges, secretario de comunicación del Partido Comunista de Brasil (PCdoB, que junto con el Partido Republicano Brasileño integra la coalición de apoyo a Lula), resalta, entre los datos positivos del gobierno Lula, la no criminalización de los movimientos sociales, la paralización de las negociaciones del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), el mantenimiento del control sobre las empresas estatales, la reanudación de la contratación de servidores públicos, entre otras medidas.

Borges enumera también el historial de algunos asesores de Alckmin para combatir el argumento de la “falsa polarización”. “En la cuestión sindical y laboral, el asesor es José Pastori (economista de la Universidad de São Paulo), el icono de la flexibilización laboral en Brasil y defensor del desmonte del sindicalismo. En política agraria, el asesor es Xico Graziano, aquel que dice que el MST (Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra) es bandolerismo social”, alerta Borges.

Alternativas a la izquierda

Para Pont, la candidatura de Heloísa Helena expresa más una crítica a Lula y al PT que un proyecto de gobierno. “Ellos no tienen unidad programática para gobernar el país. Si el PSOL, junto al PSTU (Partido Socialista de los Trabajadores Unificado, que, con el Partido Comunista Brasileño – PCB – apoyan a la candidata Heloísa Helena) tuviesen que definir posiciones con respecto a la complejidad que enfrenta cualquier gobierno, ellos explosionan en 20 pedazos”, anticipa el parlamentario gaucho.

Para Ivan Valente, diputado federal (PSOL-SP), esto no es así. “EL PT ya no representa más un partido estratégico de cambio y la candidatura de Heloísa Helena se orienta en el sentido de reanudar ese proceso histórico de transformación y afirmación del socialismo y de un programa democrático-popular contra el neoliberalismo”, revela. Valente destaca la importancia de tener una candidatura que combata el proyecto de la derecha brasileña con la cual se asoció el PT.

Su compañero de coalición y también candidato para  un puesto en la Cámara Federal, Dirceu Travesso, del PSTU de São Paulo, explica que fue la quiebra del PT lo que generó la necesidad de una alternativa de izquierda. Sin embargo, Travesso enfatiza que esta candidatura representa, en el proceso electoral, una alternativa que luego puede también expresarse en movilizaciones, ocupaciones de tierra, huelgas, en la organización de movimientos populares y en la lucha contra el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y proyectos del imperialismo, entre otras banderas de la izquierda social.

Además de impedir que el objetivo de ocupar puestos dentro del aparato estatal se consolide como el principal objetivo, el Frente de Izquierda (como se denomina la coalición de Heloísa Helena) prevé otros mecanismos para no ser cooptado por la institucionalidad burguesa, tal como aconteció con el PT. Travesso, que es también del Movimiento Nacional de Oposición Bancaria, sin embargo dice no tener la varita mágica para evitar que esto acontezca pero señala algunas pistas: “control de la dirección por la base, mantener como objetivo central la lucha social, democracia interna, alternancia en los mandatos parlamentarios y sindicales y discusión permanente de un programa de ruptura con el régimen democrático burgués”.


Recuadro 1 – Consulta Popular apunta a alternativas

El Movimiento Consulta Popular (MCP), una articulación de movimientos sociales, reafirma su posición centrada en los temas sociales y deja en libertad a la militancia para votar por quien quiera o anular, ya que diagnostica un agotamiento del ciclo de la lucha electoral. “Durante muchos años la elección de Lula a la Presidencia fue el elemento unificador de la mayoría de la izquierda. Con la victoria en el 2002, esa meta reveló su limitación y eso marca no sólo el agotamiento de un ciclo hegemonizado por el PT sino el ciclo centrado en la lucha electoral como un todo”, indica el abogado Ricardo Gebrim, coordinación nacional del MCP.

Siendo así, el objetivo es avanzar en la construcción de una fuerza social para las luchas y aprovechar la cuestión electoral para denunciar los límites de la democracia representativa. Gebrim reconoce que existen candidaturas mejores y peores, pero señala que declarar políticamente el apoyo a Lula significa convalidar un proceso que no apunta en las perspectivas de la transformación. “Sin embargo, reconocemos que mucha gente valiosa de la izquierda cree que ese camino es importante para impedir un retroceso en la política nacional”, agrega.

Por otro lado, la Consulta Popular expresa que respeta a la militancia que considera que es posible reunificar a la izquierda en la construcción de un frente electoral alrededor de la candidatura de Heloísa Helena.  “Sin embargo, en nuestra opinión, la izquierda brasileña no va a reunificarse alrededor de la definición electoral sino alrededor de las luchas, de la definición de un plan común y puede incluso que se reunifique alrededor de la construcción de un programa mínimo. Pero no alrededor de candidaturas”, concluye Gebrim.

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Recuadro 2 – Movimientos no se arriesgan

Nueve de los diez movimientos sociales consultados por el periódico Brasil de Fato en agosto sobre las elecciones de este año no apoyarán a ninguna candidatura a la Presidencia, al menos en el primera vuelta. Sólo la Central Unica de los Trabajadores (CUT) se definió por un candidato: Lula.  Para los sindicalistas, la elección muestra una polarización entre dos proyectos: uno de izquierda (Lula) y otro de derecha (Alckmin). Eso justificaría la adopción de esta posición.

Los demás (incluidos la Vía Campesina de Brasil y la Unión Nacional de los Estudiantes) temen la pérdida de autonomía si apoyan a un sólo candidato, admiten la falta de un debate generado y consolidado en la base y reafirman la centralidad de la lucha social para eximirse de un posicionamiento más claro.



[1] Hace menos de un mes, las encuestas electorales muestran poca oscilación. Por regla general, Lula aparece con un 48%, Alckmin con un 22% y Heloisa Helena con el 11%. Ese porcentaje es suficiente para que Lula gane en la 1ª vuelta, ya que contando sólo los votos válidos, el presidente actual aparece con cerca del 55% de las intenciones de voto.

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