De tortugas y cangrejos
04/01/2007
- Opinión
El desplazamiento de las tortugas es muy lento. Y a nadie le llama la atención. Su estructura corporal, la casa a cuestas y el instinto defensivo producen esta proverbial lentitud. No obstante, en algunas oportunidades se apresuran un poco. No digamos que entran en carrera pero sí son capaces de doblar su ritmo normal ante el peligro.
De los cangrejos, por otra parte, se afirma que invierten el sentido que pareciera normal de la marcha, retrocediendo en lugar de avanzar. Se trata más bien de una manera de calificar su marcha hacia un costado. Para el caso, es lo mismo.
Las instituciones grandes y viejas tienen siempre un poco de la pesadez de las tortugas para andar los caminos de la historia. Sobre todo si al peso institucional, que supone tradiciones, costumbres, intereses y temores de pérdida de prestigio, se une una característica sacralizante que las saca del ámbito de las relaciones puramente humanas.
Esto sucede, sin que nadie necesite probarlo, con la iglesia católica, venerable, ancestral y complicadísima mezcla de intereses de poder, prestigio y dominio. Que siempre esté corriendo del vagón de cola no es sorpresa para nadie, aunque muchas veces resulte una muy dolorosa constatación.
En algunas oportunidades, frente al peligro de desintegración, la gran tortuga apresura su marcha. Juan XXIII y el Concilio Vaticano II nos brindaron ese fenómeno en pleno siglo XX.
Luego se disminuyó el ritmo y se volvió al vagón de cola, con una inadaptación a las circunstancias históricas concretas y a las expectativas de los cristianos, que aparece como invencible y patológica.
Pero ahora la cosa se agrava. Por una inexplicable cruza con cangrejo, la tortuga marcha para atrás. Desanda el camino andado, produciendo perplejidad y desorientación.
Dos acontecimientos de los últimos días.
El primero, la destitución del sacerdote jesuita Juan Massiá como director de la cátedra de bioética en la universidad de Comillas. El mismo Massiá había dirigido anteriormente el departamento de bioética en la universidad católica de Osaka, Japón, y sus declaraciones, idénticas a las de ahora, habían sido publicadas por el episcopado japonés sin ninguna reserva. Por otra parte el mismo Benedicto XVI siendo presidente de la Congregación de la Doctrina de la fe lo había absuelto en tres oportunidades de las acusaciones o denuncias que se habían recibido, acerca de desviaciones en la doctrina. Ahora el Vaticano aprueba la destitución sin dar ningún derecho a defensa. ni explicar el motivo, aunque se supone que se deba a sus expresiones sobre el uso de preservativos, de lo que afirma que está hace largo tiempo aprobado por la teología moral, no sólo para evitar contagios sino para limitar la natalidad. Massiá responde a la pregunta de por qué no guarda silencio, con respecto a estas cuestiones tan polémicas dentro de la iglesia, con una sonrisa y frase histórica: “Porque me duele la iglesia, seguiré diciendo lo que pienso”
El segundo, la aprobación por parte del vaticano, de la negativa a celebrar el funeral religioso de Piergiorgio Welbi que pidió ser desconectado de la máquina que lo mantenía con vida, después de mucho tiempo de estar seguro de que el tratamiento que se le prodigaba no hacía más que prolongar su agonía. Con esto se vuelve atrás de la Declaración de la Congregación para la doctrina de la fe del 5 de Mayo de 1980 que, rechazando el encarnizamiento terapéutico y reconociendo el derecho a no usar medios desproporcionados o de retirarlos si se los hubiera admitido inicialmente para mantener la vida en situación terminal, aprobaba lo que se dio en llamar “ortotanasia” es decir recta manera de llegar a una muerte digna. Esto significa de nuevo, una marcha atrás.
Que la tortuga sea tortuga es natural. Que la tortuga sea además, cangrejo es simplemente antinatural y lamentable.
De los cangrejos, por otra parte, se afirma que invierten el sentido que pareciera normal de la marcha, retrocediendo en lugar de avanzar. Se trata más bien de una manera de calificar su marcha hacia un costado. Para el caso, es lo mismo.
Las instituciones grandes y viejas tienen siempre un poco de la pesadez de las tortugas para andar los caminos de la historia. Sobre todo si al peso institucional, que supone tradiciones, costumbres, intereses y temores de pérdida de prestigio, se une una característica sacralizante que las saca del ámbito de las relaciones puramente humanas.
Esto sucede, sin que nadie necesite probarlo, con la iglesia católica, venerable, ancestral y complicadísima mezcla de intereses de poder, prestigio y dominio. Que siempre esté corriendo del vagón de cola no es sorpresa para nadie, aunque muchas veces resulte una muy dolorosa constatación.
En algunas oportunidades, frente al peligro de desintegración, la gran tortuga apresura su marcha. Juan XXIII y el Concilio Vaticano II nos brindaron ese fenómeno en pleno siglo XX.
Luego se disminuyó el ritmo y se volvió al vagón de cola, con una inadaptación a las circunstancias históricas concretas y a las expectativas de los cristianos, que aparece como invencible y patológica.
Pero ahora la cosa se agrava. Por una inexplicable cruza con cangrejo, la tortuga marcha para atrás. Desanda el camino andado, produciendo perplejidad y desorientación.
Dos acontecimientos de los últimos días.
El primero, la destitución del sacerdote jesuita Juan Massiá como director de la cátedra de bioética en la universidad de Comillas. El mismo Massiá había dirigido anteriormente el departamento de bioética en la universidad católica de Osaka, Japón, y sus declaraciones, idénticas a las de ahora, habían sido publicadas por el episcopado japonés sin ninguna reserva. Por otra parte el mismo Benedicto XVI siendo presidente de la Congregación de la Doctrina de la fe lo había absuelto en tres oportunidades de las acusaciones o denuncias que se habían recibido, acerca de desviaciones en la doctrina. Ahora el Vaticano aprueba la destitución sin dar ningún derecho a defensa. ni explicar el motivo, aunque se supone que se deba a sus expresiones sobre el uso de preservativos, de lo que afirma que está hace largo tiempo aprobado por la teología moral, no sólo para evitar contagios sino para limitar la natalidad. Massiá responde a la pregunta de por qué no guarda silencio, con respecto a estas cuestiones tan polémicas dentro de la iglesia, con una sonrisa y frase histórica: “Porque me duele la iglesia, seguiré diciendo lo que pienso”
El segundo, la aprobación por parte del vaticano, de la negativa a celebrar el funeral religioso de Piergiorgio Welbi que pidió ser desconectado de la máquina que lo mantenía con vida, después de mucho tiempo de estar seguro de que el tratamiento que se le prodigaba no hacía más que prolongar su agonía. Con esto se vuelve atrás de la Declaración de la Congregación para la doctrina de la fe del 5 de Mayo de 1980 que, rechazando el encarnizamiento terapéutico y reconociendo el derecho a no usar medios desproporcionados o de retirarlos si se los hubiera admitido inicialmente para mantener la vida en situación terminal, aprobaba lo que se dio en llamar “ortotanasia” es decir recta manera de llegar a una muerte digna. Esto significa de nuevo, una marcha atrás.
Que la tortuga sea tortuga es natural. Que la tortuga sea además, cangrejo es simplemente antinatural y lamentable.
- José Guillermo Mariano (pbro)
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