La nueva estrategia de EE.UU. en Irak
Fuerzas privadas, mercenarios y "guerra religiosa" (II)
11/02/2007
- Opinión
Tropas especiales contratadas por el Pentágono. Cada mes, asesinan a no menos de tres mil personas. Los atentados de la CIA y la Mossad que se atribuyen a chiítas y sunnitas.
En el Congreso de Estados Unidos, sólo se han escuchado escasas voces que demanden saber sobre los integrantes de las fuerzas de seguridad privadas (mercenarios) que acompañan al ejército ocupante de Irak y son claves para las criminales fuerzas especiales. Sobre los mercenarios poco habla la prensa del mundo, pero en dos meses cualquiera en el calendario, matan entre dos y tres mil personas...
También se silencian al interior de ese país los detalles de las operaciones ilegales realizadas por la CIA en territorio europeo, supuestamente como parte de la lucha contra el terrorismo internacional en el traslado de detenidos desaparecidos, como una gran Operación Cóndor, más sofisticada.
Poco se informó sobre la decisión de la Justicia alemana de ordenar la captura de 13 agentes de la CIA sospechosos del secuestro del germano libanés Khaled el Masri, sucedido a comienzos de 2004, en la frontera entre Serbia y Macedonia.
Sólo basta con seguir los pasos de los secuestradores, que llevaron a su víctima en avión a Afganistán –con varias escalas -, donde fue sometido a torturas inenarrables y retenido durante meses en una cárcel secreta.
Los muchachos de la CIA, como para sellar un pacto de silencio - una verdadera "omertá"- comprometieron a su paso a varios países. El avión que trasladó a El Masri salió de Mallorca hacia Macedonia el 23 de enero de 2004 y fue la policía española la que luego pudo dar los nombres del grupo de secuestradores.
Esos son los hombres de la CIA que ahora busca Alemania. Aún quedan problemas, como la posible identidad falsificada de los agentes y el hecho de que Estados Unidos no los entregue. Pero algunos inquietos reporteros del programa Panorama, del canal de la televisión alemana NDR, habrían logrado ubicar ya a tres de ellos, que tranquilamente estarían viviendo en Carolina del Norte, e incluso uno de ellos trabajando en una línea aérea de la CIA, como lo es Aero Contractors.
Regresando al tema de los miles de mercenarios contratados en el primer y el tercer mundo, a mediados del 2005 el periodista Jean-Guy Allard escribía sobre la presencia del coronel del ejército norteamericano James Steele, “uno más de los famosos delincuentes de la Administración Reagan, reciclados ahora por George W. Bush” en operaciones encubiertas en Irak.
La información se basó en un pedido de informes del congresista norteamericano Dennis J. Kucinich, dirigido al Departamento de Estado donde reclama obtener copia de todos los documentos sobre los planes del Pentágono en la utilización de miembros de las Fuerzas Especiales norteamericanas, “para constituir en Irak equipos de asesinato y secuestro”.
El congresista citó que el 8 de enero del 2005, la revista Newsweek ya se refería a tales planes, designados como la “Opción Salvadoreña”, para aplastar la insurgencia de los sunnitas. ¿Por qué El Salvador y por qué el coronel James Steele? Este había desarrollado en el pequeño país centroamericano el siniestro plan para acabar con los dirigentes de las fuerzas revolucionarias, dejando decenas de miles de salvadoreños "desaparecidos" y asesinados, incluyendo al arzobispo Oscar Romero, sacerdotes y cuatro monjas norteamericanas.
Informaba el congresista J. Kucinich que “el coronel Steele ha sido asignado a trabajar con la nueva unidad de contrainsurgencia conocida como Comandos de Policía Especial, operando bajo la autoridad del Ministerio del Interior de Iraq", como mencionó Allard.
Pero advertía asimismo: "Sabemos que una ola de secuestros y ejecuciones, en el estilo de los escuadrones de la muerte, teniendo lazos con un patrocinador oficial del gobierno iraquí y con los Estados Unidos, se desencadenó en Irak".
También mencionaba que diversos informes de prensa demostraban que las fuerzas estadounidenses han entrenado y apoyado brigadas de comandos iraquíes altamente organizados "y que algunas de esas brigadas han actuado como escuadrones de la muerte, secuestrando y asesinando a miles de iraquíes".
Steele era amigo nada menos que de quien fue hombre clave en Irak como el ex embajador John Negroponte, actualmente el número dos en el Departamento de Estado y acusado de graves violaciones a los derechos humanos en Honduras, donde, durante la pasada década de los ´80, hizo posible la unión de los militares argentinos de dictadura- connotados asesinos en su país- con los “contras” nicaragüenses y sus apoyos militares hondureños. En ese tiempo desaparecieron en Honduras unas 200 personas y también se actuó en matanzas colectivas en zonas campesinas, como se registró en aquellos años de la guerra de Estados Unidos contra la Nicaragua sandinista.
Estos son los “buenos muchachos” que envió Washington a Irak cuando el viejo aparato de muerte estaba en pie, con los Negroponte, Elliot Abrams, Otto Reich, John Poindexter, John Bolton, Oliver North, Robert Kagan, y Michael Ledeen, como también señala Allard.
Pero para entender lo que hay por delante y por detrás, hay que recordar los trabajos conjuntos de Steele con otro terrorista confeso amparado por Estados Unidos, como es el "cubano americano" de Miami, Luis Posada Carrilles.
“Además de su participación en las operaciones de abastecimiento de la contrarrevolución nicaragüense desde la base aérea salvadoreña de Ilopango, donde estuvo Posada Carrilles, Steele es identificado como el creador de los escuadrones de la muerte que sembraron el terror en aquél mismo país centroamericano entre 1984-1986, con decenas de miles de víctimas”.
Posada Carriles informó a dos investigadores del FBI “sobre su participación en la enorme operación de tráfico de drogas y de armas que había realizado bajo las órdenes del coronel Steele, entonces oficial de confianza en El Salvador del coronel Oliver North y de sus jefes de la Casa Blanca”, según descubrió el periodista Robert Parry en 1996.
Pero ajeno a todo esto, el 30 de junio del 2005 el presidente George W. Bush hablaba en la base militar de Fort Bragg negándose a presentar el cronograma de la retirada del contingente de 135 mil efectivos norteamericanos acantonados en Irak porque, según dijo, “esto alentaría al enemigo y desmoralizaría a los iraquíes y a los soldados estadounidenses".
Ya entonces la estrategia que Bush estaba armando era la de dividir a la resistencia iraquí y nada mejor que hacer atentados contra unos y otros poniendo la firma del adversario. Sólo entre 2004-2005 se produjeron cientos de ataques de supuestos suicidas, donde era claro que el objetivo era el pueblo.
A mediados de 2005, la CIA inventó en un informe secreto que filtró a la prensa, que Irak se había convertido “en un centro para entrenar a terroristas” y que “los comandos iraquíes y los islámicos foráneos perfeccionan allí sus técnicas subversivas (...) y salen desde allí preparados para llevar el terrorismo urbano a otros países".
Nadie explicó cómo podían llegar por las fronteras supervigiladas los “foráneos” islamitas para entrenarse en un país ocupado por el mayor poder mundial, pero en realidad este informe servía para justificar la llegada en masa de mercenarios, destinados a sembrar terror no a evitarlo.
Esta estrategia no era nueva. En agosto de 2005. The Washington Post escribía que “la CIA fomentó la rebelión interna en Irak antes de la invasión” de 2003, con el empleo de paramilitares. Con la autorización del presidente Bush, la CIA “reclutó y entrenó grupos armados iraquíes, denominados Escorpiones, para desestabilizar al entonces gobierno de Saddam Hussein. Orden que fue dada en febrero o marzo de 2002, y que tenía como fin impulsar "un cambio de régimen en el país árabe”, según los oficiales de la inteligencia citados por el periódico...
En la formación de estos grupos paramilitares la CIA utilizó a integrantes de la comunidad kurda, “quienes fueron infiltrados en Bagdad, Qaim, Faluja y otras ciudades para fomentar un alzamiento, con el objetivo de simular un conflicto armado interno de gran magnitud”.
Como antes había hecho con los talibanes en Afganistán, cuyo jefe y amigo era Ben Laden, la Administración Bush “dedicó millones de dólares a su entrenamiento, el cual incluyó la preparación de los paramilitares en el empleo de helicópteros y acciones de sabotaje”.
Aunque algunas misiones no alcanzaron a realizarse por la invasión de 2003, estos grupos quedaron y los Escorpiones no sólo crecieron, sino que fueron luego alimentados por los mercenarios contratados en Colombia, Europa, El Salvador, Perú y otros países.
Después de la ocupación- y en esto siempre se oculta el papel clave de la inteligencia israelí- “la CIA utilizó a los mercenarios para tratar de infiltrar los grupos de la insurgencia y hacer otros trabajos sucios”, decía The Washington Post.
El 23 de septiembre de 2005 una información que salió de Bagdad por agencias internacionales puso en blanco cómo estaban trabajando las fuerzas especiales para llevar a enfrentarse violentamente a los iraquíes, con la misma estrategia actual.
Ese día, militares británicos que aparentemente cumplían una misión de inteligencia en la ciudad de Basora fueron detenidos disfrazados de árabes, cuando iban a cometer un atentado terrorista para lograr el desencadenamiento de una “guerra confesional”, algo en lo que los gobiernos derechistas de Israel son maestros.
Fuerzas británicas, al enterarse de la detención no dudaron en tomar la comisaría y arrancarlos a la justicia iraquí. Sin embargo ya había salido al mundo en la voz de un vocero del ministerio del Interior, “que ambos militares planeaban actos terroristas que crearan condiciones para el estallido desencadenar de una guerra entre comunidades y religiosas distintas”, haciendo explotar bombas en lugares sagrados para los chiítas, por ejemplo, y culpar a los sunnitas”, y advirtió que confesaron su trabajo para el Mossad, la inteligencia israelí.
Sólo que ahora, dos años después, la nueva estrategia ya no se ocupa de lograr enfrentamientos sino en matar la mayor cantidad de personas en corto tiempo mediante atentados, bombardeos, allanamientos, secuestros y ejecuciones masivas. Bush entiende que esta es la estrategia correcta y los atentados son preparados por las tropas especiales y los mercenarios, que actúan con amparo y zonas liberadas.
Sobre qué hacen los escuadrones de la muerte, el hombre de la CIA, las fuerzas especiales, los torturadores, nada se dice porque es secreto de Estado en el imperio. La actuación brutal que se ejerció bajo el nombre de “conmoción y pavor” en los comienzos de la invasión ahora es llanamente “terror y limpieza”, es decir matanza indiscriminada como solución final.
Fuente: Agencia Periodística del MERCOSUR (APM), Mar del Plata / Argentina
http://www.prensamercosur.com.ar
En el Congreso de Estados Unidos, sólo se han escuchado escasas voces que demanden saber sobre los integrantes de las fuerzas de seguridad privadas (mercenarios) que acompañan al ejército ocupante de Irak y son claves para las criminales fuerzas especiales. Sobre los mercenarios poco habla la prensa del mundo, pero en dos meses cualquiera en el calendario, matan entre dos y tres mil personas...
También se silencian al interior de ese país los detalles de las operaciones ilegales realizadas por la CIA en territorio europeo, supuestamente como parte de la lucha contra el terrorismo internacional en el traslado de detenidos desaparecidos, como una gran Operación Cóndor, más sofisticada.
Poco se informó sobre la decisión de la Justicia alemana de ordenar la captura de 13 agentes de la CIA sospechosos del secuestro del germano libanés Khaled el Masri, sucedido a comienzos de 2004, en la frontera entre Serbia y Macedonia.
Sólo basta con seguir los pasos de los secuestradores, que llevaron a su víctima en avión a Afganistán –con varias escalas -, donde fue sometido a torturas inenarrables y retenido durante meses en una cárcel secreta.
Los muchachos de la CIA, como para sellar un pacto de silencio - una verdadera "omertá"- comprometieron a su paso a varios países. El avión que trasladó a El Masri salió de Mallorca hacia Macedonia el 23 de enero de 2004 y fue la policía española la que luego pudo dar los nombres del grupo de secuestradores.
Esos son los hombres de la CIA que ahora busca Alemania. Aún quedan problemas, como la posible identidad falsificada de los agentes y el hecho de que Estados Unidos no los entregue. Pero algunos inquietos reporteros del programa Panorama, del canal de la televisión alemana NDR, habrían logrado ubicar ya a tres de ellos, que tranquilamente estarían viviendo en Carolina del Norte, e incluso uno de ellos trabajando en una línea aérea de la CIA, como lo es Aero Contractors.
Regresando al tema de los miles de mercenarios contratados en el primer y el tercer mundo, a mediados del 2005 el periodista Jean-Guy Allard escribía sobre la presencia del coronel del ejército norteamericano James Steele, “uno más de los famosos delincuentes de la Administración Reagan, reciclados ahora por George W. Bush” en operaciones encubiertas en Irak.
La información se basó en un pedido de informes del congresista norteamericano Dennis J. Kucinich, dirigido al Departamento de Estado donde reclama obtener copia de todos los documentos sobre los planes del Pentágono en la utilización de miembros de las Fuerzas Especiales norteamericanas, “para constituir en Irak equipos de asesinato y secuestro”.
El congresista citó que el 8 de enero del 2005, la revista Newsweek ya se refería a tales planes, designados como la “Opción Salvadoreña”, para aplastar la insurgencia de los sunnitas. ¿Por qué El Salvador y por qué el coronel James Steele? Este había desarrollado en el pequeño país centroamericano el siniestro plan para acabar con los dirigentes de las fuerzas revolucionarias, dejando decenas de miles de salvadoreños "desaparecidos" y asesinados, incluyendo al arzobispo Oscar Romero, sacerdotes y cuatro monjas norteamericanas.
Informaba el congresista J. Kucinich que “el coronel Steele ha sido asignado a trabajar con la nueva unidad de contrainsurgencia conocida como Comandos de Policía Especial, operando bajo la autoridad del Ministerio del Interior de Iraq", como mencionó Allard.
Pero advertía asimismo: "Sabemos que una ola de secuestros y ejecuciones, en el estilo de los escuadrones de la muerte, teniendo lazos con un patrocinador oficial del gobierno iraquí y con los Estados Unidos, se desencadenó en Irak".
También mencionaba que diversos informes de prensa demostraban que las fuerzas estadounidenses han entrenado y apoyado brigadas de comandos iraquíes altamente organizados "y que algunas de esas brigadas han actuado como escuadrones de la muerte, secuestrando y asesinando a miles de iraquíes".
Steele era amigo nada menos que de quien fue hombre clave en Irak como el ex embajador John Negroponte, actualmente el número dos en el Departamento de Estado y acusado de graves violaciones a los derechos humanos en Honduras, donde, durante la pasada década de los ´80, hizo posible la unión de los militares argentinos de dictadura- connotados asesinos en su país- con los “contras” nicaragüenses y sus apoyos militares hondureños. En ese tiempo desaparecieron en Honduras unas 200 personas y también se actuó en matanzas colectivas en zonas campesinas, como se registró en aquellos años de la guerra de Estados Unidos contra la Nicaragua sandinista.
Estos son los “buenos muchachos” que envió Washington a Irak cuando el viejo aparato de muerte estaba en pie, con los Negroponte, Elliot Abrams, Otto Reich, John Poindexter, John Bolton, Oliver North, Robert Kagan, y Michael Ledeen, como también señala Allard.
Pero para entender lo que hay por delante y por detrás, hay que recordar los trabajos conjuntos de Steele con otro terrorista confeso amparado por Estados Unidos, como es el "cubano americano" de Miami, Luis Posada Carrilles.
“Además de su participación en las operaciones de abastecimiento de la contrarrevolución nicaragüense desde la base aérea salvadoreña de Ilopango, donde estuvo Posada Carrilles, Steele es identificado como el creador de los escuadrones de la muerte que sembraron el terror en aquél mismo país centroamericano entre 1984-1986, con decenas de miles de víctimas”.
Posada Carriles informó a dos investigadores del FBI “sobre su participación en la enorme operación de tráfico de drogas y de armas que había realizado bajo las órdenes del coronel Steele, entonces oficial de confianza en El Salvador del coronel Oliver North y de sus jefes de la Casa Blanca”, según descubrió el periodista Robert Parry en 1996.
Pero ajeno a todo esto, el 30 de junio del 2005 el presidente George W. Bush hablaba en la base militar de Fort Bragg negándose a presentar el cronograma de la retirada del contingente de 135 mil efectivos norteamericanos acantonados en Irak porque, según dijo, “esto alentaría al enemigo y desmoralizaría a los iraquíes y a los soldados estadounidenses".
Ya entonces la estrategia que Bush estaba armando era la de dividir a la resistencia iraquí y nada mejor que hacer atentados contra unos y otros poniendo la firma del adversario. Sólo entre 2004-2005 se produjeron cientos de ataques de supuestos suicidas, donde era claro que el objetivo era el pueblo.
A mediados de 2005, la CIA inventó en un informe secreto que filtró a la prensa, que Irak se había convertido “en un centro para entrenar a terroristas” y que “los comandos iraquíes y los islámicos foráneos perfeccionan allí sus técnicas subversivas (...) y salen desde allí preparados para llevar el terrorismo urbano a otros países".
Nadie explicó cómo podían llegar por las fronteras supervigiladas los “foráneos” islamitas para entrenarse en un país ocupado por el mayor poder mundial, pero en realidad este informe servía para justificar la llegada en masa de mercenarios, destinados a sembrar terror no a evitarlo.
Esta estrategia no era nueva. En agosto de 2005. The Washington Post escribía que “la CIA fomentó la rebelión interna en Irak antes de la invasión” de 2003, con el empleo de paramilitares. Con la autorización del presidente Bush, la CIA “reclutó y entrenó grupos armados iraquíes, denominados Escorpiones, para desestabilizar al entonces gobierno de Saddam Hussein. Orden que fue dada en febrero o marzo de 2002, y que tenía como fin impulsar "un cambio de régimen en el país árabe”, según los oficiales de la inteligencia citados por el periódico...
En la formación de estos grupos paramilitares la CIA utilizó a integrantes de la comunidad kurda, “quienes fueron infiltrados en Bagdad, Qaim, Faluja y otras ciudades para fomentar un alzamiento, con el objetivo de simular un conflicto armado interno de gran magnitud”.
Como antes había hecho con los talibanes en Afganistán, cuyo jefe y amigo era Ben Laden, la Administración Bush “dedicó millones de dólares a su entrenamiento, el cual incluyó la preparación de los paramilitares en el empleo de helicópteros y acciones de sabotaje”.
Aunque algunas misiones no alcanzaron a realizarse por la invasión de 2003, estos grupos quedaron y los Escorpiones no sólo crecieron, sino que fueron luego alimentados por los mercenarios contratados en Colombia, Europa, El Salvador, Perú y otros países.
Después de la ocupación- y en esto siempre se oculta el papel clave de la inteligencia israelí- “la CIA utilizó a los mercenarios para tratar de infiltrar los grupos de la insurgencia y hacer otros trabajos sucios”, decía The Washington Post.
El 23 de septiembre de 2005 una información que salió de Bagdad por agencias internacionales puso en blanco cómo estaban trabajando las fuerzas especiales para llevar a enfrentarse violentamente a los iraquíes, con la misma estrategia actual.
Ese día, militares británicos que aparentemente cumplían una misión de inteligencia en la ciudad de Basora fueron detenidos disfrazados de árabes, cuando iban a cometer un atentado terrorista para lograr el desencadenamiento de una “guerra confesional”, algo en lo que los gobiernos derechistas de Israel son maestros.
Fuerzas británicas, al enterarse de la detención no dudaron en tomar la comisaría y arrancarlos a la justicia iraquí. Sin embargo ya había salido al mundo en la voz de un vocero del ministerio del Interior, “que ambos militares planeaban actos terroristas que crearan condiciones para el estallido desencadenar de una guerra entre comunidades y religiosas distintas”, haciendo explotar bombas en lugares sagrados para los chiítas, por ejemplo, y culpar a los sunnitas”, y advirtió que confesaron su trabajo para el Mossad, la inteligencia israelí.
Sólo que ahora, dos años después, la nueva estrategia ya no se ocupa de lograr enfrentamientos sino en matar la mayor cantidad de personas en corto tiempo mediante atentados, bombardeos, allanamientos, secuestros y ejecuciones masivas. Bush entiende que esta es la estrategia correcta y los atentados son preparados por las tropas especiales y los mercenarios, que actúan con amparo y zonas liberadas.
Sobre qué hacen los escuadrones de la muerte, el hombre de la CIA, las fuerzas especiales, los torturadores, nada se dice porque es secreto de Estado en el imperio. La actuación brutal que se ejerció bajo el nombre de “conmoción y pavor” en los comienzos de la invasión ahora es llanamente “terror y limpieza”, es decir matanza indiscriminada como solución final.
Fuente: Agencia Periodística del MERCOSUR (APM), Mar del Plata / Argentina
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