Por qué Pinochet divide a los chilenos?
- Opinión
Después de muerto, Pinochet sigue digitando la política chilena. Su deceso enfrenta de nuevo a dos porciones de la sociedad chilena, a quienes festejan y a aquellos que muestran pesar. Esta división no es nueva en un país marcado por la desigualdad, el sufrimiento, los crímenes y los bajos salarios instaurados en su dictadura de 17 años. Es otro efecto del “legado de Pinochet”.
¿Por qué provoca adhesión un ex dictador que cometió monstruosos crímenes e inauguró en América Latina una política de eliminación sistemática de opositores que convirtió a los militares en vulgares asesinos? Pinochet estableció una “línea de montaje” similar a la de Henry Ford para destruir a la dirigencia popular utilizando esbirros, interrogadores, médicos y hasta periodistas…
Los interrogadores-recepcionistas entregaban los detenidos a los torturadores, quienes a veces los trasladaban a médicos que recomendaban o no más torturas. No estaban allí para cuidar la salud de quienes la prensa mostraba como “terroristas”, igual que en Guantánamo. El ciclo se repetía una y otra vez, como un trámite público, en un país burocratizado eficazmente por la clase propietaria desde el siglo 19.
Estrujados y convertidos en guiñapos humanos –no sólo para sacarles “información comprometedora” sino para destruirlos como seres humanos– los presos pasaban a los campos de exterminio, como Villa Grimaldi, o de concentración de prisioneros, como Chacabuco, para una suerte de solución final.
Los “trabajadores” del sistema Pinochet eran empleados del Estado y hoy muchos están jubilados en el sistema público financiado por “todos los chilenos”. Hicieron desaparecer o asesinaron a más de tres mil personas y torturaron a 30.000 mil hombres y mujeres, cuyos hijos, nietos y bisnietos participan hoy en las celebraciones de la muerte de su jefe, junto a otros jóvenes que conocen algo de esta historia todavía oculta por los medios de comunicación, la enseñanza de la historia y la literatura.
¿Cuál fue “la modernización?
La política de exterminio de disidentes de izquierda sembró el miedo en la sociedad y destruyó a la elite sindical y política que pudo adversar la implantación posterior del modelo neoconservador de mano de obra barata propugnado por
Para esta gente, Pinochet “modernizó Chile”, logró el éxito en la economía que beneficia a los grandes grupos propietarios, “nos salvó del comunismo”, “evitó una segunda Cuba”, etc. Hasta el responso del Cardenal Francisco J. Errázuriz agradeció a Dios “las cualidades que le dio y todo el bien que hizo a nuestra patria y a su propia institución”, todo esto “cuando” sintió el deber de asumir el mando supremo de la nación”. El “peligro comunista” de ayer es el “terrorismo” de hoy.
Aunque la muerte inesperada desató un carnaval en Santiago y en otras ciudades, a la vista del cadáver otra parte de la sociedad comenzó a recordar “su obra de gobierno”, incluida la derecha política que lo abandonó al comprobar que su imagen más bien quitaba votos. Hay malestar porque “la pequeñez” de Michelle Bachelet no quiso honras fúnebres de jefe de Estado, sino apenas un funeral privado del Ejército, que todavía es un factor de poder.
Mientras miles de pinochetistas peregrinaban por la capilla ardiente de
Chile, “dos en uno”
Las cobertura de prensa en Chile es tan unilateral como la represión de la policía de Carabineros, que no le toca un pelo a los manifestantes pinochetista, sino que más bien los protege y les concede espacio público para desahogar una curiosa tristeza matizada con insultos y agresiones a una prensa que no consideran tan incondicional como quisieran. El martes fue agredido un equipo de
No tuvo un funeral de Jefe de Estado, pero en el funeral político que le hizo el Ejército co en
Los pinochetistas que expresan “dolor” tienen puestos de
Resulta curiosa la gran cobertura panegírica hacia el difunto de la prensa local, en contraste con la escasa profundidad y ausencia de análisis de los noveles periodistas que pasan horas al sol exaltando el cariño y el dolor de los deudos del tirano. La prensa chilena se enorgullece de la gran cobertura mundial que tuvo una muerte que apagó los conflictos de Iraq, Palestina, El Líbano y otras latitudes.
La excepción sigue siendo
División del país
La explicación de la división de la sociedad chilena tiene vieja data. Cuando Salvador Allende fue elegido Presidente en 1970, el país estaba segmentado en tres tercios que emitían sus votos en las elecciones presidenciales: una izquierda –entonces genuina–, la derecha y el centro, expresado por
Allende fue apoyado por los partidos Socialista (PS), Comunista (PC) y Radical (PR), más
En la elección anterior de 1964, Allende obtuvo mejor votación porcentual, el 38,93%, pero fue derrotado por la centro derecha (el DC Eduardo Frei Montalva), con el 56,1%. La extrema derecha, o lo que hoy sería el pinochetismo más recalcitrante, prácticamente desapareció del mapa político, con el 4,99% de su candidato Julio Durán. Frei prometió “cambios”, con una “Revolución en Libertad” que incluyó la reforma agraria.
Entonces el sector industrial era poco significativo y la derecha política y económica se concentraba más bien entre los dueños de la tierra, llamados “momios” por su pensamiento hiper-retardatario en favor de sus intereses. La “modernización” cambió la estructura económica de la sociedad, industrializó la agricultura con recolectores mal pagados que no hay necesidad de importar como en EEUU, porque en Chile abunda la mano de obra barata regulada por el desempleo constante. Quizás el pensamiento retrógrado de “los dueños de Chile” se haya “sofisticado” y disfrazado con la elocuencia de la academia, pero es más retardatario que cuando “estuvieron en peligro” hace cuatro décadas.
Las presidenciales de 1958 mostraron mejor los tres tercios: la derecha (Jorge Alessandri) triunfó con el 31,6% y gobernó 6 años sin que nadie cuestionara la representatividad del tercio. Allende sacó el 28,8% y
Con el tiempo, y la ayuda económica de la social democracia europea durante los 17 años de dictadura, la izquierda también se “modernizó”, es decir, giró hacia la centro-derecha. El PS se fue más al centro, el oscilante PR descubrió que era social demócrata y
Repaso de una división histórica
La tiranía dividió a la sociedad chilena en dos bloques esenciales, a favor y en contra del tirano, necesariamente no identificados con la vieja “lucha de clases”. En 1988, la identidad de los matices finos de la centro derecha (DC + PR + sectores PS) se perdió ante el objetivo principal de derrotar en las urnas del plebiscito a una dictadura que pretendía el voto popular para retener “legalmente” el poder por otros 10 años, hasta 1998. Pero ya en esa época había hecho el trabajo sucio de la “modernización” y ya era adversada por quienes la instalaron, o sea,
El plebiscito de octubre de 1988 le dijo NO a Pinochet, que NO seguiría en el poder, por lo menos formalmente. Muchos ilusos pensaron que esto sería el comienzo de “la alegría de la gente”, como rezaba el slogan de campaña, y el rescate de las reformas sociales que Allende pretendió hacer en democracia pero con el Ejército en contra y sin los porcentajes electorales que exhibe hoy Hugo Chávez en Venezuela.
Pinochet perdió la consulta popular, que emergió de una negociación de cúpulas apoyadas por Europa y EEUU, reforzada localmente con movilizaciones populares y sangre joven derramada en las calles durante protestas masivas estimuladas por medios de comunicación financiados con ayuda externa. Pinochet perdió el plebiscito con el 44% de los votos por el SI, en favor de su propuesta de “legalizar” su mandato por otros 10 años. El 53% alcanzado por el NO obligó al tirano a reformar su Constitución de 1980 para llamar a elecciones en 1989, que terminó ganando Patricio Aylwin (DC) con 55,2%, mientras dos candidatos de derecha (Hernán Büchi y Francisco J. Errázuriz) compartían el 44,8%.
En 1993, Eduardo Frei hijo remontó en las urnas a un “antipinochetismo” ya más tibio que logró un 58% del electorado, contra 30,6% acumulado por dos candidatos de derecha (Arturo Alessandri B., 24,4%; y José Piñera, hermano de Sebastián, con 6,2%). Tres candidatos de izquierda acumularon 11,4%: Max Neef, apoyado por ecologistas e independientes, con 5,5%; el cura Eugenio Pizarro, candidato del PC, con 4,7%; y el humanista-Silo Cristian Reitze, con 1,2%.
Pequeña historia de conciliábulos
La elección de Lagos en la segunda vuelta de enero de 2000, con Pinochet preso en Londres, fue por un estrecho 51,31% seguido por el 48,69% del pinochetismo encarnado por Joaquín Lavín, abanderado de
Como parte de oscuros y poco conocidos negocios cupulares internacionales, la influencia del presidente electo consiguió antes de su asunción formal el 11 de marzo que los gobernantes socialdemócratas británicos tomaran la decisión política de decretar la libertad de Pinochet por “enfermedad”, salvándolo de la extradición que ya había logrado el juez español Baltasar Garzón. Y además, “para juzgarlo en Chile”, no en el exterior. Lagos se quitó un dolor de cabeza y en Chile se multiplicaron los juicios contra Pinochet, comenzando por el que solicitó Gladys Marín. Pero nunca se hizo justicia.
Paradójicamente, hubo más pluralismo informativo y trabajo para los periodistas disidentes durante los últimos tiempos de dictadura que hoy, con dos diarios de circulación nacional (La Época y Fortín Mapocho) y una media docena de relevantes revistas (Análisis, Apsi, Cauce, Hoy, Mensaje,
La campaña del plebiscito levantó al ex radical Ricardo Lagos como figura de un antipinochetismo “socialista modernizado” y tolerable para la derecha y los grupos económicos. La dictadura resultaba impresentable ante el mundo para exhibir los éxitos de un modelo económico de sociedad construido a sangre y fuego, con miles de muertos, torturados y presos y una clase trabajadora atada de manos, sin sindicatos, sin partidos populares y con su dirigencia exterminada. La dictadura chilena no cayó por una guerra externa como la de Malvinas ni por una guerra interna como en
El fin de Pinochet fue acordado en una negociación de cúpulas locales e internacionales fertilizada con sangre joven vertida en cientos de protestas callejeras aupadas por los desaparecidos medios de comunicación que mantuvieron viva la rabia popular.
Cifras que se repiten una y otra vez
Allende tuvo que firmar un Estatuto de Garantías en que se comprometió a respetar la propiedad privada y a limitar el número de empresas del Estado en la llamada “Área Social de
Así desaparecieron todos esos medios impresos y cambiaron de dueño sus imprentas, excepto mensuario católico Mensaje, hoy de bajo perfil. Lagos se forjó como figura pública con los medios del supuesto adversario, el imperio duopólico de Agustín Edwards (El Mercurio y su cadena nacional de diarios y radios) y Alvaro Saieh (
Los guarismos del plebiscito de 1988 (53% versus 44%) fueron casi calcados por el triunfo de Michelle Bachelet en la segunda vuelta presidencial de enero 2006, con 53,5% contra 46,5% del pinochetismo encarnado esta vez por Sebastián Piñera, con
- Ernesto Carmona, periodista y escritor chileno.
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