En búsqueda de la gobernabilidad
- Opinión
Continúa la lucha para apropiarse de la victoria electoral de Lula. Como vimos en un artículo anterior, los derrotados defienden la tesis inmoral de que las promesas de la campaña electoral deben ser abandonadas en el ejercicio del poder. Según ellos, el verdadero estadista es aquél que se olvida de las afirmaciones emitidas “al calor de la pugna electoral” para asumir las tareas superiores exigidas por el sereno ejercicio del poder. Estas, dicen ellos, son “duras” mientras las promesas de campaña son “fáciles”. En resumen: en las campañas se promete al pueblo lo que éste quiere escuchar, es decir, la defensa de sus intereses y objetivos, para, en el gobierno, volver a asumir los intereses de las clases dominantes que controlan el Estado y se oponen a los intereses populares. Esta versión transforma a la democracia en un circo para atender los apetitos malsanos de los pueblos, la “turba” o la “masa ignorante”, que tantas veces han sido abominados por el pensamiento conservador.
El punto central de estas fantasías de las elites financieras es la política económica. Como ya hemos señalado en el artículo “ ¿Enseñando economía a Lula? “ (ver documento relacionado) se trata de mantener en alto la bandera del control monetario y la restricción de los gastos públicos (entre los que no incluyen el pago de intereses extraordinarios a una minoría de agiotistas por parte del Estado, este no lo consideran parte del gasto público pues, según ellos, es algo totalmente necesario para el buen funcionamiento de la economía, y no cosas prescindibles y, por lo tanto, objeto de recortes como las inversiones en infraestructura, educación, salud, previsión social, etc., etc.). Se trata, en fin, de contener el crecimiento económico y la distribución del ingreso en nombre de tesis generales sobre el buen gobierno.
Pero, junto a estas preocupaciones cruciales, están otras menos evidentes que reflejan los intereses de las clases dominantes en general. Este es el caso de la exigencia de una reforma política que pretende reformar la constitución de 1988, considerada por la derecha como un documento demagógico, debido a la fuerte participación popular en su definición y aprobación. La verdad es que se busca, sobretodo, exigir al gobierno que conforme una mayoría de dos tercios en el Congreso con el objetivo de controlar su voluntad transformadora y realizar los cambios constitucionales que “salvarán el país de la demagogia y del populismo”.
Fue en nombre de la necesidad de esta mayoría aplastante que Fernando Henrique Cardoso (FHC) se alió en el gobierno con el Partido del Frente Liberal, fracción liberal de la dictadura militar, y con el Partido Popular, fracción derechista y oportunista de la misma dictadura militar, para constituir una mayoría de dos tercios. (Para completarla, tuvo que satisfacer los apetitos del PTB, un partido creado por la dictadura para impedir la vuelta plena del laborismo bajo la dirección de Leonel Brizola, y de otros diputados oportunistas de los más distintos orígenes). En realidad, FHC quería reformar la constitución para obtener su reelección y nada más.
En 2002, después de una victoria política espectacular y un apoyo social colosal, Lula se sintió obligado a buscar el mismo apoyo en el Congreso para hacer algunas reformas claramente anti-populares. Las consecuencias fueron desastrosas pues los intentos de facilitar el éxito electoral de los partidos oportunistas condujeron a gastos absurdos que dieron origen al llamado “mensualazo”, un pretendido pago mensual a los congresistas que debían votar con el presidente.
En las circunstancias actuales, Lula pretende realizar un acuerdo político programático y de gobierno con el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), cuyos votos, sumados a los del PSB, del PCdoB y de otros partidos de izquierda como el PDT, le darían al gobierno una mayoría simple, suficiente para legislar dentro de la constitución vigente que, como decimos, es, en general, progresista.
Pocos gobiernos en el mundo cuentan con una mayoría tan definitiva y pueden dar a Lula la gobernabilidad que tanto busca. Ir más lejos y buscar una mayoría para reformar la constitución es un factor perturbador de la gobernabilidad, una fuente de confusión política y de dificultades en el parlamento.
Mejor sería que Lula se preocupase en reunir a los partidos que lo apoyan en un Consejo cuyas resoluciones sean respetadas en líneas generales por el gobierno, como suele ocurrir en democracias maduras. Mejor sería que Lula se preocupase en esclarecer a la población las leyes que presenta y sus medidas administrativas en un régimen político que da un enorme poder al ejecutivo. Mejor sería que se preocupara en movilizar a esta población para defender los cambios progresistas en el país, como lo hizo en la segunda vuelta electoral, retomando su discurso popular y muchas metas de la izquierda que fueron definitivas para su aplastante victoria.
Nada de mayorías de dos tercios, nada de compras de diputados o senadores, nada de negociaciones individuales, lo que se requiere es la consolidación de una democracia profundamente articulada con las necesidades de la población. El pueblo brasileño demostró una madurez política impresionante al sobreponerse a una ofensiva de los medios de comunicación en contra del PT y de Lula (aprovechándose de fallas gravísimas de ambos) que pretendía exterminar a la “raza” petista, como lo expresó el presidente del Partido del Frente Liberal (PFL), que cayó drásticamente en estas elecciones.
Y a propósito de estas declaraciones, es motivo de penas brutales el criticar estas expresiones racistas, según un fallo de un juzgado de São Paulo. Por haber atacado al presidente del PFL, el profesor universitario Emir Sader, elegido recientemente secretario ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), deberá cumplir una pena de prisión y pérdida de su cargo de profesor en la Universidad del Estado de Río de Janeiro (UERJ). La reacción en contra de esta aberración judicial de millares de profesores universitarios, periodistas e intelectuales de todo el mundo permite avizorar las esperanzas de que, en el contexto de las manifestaciones populares tan definitivas como la victoria de Lula en la segunda vuelta electoral para presidente de la República de Brasil, este país pueda avanzar hacia una fase post dictatorial ampliamente democrática.
Para que esto ocurra, es necesario que Lula se apoye en fuerzas realmente progresistas y democráticas y en ellas apoye su gobernabilidad.
- Theotonio dos Santos es profesor titular de la Universidad Federal Fluminense (UFF) de Río de Janeiro. Director de la REGGEN
www.reggen.org.br
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