El FSM y el poder
- Opinión
El Foro Social Mundial ha transitado, en estos seis años de existencia, de un evento a un proceso que ha contribuido y contribuye a erosionar la hegemonía neoliberal y en cierta medida la hegemonía capitalista en general. Su propia consiga, aparentemente mínima, Otro mundo es posible, confirma y estimula otra visión del futuro que es incompatible con el discurso único, que tiende no ya a legitimar, sino a naturalizar el orden establecido.
Algunos están insatisfechos con el Foro, hablan de “desviaciones” de sus ideas originarias o incluso de insustancialidad y hasta de “bálsamo” para aplacar las luchas reales. Otros ven en el Foro solo un espacio donde pueden encontrar un amplio público que puede ser receptivo a sus mensajes y eventualmente reproducirlos, lo cuál es cierto; pero reducir el Foro a esto es no comprender su carácter de proceso permanente de construcción colectiva y de hecho no contribuir a ella. Creo sin embargo que un análisis sereno permite identificar que el proceso del Foro permite, al menos:
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Hacer visible la fuerza de la resistencia al neoliberalismo. (ante los propios movimientos sociales, el resto de la opinión pública mundial y las instituciones y sectores que determinan el orden geopolítico y económico global contemporáneo)
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Incentivar el intercambio, mutuamente enriquecedor, entre los movimientos sociales y los intelectuales comprometidos con el altermundismo.
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Propiciar la construcción colectiva de alternativas al orden vigente.
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Servir de espacio de encuentro de los luchadores antineoliberales para compartir visiones y articular acciones.
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La celebración de la lucha y de la vida según los cánones de las culturas populares, que tiene un valor simbólico y de aliento, que no es comprendido a veces por quienes no logran trascender su cultura elitesca.
Cada uno de estos atributos puede recibir un análisis crítico que nos indicaría cuanto más pudiera aprovecharse como proceso y como evento el FSM, pero aún realizando un inventario de insatisfacciones tendríamos que concluir reconociendo la importancia del mismo.
Veamos de forma rápida e incompleta algunas pistas que pueden ayudarnos a valorar en su justa medida el significado del movimiento estimulado y articulado alrededor del FSM
El Foro Social Mundial surgió en momentos en que aún el discurso neoliberal se erigía como único y totalmente hegemónico, al menos en los medios de comunicación y en las representaciones sociales sobre el orden social posible en amplios sectores de la población mundial.
Este predominio se debía, en gran parte (1), al quiebre que habían sufrido las ideas contra sistémicas al capitalismo como consecuencia de la desintegración de la URSS y la desaparición de los regímenes del “socialismo real” europeo. Sin embargo las consecuencias negativas provocadas por la aplicación de las políticas derivadas de la ideología neoliberal en la vida de millones de personas estaban ya generando resistencias y luchas.
Los movimientos sociales que habían ido creciendo en las últimas cuatro décadas del siglo XX, como las luchas por la igualdad de la mujer, por la preservación de la naturaleza, por el respeto a la diversidad sexual entre otros, reciben renovadas motivaciones. Otros movimientos que tradicionalmente estuvieron atados a las políticas partidistas, se ven “liberados” al desaparecer o debilitarse muchos partidos de izquierda. Aparecen además nuevas expresiones de resistencia asociadas directamente al enfrentamiento con el neoliberalismo.
Un rasgo característico de esta etapa, es que se desarrollan formas de organización no verticales. La red pasa a ser el paradigma articulador de los movimientos, ayudados aunque no sobredeterminados, por las redes digitales. La estructura en red fortalece la autonomía de los movimientos y su vinculación con sus bases. A la vez inicia la generación de una cultura de participación y democratización en su seno, aún en proceso de construcción.
Estas expresiones de resistencia y lucha comienzan a hacerse más visibles en acciones masivas de protestas como las de Seatle, o Québec. La articulación lograda en América Latina en ocasión de la contra celebración de los 500 años de la llegada de los europeos al “nuevo mundo” es un antecedente imposible de obviar en este proceso.
Así la convocatoria al primer Foro Social Mundial, en Porto Alegre, Brasil como contrapartida al Foro Económico Mundial de Davos, Suiza, llega justo en el momento en que se necesitaba un espacio que sirviera de lugar de encuentro, conocimiento, reconocimiento y visibilización de estas renovadas luchas contra hegemónicas.
Es decir, su surgimiento no es obra de un grupo sino confluencia de situaciones y antecedentes por lo que nadie puede atribuirse el derecho de propiedad o la autoría del foro. El Foro es de todos los que participan en él y de los que se vayan sumando. Debe ser siempre un espacio inclusivo, plural, que continúe expresando la diversidad y la complejidad del mundo. Pero no sólo eso, el Foro debe dar cuenta, como proceso, de lo que está aconteciendo en la vida real.
La situación de hoy no es la del año 2001 cuando se hizo su primera edición. Sin exagerar, se puede constatar que el discurso neoliberal es cada vez menos creíble y más criticado entre amplios sectores sociales del mundo. La conciencia de la gravedad de los problemas que enfrenta hoy la humanidad es mucho mayor. Crece la convicción de que el actual orden capitalista es incapaz de resolver esos problemas, sino todo lo contrario, tiende a agravarlos. La necesidad entonces de construir alternativas, en las ideas y en los hechos, al capitalismo se expresa por muchas más personas, organizaciones, movimientos, redes, o campañas.
Fuerzas progresistas, que comparten o hacen parte de este movimiento altermundista, han llegado al poder en municipios, regiones y países. En América Latina, la Revolución Bolivariana en Venezuela, la llegada al poder del PT en Brasil ( más allá de la decepción por su desempeño concreto como gobierno) o del Frente Amplio en Uruguay y sobre todo el triunfo del Movimiento al Socialismo en Bolivia, encabezado por Evo Morales, quien ha sido participante activo del proceso del Foro, configura una situación radicalmente distinta que debe impactar en los contenidos y en las formas de articulación de los movimientos y luchadores sociales.
Pensar sobre el poder
Esta situación recoloca el tema del poder en las reflexiones de los movimientos sociales y también debe hacerlo entre las fuerzas políticas que, desde una perspectiva liberadora, arriban al gobierno.
Lo primero que resulta evidente es que se hace insostenible la “alergia” ante los gobiernos y los partidos que ha caracterizado, con suficientes razones, al renovado movimiento social. Hay que empezar a discriminar, a matizar, a reconocer la diferencia entre gobiernos guardianes del orden imperialista y gobiernos empeñados en enfrentar ese orden y, por lo tanto, hay que tener actitudes diferentes ante ellos y ser capaces de establecer relaciones maduras, de cooperación, de articulación y de respeto mutuo.
La reciente reunión de representantes de movimientos sociales con el Presidente Chávez, en el marco del VI Foro Social Mundial celebrado en Caracas, es indicativa de lo que puede lograrse. Los que allí estuvimos fuimos testigos de cómo, con madurez y respeto, diversas redes y campañas informaron al Presidente Chávez de sus agendas y este a su vez explicó la agenda de la revolución bolivariana.
Es un paso importante pero que debe ser trascendido rápidamente, para pasar a la etapa de construcción de agendas comunes, con papeles diversos; lo cuál no significa que haya una sola agenda, sino al menos una con temas y acciones donde unos y otros (gobiernos y movimientos sociales) en igualdad de condiciones, identifiquen y jerarquicen los problemas y construyan las diversas vías de solución que pueden emprenderse. Por supuesto lo anterior debía ser acompañado también por el fortalecimiento de la participación real de las comunidades y bases en la determinación de los criterios de los representantes de los movimientos.
Esto trae a primer plano el reclamo de que los proyectos integradores entre países latinoamericanos no sean sólo concebidos por los gobiernos sino que hay que involucrar en esa concepción a las comunidades y sectores presuntamente beneficiados y a los que puedan ser o sentirse perjudicados por proyectos concretos de desarrollo. No hay un solo interés general, ni tienen que subordinarse los intereses locales, regionales o sectoriales siempre y subalternamente al interés identificado como general.
Esta relación presupone no solo una reflexión en los movimientos sociales sino también en los sectores de gobierno y de partidos en el poder. Estos últimos deben cuidarse de que “el poder no los tome a ellos”, sino que puedan ser transformadores y socializadores de ese poder, como corresponde a una perspectiva liberadora. Ello presupone el reconocimiento de que no puede haber un único sujeto de los cambios, el reconocimiento de la necesidad de la existencia de diversas formas de organización popular con suficiente autonomía de tal manera que puedan ser la expresión del sentir y el pensar de esos sectores y no caja de resonancia del discurso o del programa de gobierno.
El respeto a la autonomía de las expresiones organizadas del pueblo es la condición no sólo de un desarrollo saludable de los movimientos populares (no dejar de ser los representantes genuinos de las mujeres y hombres de cada sector organizado, para convertirse en polea de transmisión de los partidos) sino también la garantía de una conducción política mas certera. No se puede gobernar en nombre del pueblo, sin tener la crítica, el control y la fiscalización del pueblo.
Es importante que tengamos presente que el ejercicio del poder, según los paradigmas de la dominación, fue uno de los factores claves de la derrota de la experiencia socialista del siglo XX. Si se abre un espacio a un socialismo del siglo XXI, heredero y a la vez renovador de estas ideas, uno de los rasgos diferenciadores principales que debe tener es la manera de entender y ejercer el poder. Socialismo también como socialización del poder.
La transversalidad de lo político
El Foro no ha estado insensible a los cambios, ya en Caracas se inscribió un eje (Poder, política y emancipación social) que da cuenta de esa posible y necesaria relación entre movimientos sociales y fuerzas políticas. No es casual que este fuera el tema con más actividades inscritas. Pero no sólo eso, de hecho el tema del poder está de alguna forma siempre presente en todos los temas y es importante reconocerlo para no reducir lo político a la acción de los partidos y al ejercicio de gobierno. Dos ejemplos pueden ayudarnos a comprender lo que decimos.
En el recién concluido Foro de Caracas, como en los anteriores, se desarrollaron varios eventos de educación popular, participé en uno de ellos y observé cómo, al menos uno de los participantes, insistió en la dicotomía entre educación y política, desconociendo la idea básica de la propuesta de Paulo Freire, cuando definió a la educación popular como una concepción político pedagógica(2), porque justamente lo que procura la EP es la rearticulación de las relaciones de poder desde una perspectiva liberadora.
La educación popular y eso fue muy bien expuesto por otros participantes, identifica los resortes de la dominación no sólo en las relaciones económicas, jurídicas y políticas sino que encuentra, siguiendo a Gramsci, en las propias culturas populares, el componente cultural de la dominación, la hegemonía que legitima y naturaliza el orden dominador, empobrece la imagen que el pueblo tiene de sí mismo e inhibe así las ansias de luchas. Y no sólo los identifica sino que trabaja metódicamente en su desarticulación, a partir de la revaloración de la historia, la cultura y el saber del pueblo, que son no sólo puntos de partida de las transformaciones, sino el marco interpretativo de las nuevas experiencias y conocimientos.
La educación popular es política porque rearticula el poder al reconocer el valor de lo que el pueblo es y sabe pensar y hacer, por eso trasciende el iluminismo burgués al no pretender liberar simplemente llevando las luces del conocimiento ( generado desde los dominadores) como el único conocimiento válido, superior y moderno. A diferencia del proyecto de la ilustración que fomenta la extensión y asimilación acrítica del pensamiento y la ciencia moderna (3), la EP propone el diálogo de saberes, la contextualización de lo nuevo, su resignificación crítica a partir de lo que ya sabe la gente, de su experiencia histórica como grupo, como pueblo. Por eso centra su objetivo en enseñar a pensar que es justamente dar poder a los que han sido privados de él.
No es difícil sin embargo encontrar la noción “iluminista” en muchos proyectos revolucionarios, que al asimilar la concepción dominante sobre la cultura y el saber reproducen inconscientemente una clave de la dominación. Por eso decimos que cuando en el Foro estamos celebrando talleres o seminarios que analizan los aportes de la Educación Popular a los movimientos y luchas populares estamos debatiendo a fondo un tema político de crucial importancia.
Otro tanto sucede cuando debatimos el tema del derecho a la comunicación. De lo que se trata es de convertir en un reclamo social, y no sólo gremial de los comunicadores, el derecho de cada hombre y mujer a ser informado y a ser escuchado. Dicho de otra manera a ser tenido en cuenta.
Se trata de reivindicar un entorno comunicativo que deje atrás el modelo Aristotélico, recreado, perfeccionado y sofisticado hasta la saciedad en nuestros días, basado en la transmisión de información(4), para dar paso a otro modelo que propicie el diálogo y la participación. Un modelo que reconoce como central en la comunicación, los procesos de construcción de sentidos, de resignificaciones hechas individualmente y en grupos, es decir, reconocer que cada ser humano tiene la capacidad potencial de pensar, de crear y tiene el derecho inalienable a expresar sus ideas.
Estos dos modelos comunicativos contrapuestos se corresponden a dos concepciones políticas incompatibles, la concepción de dominación de unos individuos, grupos o clases sobre otros o el modelo de liberación que reivindica la condición básica de existencia de todo ser humano, el de ser libres, el de vivir en relación de igualdad y solidaridad con sus semejantes y en armonía con la naturaleza. En el primero el poder está concentrado en unos, los que tienen y los que saben y en el otro el poder ha de estar compartido. En uno la comunicación es vertical, va de los que tienen el “saber” (y el poder) hacia los que carecen de él. En el otro la comunicación ha de ser dialógica, o lo que es lo mismo, todos tenemos el derecho de decir y el deber de escuchar. Cuando debatimos sobre derecho a la comunicación estamos debatiendo un tema íntimamente relacionado con la política y el poder.
Un gran reto
José Martí dijo en dura y aleccionadora frase: el delito de haber sabido ser esclavo se paga siéndolo mucho tiempo todavía(5). Con ello nos advertía que la liberación no es un acto sino un proceso y que ese proceso ocurre en gran medida en el terreno de las ideas y de la cultura que portamos. Adelantándose a Gramsci en muchos años identificó las íntimas raíces culturales de la dominación y puso de relieve el esfuerzo de autotransformación que cada persona, grupo, o sociedad tienen que hacer para ser libres.
Trayendo este mensaje a nuestros días, podríamos decir que para lograr ese otro mundo posible tenemos que construirlo, en el fragor de la lucha, en nosotros, en nuestras organizaciones y movimientos. No podemos librarnos de la dominación si no somos portadores de las cualidades que caracterizan al modelo civilizatorio de la liberación y ello empieza por una forma de concebir el poder y su ejercicio radicalmente diferente a como ha sido y es en la actualidad concebido y ejercido el poder.
No se trata de evitar el poder porque nos contamina, no se trata tampoco de asaltar el poder como vía suficiente para transformar revolucionariamente la sociedad, se trata de construir una nueva praxis política que entienda y ejerza el poder desde la perspectiva liberadora, que comprenda que el sujeto de las transformaciones no es un partido, un gobierno, un grupo, sino esa mayoritaria proporción de seres humanos que están urgidos de cambios profundos.
Esos que reclaman y necesitan los cambios revolucionarios en la sociedad no constituyen una masa homogénea y simple, sino un complejo de intereses, instituciones, formas de organización comunal, grupal, sectorial etc. por lo que la garantía y la sostenibilidad de las transformaciones va a depender de la participación conciente, organizada y crítica de todos y todas en las decisiones que atañen a sus vidas, es decir, del ejercicio realmente democrático del poder.
Esa es una discusión de fondo necesaria porque servirá de base a las estrategias de lucha, a las formas de organización que nos demos, a las maneras de funcionar los gobiernos populares, si no queremos una vez más equivocar el camino. Esta construcción de praxis política debe ser parte sustantiva del accionar presente y futuro de los movimientos populares, del proceso del foro y del movimiento altermundista en su conjunto.
* José R. Vidal es Psicólogo y comunicador, se desempeña como coordinador del Programa de Comunicación Popular del Centro Memorial Martin Luther King, Jr. de La Habana, Cuba.
Notas:
(1) No podemos obviar el peso que el propio desarrollo del capitalismo en su fase de superconcentración del capital ejerce en este predominio.
(2) Recordemos que cuando alguien preguntó a Freire qué lado de esa ecuación tenía la preeminencia, respondió: “la educación popular es sustantivamente política y adjetivalmente pedagógica”
(3) Recordemos que sólo se considera ciencia la generada según la perspectiva epistemológica positivista.
(4) Según Aristóteles en su obra La retórica para llevar la verdad hasta las mentes obtusas que no pueden transitar el camino de la lógica y la razón.
(5) Carta a José Joaquín Palma publicada originalmente como introducción al libro de poesías de éste en Tegucigalpa, Honduras en 1882. Obras Completas Volumen 5 página 95.
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