La Habana de los últimos años de Fidel
05/06/2006
- Opinión
La Habana
Cualquier escena de La Habana es digna de una foto: los edificios y palacios derruidos, los coches americanos de más de medio siglo de antigüedad, las colas frente a los establecimientos de víveres, esos personajes negros con esas miradas y sonrisas cinematográficas… Al visitante le invade el ansia de inmortalizarlo todo porque le cuesta creer que lo que está viendo sea real. Sabe que ahora lo tiene delante y lo puede ver pero, quizás, en unos cuantos años ya no va a estar ahí. Es como bajar de una máquina del tiempo y tener un espacio temporal limitado para empaparse de las realidades de este otro mundo. El viajero aprovecha al máximo su estancia en la capital cubana porque sabe que no se puede quedar. Todos los extranjeros que llegan a la isla tienen que tener un pasaje de salida. Ésa es una de las condiciones indispensables para obtener la visa de entrada a la realidad de Cuba.
Las calles de Centro Habana están muy desgastadas tras casi 50 años de lucha revolucionaria y el consecuente boicot por parte de los Estados Unidos, pero entre las edificaciones viejas despuntan de repente casas recién pintadas y bien conservadas. Salomé vive en un hogar protegido tras las rejas de una puerta de metal con todos los lujos de una familia de clase media y ella está contenta con el sistema: "Aquí no hay nadie que se muera de hambre, todo el mundo tiene lo necesario", comenta tras beberse un sorbito de su delicioso café. Salomé es una privilegiada en La Habana de la era del chavito, nombre con el que los cubanos identifican a la moneda artificial convertible que ha sustituido al dólar como 'moneda dura'. La señora, de unos 55 años de edad, regenta un hospedaje privado con licencia para albergar a turistas y por cada noche pernoctada recibe 25 pesos convertibles (CUC), es decir, 25 chavitos. En otras palabras, Salomé cobra casi 25 euros al día (un euro son 1.08 CUC) por ofrecer a los extranjeros una habitación bien arregladita con baño particular y el desayuno.
Salvador, sin embargo, no tiene la misma suerte. Él trabaja de 10 de la mañana a 10 de la noche de pincha discos en el Cabaret Palermo, uno de los locales más populares de Centro Habana, y cobra el salario mínimo mensual de 240 pesos cubanos, conocidos en la isla como 'moneda blanda'. Un peso convertible vale en estos momentos 24 pesos cubanos, con lo cual la señora Salomé, descontando los impuestos, cobra en un día lo que Salvador gana en un mes de trabajo. Pero él no se desanima: "No gano mucho, pero al final siempre conozco a algún turista, le enseño la ciudad y él me ayuda".
Después de la URSS, turismo
Estas palabras son una buena muestra de cómo los cubanos se han hecho extremadamente dependientes del turismo desde la caída de la Unión Soviética en 1991. Las ayudas de la superpotencia socialista "representaban antes de esa fecha más del 30% del PIB de la isla y al terminarse éstas a Fidel Castro no le quedó otro remedio que abrirle las puertas al turismo masivo para no dejar que la economía cubana se desplomase por completo", según reconoce Pablo Mijares, un alto cargo del régimen cubano. El propio Fidel ha revelado en numerosas ocasiones que, desde el punto de vista ideológico, esa decisión fue de las más difíciles y dolorosas de su vida y el tiempo le ha dado la razón. Los turistas han traído mucho dinero a Cuba pero también han sido la principal causa de las desigualdades existentes.
Para evitar la influencia negativa de la mentalidad capitalista de los turistas en la población local, el régimen socialista de Fidel Castro ha intentado durante todos estos años construir un sistema de servicios y precios para los extranjeros y otro para los cubanos, pero esa estrategia ha traído numerosos inconvenientes. "Antes de la caída de la Unión Soviética yo con unos cuantos pesos cubanos podía pasar una noche en el Hotel Inglaterra (uno de los hoteles más emblemáticos de La Habana), mientras que ahora no me dejan ni entrar", comenta Julio Cabrera, un periodista independiente de la capital, quien confirma que los cubanos tienen un acceso limitado a los hoteles y los paladares (restaurantes) de los turistas. Pablo Mijares, por su parte, explica esta medida desde un punto de vista socialista. "Con los precios que tenemos actualmente para los turistas, los únicos cubanos que disfrutarían de verdad de los hoteles de lujo serían los de Miami, así que hemos optado por la opción de: o todos o ninguno".
Es evidente que a ninguna persona con bajos recursos le gusta ver como el vecino de al lado vive en la opulencia, pero ¿cuál es la diferencia entre que ese vecino sea un cubano-americano o un extranjero europeo? A los cubanos que luchan diariamente por conseguir la moneda dura lo que les incomoda es ver que son ahora los extranjeros los que disfrutan de los locales que antes eran de ellos. Gullantay, una vendedora ambulante como muchas otras en La Habana, lo explica de manera gráfica. "Es como un frigorífico. Todos hemos trabajado para construir ese frigorífico. Una vez que lo hemos construido se puso ahí cerveza para todos y todo el mundo podía ir al frigorífico y sacar sus cervezas, pero ahora le han puesto un candado al frigorífico y sólo los extranjeros tienen la llave para abrirlo".
El caso es que los cubanos no tienen sólo restringido el acceso a los establecimientos de hostelería para turistas, sino que los precios de las discotecas y los clubes de Centro Habana como la Casa de la Música son prohibitivos para cualquier persona que recibe un sueldo en moneda blanda. La simple entrada para ver un grupo de renombre puede llegar a los 20 chavitos, es decir, el doble de lo que recibe Salvador por un mes de trabajo.
Todo esto podría parecer inaudito para una mente europea o estadounidense, pero en la Cuba de Fidel hay que diferenciar bien entre lo que son los lujos propios de una sociedad capitalista y consumista y las exigencias que pueda tener un ser humano socialista. No cabe duda de que lo extraordinario de la revolución cubana es que, a pesar de más de 40 años de bloqueo por parte de los Estados Unidos, ha logrado cubrir las necesidades básicas de su población. La cartilla alimenticia de la cesta básica no da para dar grandes festines y muchos cubanos se quejan por las reducidas raciones, pero bien es cierto que no deja a nadie con hambre. El transporte público es extremadamente barato en La Habana. Gullantay fue un día al hospital y le detectaron un quiste en los ovarios y a las pocas horas ya estaba operada y en la sala de rehabilitación. En La Habana, a diferencia de la mayoría de las ciudades de Latinoamérica, es prácticamente imposible ver a un niño trabajando o pedir limosna en la calle. "Los niños cubanos están en las escuelas, que es donde deben estar", apunta Salomé. El proceso revolucionario cubano también se ha preocupado siempre por ofrecer una buena cultura a su gente. En La Habana el teatro, el cine, el ballet, la ópera y el béisbol están al alcance de todos, incluso de aquellos que tienen un salario bajo.
Una Cuba barata, otra cara
La Cuba de hoy está dividida en un sistema barato y accesible que cubre las necesidades básicas de los cubanos y un sistema caro y con todos los lujos del primer mundo para los turistas. Como explica Pablo Mijares, los precios para los turistas están tan altos porque esa es la primera fuente de financiación que tiene el Estado para ofrecer educación, salud y cultura gratuita a los cubanos. Lo que pasa es que hay personas como Gullantay o Salvador que no se conforman con las necesidades básicas. Ellos saben apreciar perfectamente los servicios que ofrece el Estado, pero consideran que son insuficientes. Gullantay se queja porque sus hijas sólo reciben una libreta y un lápiz a principios de curso y a partir de ahí les tiene que comprar el material escolar en los shoppings, que son las tiendas para turistas que venden su mercancía en chavitos. Salvador, por su parte, lamenta que sólo pueda ir a la Casa de la Música cuando a algún turista amigo le apetece invitarle. En La Habana de la era del chavito hay dos estructuras bien diferenciadas, pero así como las comodidades y los privilegios del sistema de los turistas cautivan la atención de los cubanos, de igual manera, los precios módicos del sistema de los cubanos atraen a los extranjeros con pocos recursos.
Esta circunstancia hace que se incremente la demanda en los dos sistemas y por ende, siguiendo una lógica capitalista, eso hace también que suban los precios. "En los últimos años los mercados para cubanos están cada vez más caros", apunta Juan, un pintor bohemio que vive en La Habana Vieja y que en muy pocas ocasiones tiene moneda dura en sus bolsillos. El inconveniente no es sólo que los turistas utilicen los servicios de los cubanos e incrementen los precios, el mayor problema es que cada vez hay más productos básicos que se empiezan a comercializar en chavitos. Juan entiende que una lata de Coca Cola, unas zapatillas Nike o un reproductor de CDs Sony se vendan en moneda dura, "pero cómo puede ser que una camiseta o un pantalón cualquiera, una lata de cerveza cubana de la marca Bucanero o incluso el aceite, que es una necesidad básica, se vendan en chavitos". En este tema incluso Pablo Mijares está de acuerdo. "El aceite es un producto básico para cocinar y debería venderse en pesos cubanos, eso es verdad, es de las muchas cosas que están mal y tenemos que cambiar", reconoce el alto cuadro del Régimen, que pese a su posición privilegiada sólo cobra unos 900 pesos cubanos al mes, o sea, menos de 40 euros.
Tal y como está ahora la vida en La Habana, el atractivo del poder adquisitivo que ofrece el chavito es demasiado fuerte para que los cubanos se resistan a la tentación de conseguir de alguna manera la moneda dura.
Salario mínimo: 10 chavitos
La realidad de La Habana es ésta: el salario mínimo de los cubanos es de 240 pesos cubanos, o lo que es lo mismo, 10 chavitos. Una cerveza nacional marca Bucanero, que en principio es un lujo, cuesta en cualquier parte de la ciudad un chavito, es decir, el 10% del salario mínimo. Un champú corriente para el pelo, otro lujo, cuesta más de tres chavitos. Un jugo de naranja pasterizado, otro privilegio, pasa de los dos chavitos. Y así sucesivamente hasta llegar a unas zapatillas Nike que pueden superar los 80 chavitos. Esta circunstancia hace que el cubano se las ingenie para conseguir la moneda dura y los métodos son muy variados.
Los que tienen mayor suerte son aquellos que tienen familia en el extranjero y reciben remesas periódicamente. Gustavo Aliaga, otro periodista cubano independiente con lazos en Miami, explica que "los envíos de divisas de los cubanos en el extranjero ya representan la segunda fuente de ingresos de la isla después del turismo".
Pero no todos tienen la suerte de tener algún familiar en el extranjero o de regentar un hospedaje privado para extranjeros como Salomé y a éstos no les queda más remedio "que buscarse la vida", como dice Salvador. Él, como muchos otros en Centro Habana o la Habana Vieja, hace de guía turística con la esperanza de recibir alguna invitación o un poco de propina. Uno o dos chavitos, o lo que es lo mismo, uno o dos euros, ya son el 10% o el 20% de su salario mensual. Gullantay, por su parte, compra todo tipo de ropa a los comerciantes venezolanos y por cada prenda que vende en la calle se saca unos cuantos chavitos. Juan, el pintor, siempre tiene la esperanza de que algún turista esté interesado en sus obras y con un cuadro que venda ya gana más de lo que ganaría trabajando con un sueldo en pesos cubanos. Tomás, por ejemplo, tiene un coche y hace de taxista ilegal. Cuando se sube un extranjero se está arriesgando a que la Policía le ponga una multa y le confisque el vehículo, pero como dice él: "de alguna manera tengo que conseguir buena comida para mis hijos, ¿no? y si el extranjero paga en chavitos, pues esa comida será mucho mejor".
La llegada del turismo masivo y la mayor circulación de moneda dura han fomentado también otras actividades ilegales como la prostitución y la delincuencia, aunque en este caso hay que decir que el volumen de éstas es mucho mayor en cualquier otra capital latinoamericana que en la ciudad de La Habana. Reinaldo Morales, un historiador, comenta que el narcisismo de los cubanos hace que la gente en La Habana piense que su ciudad es de las más peligrosas del mundo y que no hay más pobreza y miseria que la que viven ellos. "Hay que relativizar las cosas. Si se compara con los países vecinos, Cuba ofrece una mejor calidad de vida a toda su población que las otras islas del Caribe y que gran parte de los países de Centroamérica", explica Morales. Muchos cubanos se quejan de su situación porque no han salido nunca del país y no pueden comparar la calidad de vida que tienen ellos con la de sus vecinos. Y eso es precisamente lo que piden gran parte de los jóvenes de La Habana. Muchos no están en contra del régimen de Él (los habaneros utilizan la tercera persona para referirse a Fidel Castro para evitarse problemas), lo único que quieren es poder salir de la isla y conocer otras realidades.
"Pronto van a cambiar las cosas en la isla"
Óscar es un chico que tiene 30 años y es peluquero en Centro Habana. Actualmente tiene una novia de Barcelona y está deseando salir de Cuba para conocer España. "Yo no estoy en contra del sistema" - dice - "lo único que quiero es poder viajar y conocer el mundo como hacen los turistas que vienen aquí. Ésta es una isla pequeña y si estás aquí toda la vida, esto al final se convierte en una gran cárcel de la que no puedes escapar". Óscar es un chico joven con una mente muy abierta y con gran conocimiento de lo que está pasando en el mundo y a medida que va contando sus aspiraciones y sus metas para el futuro se va notando en sus ojos la ilusión de que "pronto van a cambiar las cosas en la isla". Con la edad avanzada que tiene Fidel Castro, Cuba se encuentra en estos momentos en una fase crítica propia de un cambio generacional en el poder. Julio Cabrera, el periodista, explica acertadamente el sentir de la mayoría de los habaneros. "La gente ahora mismo está expectante porque sabe que a Fidel le quedan pocos años de vida, pero lo cierto es que casi todo el mundo está de acuerdo en que la situación no puede seguir así". El aumento en las desigualdades y la subida de precios han hecho que muchos cubanos estén deseosos de ver un cambio en el sistema.
La pregunta clave entonces es: ¿qué pasará a la muerte de Él? "Esa es una pregunta que nadie puede contestar por ahora, ni el propio Fidel", comenta el historiador Reinaldo Morales. Pero sí que se barajan diferentes posibles escenarios. El primero sería la sucesión en el poder del hermano de Fidel, Raúl Castro, pero Gustavo Aliaga descarta esta opción por considerar que los mismos cuadros socialistas no aceptarían una dinastía en el poder. "Eso sería muy poco socialista y revolucionario", señala el periodista. Si se descarta entonces la sucesión familiar, quedan otras tres posibilidades, que van desde el escenario catastrófico hasta el escenario rosa para la revolución cubana. El catastrófico sería la lucha interna por el poder y el surgimiento de una guerra civil. Como explica Jesús Arboleya en su libro "Cuba y Estados Unidos: un debate de ahora" cabe la posibilidad de que la diáspora cubana de Miami tenga la estrategia de financiar a grupos disidentes internos para que creen disturbios y enfrentamientos entre los mismos cubanos y así aprovechar la anarquía y el vacío de poder para recuperar las riendas del país gracias a la ayuda de una intervención militar de los Estados Unidos. Óscar está convencido de que éste es el escenario más probable. "En cuanto muera Él, aquí la gente se va liar a tiros, por eso me quiero ir de aquí," dice el peluquero.
La atracción del American Way of Life
El escenario intermedio no sería tan dramático. Gustavo Aliaga opina que los nuevos líderes de la revolución cubana van a ceder a las propuestas de los empresarios cubanos de Miami. Con las necesidades que tiene hoy en día el país, es muy probable que haya una fase de transición y que poco a poco se produzca una apertura política y económica en Cuba. "Los nuevos líderes se van a sentar a la mesa con los cubanos de la diáspora y con los grandes empresarios de Estados Unidos y al final van a llegar a un acuerdo. Las relaciones entre los cubanos de la isla y los de la diáspora siempre han sido históricamente muy estrechas y eso es lo que va a prevalecer", explica Aliaga. Reinaldo Morales refuerza esta hipótesis al asegurar que la influencia cultural de los Estados Unidos ha sido siempre muy grande en la isla. "A los cubanos nos encanta el béisbol, nos encantan las películas de Hollywood y nos encanta la música que viene de ese país, sólo hay que fijarse como se visten los jóvenes cubanos de hoy para ver que 47 años de revolución no han eliminado la atracción que ejerce el American Way of Life sobre la sociedad cubana". El escenario intermedio sería entonces una Cuba con una democracia liberal y una economía de mercado.
Pablo Mijares, sin embargo, no acepta esta tesis. Para él, el proceso revolucionario cubano va a continuar avanzando después de la muerte de Fidel. "Puede que muchos jóvenes no estén de acuerdo con algunas cosas del sistema, pero todos saben reconocer las prestaciones sociales que ofrece el mismo". "Aquí no queremos que llegue el neoliberalismo," comenta Samuel, un joven camarero negro que trabaja en una cafetería del centro de la ciudad. Julio Cabrera analiza la coyuntura actual y también se inclina por el escenario rosa: "Hay mucho descontento entre la población, pero eso no quiere decir que los cubanos estén en contra de la idea del socialismo. La revolución venezolana de Hugo Chávez ha traído además aire fresco al proceso cubano. Ahora mismo si la gente tuviese que decidir entre neoliberalismo o socialismo, la mayoría se inclinaría por la segunda opción". Muchos habaneros como Juan, el pintor, pueden pasarse horas criticando las decisiones de Fidel pero cuando se les pregunta por el socialismo no dudan en decir que esa es la meta final a la que debe aspirar el ser humano. Juan es incluso de los optimistas y piensa que ya estamos en una fase de transición histórica entre el capitalismo y el socialismo. "El hombre tardó muchos siglos para pasar de una sociedad feudal a una sociedad capitalista y tardará otros tantos siglos para pasar de una sociedad capitalista a una sociedad socialista, pero al final lo logrará, de eso no hay duda".
(Los nombres utilizados en este reportaje han sido inventados porque así lo han pedido expresamente la mayoría de las fuentes.)
- Miguel Otero es periodista de la Agencia de Información Solidaria
Fuente: Fuente: Agencia de Información Solidaria
http://www.infosolidaria.org/
https://www.alainet.org/es/active/11740
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