Semillas, tierra y agua: los idus de marzo
01/04/2006
- Opinión
El sur de Brasil, cuna de varios de los movimientos sociales más fuertes de este
país y de América Latina, fue, durante marzo, escenario de la confrontación
entre los movimientos campesinos con las trasnacionales, teniendo como telón de
fondo a la Organización de las Naciones Unidas. Del 5 al 31 de marzo se
realizaron, una tras otra, la Conferencia de Naciones Unidas sobre Reforma
Agraria y Desarrollo Rural, la tercera Reunión de las Partes del Protocolo
Internacional de Cartagena sobre Bioseguridad y la octava Conferencia de las
Partes del Convenio de Diversidad Biológica de Naciones Unidas. Mientras, en
México, se reunía el cuarto Foro Mundial del Agua.
Sin pedir permiso, los "condenados de la tierra" en la voz de millares de
campesinos, trabajadores rurales sin tierra, desplazados por represas, víctimas
de los monocultivos de árboles y de los transgénicos de Brasil y del mundo
irrumpieron en la escena de las conferencias de Naciones Unidas que se
realizaron en Porto Alegre y Curitiba, mientras decenas de miles marcharon en
México en defensa del agua y contra su privatización.
Con la calma y la firmeza de las razones justas, armados de semillas, plantas de
maíz, banderas y canciones, mujeres, niños y hombres dejaron atónitos a los
diplomáticos del mundo -recordándoles que el mundo real está fuera de las mesas
de negociación- y furiosos a los directores y cabilderos de las trasnacionales.
En la marcha final que convocó Vía Campesina el 31 de marzo, frente al centro de
convenciones de Curitiba, más de 5 mil campesinos e integrantes del Movimiento
de los Trabajadores Sin Tierra (MST) colocaron una enorme pancarta que resumió
lo que está en juego: "La naturaleza y la biodiversidad son de los pueblos: no
de los gobiernos ni de las transnacionales".
En Brasil, Via Campesina marcó el campo de juego desde el inicio: el 8 de marzo,
las mujeres del movimiento ocuparon un laboratorio y vivero de eucaliptos
clonados de la empresa Aracruz, en protesta contra el "desierto verde" y el
atropello de indígenas y campesinos por los monocultivos forestales. Luego,
marcharon y cerraron por cuatro horas el acceso a la conferencia de Reforma
Agraria. Dos días después, consiguieron que la declaración del foro paralelo
Tierra, territorio y dignidad fuera incluida como documento de la conferencia
oficial de Reforma Agraria y Desarrollo Rural.
La reunión del Protocolo de Bioseguridad comenzó con marchas y la ocupación del
MST y Vía Campesina de un terreno, donde Syngenta estaba sembrando maíz y soya
transgénicos ilegales, en la zona de amortiguamiento del Parque Nacional de
Iguazú, el cual aloja las famosas cataratas del mismo nombre. Siguen ocupándolo.
En la semana siguiente, en una victoria contundente de la sociedad civil
internacional, el Convenio de Diversidad Biológica (CBD) mantuvo y reafirmó la
moratoria contra la tecnología transgénica Terminator para hacer semillas
suicidas. Moratoria que existía dentro del CDB desde 2000, pero que las
trasnacionales de los transgénicos habían logrado minar dos meses antes, en una
reunión preparatoria del CBD, en Granada.
Las trasnacionales llegaron contentas a Brasil: por los corredores del CBD se
paseaban sin pudor los directores globales de Monsanto, Syngenta y Delta & Pine,
poseedores de la mayoría del mercado de transgénicos y patentes de Terminator.
La victoria en Granada y su sentimiento de superioridad sobre los burócratas
gubernamentales, a quienes acostumbran "instruir" por la vía del soborno u
otras, les daba ánimo.
Recibieron una bofetada en plena cara. El arcoiris de las protestas diarias de
Vía Campesina en la calle y dentro del centro de conferencias, la coordinación
de centenares de organizaciones de la sociedad civil en la Campaña Internacional
contra Terminator, con acciones simultáneas en Brasil y otros países, las
intervenciones de los jóvenes y los indígenas, incluyendo delegados
especialmente enviados del pueblo huichol de Jalisco y del pueblo guambiano de
Colombia, las actividades paralelas con el Foro Brasileño de organizaciones no
gubernamentales y movimientos sociales, lograron, finalmente, que se revirtieran
los textos que venían de Granada, para desesperación de las trasnacionales y los
delegados de Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, principales
gobiernos que querían romper la moratoria. Los delegados de México, hasta el
último momento, también trabajaron para convencer a otros gobiernos de quebrar
la moratoria, siguiendo la vergonzosa costumbre que llevaron en todas las
conferencias de marzo de asumir la defensa soterrada de las trasnacionales.
El momento más fuerte y simbólico en el CBD fue la entrada de las mujeres de Vía
Campesina al pleno de las negociaciones: con la pañoleta verde del movimiento y
velas, desplegaron ante los delegados oficiales decenas de carteles escritos en
varios idiomas demandando la prohibición de Terminator. El presidente de la
sesión anunció que tomaría en cuenta también esta "intervención", y ante la
frustración del director de Delta & Pine, quien pidió a los elementos de
seguridad que intervinieran, la mayoría del pleno se levantó y aplaudió.
Mantener la moratoria contra Terminator es un hecho importante y relevante para
millares de campesinos e indígenas, así como para las posibilidades de todos de
decidir qué comemos y que no lo hagan las trasnacionales. Pero quizá el mensaje
principal fue otro, que no quedó en papel y sin embargo no se borra: los
condenados de la tierra no aceptan su condena, ni a sus verdugos ni a quienes
mediante leyes nacionales e internacionales legalizan los privilegios de los
poderosos.
- Silvia Ribeiro es investigadora del Grupo ETC.
https://www.alainet.org/es/articulo/114769
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