Buen año para los mexicanos. Así rezaban los titulares de los medios informativos de México, hace unos días. Me hubiera alegrado infinitamente que dicha bonanza guardara relación con el hecho de que el Banco Mundial publicara alguna vez un informe señalando que la pobreza en México está disminuyendo, pero no es así. Por desgracia, la pobreza continúa en unos niveles similares a los que se registraban en la década de los 90, porque durante los 15 últimos años, el supuesto combate contra la misma se ha quedado en nada y millones de mexicanos continúan sumidos en la más absoluta miseria. Más del cincuenta por ciento de los habitantes del país son pobres, y lo más grave es que en México, el concepto de pobreza está unido a la necesidad de comer en el sentido literal de la palabra. Contribuyen a aumentarla la desigualdad regional y étnica (en los estados de Chihuahua y Sinaloa, el 40 y el 60 por ciento de los niños indios no acude a la escuela) las cuales marcan diferencias de acceso a la salud, la educación y los servicios públicos. Según el Banco Mundial más del 50 por ciento de la población está en esa situación y el 24 por ciento es ”extremadamente pobre” ¿Entonces, cuál es la causa de la euforia periodística? Muy fácil. La revista norteamericana Forbes ha publicado su lista de las personas más ricas del mundo. En ella el empresario mexicano Carlos Slim Helú ocupa el tercer puesto con una fortuna personal estimada en 30 mil millones de dólares. El dueño de empresas como Telmex, América Móvil y Grupo Carso fue quien más aumentó su fortuna, con 6.200 millones de dólares. Este señor se dedica, entre otras cosas, a comprar, mediante maniobras especulativas, bonos de empresas ruinosas. Después, éstas son adquiridas, a precio de saldo, por empresas saneadas, convirtiendo así los bonos en acciones rentables. En dichas operaciones, Slim se ha embolsado más de seiscientos millones de dólares. Algo normal y lícito en las democracias de los millonarios, donde los humildes son excluidos como si fueran animalitos en proceso de extinción. En España suceden cosas parecidas y aún peores. En la lista figuran también otros empresarios de ese país, como Jerónimo Arango, ex dueño de la cadena comercial Cifra (hoy Wal-Mart); Ricardo Salinas Pliego, (un apellido muy familiar en México) propietario de dos cadenas de televisión, o María Asunción Aramburuzabala, accionista del Grupo Televisa. Sólo las empresas de Slim Helú obtuvieron ganancias que superaron los setenta mil millones de pesos y pagaron impuestos por valor de veintidós mil millones ¿Dónde fueron a parar las ganancias y los impuestos? Al pueblo, evidentemente que no. Para los medios informativos aztecas, el año ha sido espléndido a pesar de que sólo se han beneficiado unos pocos. Las reformas económicas neoliberales aplicadas por el Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA)- padre putativo del, por fortuna para los pueblos de América Latina, moribundo ALCA- al que pertenecen México, Canadá y Estados Unidos, no han producido crecimiento alguno en México, pero han profundizado aún más sus desigualdades. Entre los años 1990 y 2002 las compañías multinacionales obtuvieron enormes beneficios, pero sólo los oligarcas (con el presidente “Coca-Cola” Fox a la cabeza), auténticos gestores de la política estadounidense, sacaron tajada y lograron aumentar sus respectivas cuentas corrientes. Esa elite, que constituye la décima parte del país, se apropia de más del 40 por ciento de los ingresos totales sin importarles que los tiempos sigan siendo muy malos para millones de compatriotas que sobreviven como pueden. En fin. No cabe duda de que fue un buen año, pero sólo para los magnates mexicanos, incondicionales servidores de Washington. Los otros, los pobres, los marginados, no existen para unos medios informativos que, como todos los del mundo “libre”, están al servicio de la oligarquía, manipulan la realidad en sus titulares y se consolidan como instrumentos para el control de la población.