El negocio de la esclavitud
18/09/2005
- Opinión
Millones de personas padecen hoy un trato de seres inferiores. Una
forma de esclavitud es toda aquella en la que se priva a alguien de su
dignidad al considerarle un medio para fabricar riqueza, una mercancía
que viaja por el mundo, o al explotarle en su trabajo. Es el caso de
más de 100.000 mujeres de América Latina engañadas y obligadas a
prostituirse con el fin de saldar las deudas contraídas en su viaje a
un lugar mejor. O el de los niños vendidos y forzados a trabajar
porque son baratos, disciplinados y más dóciles para cierto tipo de
actividades. Según la Organización Internacional del Trabajo, los
traficantes de personas destinadas al trabajo forzoso obtienen cada
año más de 30.000 millones de dólares en beneficios.
Los más pequeños suelen ser vulnerables ante estas situaciones
injustas. En Lituania, por ejemplo, entre un 30% y un 50% de las
prostitutas son menores de edad. En el Sureste Asiático, las niñas se
prostituyen con el fin de pagar deudas. Las duras condiciones
laborales dificultan su proceso de formación, vital para convertirse
en personas libres y responsables. La Organización Mundial de Turismo
asume el reto de acabar con la demanda de turismo sexual en la zona
para que prostituirse no sea una opción. Aunque lo importante es
proteger a los menores, de forma que quienes sean responsables
garanticen su derecho a la educación.
Según el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), 256
millones de niños trabajan en condiciones peligrosas. La mayor parte
pasan el día escondidos en las minas, en las plantaciones, o entre las
paredes de una casa como sirvientes. Otros cientos de miles son
soldados. O bien están atrapados en las redes de tráfico de menores y
se les fuerza a prostituirse o se les utiliza como material
pornográfico. El tráfico de niños se considera el tercer negocio más
lucrativo después del armamento y las drogas.
La discriminación se aprecia en que la mayoría de las víctimas de la
trata de personas sean niños y mujeres, tal y como sucedía en siglos
anteriores. Las prácticas esclavistas por discriminación racial
también siguen presentes. En la Guerra Civil de Sudán la población
dinka fue víctima de prácticas esclavistas, violencia física y
psíquica y privaciones de libertad a manos de los pastores de las
comunidades baggaras.
Es esencial comprender las causas y las consecuencias de ese sistema
inhumano que estuvo vivo durante 300 años para dar fin a las formas de
esclavitud actuales. Con este fin la UNESCO desarrolla desde hace doce
años el proyecto "La Ruta del esclavo". Sentir como propia la opresión
de millones de personas bajo las formas de esclavitud actuales es tan
necesario como recordar el comercio de esclavos en la era colonial.
Una buena manera de romper el silencio es aprovechar la oportunidad
de convivencia al abrigo del proceso global. En la agenda de la
Conferencia de Durban de 2001, en la que la que se declaró la
esclavitud como crimen contra la humanidad, había temas como la
discriminación por raza, sexo o castas y la inmigración. No era
casualidad, pues todos ellos son importantes en nuestro esfuerzo por
convivir.
Los intereses económicos son una causa fundamental de la esclavitud y
dificultan ese reto de una sociedad justa. La OIT, entre otros, ha
denunciado los abusos contra los indonesios que quieren probar fortuna
en el extranjero pero no tienen dinero suficiente. Para hacer frente a
los gastos acuden a una de las 400 agencias controladas por el
Gobierno. Desde allí les obligan a una estancia de varios meses en un
campamento de formación donde prestan servicios en duras condiciones.
Una persona enferma que quiera volver a su lugar de origen ha de pagar
más de 200 dólares para asegurar su regreso. Y la multa para quienes
cancelen su contrato es de 400 dólares. Por lo que la deuda no cesa de
crecer. Es por ello que es preciso reflexionar sobre este sistema
económico en el que la opresión genera riqueza.
- Jorge Planelló es periodista. Artículo tomado del Centro de
Colaboraciones Solidarias, ccs@solidarios.org.es, Madrid.
https://www.alainet.org/es/articulo/113001
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