El síndrome del Quijote mediático: Aproximación al drama político de la oposición
28/03/2005
- Opinión
La oposición venezolana está sola y delira. No sólo ha sido derrotada una y otra vez en 8 procesos electorales durante los últimos 6 años, incluyendo el histórico referendo presidencial de agosto de 2004. En el último de estos eventos (octubre 2004) la oposición perdió al menos 3 de las más importantes y simbólicas plazas políticas de Venezuela (la Alcaldía Mayor de Caracas, y las gobernaciones de Miranda y Carabobo, estados industriales del país) amén de otros tantos espacios regionales, y fue barrida en más de 80% de las alcaldías. Uno a uno, ha visto rodar, a sus más importantes líderes, quienes, o han sido derrotados en elecciones, o se hallan prófugos de la justicia, o han sido atrapados en salones de juego mientras "oficialmente" organizaban en la clandestinidad la resistencia al "régimen".
Esta derrota ha sido completa y en toda la línea. Llegado el caso, la oposición venezolana ha mordido el polvo en los cuarteles y en las calles (11-13 de abril de 2002), en la industria petrolera (diciembre 2002-febrero 2003) y a consecuencia de ello, ha visto cómo desaparece progresivamente su ascendencia sobre la clase empresarial y la clase media, a las que arrastró a las aventuras suicidas del período 2002-2004.
Se trata de un verdadero drama político e histórico. A las consecuencias de sus sucesivos fracasos, la oposición las califica como el intento de Chávez de "copar" las instituciones. Contrario a lo que aconseja la racionalidad política de un demócrata y hasta una cierta humildad, la oposición achaca su apabullante derrota electoral no al liderazgo del Presidente, y a su propia y errática estrategia política; estrategia, por cierto, que la llevó de la desestabilización política al golpe de estado; de éste a la conspiración petrolera, de allí a la mesa de negociaciones, de ésta a la recolección de firmas, y finalmente al referendo, sin que nunca abandonara la carta conspirativa, como quedó claro durante la violencia callejera provocada en la famosa "guarimba" de febrero y marzo de 2004 y la introducción de más de 100 paramilitares al país. En realidad, la oposición nunca abandonó la ambición de sacar a Chávez por un "fast track", de esos que tanto gustan en Washington; tampoco entendió que era a la arena electoral a la que quería llevarle el Gobierno y por eso, la aceptación del referendo (el anuncio de la "Batalla de Santa Inés" por Chávez en junio de 2004) la dejó sin argumentos, desprovista de armas políticas legítimas, confundida y desorganizada.
Si existiese en Venezuela una oposición responsable, esto es, palabras más palabras menos, lo que tendría que haberle dicho al país y a sus seguidores. Contrariamente, se empeñó en encontrar un "cisne negro" para tratar de demostrar lo indemostrable: que la victoria electoral de Chávez no había sido limpia. "Autosuicidio" tras otro, las organizaciones opositoras se fueron alejando de la realidad, creyéndose las mentiras que los medios le vendían a los venezolanos, cayendo en una suerte de delirio quijotesco y enfermizo que los hacía ver monstruos gigantescos donde sólo había molinos de viento. Una y mil veces, anclas televisivas y sesudos analistas predijeron y anunciaron "los días finales del régimen", mientras el país andaba en la otra acera. Presionada por grupos pequeños pero muy influyentes, aún hoy la oposición se sigue dejando arrastrar por un discurso que propone el odio como reflexión política y el desprecio como argumento. Para muchos de ellos, ésta sigue siendo una "revolución de monos y de malandros", con la que hay que acabar.
Por ello, su nueva carta consiste en apostar el alma al Presidente Bush, y a los halcones que dictan las estrategias del Departamento de Estado. Y sueñan así con "aislar a Chávez" y estimular una escalada entre EE.UU y Venezuela, que culmine, de una u otra forma, en algún tipo de intervención. Rayando en el paroxismo, hubo quien dijo en televisión que el día más feliz de su vida sería cuando viera a los marines subir por la carretera que lleva del Puerto de La Guaira a Caracas.
Por eso, cuando se juntan por aquí Zapatero, Lula, Uribe y Chávez, como si hiciese falta alguna otra demostración de la legitimidad democrática del Gobierno Bolivariano, tras la recientes giras por Rusia, Irán, Francia, Qatar, Uruguay y la India, y después de superar mediante el diálogo el impasse diplomático con Colombia, la oposición no hace más que taparse los ojos. Nuevamente, la realidad contraría sus deseos. No importa, peor para ella, parecen decir. No muestran los opositores el más mínimo sentido común para, al menos, reconocer la dimensión y el alcance de una gestión internacional, como no se había visto quizá en la historia democrática de nuestro país.
Y entonces, la oposición se pone en plan de "demostrar" que cuando Chávez habla de socialismo lo que quiere decir es dictadura marxista, o hasta algo quizá peor e innombrable. Por favor, Zapatero no le creas. Por más que Lula, Kirchner y Tabaré se reúnan con Chávez e impulsen el MERCOSUR, no son la misma cosa. Se trata de pragmatismo, ya sabes, el petróleo. No importa que España, por vía de su gobierno socialista, encabece la reapertura de las relaciones entre la Unión Europea y Cuba. Con tal de fregarle la vida a Chávez, aquí, hablaremos bien de España y pestes de Cuba.
Frente a estos hechos, la oposición criolla, o las vocerías mediáticas que hace sus veces, no presenta, como no lo ha hecho en 6 años, una sola idea acerca de su propio proyecto político. ¿Quisiera la oposición venezolana ser socialista a lo Zapatero, o derechista a lo Aznar? ¿Aceptaría ser Lula con tal de no ser Chávez, o sería Cardoso? ¿Les gusta más Uribe, o prefieren a Kirchner, o a Tabaré? ¿Acepta que EE.UU siga imponiendo lo que deben hacer los países de América Latina so pena de no tener el "privilegio" de ingresar al ALCA? ¿Está de acuerdo con que la "certificación" sobre derechos humanos provenga del único país en el mundo (léase bien, el único) que aún permite la pena de muerte para menores edad?
Son muchos los mensajes que la oposición podría mandarle a los ilustres presidentes visitantes. Tiene una excelente oportunidad de hablarle a la prensa internacional, sobre su propio talante democrático, su conducta y sus intenciones.
Ser derrotado, incluso varias veces, no es algo fatídico en política si se tiene una idea que defender. Lo malo es cuando esa idea no existe y nadie se pone a parirla. Lo dramático es que te construyas un muro con los ladrillos de esas derrotas y lo cementes con miserias mediáticas y desinformación, como eso de seguir repitiendo mentiras sobre la violación de los derechos humanos o la supuesta falta de libertad en Venezuela.
Despierten, muchachos, están a tiempo.
* William Castillo Bollé es periodista.
https://www.alainet.org/es/articulo/111663
Del mismo autor
Clasificado en
Clasificado en:
Comunicación
- Jorge Majfud 29/03/2022
- Sergio Ferrari 21/03/2022
- Sergio Ferrari 21/03/2022
- Vijay Prashad 03/03/2022
- Anish R M 02/02/2022