En torno a la polémica acerca de “Pro Perú”

18/02/2005
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  • Opinión
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La política, confrontacional, pequeña y de corto plazo, a la que nos tienen acostumbrados los mas encumbrados voceros de los partidos, al abordar temas como el programa gubernamental de subsidio monetario directo para los mas pobres, ha terminado obligando a tratar un tema crucial de nuestra realidad: el de la extrema pobreza. Pero por alguna extraña razón (o no tan extraña si nos remitimos a los fundamentos ideológicos que se encuentran detrás), en nuestro país se trata el tema de la pobreza existente (1) sólo o principalmente, como un problema producto del “atraso”. Es decir, se daría por supuesto que los pobres al no haber logrado superar sus limitaciones de toda índole, estarían impedidos de acceder a los beneficios del mercado, el crecimiento económico y el progreso. Así, pues, se plantea que el tema es eminentemente “técnico” y no debiera politizarse. Respecto de lo primero se reitera hasta el cansancio dos perogrulladas: 1. La pobreza, en definitiva, sólo podrá eliminarse cuando se potencie el trinomio inversión-crecimiento-mas trabajo (el famoso “chorreo” para los de abajo ). 2. Los programas sociales deben ser “eficientes”, es decir, que sirvan a los que verdaderamente los necesitan y que no existan “filtraciones”. Y respecto de lo segundo, la ayuda a los pobres es “populismo” porque es demagógico y tiene fines electorales. Toda la cantaleta del párrafo anterior no merecía ser comentada, sino fuera porque trasluce, por un lado, el nivel del cinismo a que ha llegado nuestra clase política (¿qué partido estando en el poder, y teniendo recursos, no se plantearía algo semejante?), y de otro lado, se trata de ocultar lo que sí, a nuestro entender, explica la situación extendida de pobreza extrema por la que padecen siete millones de peruanos: la desigualdad. Y la lucha contra la desigualdad, producto de la exclusión social, no se circunscribe al tema del atraso, sino, también y principalmente, al tema de JUSTICIA. Y, como todos sabemos, la mayoría de pobres extremos que superviven en las altas serranías del interior, además y por indolencia de todos, fueron los que mas sufrieron las terribles consecuencias de la violencia política. Alguien puede dudar, por ejemplo, que los 562,0l5 peruanos que habitan en las l,247 comunidades y pequeños centros poblados ( de los cuales 447 fueron literalmente “arrasados”), no merecerían como un acto de tardía y disminuida solidaridad del Estado recibir l00 soles mensuales (lo que cualquiera de la clase media limeña gasta en el parqueo de su automóvil); no van a salir de la extrema pobreza, ni creo que vayan a lograr cumplir las exigencias que, como contra parte de la ayuda, súbitamente todos los funcionarios y políticos les quieren exigir. Pero sí van a ser recursos utilizados para evitar la muerte temprana de niños y adultos, es decir, en favor del ejercicio del mas elemental de sus derechos, el DERECHO A LA VIDA. Comencemos por esto. No se requiere mayor censo- existe el Censo por la Paz del MIMDES-, y al inicio del programa, no seamos tan inflexibles en las exigencias. Ah! si de exigencias se trata, imagínense las que en sus noches de silencio nos habrían planteado, en los años `80, los campesinos de Lucanamarca y Uchuraccay. 1) Aproximadamente 15 millones de peruanos viven con ingreso menor a los 2 dólares diarios, y de éstos, cerca de 7 millones con apenas l dólar diario.
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